LA TROMPETA FINAL
Introducción
Desde que nuestro Señor Jesucristo estuvo en este mundo hace como dos mil años, se ha hablado y escrito mucho sobre la segunda venida del Señor Jesucristo, y se ha especulado numerosas veces sobre el significado de las profecías relacionadas con ese evento. En muchas oportunidades se han dado interpretaciones no concordantes con las Sagradas Escrituras, y se han fijado fechas precisas de esa segunda venida, que por supuesto no fueron correctas, y el Señor no ha regresado a este mundo a buscar a los suyos hasta la fecha.
Este trabajo tiene como única finalidad mencionar lo que la biblia dice sobre este tema, o sea La Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo. Se citarán las opiniones de varios de los autores del Nuevo Testamento, que por ser palabra inspirada por Dios, deben ser considerados como inapelables sin ninguna discusión, debiéndose destacar además que no existe ningún tipo de controversia entre los distintos escritores que se mencionarán.
En el Nuevo Testamento encontramos muchas referencias sobre ese evento. Lo primero que debemos mencionar es que la fecha exacta de la venida del Señor Jesucristo es conocida solo por el Padre, o sea Dios mismo: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aún los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre” (Mateo 24: 36).
Nosotros podemos saber el momento aproximado de la fecha en que se producirá el regreso de nuestro Señor, si estudiamos con atención las Sagradas Escrituras, ya que en sus páginas se describen ciertas características de lo que será nuestro mundo en los últimos días: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” (2da Timoteo 3: 1-5).
Si bien, desde que el pecado entró en el mundo, historia que se menciona en el libro de Génesis, el mal siempre estuvo presente, y nunca antes tuvo el alcance que tiene en nuestros días. Las maldades descriptas precedentemente son una realidad palpable en nuestro mundo actual, lo que evidencia que la venida de nuestro Señor está cerca. En ese sentido, el apóstol Pablo nos pinta un panorama de las características que tendrá el hombre que no conoce a Dios o que decide no tomarlo en cuenta, al acercarse el gran día del regreso de Cristo. Vemos, por ejemplo, que la familia tal como la diseñó Dios en los comienzos de este mundo, va camino a su desintegración, lo que produce como resultado muchos de los males descriptos por Pablo.
Los acontecimientos previos
El mismo Jesús antes de su muerte en la cruz, les enseña personalmente a sus discípulos los principales acontecimientos que sobrevendrán sobre la tierra, en el tiempo previo a su Segunda Venida, y que conocemos como “La Gran Tribulación”. Dichas enseñanzas se encuentran en los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas.
El comentario previo que hace Jesús, antes de hablar sobre dichos acontecimientos, hace referencia a la descripción de la destrucción del Templo de Jerusalén: El evangelista Mateo lo dice así: “Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada” (Mateo 24: 1-2).
Marcos también describe esos dichos de Jesús: “Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos; Maestro, mira que piedras y qué edificios. Jesús respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada” (Marcos 13: 1-2).
A su vez el evangelista Lucas también menciona esto: “Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida” (Lucas 21: 5-6).
Como vemos, los tres evangelistas comentan estos dichos de Jesús con distintas palabras, pero que tienen en el fondo un mismo mensaje: el templo de Jerusalén, orgullo del pueblo judío, sería destruido, no existiendo discrepancias entre los dichos de uno u otro.
Después Jesús va con sus discípulos al Monte de los Olivos. En esa oportunidad los discípulos se le acercan y le preguntan: “Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿Cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del Siglo?” (Mateo 24: 3).
Marcos relata también esto de la siguiente manera: “Y se sentó en el monte de los Olivos, frente al templo. Y Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte: dinos, ¿Cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse? (Marcos 13: 3-4).
También Lucas habla de este tema: “Y le preguntaron, diciendo, Maestro, ¿Cuándo será esto? ¿Y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder? (Lucas 21:7).
Podemos notar que los discípulos le hacen dos preguntas. La primera se refiere a la destrucción del templo, hecho ocurrido en el año 70 de nuestra era, y la segunda se relaciona con la segunda venida y el final de este mundo tal como lo conocemos actualmente.
Si bien notamos que las palabras difieren entre los tres autores, nos dicen exactamente lo mismo, Estas preguntas evidencian el interés que tenían sus discípulos en saber los acontecimientos futuros. Querían que el mismo Señor les aclarara las dudas que ellos tenían sobre dicho asunto. Cabría preguntarnos: si los discípulos estaban tan interesados en saber todo lo relacionado con este tema, cuanto más deberíamos preocuparnos nosotros que estamos mucho más cerca de que se produzca ese gran evento.
A la primera pregunta, o sea la destrucción del templo de Jerusalén, Jesús nos da detalles de lo que sucederá; Mateo la describe así: “Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas hay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24: 15-21).
Marcos, a su vez, lo cuenta de esta manera: “Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda a la casa, ni entre para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huída no sea en invierno; porque aquellos días serán de tribulación, cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá” (Marcos 13: 14-19).
Lucas lo dice como sigue: “Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén serán hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (Lucas 21: 20-24).
Es útil leer lo que cuentan los tres autores para entender mejor lo que Jesús les quería enseñar. Al analizar los comentarios de Cristo sobre la “abominación desoladora”, descriptas por Mateo o Marcos, podríamos dudar sobre su significado, pero al considerar lo que dice el evangelista Lucas, nos damos cuenta que se trata de la destrucción de Jerusalén y su templo en el año 70 de nuestra era, por los ejércitos romanos al mando de Tito, el hijo del emperador Vespasiano quien gobernaba en esa fecha. Quienes no habían prestado atención a las profecías de Jesús, sufrieron las consecuencias predichas. En esa oportunidad se produce la diáspora del pueblo judío por todo el mundo. Muchos de ellos fueron llevados a Roma como esclavos. Muchos de esos esclavos fueron obligados a trabajar en la construcción del Coliseo Romano, que se realizó entre los años 70 y 80 de nuestra era. Muchos de esos esclavos murieron durante esa construcción.
La dispersión por el mundo del pueblo judío, duró casi dos mil años, desde la fecha en que Jerusalén y su templo fueron destruidos, hasta el año 1948 en que se constituye nuevamente el Estado de Israel, y el pueblo judío pudo volver nuevamente a su patria. Terminó de esa manera la posesión del territorio judío por parte de los pueblos gentiles. La profecía de Jesús que dice: “hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan”, se efectivizó en su totalidad. También el profeta Daniel predice lo mismo. En Daniel 12: 7, segunda parte podemos leer: “Y cuando se acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas”- El hecho de que la profecía enseñada por Jesús mismo, en relación a la destrucción del templo de Jerusalén quedó cumplida, nos da la seguridad de que las demás profecías dichas por nuestro Señor Jesucristo son verídicas y de cumplimiento cierto.
La Gran Tribulación
Las profecías enseñadas por nuestro Señor Jesucristo, en relación a su próxima venida a este mundo, se encuentran en los tres primeros evangelios.
Mateo la describe de esta manera: “Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerra; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24: 4-14).
El evangelista Marcos lo narra así: “Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que nadie os engañe; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo; yo soy el Cristo; y engañarán a muchos. Mas cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que suceda así, pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores son estos. Pero mirad por vosotros mismos; porque os entregarán a los concilios, y en las sinagogas os azotarán; y delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí, para testimonio a ellos. Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones. Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo. Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Marcos 13: 5-13).
Lucas a su vez lo expresa de esta manera: “El entonces dijo; Mirad que no seáis engañados, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y: El tiempo está cerca. Mas no vayáis en pos de ellos. Y cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente. Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo. Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto os será ocasión para dar testimonio. Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa; porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan. Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos, y matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas” (Lucas 21: 8-19).
Puede parecer un poco repetitivo y tedioso mencionar lo que los tres evangelistas escriben, pero consideremos que son palabras del mismo Señor Jesucristo, y es Él mismo el que está hablando. Estas palabras son suficientemente claras para que cualquiera que lo lea o lo escuche pueda entender fácilmente su mensaje sin agregar ningún comentario de ninguna naturaleza. No se justifica agregar o quitar algo de lo que el mismo Señor profetizó. O sea que si Jesús dio este sermón a sus discípulos, y consideró que era suficiente, entonces lo que Él dijo es suficiente. No agreguemos ni quitemos nada a estas palabras.
Sería muy importante estudiar los pasajes de los tres evangelistas, y si es posible, también en otras versiones o traducciones para entenderlos mejor. Deberíamos leer dichas profecías con regularidad, especialmente cuando escuchemos alguna opinión sobre este tema, para compararlo con lo que el mismo Señor Jesucristo dijo. De esa manera sabremos si lo que escuchamos o leemos es verídico o no. Recordemos que solamente con la lectura de la Palabra de Dios podremos mantenernos fieles a nuestro Señor, y sabremos discernir entre los falsos profetas y los que predican la Palabra de Dios con fidelidad.
Recordemos también que para tener un lugar en el nuevo reino que nuestro Señor Jesús está preparándonos, debemos estar listos para recibir a nuestro Señor en todo momento, sin claudicar jamás. También tenemos que asegurarnos de que nuestros nombres están escritos en el Libro de la Vida. Dios mismo está en el control de todas las cosas y no permitirá que sus hijos, que creen en Él y que esperan su venida, se pierdan. No nos preocupemos entonces por lo que nos pudiera ocurrir. Si somos llevados ante autoridades o ante tribunales, recordemos la promesa de Cristo. El mismo Espíritu Santo nos enseñará a dar testimonio de Él, palabras que no podrán ser refutadas por quienes nos acusen.
