Daniel
- Details
- Hits: 631
“DANIEL”
Los seres humanos en su vida sufren influencias de otras personas, que muchas veces los marcan para siempre en su forma de comportarse, en sus valores, en el vocabulario que usan, en su forma de vestirse, alimentos que consumen, etc.
En muchas ocasiones los modelos que elegimos para seguir son artistas, políticos, deportistas, o programas de televisión, que nos atrapan sin que nos demos cuenta, y que en la mayoría de las veces nos conducen por caminos no tan buenos, o directamente por sendas de maldad.
Muchas veces los mismos cristianos caen en esas tentaciones siguiendo caminos no acordes a lo que nos enseñan las sagradas escrituras.
Uno de los hombres que en su vida ha demostrado fidelidad a Dios hasta su muerte, pese a todas las dificultades que tuvo que sufrir, fue el Profeta Daniel. En su libro, que es parte del Antiguo Testamento, se cuenta parte de su vida, sus sufrimientos, y en especial nos dice cómo superó cada una de las dificultades que se le presentaron.
PATERNIDAD LITERARIA Y FECHA
“La crítica moderna rechaza en forma prácticamente unánime este libro como documento del siglo VI A.C, escrito por Daniel, a pesar del testimonio del libro mismo y de la declaración de nuestro Señor de que la “abominación desoladora” es algo de lo cual “habló el profeta Daniel” (Mateo 24:15). Los críticos sostienen que fue compilado por un autor desconocido alrededor del año 165 A.C, porque contiene profecías acerca de reyes y guerras post babilónicos que supuestamente se hacen cada vez más precisos a medida que se aproxima a dicha fecha. Además se sostiene que fue escrito con el propósito de alentar a los judíos que se mantenían fieles en su lucha contra Antíoco Epífanes (1 Macabeoos 2: 59-60) y que fue entusiastamente recibido por ellos como genuino y auténtico, e inmediatamente incorporado al canon hebreo”. (“Nuevo Diccionario Bíblico” de Ediciones Certeza, edición en castellano año 1991).
Los críticos dicen además que los datos, en relación a los imperios, son demasiado perfectos como para ser escritos con tanta exactitud. Esto sólo podría suceder, según los críticos, si se hubieran escrito con posterioridad a los hechos. También afirman que algunos datos históricos como los mencionados y otros contenidos en el libro de Daniel son inexactos o erróneos.
Motivos a favor de la veracidad de Daniel:
Loa judíos no lo hubieran aceptado como libro canónico. Pero sí rechazaron como canónicos los escritos de los Macabeos, por ejemplo.
El autor de Daniel demuestra un amplio conocimiento de la historia Neobabilónica y Persa, época en que vivió Daniel, a tal punto que ningún otro escritor o historiador de la antigüedad ha logrado.
La presencia de términos griegos (por ejemplo nombres de instrumentos musicales) daría a entender que la opinión de los críticos es acertada. Pero recientemente se ha demostrado que la cultura griega había ingresado a Babilonia “mucho antes del tiempo de Daniel”.
Lo que sí podemos afirmar es que Daniel es un buen modelo de vida que podemos imitar, y nos muestra cómo convivir y cómo servir a Dios, en medio de un pueblo que no comparte o no respeta nuestras creencias como era el de Babilonia, siendo además corrupto, idólatra, inmoral, etc. (tal como son la mayoría de los pueblos del mundo en la actualidad).
Él vivió desde muy joven lejos del hogar hasta el fin de sus días, y en circunstancias extremadamente peligrosas. Sirvió en la corte, a las órdenes de reyes crueles, en dos imperios distintos, el Babilónico y el Medo Persa.
Uno de esos emperadores, Nabucodonosor, lo llevó prisionero, destruyó a su pueblo, y también al Templo de Salomón que era el símbolo de su fe.
Vivió toda su vida como extranjero. No existe información de si se casó, o tuviera a miembros de su familia cerca suyo. En una palabra, vivió prácticamente solo en el sentido humano.
Fue llevado cautivo a Babilonia el año 605 antes de Cristo, cuando tenía una edad de unos 15 a 20 años, nacido aproximadamente entre el año 625 al 620 A. de C. Su fallecimiento se ubica alrededor del año 533 A. de C.
Idioma utilizado
El primer capítulo fue escrito en idioma hebreo, los capítulos: segundo al séptimo en idioma arameo, utilizado en aquella parte del mundo, y desde el capítulo ocho al doce nuevamente en idioma hebreo.