En el libro de Daniel encontramos dos ejemplos de fe que podremos imitar: “Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado? Ahora, pues ¿Estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿Y qué Dios será aquel que os libre de mis manos? Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano; oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3: 14-18).
Esa historia ocurrió en Babilonia, uno de los imperios más corruptos que existieron en la antigüedad. Los que dieron ese testimonio de fe fueron amigos de Daniel, quienes servían a Nabucodonosor, rey de Babilonia. Por su obediencia a Dios, fueron condenados a muerte en un horno de fuego, pero Dios mismo les salvó la vida.
Esto ocurrió en un imperio que ocupaba solo una pequeña parte del mundo. Al final de los tiempos, cuando esté gobernando el anticristo en esta tierra, será un poder de alcance mundial, quien tendrá el poder dado por el mismo Satanás, según el Apocalipsis. En ese momento los que son fieles a Dios y a nuestro Señor Jesucristo, podrán tener oportunidad de demostrar ante ese poder demoníaco el alcance de la fe que tienen de su Salvador, quién no los abandonará, según sus promesas.
También el mismo Daniel tuvo una prueba similar: “Pareció bien a Darío constituir sobre el reino ciento veinte sátrapas, que gobernasen todo el reino. Y sobre ellos tres gobernadores, de los cuales Daniel era uno, a quienes estos sátrapas diesen cuenta, para que el rey no fuese perjudicado. Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y gobernadores, porque había en él un espíritu superior, y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino. Entonces los gobernadores y sátrapas buscaban ocasión para acusar a Daniel en lo relacionado al reino; mas no podían hallar ocasión alguna o falta, porque él era fiel, y ningún vicio ni falta fue hallado en él” (Daniel 6: 1-4).
Aquellos hombres entonces idearon un plan para destruir a Daniel. Convencieron al rey para que promulgase un edicto que prohibiera a todos a hacer peticiones de cualquier clase a otra persona o dios sino solo a él por el término de 30 días. O sea que Daniel no podría orar a su Dios, durante ese tiempo.
“Firmó, pues, el Rey Darío el edicto y la prohibición. Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes” (Daniel 6: 9-10).
Como consecuencia de su obediencia a Dios, Daniel fue condenado a muerte y arrojado al foso de los leones. También en esa oportunidad Dios mismo envió a su ángel para salvarle la vida.
Ellos eran fieles servidores de las autoridades constituidas y cumplían su oficio con responsabilidad. Leemos de Daniel que no pudieron encontrar falta alguna porque él era fiel. Esa conducta es la que deben tener los hijos de Dios en sus trabajos seculares, con todos los que les rodean, cumpliendo fielmente todas las obligaciones que les pidan, incluyendo también el pago de los impuestos.
En los dos ejemplos citados, la diferencia era que ellos tenían una autoridad superior a las leyes humanas. Esa autoridad superior era Dios. Cuando debieron elegir, lo supieron hacer. Fueron fieles en sus obligaciones con las autoridades seculares, pero en el plano espiritual adoraban solo a Dios.
Antes de la venida del Rey de Reyes y Señor de Señores habrá un ser, el anticristo o la bestia según el Apocalipsis, que obligará a todos los habitantes del mundo que no tienen escrito sus nombres en el Libro de la Vida del Cordero, que lo adoren: “Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?”...”Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13, 3-4 y 8).
Daniel y sus amigos tuvieron una experiencia en sus vidas que los marcó para siempre. En ella pudieron dar testimonio de su fe en el único que podría salvarles la vida, en el Dios único y verdadero. Al final de los tiempos, cuando el anticristo tenga el poder absoluto hará lo mismo que el rey de Babilonia y de Persia en aquella oportunidad, pero en toda la tierra. En ese momento los verdaderos hijos de Dios tendrán que demostrar su fe de la misma manera. Aquellos que pasen esa prueba pueden tener la seguridad que el Dios en quien creyeron y el Salvador que rescató sus vidas del pecado no los abandonarán. Jesús terminó su mensaje sobre su venida, con un consejo, que los evangelistas escribieron de la siguiente manera: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24: 13). “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Marcos 13; 13). “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia, ganaréis vuestras almas” (Lucas 21: 17-19).
No debemos temer por nuestro futuro: El Señor ya ha triunfado sobre Satanás y sus huestes. Cuando estas cosas sucedan, nuestra redención estará cerca, a las puertas. Si no claudicamos, estaremos por la eternidad junto a nuestro amado Salvador, Jesús.
Las Exhortaciones Finales del Maestro
Nuestro Señor, después de profetizar a sus discípulos lo concerniente a su Segunda Venida, los exhorta a vivir conforme a su voluntad, es decir, una vida de santidad y pureza, y así estar preparados para recibirle como el Rey de Reyes y Señor de Señores.
En el evangelio de Mateo Jesús dice: “Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo, mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24: 21)
Marcos también hace referencia a esta promesa:.”Y si el señor no hubiese acortado aquellos días, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos que él escogió, acortó aquellos días” (Marcos 13: 20).
Nuestro Señor nos da la certeza de que no todos los creyentes perderían su vida, no todos apostatarían de su fe, y que muchos permanecerían fieles hasta su venida. Estarán esperando fielmente a su Señor y por ende serán llevados por los mismos ángeles ante Él, tal como está escrito en Primera Tesalonicenses 4:17 donde dice: “Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”.
Jesús también dice que debemos tener especial cuidado con lo que nos digan o enseñen: “Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aún a los escogidos. Ya os lo he dicho antes. Así que, si os dijeren, Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis. Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24: 23-27).
Marcos lo dice de ésta manera: “Entonces si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo; o mirad, allí está, no le creáis. Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos. Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo antes” (Marcos 13:21-23).
Jesús nos está diciendo aquí que al final de los tiempos habrá muchos que enseñarán o intentarán enseñar doctrinas que no están de acuerdo las Sagradas Escrituras. Debemos estar atentos a lo que nos digan o pretendan enseñarnos. Todo lo que escuchemos debemos compararlo con la Palabra de Dios, y tales enseñanzas deben estar completamente de acuerdo con ella. La palabra de Jesús descripta precedentemente es suficientemente clara por lo que no requiere mayores comentarios. Lo realmente importante es estar preparados en todo momento para ese día, debemos esperarlo todos los días, en todo momento, viviendo una vida completamente consagrada a Dios y a su Hijo Jesucristo. Sabemos que se presentará ante nosotros en un abrir y cerrar de ojos. El mismo Señor dijo: “Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre”. Cuando nos demos cuenta estará frente nuestro, y si no estábamos preparados con anterioridad, nuestra suerte estará echada, ya no tendremos oportunidad de arrepentirnos, y por lo tanto nuestro destino final será la muerte eterna.
La venida del Señor
Nuestro Señor, luego de dar esas advertencias relata cómo sería su venida:
“E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo: y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y entonces enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24: 29-31).
“Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre que vendrá en las nubes con gran poder y gloria. Y entonces enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo” (Marcos 13: 24-27).
“Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21: 25-28).
Esta porción de las Sagradas Escrituras relata el momento tan esperado. Se escuchará la voz de la trompeta, y todo el mundo será testigo de la venida del Rey de Reyes y Señor de Señores, o sea nuestro Señor Jesucristo, quien se designa a sí mismo como “El Hijo del Hombre”. Unos se alegrarán de su venida, y otros se lamentarán, porque no creyeron en sus promesas, ya que habrá finalizado el tiempo de la gracia y será demasiado tarde para el arrepentimiento. En este párrafo nos dice que los ángeles juntarán a todos sus escogidos de todo el mundo.
Notemos que no se hace ninguna mención que Jesús posará sus pies en el Monte de los Olivos, sino que sus ángeles juntarán sus escogidos. Tampoco será un acontecimiento que pasará desapercibido por los no creyentes en Cristo, ya que la Palabra de Dios dice expresamente que “entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” También dice este párrafo que los que sí creyeron en sus promesas y se prepararon debidamente, o sea los escogidos, serán juntados por los ángeles enviados por nuestro Señor, para ser llevados ante su presencia.
Estad Preparados
“De la higuera aprended la parábola; cuando ya su rama esta tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca” (Mateo 24:32).
“De la higuera aprended la parábola; cuando ya su rama está tierna, y brotan sus hojas, sabéis que el verano está cerca” (Marcos 13: 28).
“También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios” (Lucas 21: 29-31)
Cuando los árboles comienzan a dar sus brotes nuevos, sabemos que se está acercando la primavera. Con este sencillo ejemplo Jesús nos enseña que cuando todas las profecías dichas por Él comiencen a cumplirse, se está acercando el momento de su venida, y por ende debemos redoblar nuestros esfuerzos para predicar su mensaje a toda criatura, tal como él lo pidió, Esa es nuestra principal tarea mientras estemos en este mundo.
“Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas” (Mateo 24:33).
“Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas” (Marcos 13: 29).
“Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios” (Lucas 21: 31).
Estos versículos son una advertencia para nosotros en el sentido de que debemos observar lo que está pasando en el mundo. O sea que, cuando los sucesos profetizados se hagan realidad, debemos mantenernos con más firmeza en los caminos señalados por nuestro Señor, y no claudicar aunque nos toque sufrir las pruebas.
“De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán”. (Mateo 24: 34-35).
“De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Marcos 13: 30-31).
“De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Lucas 21: 32-33).
Esta amonestación de Jesús nos dice que todas las profecías contenidas en la Palabra de Dios tendrán su cumplimiento efectivo “antes” de su venida. Además ratifica que todo este mundo tal cual lo conocemos terminará, pero las palabras predichas por Jesús contenidas en la Santa Biblia no pasarán, o sea que tendrán cumplimiento seguro. Es de destacar que esta advertencia la hacen los tres evangelistas que tocan el tema, y que son palabras del mismo Jesús.
“Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre” Mateo 24: 36).
“Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre” (Marcos 13: 32).
Esta afirmación nos dice que solo Dios es el que decide el momento exacto de la venida a este mundo por segunda vez de su Hijo para juntar a todos aquellos que creyeron en su sacrificio expiatorio en la cruz y que esperaron o esperan su venida. Todo intento de mencionar fechas probables de ese evento no debe ser creído ni aceptado por su pueblo.
“Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entro en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24: 37-39).
Nuestro Señor nos presenta un ejemplo sucedido hace ya mucho tiempo, en días de Noé. Éste predicó durante ciento veinte años para que los habitantes de la tierra cambiaran de actitud y se arrepintieran de sus pecados, mientras construía el arca. Nadie creyó a su predicación; Noé solo cosechó burlas. Mas un día, por orden de Dios entró en el arca con su esposa, sus hijos y sus nueras y todos los animales seleccionados. Y comenzó a llover tal como lo había profetizado. Todos perecieron, salvo esas ocho personas que obedecieron a Dios y entraron al arca. Al fin de los tiempos será igual. Jesús profetizó que vendría otra vez para llevarse a los suyos y destruir a todos aquellos que no lo aceptaron. Muchos se burlan de esa profecía, o no la aceptan, o simplemente la ignoran. Pero un día el Señor vendrá y entonces será demasiado tarde, y perecerán igual que todos aquellos que no aceptaron la predicación de Noé.
“Entonces estarán dos en el campo, el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada” (Mateo 24: 40-41).
El Señor nos da otro ejemplo de lo que sucederá en ese momento. Dos hombres trabajando en el campo, y dos mujeres trabajando en un molino. Esto no quiere decir que la mitad se salvará y la mitad no, sino que algunos serán llevados por los ángeles, y otros no. Notemos que todos estaban ocupados en sus tareas habituales. Lo que los diferencia es que unos estaban preparados para recibir al Señor, y los otros no se habían preparado debidamente.
Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque del Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (Mateo 24: 42-44).
“Mirad. Velad y orad; porque no sabéis cuando será el tiempo” (Marcos 13: 33).
“Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21: 34-36).
Es llamativo la cantidad de veces que Jesús dice la frase: “estad preparados”. O sea que es mucho más importante estar preparados para el momento en que venga nuestro Salvador, que conocer a la perfección todos los detalles inherentes a esa venida. Tampoco es necesario hacer comentarios anexos sobre este tema, puesto que la Palabra de Dios es suficientemente clara para entender perfectamente lo que nuestro Señor y Salvador nos enseñó.
Podríamos preguntarnos entonces: ¿Cómo debemos actuar para estar preparados? Él nos relata una parábola para indicarnos cómo hacer esto.
¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a su tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aún a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 24: 45-51).
“Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase. Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad” (Marcos 13: 34-37)
En la sociedad de aquellos tiempos, cuando el Señor de la casa debía ausentarse por algún tiempo, encargaba a uno de sus siervos para que se preocupara de que todas las tareas se realizaran debidamente, que los obreros, sirvientes, esclavos, y la familia del señor de la casa tuvieran lo necesario para vivir, sin que se notara su ausencia. El siervo fiel y prudente realizará su tarea día a día, sin claudicar en ningún momento, aún cuando no supiera el momento del regreso de su señor, hecho que podría ocurrir en cualquier momento. Vemos que Jesús menciona que tal siervo sería recompensado.
Eso es lo que debemos hacer nosotros en lo relacionado a nuestra tarea encomendada por el Señor. Debemos hacer buen uso de los dones que tenemos para ponerlos a su servicio, para cumplir con el mandato de Jesús de hacer discípulos a todas las naciones, aunque no sepamos la fecha exacta en que nuestro Señor vendrá a buscarnos. Tenemos una esperanza cierta: algún día sonará la trompeta final. Algún día será la hora y nuestro Señor Jesucristo volverá a buscar a los suyos. Pero no debemos hacer lo que hizo el siervo malo, que por su negligencia, por no haber hecho con fidelidad su tarea, fue castigado duramente. También debemos tener en cuenta que estos últimos versículos detallados son palabras de Jesús, a las cuales no se debe añadir ni quitar nada.
Lo que dice Pablo sobre la Segunda Venida
También Pablo nos habla de este evento en sus cartas a los Tesalonicenses. Esta iglesia fue fundada por él en su segundo viaje misionero. En dicho viaje, cuando le fue prohibido por el Espíritu Santo continuar su predicación en Asia Menor, pasa a Europa, comenzando así su gran obra de evangelista en dicho continente.
Comienza en Filipos, donde es puesto en la cárcel. La Segunda ciudad donde predica es Tesalónica, donde no solo sufre la cárcel, sino que debe huir a Berea, ya que peligraba su vida. Viaja luego a Atenas, y de allí a Corinto, donde conoce a Aquila y Priscila, quienes venían de Roma, la capital del Imperio. El emperador Claudio, quien era el césar en ese entonces, había expulsado de Roma a los judíos, y también a los cristianos.
No era fácil la vida de los creyentes en Cristo en ese momento, puesto que el emperador los estaba persiguiendo. La iglesia de Tesalónica también sufría de desánimo. Ellos estaban esperando la venida de Jesús, pero estaban perdiendo su fe. Algunos de los creyentes habían fallecido y sus familiares pensaban que los fallecidos no podrían tener parte en el nuevo reino. La noticia del desánimo de los tesalonicenses, hace que Pablo les escriba la Primera carta a los Tesalonicenses a mediados del año 51 de nuestra era, desde Corinto.
En el capítulo 4: 13 a 18, les dice cómo sería la venida del Señor: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”.
En este pasaje leemos que su venida será anunciada con el sonido de trompeta, tal como lo dice también el evangelista Mateo. Menciona además que los creyentes o escogidos serán reunidos por los ángeles de Dios, quienes llevarán a los salvos ante Jesús, tal como lo dijo el mismo Jesús antes de su muerte, palabras relatadas por los evangelistas Mateo y Marcos. En esta carta no menciona si su venida sería antes o después de la gran tribulación. En cuanto al nombre utilizado, en los evangelios Jesús se designa a sí mismo como “El Hijo del Hombre”, y en el pasaje que estamos tratando el apóstol Pablo lo llama “Señor”. La explicación es sencilla: mientras duró su ministerio nuestro Señor siempre se designó a sí mismo como “El Hijo del Hombre”. Los apóstoles y escritores bíblicos lo llamaron Señor, o también Señor de Señores, o bien Jesucristo, o Salvador, o Fiel y Verdadero, o El Verbo de Dios, o el Rey de Reyes y Señor de Señores, etc. Sabemos que en todos los casos se refiere solo a nuestro Señor Jesucristo y nunca, en ningún caso, a otra persona o ser.
Lo importante es que en ninguno de los evangelios, ni en el pasaje tratado se menciona que pisará con sus pies el Monte de los Olivos, en Jerusalén, pero habla del toque de la trompeta, y nos menciona que los ángeles tomarán a los creyentes o escogidos y los llevarán ante nuestro Salvador. Esto quiere decir que lo que escribieron los tres evangelistas (Mateo, Marcos y Lucas) y lo que escribió Pablo a los Tesalonicenses, se refiere al mismo evento que es: La segunda venida de nuestro Señor Jesucristo.
Esta carta, una vez leída en Tesalónica, transforma los ánimos de los fieles, cambiando el desánimo en euforia. Esperaban la venida del Señor en cualquier momento, y algunos incluso habían dejado de trabajar. Ante esto Pablo les escribe la segunda carta a los Tesalonicenses, unos seis meses después de la primera, a fines del año 51 o principios del año 52 de nuestra era. El principal motivo para escribir esta segunda carta era clarificar la confusión que tenían los tesalonicenses acerca de la segunda venida de Cristo.
En el capítulo 3: 11-12, podemos leer: “Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan”.
Muchos integrantes de esa iglesia persistieron en la ociosidad y en el desorden, con la excusa de estar esperando el regreso de Cristo Con esta exhortación Pablo les insta a que debían trabajar para ganarse el sustento diario. Este consejo es también válido para nuestros días, para los que ahora estamos esperando a nuestro Señor, y esto lo debemos hacer hasta que Jesucristo venga a buscar a los suyos.
En lo relacionado con su venida, Pablo les escribe lo siguiente: “Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2da. Tesalonicenses 2: 1-4).
Este pasaje nos aclara que el Señor “no vendrá sin que antes venga la apostasía” o sea que Jesús vendrá después de los acontecimientos profetizados en los tres evangelios comentados. Esta declaración está en completa concordancia con lo que dicen los tres evangelistas, en el sentido que nuestro Señor vendrá después de la gran tribulación. Tampoco en este caso es necesario hacer aclaraciones, ya que la palabra de Dios puede ser entendida por todos. Jesús siempre enseñó a sus oyentes con palabras simples a fin de que éstos pudieran entender sus dichos sin tener estudios superiores.
Pablo amplía sus comentarios con los siguientes conceptos: “¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad, sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida: inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2da. Tesalonicenses 2: 5-11).
De esta porción de la Palabra de Dios hay partes no del todo claras. El versículo siete nos dice: “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio”. Hay quienes opinan que el significado de “Sea quitado de en medio” se refiere al arrebatamiento de la iglesia, pero aquí no dice que eso que es quitado de en medio sea “la iglesia”. También debemos tener en cuenta que el versículo tres nos aclara específicamente que nuestro Señor Jesucristo buscará a su iglesia “después” de la apostasía, de la manifestación del hombre de pecado, el hijo de perdición, o sea el anticristo, o también la bestia detallada en el Apocalipsis.