Ubicación Histórica
A fin de ubicar en la historia a Daniel, detallamos a continuación los monarcas que gobernaron durante su vida en esa parte del mundo:
IMPERIO BABILÓNICO:
626 al 605 A. de C.: Nabupolazar.
605 al 562 A. de C.: Nabucodonosor.
605: año en que Daniel es llevado cautivo de Judá a Babilonia.
562 al 560 A. de C.: Amel Marduk (o Evil Marduk):
560 al 556 A. de C.: Neriglisar.
556 A. de C.: Labaski Marduc.
556 al 539 A. de C.: Nabonido, llamado por Daniel: Nabucodonosor.
(no era descendiente de Reyes sino un plebeyo. Daniel 5: 11)
549 al 539 A. de C.: Belsasar, hijo de Nabonido, en calidad de Regente.
539: Caída de Babilonia.
IMPERIO MEDOPERSA:
539 al 530 A. de C.: Ciro (fue rey de Persia desde 559 A. de C.)
533: año probable del fallecimiento de Daniel.
530 al 522 A. de C.: Cambises.
522 al 486 A. de C.: Darío el grande.
486 al 465 A. de C.: Jerjes. (Asuero del libro de Ester.)
DANIEL ES LLEVADO CAUTIVO A BABILONIA
La historia de Daniel, según su libro, comienza con la primera toma de Jerusalén, por parte de Nabucodonosor, en el año 605 antes de Cristo.
“En el año tercero de Joacím, rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió. Y El Señor entregó en sus manos a Joacím rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios” (Daniel 1: 1-2).
También los libros de segunda Reyes y segunda Crónicas relatan dicho evento, con el cual el pueblo judío pierde su libertad política, que no recuperó nunca más hasta el año 1948, en que nuevamente se constituye como nación.
“Cuando comenzó a reinar Joacim era de veinticinco años, y reinó once años en Jerusalén; e hizo lo malo ante los ojos de Jehová su Dios. Y subió contra él Nabucodonosor rey de Babilonia, y lo llevó a Babilonia atado con cadenas. También llevó Nabucodonosor a Babilonia de los utensilios de la casa de Jehová y los puso en su templo en Babilonia”. (2da. Crónicas 36: 5-7).
Hubo varias incursiones de los babilonios en Judá, siendo tres los principales: la primera en el año 605, en el tercer año de reinado de Joacím. Luego por desobediencia ocho años después, hubo otra incursión, en donde Joacím es llevado cautivo atado con cadenas. Le sucede Sedequías, quien fue destronado 11 años después. Su pecado fue su desobediencia a su promesa de fidelidad al Rey de Babilonia, revelándose contra él.
“Y el ejército de los caldeos siguió al rey, y alcanzaron a Sedequías en los llanos de Jericó; y lo abandonó todo su ejército. Entonces prendieron al rey, y le hicieron venir al rey de Babilonia, a Ribla en tierra de Hamat, donde pronunció sentencia contra él. Y degolló el rey de Babilonia a los hijos de Sedequías delante de sus ojos, y también degolló en Ribla a todos los príncipes de Judá. No obstante, el rey de Babilonia sólo le sacó los ojos a Sedequías, y le ató con grillos, y lo hizo llevar a Babilonia; y lo puso en la cárcel hasta el día en que murió” (Jeremías 52: 8-11).
“Y en el mes quinto, a los diez días del mes, que era el año diecinueve del reinado de Nabucodonosor rey de Babilonia, vino a Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia, que solía estar delante del rey de Babilonia. Y quemó la casa de Jehová, y la casa del rey, y todas las casas de Jerusalén; y destruyó con fuego todo edificio grande. Y todo el ejército de los caldeos, que venía con el capitán de la guardia, destruyó todos los muros en derredor de Jerusalén” (Jeremías 52: 12-13).
Esta destrucción de Jerusalén junto con el templo de Salomón, sus palacios, etc. constituyó el fin del reino de Judá, motivado por su desobediencia a Dios y sus mandamientos. Este hecho histórico sucedió en el año 586 A. de Cristo. Muchos de los objetos sagrados del templo fueron repatriados, pero muchos no se han recuperado hasta la fecha. Esta destrucción fue anunciada por muchos profetas durante muchos años, pero el pueblo siguió desoyendo las constantes súplicas de parte de los profetas enviados por Dios para que se arrepientan de sus caminos pecaminosos y se volvieran de todo corazón a Jehová.