Sigue diciendo el apóstol Pablo: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra. Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra” (2da.Tesalonisenses 2: 13-17).
En esta porción de las Sagradas Escrituras, Pablo nos dice que aquellos que son verdaderos hijos de Dios, no deben temer por los acontecimientos futuros, sino que recomienda mantenernos firmes, reteniendo la doctrina aprendida. También debemos dar gracias a Dios porque nos escogió para salvación. También en este caso no se requiere comentarios complementarios, ya que la Biblia es suficiente clara para ser entendida por cualquier persona que la lee o estudie. También debemos tener en cuenta que esta carta fue escrita por Pablo, y debe ser considerado como un auténtico sermón o estudio bíblico, imposible de igualar.
Otros Comentarios
Hay otros pasajes que mencionan el gran evento que ocurrirá en breve: Que nuestro Señor vendrá a buscarnos para que podamos estar por la eternidad con Él.
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mi. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14: 1-3).
Esta es una promesa de que nos está preparando un lugar donde podremos estar para siempre con nuestro Señor y Salvador.
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada de la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2: 11-14).
Si bien Jesús nos está preparando un lugar en su nuevo reino, debemos tener cuidado de cumplir ciertos requisitos, como ser: renunciar a la impiedad y deseos mundanos, y que debemos vivir sobria justa y piadosamente. Solo así podremos tener acceso a ese nuevo reino.
“He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, nosotros seremos transformados” (1ra Corintios 15: 51-52).
Este pasaje es una reiteración de lo que Pablo escribió en la primera carta a los tesalonicenses, en el sentido de que los que han muerto resucitarán a nueva vida, y los que al momento de su venida se encuentran con vida serán transformados y tendremos una nueva apariencia.
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3: 20-21).
Es una promesa de que nuestros cuerpos incorruptibles serán transformados a una apariencia similar a la de nuestro Señor.
Lo que nos dice el Apóstol Juan
Introducción
El apóstol Juan escribe en total cinco libros: el Evangelio según Juan, sus tres epístolas y el Apocalipsis. El propósito para escribir este último libro, el Apocalipsis, es en primera instancia para revelar la identidad plena de Cristo y también el de alentar y dar esperanza a los creyentes en los momentos de pruebas. Los destinatarios de la carta fueron en primer lugar las siete iglesias de Asia, y por extensión a todos los cristianos de todas las épocas. Fue escrito alrededor del año 95 de nuestra era, en la isla de Patmos. En esa época gobernaba en el imperio romano Domiciano, y los cristianos sufrían en ese entonces persecuciones por su fe.
Apocalipsis es un libro de esperanza para todos aquellos que creen en el Señor Jesucristo y que aceptaron su plan de salvación. Juan, el apóstol amado y testigo ocular de lo que hizo Jesús, afirma que el victorioso Señor volverá para vindicar a los rectos y juzgar a los impíos. Pero también es un libro de advertencia. La vida de los nuevos creyentes no concordaba siempre con las enseñanzas dadas por los apóstoles en sus predicaciones. Cristo llama a los creyentes a comprometerse a llevar una vida pura y en santidad.
Esta advertencia también es válida para la época actual, puesto que muchas iglesias se están apartando lentamente de las verdades predicadas por Jesús y sus apóstoles, enseñanzas que encontramos en los evangelios y cartas del Nuevo Testamento. Aunque Jesucristo le dio esta revelación de sí mismo a Juan hace como dos mil años, ella sigue siendo consuelo y exhortación para todos los creyentes de nuestro tiempo. Podemos animar nuestro corazón a medida que entendemos la visión esperanzadora de Juan: Cristo volverá para rescatar a su pueblo y arreglará cuentas con todos los que le resistieron a través de la historia o le resisten en la actualidad.
Si no entendemos parte de lo que se encuentra escrito en este libro, no debe ser motivo de preocupación: Dios está en el control de todo, y al final del libro nos muestra el triunfo de Cristo sobre las huestes de Satanás, y nos describe la nueva ciudad de Jerusalén que será la morada de los creyentes por toda la eternidad.
Comienza este libro diciendo: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca” (Apocalipsis 1: 1-3).
Como podemos apreciar, el mensaje de este libro viene del mismo Dios, creador de cielo y tierra, dado a su Hijo Jesucristo, quién la envió mediante su ángel al apóstol Juan, quien escribe con fidelidad todo lo que le fue indicado. Por ser palabra de Dios mismo, los conceptos que se describen en él deben ser considerados como inapelables y no deben ser cambiados bajo ninguna circunstancia.
Con respecto a esto, podemos leer en Apocalipsis capítulo 22, versículos 18 y 19, al final de la Biblia lo siguiente: “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro. Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro”.
Debemos tener sumo cuidado entonces de dar opiniones que no estén de acuerdo a lo que leamos en este libro. Consideremos que lo más importante no es entender todo lo escrito, sino estar preparados para cuando el Señor venga. Pero sí debemos leer asiduamente el Apocalipsis tal como lo escribiera Juan, porque es la Palabra del mismo Dios, si es posible en varias traducciones, porque esto nos ayudará a entender mejor lo dicho por el apóstol Juan. Si leemos algún comentario, lo más prudente sería compararlo con la Biblia para comprobar que lo que leemos o escuchemos se encuentre en completa sintonía con ella.
Luego de las salutaciones e introducción al libro, que encontramos en los versículos 4 al 8 del capítulo primero, presenta, entre los versículos 9 al 20, la visión del Hijo del Hombre en toda su gloria. Ya no es el siervo sufriente que vino hace dos mil años a salvarnos de la condenación eterna, sino ya es el Rey de Reyes y Señor de Señores, y está esperando el momento en que suene la trompeta para venir a buscar a todos los que creyeron en Él. Es así como lo verán todos los que esperaron o esperan su venida.
El Mensaje a las siete iglesias
Los capítulos dos y tres de Apocalipsis transcriben los mensajes a las siete Iglesias de Asia, cuyas recomendaciones son válidas para todas las épocas hasta que él venga. Deberían ser leídas con más frecuencia por las iglesias, a fin de mantenerse firmes en la fe, y sujetos a nuestro Señor. Con su lectura podemos darnos cuenta si con nuestras actitudes, conductas, y nuestra vida en general, estamos en el buen camino, o nos estamos desviando.
A la iglesia de Éfeso le dice: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de donde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Apocalipsis 2: 4-5).
Cuidemos por tanto, de mantenernos firmes en el primer amor, sin claudicar jamás. Debemos continuar hasta el fin de nuestros días, o hasta que el Señor Jesús venga a buscarnos, con el corazón dispuesto a seguir al Divino Maestro en cualquier circunstancia que se nos presente, aunque tal decisión pueda ser motivo de sufrimientos. Estemos en todo momento preparados para recibir a nuestro Salvador cuando él venga.
A la iglesia de Esmirna le escribe: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2: 10 última parte).
Nos insta a mantenernos fieles hasta la muerte, hasta que Él nos llame a su presencia, o que venga a buscarnos. Si nos mantenemos así tendremos la seguridad de que estaremos para siempre con nuestro Señor, ocupando el lugar que Él nos está preparando para nosotros.
A la iglesia de Pérgamo le señala: “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca” (Apocalipsis 2: 14-16).
Debemos tener cuidado de ciertas enseñanzas que pueden apartarnos de la verdad. Recordemos que debemos comparar con la Palabra de Dios, la Biblia, cada enseñanza que nos quieran inculcar. Si esas enseñanzas no coinciden plenamente con ella no las tomemos en cuenta. Esto lo podremos hacer sin dificultad si la leemos asiduamente y buscamos en ella las respuestas a las preguntas o dudas que puedan surgir. Si descubrimos que estamos desviándonos de los caminos del Señor, no dudemos de arrepentirnos de nuestras faltas y retomar el camino correcto.
A su vez, a la iglesia de Tiatira les manifiesta: “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos” (Apocalipsis 2: 19-20).
Vemos que en dicha iglesia había una mujer, que decía ser profetiza, pero no enseñaba las verdades del evangelio con pureza, sino que por el contrario incitaba a los fieles a cometer pecados que a los ojos de Dios son vergonzosos y no podían ser admitidos. Tengamos cuidado en nuestros días con algunas enseñanzas que nos quieren inculcar, y que nos pueden apartar de la pureza que el Señor requiere de sus seguidores. Recordemos que la Palabra de Dios no cambiará y seguirá igual hasta que Él venga.
A la iglesia de Sardis les manifiesta: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir, porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (Apocalipsis 3: 1-3).
Evidentemente los miembros de dicha iglesia no cumplían todos los requisitos como para ser considerados verdaderos discípulos de Jesús. Por lo tanto es bueno repasar nuestras conductas, actitudes y pensamientos que tengamos y los comparemos con lo que el Señor requiere de los creyentes en Cristo, para que podamos ser considerados dignos de estar en su presencia.
A la iglesia de Filadelfia les dice: “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apocalipsis 3: 11).
Esta iglesia no tuvo críticas de parte del Señor, pero les recomienda a permanecer fieles a su palabra, cuidando con esmero mantener sus conductas para que nadie les arrebate la corona que Jesús les había prometido. Nosotros en la actualidad debemos hacer lo mismo, para que nuestro Señor Jesucristo nos coloque la corona que nos está preparando.
A la iglesia de Laodicea les expresa: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mi compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; se, pues, celoso, y arrepiéntete” (Apocalipsis 3: 15-19).