COMIENZO DE LA VIDA DE DANIEL EN BABILONIA
A partir del versículo 3 del capítulo primero de Daniel, comienza a relatarse la historia de este profeta, libro que nos describe su fidelidad a Dios durante toda su vida.
“Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos. Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey. Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá. A éstos el jefe de los eunucos puso nombres; a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego” (Daniel 1: 3-7)
Se les enseñaba a éstos jóvenes, el lenguaje, la literatura y toda la ciencia de los caldeos. Los estudios abarcaban temas tales como brujerías, magia, astrología, etc. Su religión era totalmente pagana, con muchos dioses, y por ende trataron de imponerles esa religión politeísta, incluyendo la adoración a dichos dioses.
Si comparamos los sistemas educativos actuales con los de aquella época, veremos que no difieren demasiado:
-No se enseñan las verdades de Dios, ni se fundamentan en su palabra.
-Predomina el evolucionismo por sobre el creacionismo.
-Los contenidos no son los adecuados para llevarnos por los caminos de Dios.
-En educación sexual, las recomendaciones no son las adecuadas para formar una buena familia.
-Se utilizan otros textos en lugar de la biblia, y generalmente contrapuestas a las enseñanzas contenidas en ella.
-Como vemos, en aquellos tiempos se seleccionaban jóvenes cultos e inteligentes. Actualmente muchos países, especialmente los regímenes totalitarios también lo hacen.
“Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía: pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse” (Daniel 1: 8).
En éste versículo podemos ver que Daniel “propuso” no contaminarse. Vemos que fue una decisión personal. Por ejemplo, los alimentos podrían haber sido ofrecidos a algún dios pagano, cosa que era abominable a los ojos de los judíos (Mateo 15:11-19, Marcos 7: 15-29).
Leemos que Daniel propuso en su corazón no contaminarse, lo que significa espiritualmente mantenerse puro ante los ojos de Dios. Actualmente podemos contaminarnos con alcohol, drogas, mala vida, vocabulario vulgar, conducta sexual fuera de la ley de Dios, y muchas cosas más, pero podemos seguir el ejemplo de Daniel, proponiéndonos de todo corazón apartarnos de las tentaciones que pueden venirnos de parte de Satanás, para seguir los postulados del Señor, y seguir sus pisadas. Por supuesto que con mucha oración, con la lectura de su palabra, tal como lo hizo Daniel.
“Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos” (Daniel 1: 9).
Vemos que el resultado fue bueno para Daniel. Esto no es por la comida o bebida que consumía, sino por su fidelidad a Dios, y su predisposición a seguir por sus caminos, pese a todo lo que le había pasado, y lo que le estaba pasando. Lo más loable en este caso es que Daniel toma esa decisión en un país totalmente pagano, y prisionero en uno de los países más corruptos de la época y de la historia. Es un muy buen ejemplo para imitar, más aún cuando vislumbramos que en poco tiempo nuestro mundo será igual o peor que el de Babilonia. Vemos que Daniel no claudicó en su fe, sino que se mantuvo firme en sus convicciones, lo que demuestra que en éste tiempo cualquier persona que se propone seguir a Dios pese a las circunstancias por las que pueda atravesar, Dios no lo abandonará, tal como lo ha prometido infinidad de veces, tal como lo hizo con Daniel.
Los versículos 10 a 17 nos relatan el proceso por el cual el eunuco accede al pedido de Daniel dándoles legumbres a comer a él y sus tres compañeros.
“A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños” (Daniel 1: 17).
Daniel y sus compañeros trataron de aprender lo mejor posible la nueva cultura para poder hacer su trabajo con excelencia. Sin embargo tanto Daniel como sus compañeros, permanecieron fieles a Dios al que tanto amaban. Las diferentes culturas no son necesariamente enemigas de Dios. Si no violan los mandamientos del Señor pueden ayudar a cumplir algún propósito divino. Quienes siguen a Dios tienen la libertad de ser líderes competentes en cualquier cultura, pero la demanda es que Dios esté siempre en primer lugar.
Si bien no debemos esperar que por nuestra fidelidad a Dios, seremos inteligentes como Daniel, o tendremos poder, o fortuna, bienes que son de este mundo, sino que tendremos lo necesario para vivir, la fuerza necesaria para resistir las tentaciones, y especialmente, terminar nuestra estadía en este mundo con la promesa de vida eterna tal como la recibiera Daniel (Daniel 12: 13).