De todos los mensajes dados a las distintas iglesias, ésta es la que recibe las admoniciones más graves. También les da la solución a su problema. Nosotros debemos considerar seriamente nuestras actitudes en la iglesia en que estamos sirviendo al Señor, para no caer en esas serias desviaciones. Oremos con corazón sincero a nuestro Dios para tener la seguridad de que no nos hemos apartado de la verdad pura del evangelio.
Como vemos, los mensajes a las siete iglesias son útiles para todas las iglesias en la actualidad, y todas sin excepción deberían releer asiduamente esa parte de la Palabra de Dios, para mantenerse en la senda correcta.
La Adoración Celestial
Luego del mensaje a las siete iglesias que están en Asia, el libro del Apocalipsis continúa con los detalles de la adoración de las huestes que habitan los cielos, cuyos comentarios podemos leer en el capítulo cuatro. Las figuras que presenta Juan, son de tal majestuosidad que son difíciles de comprender en toda su magnitud con nuestra mente finita. Las entenderemos cuando estemos en ese mismo lugar, adorando también a nuestro Dios, creador de cielos y tierra, y a su hijo Jesús, tal como lo hicieron esos seres celestiales.
El rollo y el cordero
El capítulo cinco nos relata que Dios, quien se encuentra sentado en su trono, tiene un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. Nadie, ni en el cielo ni en la tierra podía abrir ese libro, ni aun mirarlo. Pero un ser, que es presentado como un cordero como inmolado (el mismo Jesús), fue considerado digno de abrirlo.
“Y uno de los ancianos me dijo: no llores. He aquí el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus sellos. Y miré, y vi en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono” (Apocalipsis 5: 5-7).
A continuación podemos leer la opinión que tenían las huestes celestiales de nuestro Señor Jesucristo: “Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. Y miré y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y todo lo creado que está en el cielo y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 5: 8-13).
Este comentario nos muestra cómo será la alabanza que tributaremos a nuestro Dios, y a su hijo Jesucristo, el Cordero inmolado, por toda la eternidad. Esa es la esperanza que tenemos para nuestro futuro, y donde podremos participar, si nos mantenemos fieles a nuestro Dios y a su Hijo y nos preparemos debidamente para recibirle cuando Él venga a buscarnos.
Los sellos
Luego de la adoración celestial, el Cordero comienza a abrir los sellos que nos informan del contenido del Libro que estaba en las manos de Dios. Los cuatro primeros sellos nos muestran cuatro caballos, de distintos colores que tienen un significado especial.
Para los que creyeron y creen en Jesucristo, en su plan de salvación, que tomaron la determinación de seguirle y serle fieles hasta el fin de sus días, o hasta que Él mismo venga a buscarnos, llevándonos a su presencia por medio de sus ángeles, la apertura del quinto sello nos muestra donde se encuentran los que han muerto y esperan que suene la trompeta final que señalará el momento en que el Señor venga en las nubes a buscar a los suyos.
“Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos” (Apocalipsis:6: 9-11).
Nos muestra que quienes han muerto están esperando el fin, descansando bajo el altar de Dios en el cielo. Pablo ya había hablado sobre este tema, ante la duda de los tesalonicenses diciéndoles: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dio, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero…” (1ra. Tesalonisenses 4: 16)-
Esta profecía de Pablo nos aclara que los que ya no se encuentran entre nosotros, están descansando en el cielo, y resucitarán cuando suene la trompeta y el Señor Jesucristo, como Rey de Reyes y Señor de Señores, los recibirá en su seno.
“Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿Y quién podrá sostenerse en pie? (Apocalipsis 6: 12-17).
El sexto sello que abre nuestro Señor, nos aclara también como será la venida de Jesús. En su contenido podemos ver figuras que nos recuerdan lo que manifestaron los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas en relación a la venida de nuestro Señor Jesús, como ser las señales del sol, la luna y las estrellas. Pero el comentario de Apocalipsis agrega ciertos detalles sobre el destino de aquellos que no han creído en Él, que lo ignoraron deliberadamente, y que vivieron una vida lejos de Dios. Vemos que deseaban huir y esconderse de aquel que venía a juzgarlos, ya que no tenían oportunidad de arrepentirse, y deberían enfrentarse, no con el Salvador, sino con el Juez, que los condenaría por la eternidad.
Los sellados
“Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios” (Apocalipsis 7: 2-3).
En este párrafo del capítulo siete se nos dice que son los ángeles de Dios y no un ser humano quienes señalarán a los que son fieles a Dios y sus enseñanzas. A continuación nos dice el número de señalados que son ciento cuarenta y cuatro mil, doce mil de cada tribu de Israel. Hay muchas opiniones sobre el significado de éste párrafo, pero si el mismo Dios fue quien dictó mediante su ángel lo que el Apóstol Juan debía escribir, y si no queda demasiado claro este tema, no debemos preocuparnos demasiado si no lo entendemos. Lo que el Señor quiere es que estemos preparados en el momento en que suene la trompeta que anuncia la Segunda Venida de Cristo. Por lo tanto tomemos las medidas necesarias para ser dignos de estar en su presencia y que los ángeles de Dios nos sellen en nuestras frentes.
La multutid vestida de ropas blancas
“Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero” Apocalipsis 7: 9-10).
Leyendo este párrafo podemos ver que los salvos serán una multitud tan grande que nadie podrá contar. Nos indica que quienes estarán ante Dios y ante el Cordero que dio su vida por nosotros serán muchísimo más que los ciento cuarenta y cuatro mil mencionados con anterioridad.
“Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome; Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿Quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apocalipsis 7: 13-17).
Este párrafo nos aclara que quienes integran la multitud que está delante del Cordero de Dios, alabándolo por la eternidad son los que en esta vida se han mantenido fieles al Rey de Reyes durante la gran tribulación, y por lo tanto se han hecho merecedores de estar ante el mismo Dios y de Jesucristo quien es presentado como el Cordero.
LA GRAN TRIBULACIÓN
Lo capítulos ocho al dieciocho nos relatan algunas características de ese momento difícil que les tocará vivir a quienes se encuentren en este mundo. También será la oportunidad de dar testimonio de nuestro Dios y nuestro Salvador Jesucristo ante ese mundo incrédulo que seguirá y adorará al Dragón (Satanás) y su representante en la tierra, el anticristo que se lo presenta como la bestia. No siguen un orden cronológico, sino que son como pinceladas de un mismo cuadro. Cada una de las pinceladas culmina con un desastre, que representa la venida de nuestro Salvador. También los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas, como así también el apóstol Pablo en su segunda carta a los Tesalonicenses, capítulo dos, nos da algunos detalles de ese período de tiempo, previo a su venida, que se complementan entre sí, y que ya fueron detallados.
El séptimo sello
El capítulo ocho nos describe la apertura del séptimo sello donde aparecen siete ángeles, cada uno con una trompeta. A medida que van tocando las cuatro primeras, suceden distintos desastres que harán aún más difícil la vida en nuestro planeta. Tendrán como objetivo castigar a los hombres incrédulos y llamarlos al arrepentimiento de sus actos pecaminosos.
Al toque de la quinta y sexta trompeta descripta en el capítulo nueve, suceden desastres aún más graves que los ocurridos en los toques anteriores. Al final de dicho capítulo nos relata el resultado de ese llamado al arrepentimiento: “Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos” (Apocalipsis 9: 20-21).
Este párrafo nos dice que aquellos hombres no se arrepintieron ni se arrepentirán de sus pecados, pese a los castigos que Dios mandará sobre este mundo y las señales que verán, continuarán con sus obras malas y permanecerán en sus propios caminos, lejos de Dios.
El ángel con el librito
Después de estas señales, en el capítulo diez el ángel de Dios le entrega al apóstol Juan un librito y le ordena que continúe predicando el evangelio. “Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes” (Apocalipsis 10: 11),
El ángel le dice a Juan que, luego de ver y escribir todo lo que le fue mostrado en la isla de Patmos, debía seguir profetizando (predicando) la palabra de Dios a todos. Este mandato tiene validez hasta la segunda venida de Jesús y deberían acatarla todos los que aman la venida de nuestro Señor.
Los dos testigos
En ese tiempo de la gran tribulación harán su aparición dos testigos que profetizarán durante un período de mil doscientos sesenta días. Menciona que ”estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra” (Apocalipsis 11: 4). Además serán provistos de poderes especiales para poder conseguir su cometido.
Luego, la palabra de Dios dice: “Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado. Y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados. Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra”. (Apocalipsis 11: 7-10).
Es evidente que los habitantes de la tierra, que siguen a la bestia, que tienen su marca en la frente y/o en la mano derecha, toman como un tormento el mensaje de Salvación que nos trae la palabra de Dios, hasta tal punto de alegrarse y darse regalos unos a otros porque no necesitarán oír más ese mensaje. Debemos estar atentos a esto porque si hacemos los mismo que ellos, tendremos asegurada la perdición eterna.
Luego viene la respuesta de Dios a las burlas que hacen los incrédulos: “Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron” (Apocalipsis 11: 11-12).
Si bien puede resultar difícil entender el significado real de esta porción de las escrituras, lo más importante es aceptar el plan de Salvación que Cristo nos dio, y seguirle fielmente hasta el fin de nuestros días, o hasta que Él venga a buscarnos. Nunca debemos burlarnos del mensaje verdadero, ni tomarlo como un tormento para nuestras vidas, sino por el contrario, escuchar lo que dicen estos dos testigos, ya que nos darán El mensaje de Dios para esa época.
La Séptima Trompeta
Ha llegado el fin. El mensaje dice lo siguiente: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios, diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado. Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra. Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo” (Apocalipsis 11: 15-19).