“Pasados, pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los eunucos los trajo delante de Nabucodonosor. Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey. En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino” (Daniel 1: 18-20).
Como vemos, Nabucodonosor, puso a Daniel y a sus amigos entre su equipo de consejeros. Ese equipo incluía magos y astrólogos, que afirmaban predecir el futuro a través de las prácticas del ocultismo. Eran muy hábiles en comunicar su mensaje con autoridad, como si lo recibieran directamente de sus dioses. Sin embargo Daniel y los otros jóvenes judíos tenían además de conocimiento, discernimiento, que era un don de Dios. Por eso el rey estaba más complacido con ellos que con los otros. Pero Daniel y sus amigos no hacían alarde de su sabiduría, porque eran conscientes que esa sabiduría venía de Dios, por estar relacionados con Él.
Aprendieron la cultura babilónica, procuraron la excelencia al hacer los trabajos encomendados, sirvieron al pueblo lo mejor que pudieron, pero pidieron la ayuda de Dios para hacer su tarea y mantuvieron su integridad hasta el fin de sus días.
“Y continuó Daniel hasta el año primero del rey Ciro” (Daniel 1: 21).
Daniel fue uno de los primeros cautivos llevados a Babilonia. Él también vivió lo suficiente como para ver el primer contingente de los desterrados que regresaron a Jerusalén en el año 538 A. de C., en tiempos de Ciro. A lo largo de todo ese tiempo honró a Dios en toda circunstancia, incluso poniendo en peligro su vida, y Dios lo honró a él. Mientras servía como consejero de los reyes de Babilonia, Daniel era el vocero de Dios ante el imperio Babilónico, que era una nación malvada, pero hubiera sido peor sin la influencia de Daniel y sus amigos.
EL SUEÑO DE NABUCODONOSOR
Comentarios previos
El capítulo dos de Daniel relata la historia de un sueño que tuvo Nabucodonosor, rey de Babilonia. “En el segundo año del reinado de Nabucodonosor, tuvo Nabucodonosor sueños, y se perturbo su espíritu y se le fue el sueño”. (Daniel 2: 1).
Este versículo es uno de los más utilizados por los críticos para intentar desacreditar el libro de Daniel diciendo que fue escrito alrededor del año 165 antes de Cristo, en tiempos de Antíoco Epífanes.
Este estudio tiene como objetivo demostrar que este libro es real, escrito por Daniel en tiempos del imperio babilónico y principios del imperio medo persa, tal como lo leemos en el libro mismo. La explicación la encontramos en el mismo libro, y se puede demostrar fehacientemente que no tiene ni un solo error.
Daniel es un libro citado por el mismo Jesucristo. Si los críticos demostraran que no es real, entonces los detractores del libro podrían afirmar que Jesús no se percató de ese detalle y como Hijo de Dios tendría que saberlo perfectamente. En ese caso no sería el Hijo de Dios. Por eso es tan importante demostrar que no tiene ningún error, que Daniel vivió realmente en el siglo sexto antes de Cristo, y que Jesucristo es realmente el hijo de Dios.
Nabucodonosor estaba en una campaña militar en el año 605 antes de Cristo tratando de conquistar el reino de Judá, cuando se entera que su padre, Nabupolazar, rey de Babilonia había fallecido. Por lo tanto regresa a Babilonia para tomar el reino, en un viaje relámpago a través del desierto de Arabia, siendo coronado rey el 7 de septiembre de ese año. Una vez afirmado en el trono regresa a Judá para completar la conquista de Jerusalén, cosa que sucede ese mismo año, y fue en esa oportunidad en que Daniel y sus amigos son tomados prisioneros y llevados a Babilonia, en un viaje a través de la media luna fértil, viaje que duraba meses.
En el capítulo primero Daniel nos relata los hechos que sucedieron en los primeros años de su estadía en Babilonia. Fue seleccionado por su inteligencia junto con tres amigos también judíos, para aprender toda la ciencia, cultura y demás conocimientos que debían tener quienes estaban destinados para ser consejeros del rey y ser funcionarios suyos. Ese curso duraba tres años completos, al final de ellos fueron presentados al rey, quien los encontró diez veces mejores que cualquier otro que había realizado los mismos estudios. (Daniel 1: 20). Esto nos llevaría a pensar que la presentación al rey fue realizado como mínimo después del cuarto año de reinado en adelante y no en el segundo año del reinado de Nabucodonosor, como dice Daniel 2:1.