Esta es la gran esperanza que han tenido y tendrán los verdaderos siervos de Dios y de nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, permanezcamos siempre fieles a nuestro Salvador, porque Él nos dará el galardón que nos ha prometido cuando estaba en este mundo. También el evangelista Mateo como Pablo en la primera carta a los tesalonicenses nos dicen que el Señor vendrá cuando suene la trompeta.
La Mujer y el Dragón
Esta es otra pincelada del mismo cuadro, la lucha entre esta mujer y el dragón (Satanás): “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto en la angustia de su alumbramiento” (Apocalipsis 12:1-2).
Si bien no queda claro quién es esta mujer, es indudable que tiene toda la protección de Dios. Hay quienes interpretan que la mujer es la iglesia de Cristo.
La siguiente figura es un dragón (Satanás) quien luchará contra la mujer y su descendencia: “También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el Dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese” (Apocalipsis 12: 3-4).
Es una realidad que el dragón (Satanás) ha perseguido y perseguirá hasta el fin a la iglesia de Jesús, y a todos sus seguidores. En éste capítulo vemos que constantemente trata de destruir a la mujer, pero es resguardada por el mismo Dios para que Satanás no pueda hacerlo. El último versículo de este capítulo dice lo siguiente:
“Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12: 17).
Esta es una advertencia para todos los que creen en el mensaje de salvación dado por Jesús y que desean fervientemente seguir sus enseñanzas con fidelidad. Pero no debemos temer de las amenazas del enemigo de nuestras almas, porque el mismo Dios cuidará a todos los que han lavado sus ropas en la sangre derramada por el cordero, y según sus promesas tienen reservado un lugar en su nuevo reino. Por lo tanto mantengámonos fieles hasta el fin de nuestros días o hasta el día en que suene la trompeta que anunciará la venida de nuestro Salvador.
Las dos Bestias
El capítulo 13 de Apocalipsis es la porción de dicho libro que más comentarios o interpretaciones ha tenido a través de la historia. Todos quieren saber quién es ese personaje que tendrá el número seiscientos sesenta y seis. Será un período muy difícil para los creyentes, para los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.
“Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella? (Apocalipsis 13: 3-4).
Los versículos uno y dos nos hablan de donde viene ese personaje tan temible y sus características. Los versículos tres y cuatro nos hablan de un milagro de tal magnitud que toda la tierra se maravillará y adorará a este ser y al dragón o Satanás quien le dará su poder. Los versículos cinco y seis nos informan que este ser hablará grandes cosas y blasfemias, especialmente contra Dios, su nombre, y de todos los moran en los cielos.
El versículo 8 dice: “y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13: 8).
Este versículo es muy importante, porque nos aclara que quienes adoran a ese ser diabólico son los que no tienen sus nombres escritos en el libro de la vida del Cordero, y por lo tanto no tendrán parte en el nuevo reino que Jesucristo está preparando para los que sí creen en él y que no tienen la marca de la bestia en la frente o en la mano derecha.
“Si alguno tiene oído, oiga. Si alguno lleva en cautividad va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos” (Apocalipsis 13: 9-10).
La frase: aquí está la paciencia y la fe de los santos será muy importante para los que creyeron y creen en las promesas de Jesús. Por lo tanto, cuando pasemos por las pruebas descriptas en éste capítulo, debemos descansar en los brazos de nuestro Señor, y confiar en Él. El Cordero de Dios que dio su vida por nosotros, no nos abandonará en las pruebas que puedan sobrevenirnos.
Los versículos 11 al 17 nos hablan de una segunda bestia, tan terrible como la primera, que tiene el poder de obligar a todos los habitantes de la tierra a adorarla, haciendo señales que engañarán a todos aquellos que no han puesto su confianza en Jesús.
La palabra de Dios nos describe ciertas actividades que hará esta segunda bestia o ser diabólico: “También hace grandes señales, de manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió. Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase. Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” (Apocalipsis 13: 13-17),
Leyendo este párrafo puede parecernos muy difícil soportar esas pruebas, pero no debemos tener miedo a ellas, puesto que Satanás, quien le dará su poder a esos seres diabólicos, ya fue vencido por nuestro Señor Jesucristo, con su muerte expiatoria en la cruz. Solo es cuestión de tiempo, para que ese poder llegue a su fin. Al toque de la trompeta que anuncia la venida de Jesús esos dos seres serán arrojados al lago de fuego, y Satanás, luego del milenio, será vencido definitivamente y terminará en el mismo lugar donde ya se encuentran las dos bestias.
La Biblia nos da ejemplos de cómo debemos actuar en esas pruebas. El capítulo 3 de Daniel nos relata la historia de tres siervos de Dios, llamados Sadrac, Mesac y Abed-Nego. El rey Nabucodonosor mandó hacer una estatua de oro y exigió que todos se postren y adoren dicha estatua. Estos tres siervos de Dios no acataron esa orden, por lo que fueron denunciados ante el rey por esa conducta. Ante la orden directa que el rey Nabucodonosor les dirigiera le contestaron: “Sadrac, Mesac y Abed-Nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3: 16-18).
Sabemos que estos tres amigos de Daniel, eran muy fieles en el cumplimiento de sus obligaciones para con el reino de Babilonia, y servían con fidelidad a Nabucodonosor. Sin embargo en lo espiritual no claudicaron en su fe, y pusieron en primer lugar a Dios, creador de cielos y tierra. Eso es lo que debemos hacer nosotros si nos obligan a adorar a ese ser.
Sobre este asunto el mismo Jesús enseñó: “Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto os será ocasión para dar testimonio. Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa; porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan. Mas seréis entregados aún por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas” (Lucas 21: 12-18).
Como vemos, el mismo Jesús nos dijo que vendrán persecuciones para sus verdaderos discípulos. Pero también nos dice que esa será una oportunidad de dar testimonio de Él, de su obra y de su plan de salvación. Nos recomienda que no pensemos en contestar con nuestras palabras, puesto que recibiremos el poder y la sabiduría de lo alto para hacerlo.
Muchos piensan que las persecuciones y los asesinatos se producirán durante el período en que gobierne en ese mundo la Bestia (el anticristo), pero desde que nuestro Señor Jesucristo dejó nuestro mundo para ir al Padre, siempre hubo persecuciones. La Biblia menciona algunos de ellos.
En el capítulo tres de Hechos nos relata la historia de la curación de un cojo. Pedro y Juan terminan en la cárcel por el testimonio que dieron de Jesucristo y al soltarlos les intiman a que no vuelvan a hablar de Jesús.
En el capítulo cinco, luego de hacer muchas señales y maravillas, Pedro y Juan son perseguidos y echados en la cárcel por ese motivo.
El capítulo siete de Hechos relata el ejemplo de Esteban y su predicación, pero éste termina siendo asesinado mediante el método de lapidación. Esteban pasa a ser el primer mártir cristiano de la historia.
El capítulo 12 del mismo libro nos relata el asesinato a espada de Jacobo, hermano de Juan, un apóstol de Jesús, y el encarcelamiento de Pedro.
En 2da.Corintios capítulo once Pablo relata los sufrimientos que padeció por causa del evangelio.
El Apóstol Pablo sufrió muchísimo cuando servía al Señor como misionero, pero no claudicó, sino por el contrario continuó con la tarea encomendada por el Señor de predicar el evangelio de salvación. Había sido llevado a Roma, donde continuó con su misión de evangelista. Debió presentarse ante Nerón, por haber apelado a él estando en Jerusalén. Él le escribe a Timoteo en su segunda carta lo siguiente: “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león” (2da. Timoteo 4: 16-17).
Con estas palabras sabemos que Pablo fue arrojado al foso de los leones en el circo de Nerón, que estaba ubicado en las afueras de Roma, y que fue creado para diversión del pueblo. Se dice que luego de la segunda presentación ante el Cesar, Pablo fue decapitado.
Desde esa fecha hasta la actualidad la persecución a los cristianos siguió. Miles fueron arrojados a los leones en el circo romano. Algunos fueron asesinados, otros sufrieron toda clase de penurias. Durante la edad media no podían leer directamente las Sagradas Escrituras. Más adelante algunos fueron quemados vivos en la hoguera por defender su fe. Y estos son sólo algunos ejemplos de lo que sufrieron y sufren los cristianos. En la actualidad, en ciertos países mahometanos son decapitados, si no se convierten al islamismo. Pero no todos serán asesinados. En Lucas 21: 16 segunda parte dice: “y matarán a algunos de vosotros”.
En ese período de dos mil años las persecuciones sucedieron en ciertos lugares específicos, pero no en todo el mundo al mismo tiempo. En el tiempo de la gran tribulación, relatada en el capítulo trece de Apocalipsis, también habrá persecuciones de todo tipo, pero a nivel mundial. No todos serán muertos, pero sí será una oportunidad para dar testimonio de nuestra fe en nuestro Salvador Jesucristo.
Muchos tal vez cedan ante las amenazas que recibirán para que adoren a la bestia o anticristo, pensando salvar así sus vidas, pero esto no será una solución. El libro de Apocalipsis nos relata lo que les pasará a aquellos que cedan y terminen adorando a la bestia y/o su imagen: “Por estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres; por el fuego, el humo y el azufre que salían de su boca” (Apocalipsis 9: 18).
Como podemos apreciar, la decisión de adorar a la bestia no será un seguro para salvar la vida. Un tercio de la población del mundo morirá por las últimas plagas que enviará Dios a esta tierra para que los hombres se arrepientan de sus pecados. Quienes adoraron o adoran a la bestia y terminen muertos por las últimas plagas tienen asegurado su destino eterno, Ellos serán arrojados al lago de fuego, sin ninguna posibilidad de salvación. En cambio quienes sean decapitados por dar un fiel testimonio de Jesucristo, serán resucitados al comienzo del milenio y serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años. (Apocalipsis 20: 4 y 6).