La explicación a este dilema se encuentra en la misma biblia. En el capítulo cinco de Daniel se nos relata la historia de la escritura en la pared, hecho que sucede en el año 539 antes de Cristo, el mismo día en que Ciro, rey de Persia conquista Babilonia y la incorpora a su reino. En esa fecha gobernaba en Babilonia Belsasar, hijo de Nabonido, en calidad de regente. Fueron llamados los sabios de Babilonia (magos, caldeos y adivinos) para que interpretasen la escritura, pero ninguno de ellos la pudo leer o interpretar.
Ante la desesperación de Belsasar, interviene su madre y le dice lo siguiente: “La reina, por las palabras del rey y de sus príncipes, entró a la sala del banquete, y dijo: Rey, vive para siempre; no te turben tus pensamientos, ni padezca tu rostro. En tu reino hay un hombre en el cual mora el espíritu de los dioses santos, y en los días de tu padre se halló en el luz e inteligencia y sabiduría, como sabiduría de los dioses; al que el rey Nabucodonosor tu padre, oh rey, constituyó jefe sobre todos los magos, astrólogos, caldeos y adivinos, por cuanto fue hallado en el mayor espíritu y ciencia y entendimiento para interpretar sueños y descifrar enigmas y resolver dudas; esto es, en Daniel, al cual el rey puso por nombre Beltsasar. Llámese, pues ahora a Daniel, y él te dará la interpretación” (Daniel 5: 10-12).
Como ya se ha aclarado, estas palabras fueron dichas por la reina madre a su hijo Belsasar, hijo de Nabonido, quien es llamado aquí Nabucodonosor. Éste no era descendiente de Nabucodonosor, hijo de Nabupolazar, de linaje real, quien gobernó desde el año 605 antes de Cristo hasta el año 562 antes de Cristo, sino un plebeyo quien gobernó a partir del año 556 A. de C. Por lo tanto la historia contada por Daniel en el capítulo dos se ubicaría en el año 555 A. de C. que es el segundo año de su reinado, y como vimos en este párrafo es llamado Nabucodonosor. De esta manera queda demostrado que no hay ningún error en el primer versículo del capítulo dos.
La reina madre también le aclara que este Daniel era capaz de interpretar sueños, descifrar enigmas y resolver dudas. El segundo capítulo de Daniel trata precisamente de ese tema, de ese sueño, suceso acaecido dieciséis años antes de la aparición de la escritura en la pared.
¿Quién era Nabonido?
Después de la Muerte de Nabucodonosor, le sucede en el trono su hijo Amel Marduk (o Evil Marduk), llamado Evil-merodach en la Biblia,por dos años. Luego le sigue Neriglisar por 3 años. (559-556 A. de C.). A continuación de éste gobierna Babilonia su hijo Labaski-Marduk, que fue asesinado después de dos meses en el trono. Los conspiradores eligieron a un plebeyo llamado Nabonido como rey.
Según los datos que nos proporciona la historia, basados en investigaciones y escritos de la época obtenidos en excavaciones nos dicen que: “Nabonid o Nabonido (556-539 A. de C.) fue uno de los monarcas mesopotámicos más extraordinarios que tuvo Babilonia –hijo de Nabubalatsu-iqbi, gobernador de Harran, y de Adad-guppi, sacerdotisa de la diosa luna Sin en aquella ciudad. Nabonid probablemente tenía ya sesenta años cuando subió al trono, después de haber servido varios años a Nabucodonosor en sus campañas militares”.
El capítulo segundo de Daniel trata el tema del sueño de Nabucodonosor. “En el segundo año del reinado de Nabucodonosor, tuvo Nabucodonosor sueños, y se perturbó su espíritu y se le fue el sueño” (Daniel 2:1),
Este acontecimiento sucedió en el segundo año del reinado de Nabonido, quién era llamado Nabucodonosor, y se ubicaría en el año 555 antes de Cristo. Este sueño lo perturbó quitándole el sueño, preocupado por su significado. Nabonido era muy devoto de la diosa Sin, cuya madre fue sacerdotisa de dicha diosa en Harrán, (ubicado en la actual Turquía), y su hija fue sacerdotisa de la misma diosa en la ciudad de Ur, ubicada en la provincia de Babilonia, actual Irak.