En cuanto al tema de saber quién es el ser que llevará el número seiscientos sesenta y seis, es muy sencillo: si alguna persona, o poder, o ser se hace adorar en lugar de Dios como si fuera Dios, ése ser será el anticristo, la bestia que dominará el mundo justo antes de que nuestro Señor Jesucristo venga. A través de la historia hubo gobernantes que se hicieron adorar a sí mismos (por ejemplo Nabucodonosor, los emperadores romanos, etc.) Cuando venga el anticristo no debemos adorarlo de ninguna manera, aunque nos cueste la vida. De esa manera tendremos la seguridad de que por la eternidad estaremos en el nuevo reino donde gobernará el Rey de Reyes y Señor de Señores.
EL CÁNTICO DE LOS CIENTO CUARENTA Y CUATRO MIL
El capítulo catorce de Apocalipsis nos habla del cántico de los ciento cuarenta y cuatro mil señalados por el mismo Dios, con el nombre del Padre escrito en sus frentes. Cantan un cántico nuevo delante del trono de Dios. La palabra de Dios señala que éstos fueron redimidos como primicias de entre los de la tierra para Dios y el Cordero.
Luego detalla el mensaje de los tres ángeles que hablan de parte de Dios. Podemos leer por ejemplo: “Temed a Dios y Dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de aguas” (Apocalipsis 14: 7). Un nuevo llamado para que los habitantes de este mundo adoren al único Dios, ya que se acerca el día del juicio para este mundo.
Finaliza este párrafo con una promesa para aquellos que se han mantenido fieles al Señor, pese a las dificultades:
“Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Oí una voz que desde el cielo me decía; Escribe; Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14: 12-13).
Dios nos está diciendo aquí que no debemos temer si sufrimos persecuciones, burlas, difamaciones, etc. por seguir a Jesús. Y también aclara que quienes deben ofrendar su vida por causa del evangelio, serán bienaventurados. Por lo tanto no tengamos temor de lo que pueda acontecernos, ya que nuestro Salvador estará acompañándonos en esa instancia, si nos toca dar ese testimonio de nuestra fe en su obra salvadora. Pongámonos por lo tanto en las manos de nuestro Dios, y de su Hijo Jesucristo, quienes nos acompañarán y nos darán fuerzas para dar nuestro testimonio a favor de Jesús, y por añadidura estaremos para siempre en la presencia de nuestro Señor.
La Tierra es Segada
En esta porción de la Biblia tenemos otra figura de la venida de nuestro Señor y Salvador: “Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda” (Apocalipsis 14; 14). La hoz es una herramienta cortante que se utilizaba en esa época para cortar las plantas llenas de frutos ya maduros, por ejemplo trigo, cebada, etc. En esta oportunidad es utilizada para cosechar los racimos de uvas de la tierra. Jesús en una de sus parábolas comparó a la raza humana con pámpanos que tienen una uva cada pámpano, y que Él es la vid que les da la savia para crecer y formarse.
La escritura dice: “Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras. Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios” (Apocalipsis 14: 18-20).
Esta figura relacionada con la cosecha era bien entendida por todos los que vivían en ésa época. Quiere decir que la tierra está madura y sus habitantes son cosechados. Al leer que son echados en el gran lagar de la ira de Dios, sabemos que esta figura representa a todos aquellos que en su vida no aceptaron el plan de salvación de Dios para sus vidas de pecado, y no reconocieron a Jesús como Señor de sus vidas.
Los Ángeles con las Siete Postreras Plagas
“Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios. Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? Pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado” (Apocalipsis 15: 2-4).
El capítulo quince de Apocalipsis, es como una introducción al último castigo que sufrirá la humanidad, con las siete copas de la ira de Dios. Nos muestra el destino de aquellos que no cedieron a las presiones y alcanzaron la victoria sobre la bestia y su imagen, no adorándola. Tampoco se dejaron colocar su marca y el número de su nombre en su frente y/o mano derecha. Estaban sobre un lugar que se ve como un mar de vidrio, alabando al Cordero que dio su vida por toda la humanidad. Si queremos participar de este maravilloso evento, debemos mantenernos fieles a nuestro Dios, y hacer su voluntad en todo momento, hasta que el Eterno nos llame a su presencia, o hasta que suene la trompeta que indicará el momento en que Jesús venga en las nubes del cielo a buscarnos.
Las Copas de la Ira
“Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios” (Apocalipsis 16:1).
El capítulo 16 de Apocalipsis nos relata los últimos castigos que sobrevendrán a este mundo antes de que suene la trompeta que anuncie la segunda venida de Jesús. Son siete ángeles que derramarán cada uno una plaga para castigar a todos aquellos que no aceptaron ni aceptan el plan de salvación de Dios. Es interesante lo que dice la quinta copa de ira: “El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras” (Apocalipsis 16: 10-11).
Este párrafo de las Escrituras nos indica que al final del reinado de la bestia, su reino se cubrirá de tinieblas. Ya no tendrá el mismo poder que tenía y con esto los que continúan fieles al Señor podrán resistir las persecuciones hasta el final, hasta que nuestro Salvador venga a buscar a los suyos. También nos dice que los hombres incrédulos no se arrepintieron de sus obras malas que realizan en contra de la voluntad de Dios.
En cuanto a la sexta copa de la ira podemos leer: “El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente”…“Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” (Apocalipsis 16: 12 y 16).
Este es un detalle de la reunión de los enemigos del Rey de Reyes que ya viene a buscar a todos aquellos que creyeron en Él y esperan su venida. Están allí para librar la batalla final en un lugar que se denomina Armagedón. Pero el versículo siguiente dice:
“El séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo; Hecho está” (Apocalipsis 16: 17).
La frase “Hecho está”, nos dice que se han cumplido todas las profecías relacionadas con la venida del Cordero que fue inmolado (Jesús). Es el momento en que suena la trompeta que anuncia la venida de Cristo. El destino de cada ser humano que vive en ese momento en el planeta tierra ya estará definitivamente determinado, sin posibilidades de cambio. Debemos estar preparados para recibirle como solo Él se merece. Caso contrario no tendremos entrada en el nuevo reino preparado para todos nosotros.
Condenación de la gran ramera
El capítulo diecisiete de Apocalipsis nos habla de la condenación de un ser llamado la gran ramera. Relata su historia y las maldades que hará al fin de los tiempos, y que recibe su poder directamente de Satanás.
Podemos leer por ejemplo: “Vi la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús…” (Apocalipsis 17:6) Este versículo demuestra que esa mujer llamada la gran ramera, es un poder demoníaco, que ha perseguido desde el comienzo a los creyentes en Jesús y su plan de salvación.
“Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de Señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles” Apocalipsis 17: 14).Este versículo nos enseña que, pese a lo difícil que pueda parecernos la situación, el Cordero de Dios terminará venciendo a esos poderes demoníacos, y quienes se mantuvieron fieles al Señor Jesús, serán llamados y elegidos y fieles.
“Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” (Apocalipsis 17: 15). Es evidente que al decir pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas, se refiere al mundo entero que estará gobernado en ese tiempo por la bestia descripta en el capítulo trece de Apocalipsis.
“Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra” (Apocalipsis 17:18). Este versículo nos aclara que la mujer que describe este capítulo es la ciudad desde donde está gobernando la bestia. Será la capital del imperio mundial futuro, y sus maldades serán iguales o mayores a las que caracterizaron a Babilonia, capital del imperio babilónico, o de Roma, capital del imperio romano.
La caída de Babilonia
El libro de Apocalipsis está escrito en forma “apocalíptica”, un tipo de literatura judía que emplea imágenes simbólicas para comunicar esperanza a quienes se encuentran en medio de las persecuciones. Los acontecimientos están ordenados conforme a la literatura, en lugar de seguir patrones estrictamente cronológicos.
El capítulo 18 nos habla de la caída de Babilonia, un imperio que existió desde el siglo sexto hasta el año 539 Antes de Cristo, cuando fue vencido por el emperador Ciro de Persia. Leyendo esta parte del libro de Apocalipsis nos hace ver muchas de las cosas que existían en ese imperio, y que los hombres influyentes de ese tiempo perdieron para siempre. Pero en realidad el Apóstol Juan nos está hablando del imperio romano con su capital, Roma. La clave para entender esto se encuentra en el capítulo 17, vers. 9 donde dice: “Esto, para mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes sobre los cuales se sienta la mujer”. Roma es una ciudad asentada sobre siete colinas.
Hay muchas similitudes entre ambos imperios. Fueron corruptos hasta el extremo y su moral dejaba mucho que desear. Babilonia persiguió al pueblo de Dios, o sea el pueblo judío, matando a muchos de ellos y llevando a miles a la esclavitud. Su rey se hacía adorar como dios. Recordemos la estatua de oro que hizo de su persona el rey Nabucodonosor. El imperio romano persiguió a los cristianos matando a muchos de ellos de diversas formas. Los emperadores también se hacían adorar como si fueran dioses. Juan no podía escribir sus profecías directamente, porque sería perseguido por dicho imperio. Por eso usa la figura del imperio babilónico, lenguaje que los romanos no entenderían, ya que esos hechos habían sucedido muchos siglos antes, pero los cristianos sí entenderían que el mensaje de Juan se refería al imperio romano.