“Hizo llamar el rey a magos, astrólogos, encantadores y caldeos, para que le explicasen sus sueños. Vinieron, pues, y se presentaron delante del rey. Y el rey les dijo: He tenido un sueño, y mi espíritu se ha turbado por saber el sueño. Entonces hablaron los caldeos al rey en lengua aramea: Rey. Para siempre vive; di el sueño a tus siervos, y te mostraremos la interpretación. Respondió el rey y dijo a los caldeos: El asunto lo olvidé, si no me mostráis el sueño y su interpretación, seréis hechos pedazos, y vuestras casas serán convertidas en muladares. Y si me mostrareis el sueño y su interpretación, recibiréis de mí dones y favores y gran honra. Decidme, pues, el sueño y su interpretación. Respondieron por segunda vez, y dijeron: diga el rey el sueño a sus siervos, y le mostraremos la interpretación. El rey respondió y dijo. Yo conozco ciertamente que vosotros ponéis dilaciones, porque veis que el asunto se me ha ido. Si no me mostráis el sueño, una sola sentencia hay para vosotros. Ciertamente preparáis respuesta mentirosa y perversa que decir delante de mí, entre tanto que pasa el tiempo. Decidme, pues, el sueño, para que yo sepa que me podéis dar su interpretación. Los caldeos respondieron delante del rey, y dijeron: No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto del rey; además de esto, ningún rey, príncipe ni señor preguntó cosa semejante a ningún mago ni astrólogo ni caldeo. Porque el asunto que el rey demanda es difícil, y no hay quien lo pueda declarar al rey, salvo los dioses cuya morada no es con la carne. Por esto el rey con ira y con gran enojo mandó que matasen a todos los sabios de Babilonia” (Daniel 2: 2-12).
Este párrafo nos muestra la gran preocupación que tenía el rey por saber el sueño que tuvo y su correspondiente interpretación. Evidentemente su espíritu estaba influenciado por sus creencias en muchos dioses y diosas en quienes creía, basándose muchas veces en supersticiones de todo tipo. Llama entonces a todos los magos, astrólogos, encantadores y caldeos del reino para que le aclaren el asunto. No recuerda el sueño y pretende que los sabios le digan el sueño junto con la correspondiente interpretación, tarea que no se encuentra en manos humanas para resolver. Lo destacable de este párrafo es que Daniel y sus amigos no fueron llamados en dicha ocasión. Los magos tratan de hacerle entender al rey la imposibilidad de satisfacer sus demandas, pero el rey, al no obtener una respuesta favorable a su pedido, condena a muerte a todos los sabios del reino.
En el capítulo 1 versículos 20 y 21 dice: “En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino. Y continuó Daniel hasta el año primero del rey Ciro”. Este párrafo nos dice que el rey Nabucodonosor, hijo de Nabupolazar, los tenía en alta estima, y las respuestas que le daban a sus consultas eran diez veces mejores que cualquier sabio de Babilonia. Y que tal situación continuó durante todo el tiempo posterior que duró el reino, hasta el año 539, en que Babilonia cae en manos de Ciro, rey de Persia. Por lo tanto es prácticamente imposible que Nabucodonosor, hijo de Nabupolazar no los hubiera consultado. Pero este acontecimiento sucedió durante el reinado de Nabonido, a quien llamaban también Nabucodonosor (Daniel 5: 14), quién era plebeyo y por lo tanto no conocía a Daniel y sus amigos y por lo tanto éstos no fueron llamados por el rey. Este hecho nos demuestra que el Nabucodonosor que había tenido el sueño no era la misma persona que Nabucodonosor, hijo de Nabupolazar que siempre los consultaba para resolver sus problemas porque los consejos que estos cuatro siervos de Dios le daban era superiores a los que le daban los demás sabios.
La Palabra de Dios continúa diciendo; “Y se publicó el edicto de que los sabios fueran llevados a la muerte; y buscaron a Daniel y a sus compañeros para matarlos” (Daniel 2: 13). Evidentemente el rey estaba bastante enojado, podríamos decir furioso, porque los sabios se declararon incapaces de dar una respuesta al Rey. También vemos que son buscados Daniel y sus compañeros para darles muerte, pero a estos no se les había llamado, para explicar el sueño y su interpretación.
“Entonces Daniel habló sabia y prudentemente a Arioc, capitán de la guardia del rey, que había salido para matar a los sabios de Babilonia. Habló y dijo a Arioc capitán del rey: ¿cuál es la causa de que este edicto se publique de parte del rey tan apresuradamente? Entonces Arioc hizo saber a Daniel lo que había. Y Daniel entró y pidió al rey que le diese tiempo, y que él mostraría la interpretación al Rey” (Daniel 2: 14-16).
Vemos que Daniel se entera del edicto del rey que ordena matar a todos los sabios en ese momento, lo que prueba que él no había sido consultado con anterioridad. Como primer paso averigua los motivos de la medida adoptada, y que el capitán de la guardia quiere cumplir con rapidez. Ante la respuesta recibida Daniel se apresura a entrar a la presencia del rey y le pide tiempo para mostrar al rey el sueño y su correspondiente interpretación. Según estos versículos Daniel y sus amigos no tenían la menor idea de lo que había acontecido. También podemos ver que el rey no deseaba matar a los sabios, sino que quería que le dijeran el sueño y le dieran su correspondiente interpretación, y si bien no figura ninguna respuesta del rey, se sobreentiende que le es concedido el plazo solicitado por Daniel.
“Luego se fue Daniel a su casa e hizo saber lo que había a Ananías, Misael y Azarías, sus compañeros, para que pidiesen misericordias del Dios del cielo sobre este misterio, a fin de que Daniel y sus compañeros no pereciesen con los otros sabios de Babilonia” (Daniel 2: 17-18).
El ejemplo dado por Daniel debería ser imitado por todos los cristianos en cualquier crisis que pudiera surgir. Vemos que éste, una vez que sale de la presencia del rey va a su casa y les cuenta a sus tres amigos lo que estaba pasando, pidiendo que oren al Señor, clamando por misericordia al Dios del cielo, a fin de que la pena de muerte no se cumpliera sobre ellos.
“Entonces el secreto fue revelado a Daniel en visión de noche, por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo” (Daniel 2: 19).
Este versículo nos muestra que el Dios del cielo da una respuesta favorable a Daniel, gracias a la confianza que este tenía en su Señor, y a las oraciones de sus tres amigos que suplicaron a Dios por misericordia. También nosotros en la actualidad debemos tener la misma confianza en nuestro Dios, dado que Él siempre contesta nuestras oraciones. La respuesta puede ser en algunos casos negativa, pero siempre será favorable para nuestra vida espiritual, puesto que el Señor nos dará lo mejor. Además vemos que Daniel no actuó solo, sino buscó ayuda de otros que tenían la misma fe y también habían puesto su confianza en ese Dios. También nosotros debemos actuar con la misma humildad, más aún cuando sabemos que se avecinan tiempos peligrosos para nuestra vida espiritual.
“Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos. El revela lo profundo y escondido; conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz. A ti, oh Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, porque me has dado sabiduría y fuerza, y ahora me has revelado lo que te pedimos, pues nos has dado a conocer el asunto del rey” (Daniel 2: 20-23).
Esta oración de agradecimiento y acción de gracias hechas por Daniel y dirigidas al Padre Celestial demuestran su humildad, también la confianza que había depositado en su Creador. Es un ejemplo digno de imitar por nosotros en la actualidad. La alabanza y la acción de gracias deben ser siempre parte de nuestras oraciones, ya que Él nos ha dado tanto, a tal punto que entregó a su hijo unigénito a la muerte para que tengamos eterna salvación.
“Después de esto fue Daniel a Arioc, al cual el rey había puesto para matar a los sabios de Babilonia, y le dijo así: No mates a los sabios de Babilonia; llévame a la presencia del rey, y yo le mostraré la interpretación” (Daniel 2: 24).
Una vez que Daniel recibió la respuesta de parte del Dios de los cielos del sueño de Nabucodonosor, y de agradecerle por eso, se apresura a presentarse ante Arioc, quien había recibido la orden de matar a todos los sabios, a fin de que suspenda la ejecución. Además le solicita que lo lleve a la presencia del Rey para mostrarle el sueño que había tenido y su correspondiente interpretación.
“Entonces Arioc llevó prontamente a Daniel ante el rey, y le dijo así: He hallado un varón de los deportados de Judá, el cual dará al rey la interpretación. Respondió el rey y dijo a Daniel, al cual llamaban Beltsasar: ¿Podrás tú hacerme conocer el sueño que vi, y su interpretación? Daniel respondió delante del rey, diciendo: El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos ni adivinos lo pueden revelar al rey. Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y Él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días; he aquí tu sueño, y las visiones que has tenido en tu cama” (Daniel 2: 25-28).