Esta profecía tiene además valor profético. Al final de los tiempos, aparecerá un poder, de alcance mundial, que realizará grandes proezas, y además se hará adorar como los reyes babilónicos, o los emperadores romanos. Ese poder es la bestia del capítulo 13 de Apocalipsis. Muchas veces en los últimos dos mil años de historia hubo reyes o poderes que quisieron tener el poder absoluto, pero no lo consiguieron. Un ejemplo reciente fue el del Nacional Socialismo en Alemania, que apareció hace unos ochenta años cuyo líder, Hitler, se hacía adorar como dios, pero no subsistió o sea no consiguió su objetivo, ya que aun no había llegado la hora en que sonaría la trompeta final.
El último versículo de este capítulo 18 dice: “Y en ella se halló la sangre de los profetas y santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra”. Evidentemente a este último poder demoníaco se le hará responsable de todos los que tuvieron que sufrir la muerte por causa del evangelio.
La venida de Cristo
Después de las profecías que relatan los acontecimientos finales que sobrevendrán sobre la tierra y sus habitantes en los últimos tiempos, el centro de la escena vuelve al cielo, el lugar donde el Eterno Dios, tiene su trono.
“Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella” (Apocalipsis 19: 1-2).
Es el reconocimiento que hacen los que se encuentran junto al Padre, adorándolo como sólo él se merece, tal cual lo haremos nosotros los salvos, cuando estemos con Él. Vemos que existe gran alegría en la multitud celestial, porque el gran poder demoníaco que se encuentra gobernando en este mundo ha sido juzgado.
“Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes. Y oí la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía; ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente, porque el lino fino es las acciones justas de los santos Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios” (Apocalipsis 19: 5-9).
Es una invitación para que todos, pequeños y grandes, alaben a Dios, porque ha llegado la hora en que se producirán las bodas del cordero con su esposa, la iglesia, La Palabra de Dios dice que son bienaventurados los que son llamados a dicha boda. Los llamados serán todos aquellos que han creído en Jesucristo como único Salvador y Señor de sus vidas, que se arrepintieron de sus pecados, y que llevaron hasta el fin una vida santa y en plena comunión con el creador de cielo y tierra, y también se mantuvieron fieles hasta el último día de sus vidas o hasta que suene la trompeta, acontecimiento que en ese momento está a punto de producirse.
“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre, y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino de furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apocalipsis 19: 11-16).
Vemos en estas figuras al mismo Jesucristo aprestándose a venir a buscarnos. Recordemos que su venida será “como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente”. Cuanto suene la última trompeta, la trompeta final, ya no habrá tiempo de arrepentirnos y convertirnos a él, y cada uno de los seres humanos no podrá cambiar su destino eterno. Los que creyeron en Jesús y vivieron según sus mandatos, estarán por la eternidad con Él. Los que siguieron sus propios caminos y no se preocuparon por su salvación eterna cuando aún era tiempo, serán arrojados al “lagar del vino de furor y de la ira del Dios Todopoderoso”.
Leemos también que estará acompañado por los ejércitos celestiales. Los evangelios de Mateo y Marcos también nos hablan de que los ángeles de Dios acompañarán a Jesús en su venida y que éstos juntarán a todos los creyentes que en ese momento estarán con vida y se mantuvieron fieles al Señor hasta ese momento.
“Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre” (Apocalipsis 19: 19-20).
Vemos que la bestia, y los reyes y sus ejércitos que adoraron a la bestia y tenían la marca de ella en sus frentes y/o mano derecha, preparados para pelear contra el Rey de Reyes que viene. Son derrotados completamente y las dos bestias que recibieron el poder del mismo Satanás, son arrojados a un lago de fuego, donde permanecerán por la eternidad. Viendo su final, es indudable que la mejor elección que podemos hacer en esta vida presente es ser fieles a nuestro Salvador Jesucristo y defender sus postulados. De esa manera nuestro destino por la eternidad será junto al Rey de Reyes y Señor de Señores. Si en lugar de seguir a Jesús, optamos por adorar a esas dos bestias, nuestro destino final será la muerte eterna junto a ellos por la eternidad.
“Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos” (Apocalipsis 19: 21).
El final de todos aquellos que creyeron las promesas de la bestia, será la muerte física en ese instante, y luego del milenio, serán resucitados junto a la liberación de Satanás. También el apóstol Pablo nos dice en su segunda carta a los tesalonicenses que el inicuo será muerto con el resplandor de la venida de Cristo.
“Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20: 1-3).
Inmediatamente de producirse dicha batalla con el triunfo del Rey de Reyes, un ángel, procede a encadenar a Satanás, por el término de mil años. Para nuestra mente finita es difícil entender cómo se puede atar un espíritu por ese período de tiempo, pero el ángel lo hará con el poder del mismo Dios.
“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4).
Como podemos leer, éste es el primer juicio que se realizará en el cielo. El jurado estará compuesto por seres que recibieron facultades para juzgar. En dicho juicio estarán todos aquellos que perdieron su vida decapitados por dar testimonio de Jesús y por la palabra de Dios (por ejemplo el Apóstol Pablo), y también los que no adoraron a la bestia, ni su imagen, ni recibieron la marca de ella en sus frentes ni en sus manos. No serán condenados, sino premiados con la resurrección, y más aún, reinarán con Cristo por mil años. Pablo también dice en su primera carta a los tesalonicenses que los muertos en Cristo resucitarán primero,
Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20: 6).
Este versículo seis clarifica aún más lo que está escrito en el versículo cuatro de este capítulo 20. Los resucitados en esa primera resurrección no solo reinarán con él durante mil años, sino que serán sacerdotes de Dios y de Jesús por ese período de tiempo.
“Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (Apocalipsis 20: 5).
Este versículo nos aclara que aquellos que fueron muertos por el Rey de Reyes y Señor de Señores y no aceptaron el plan de salvación que el mismo Dios diseñó para los seres humanos resucitarán luego del milenio, cuando Satanás es soltado nuevamente por un poco de tiempo.
“Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, o Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; y el número de los cuales es como la arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20: 7-10).
Este pasaje de las sagradas escrituras nos detalla el final de Satanás y sus seguidores. Un final terrible para todos aquellos que se niegan a aceptar a Jesús como el Señor de sus vidas. Pero hoy todavía hay tiempo para el arrepentimiento, confesión de los pecados e iniciar una nueva vida con Cristo. Es imprescindible tomar esa decisión en forma urgente para tener parte en el nuevo reino que el Hijo del Hombre está preparando para cada uno de nosotros. No nos demoremos y aceptemos ya a Jesús como salvador de nuestras vidas.
Luego de ese final, terrible para los incrédulos, viene el Juicio ante el gran trono blanco, donde serán llamados todos los que han habitado la tierra, desde Adán hasta el último ser humano que nazca en este mundo.
“Y el que no se halló inscripto en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20: 15).
Lo más importante entonces para todos los habitantes del planeta tierra es tener cada uno su nombre inscripto en el Libro de la Vida. Para esto debemos aceptar a nuestro Señor Jesucristo como nuestro Salvador y Señor de nuestras vidas, y serle fieles hasta el fin. Con solo eso será posible nuestra salvación eterna. Entonces podremos presentarnos ante nuestro Creador y ante nuestro Redentor, y adorarle por la eternidad, y tendremos parte del nuevo mundo que nos está preparando para nosotros nuestro Señor Jesús.
“Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro. Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro” (Apocalipsis 22: 18-19).
Tengamos en cuenta esta advertencia, y no agreguemos ni quitemos nada de lo escrito en su Santa Palabra sobre este tema, si no queremos que caiga sobre nosotros el castigo por tergiversar lo escrito en la Biblia. Si en el presente trabajo alguien encuentra algún comentario que no esté de acuerdo a las Sagradas Escrituras, le solicito no tomar en cuenta dicho comentario y tener por válido únicamente lo que la Biblia expresa.
Cuando suene la trompeta, la trompeta final, será el momento que marcará el final de un mundo de pecado, y el inicio de un nuevo período que durará por toda la eternidad, luego de un proceso de juicio. Si bien hay diferencias de matices y detalles, todos los escritores bíblicos están de acuerdo que ese final para este mundo corrupto llegará algún día, cuando el Eterno Dios lo disponga.
Para resumir, podemos decir que el tema principal que se ha desarrollado en este estudio es el de la adoración. Adorar, ¿A quién?- Tenemos dos opciones: o adoramos al Creador de cielos y tierra, a Dios, y a su hijo, Jesucristo, el Rey de Reyes y Señor de Señores que vendrá cuando suene la trompeta final, o su enemigo, llamado Satanás, o el diablo, o la bestia, en el Apocalipsis. La decisión es personal. Cada uno decidirá en qué lugar pasará la eternidad.
Según el diccionario, una de las definiciones de la palabra “adorar” es: “Reverenciar a un ser con el mayor honor o respeto, considerándolo como cosa divina”.
En la Biblia tenemos ejemplos de adoración y la respuesta que recibieron los adoradores: “Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre” (Hechos 10: 25-26).
“Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19: 9-10).
“Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y Después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios”. (Apocalipsis 22: 8-9).
Estos son solo tres ejemplos de los muchos que se encuentran en las Sagradas Escrituras. El ángel que le llevó el mensaje de Dios a Juan no permitió que éste lo adore. Satanás es un ángel caído, pero es un ángel y por lo tanto no debe ser adorado. Cornelio quiso adorar al apóstol Pedro pero éste tampoco se lo permitió. Las dos bestias serán dos hombres, y por lo tanto tampoco deben ser adorados.
Estemos preparados entonces para recibir al Rey de Reyes, para adorarle por lo que hizo por nosotros, y a Dios, creador de todas las cosas. Será la mejor decisión que podremos tomar. Esa decisión la deberá tomar cada uno de los seres humanos en forma personal. Decídase ya.
Alberto Juan Hillmann
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