Vemos en este párrafo que Arioc lleva a Daniel sin pérdida de tiempo ante el rey, y lo presenta como uno de los deportados de Judá. La pregunta que le hace el rey a Daniel “¿Podrás tú hacerme conocer el sueño que vi, y su interpretación?” nos demuestra que el rey no conocía a Daniel, lo que sería imposible si tenemos en cuenta lo dicho en el cap. 1º versículo 20, sino que este párrafo nos dice este rey era Nabonido a quién llamaban Nabucodonosor, según Daniel 5: 11. Recordemos que este suceso acontece en el segundo año de su reinado según Daniel 2: 1, o sea el año 555 antes de Cristo, con un Daniel de más de 60 años de edad.
“Estando tú, oh rey, en tu cama, te vinieron pensamientos por saber lo que había de ser en lo por venir; y el que revela los misterios te mostró lo que ha de ser. Y a mí me ha sido revelado este misterio, no porque en mí haya más sabiduría que en todos los vivientes, sino para que se dé a conocer al rey la interpretación, y para que entiendas los pensamientos de tu corazón” (Daniel 2: 29-30).
Daniel le informa al rey que el sueño y su correspondiente interpretación no pueden ser realizados por ningún sabio o adivino o astrólogo que habite en la tierra, sino solamente por el Dios verdadero que está en los cielos. Le revela al rey que él, Daniel, no tiene la capacidad para saber el sueño ni su interpretación sin la ayuda de Dios.
En el párrafo comprendido entre los versículos 31 al 45 del capítulo 2, Daniel nos cuenta el sueño y su correspondiente interpretación. Esta narración nos muestra en un orden perfecto lo que acontecerá en el futuro, hasta la segunda venida del Rey de Reyes, o sea Jesucristo, y su reino eterno en la tierra. Los críticos trataron y tratan de probar que este libro de Daniel fue escrito mucho tiempo después y que por lo tanto es una fábula o un cuento, ya que no reconocen que el poder de Dios es superior al de cualquier hombre.
Si llegaran a demostrar que las profecías de Daniel son un invento de alguien que vivió en el 2do siglo antes de Cristo, también tratarán de demostrar que el libro de Apocalipsis escrito a fines del primer siglo por el apóstol Juan, también sería un invento, y los eventos escritos en ese libro no tendrían ningún valor, pero todos los cristianos de todas las épocas pueden tener la seguridad de que el Libro de Daniel fue escrito por él mismo, y las profecías detalladas en ese libro se han cumplido en gran parte, restando algunas que tendrán cumplimiento cierto en el futuro.
Así también las profecías del Apocalipsis se cumplirán totalmente, tal como fueron predichas, ya que muchas de esas profecías concuerdan con las de Daniel, y/o son complementarias entre sí.
“Entonces el rey Nabucodonosor se postró sobre su rostro y se humilló ante Daniel, y mandó que le ofreciesen presentes e incienso. El rey habló a Daniel, y dijo: Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los misterios, pues pudiste revelar este misterio” (Daniel 2: 46-47).
El rey, como leemos, reconoce al Dios de los cielos como el Dios supremo, pero le faltó una cosa, la más importante: no se humilló ante ese Dios ni le aceptó como Señor de su vida, ya que dice: “Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes” y continuó adorando a los dioses paganos que él conocía. Ese Dios poderoso era el de Daniel y sus amigos, no el Dios suyo.
También en nuestra época tenemos muchos que creen en la existencia de Dios, como ser supremo, pero en sus vidas siguen por sus propios caminos, sin un cambio de vida real. En el juicio ante el gran trono blanco detallado en Apocalipsis 20:11-15, verán que sus nombres no están registrados en el Libro de la Vida, y por lo tanto no tendrán un lugar en el nuevo reino que Jesucristo nos está preparando.
Entonces el rey engrandeció a Daniel, y le dio muchos honores y grandes dones, y le hizo gobernador de toda la provincia de Babilonia, y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia. Y Daniel solicitó del rey, y obtuvo que pusiera sobre los negocios de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac, y Abed nego; y Daniel estaba en la corte del rey” (Daniel 2: 48-49)
En estos dos versículos finales se nos cuenta del premio que el rey le da a Daniel por haber dado a conocer su sueño y su interpretación. Daniel rechaza el premio, y le ruega que los beneficiarios sean sus tres amigos, que oraron junto a él para que Dios le revele a Daniel el sueño y puedan así salvar sus vidas, junto a todos los otros sabios de Babilonia. Daniel permanece en la corte al servicio directo del rey de Babilonia hasta el año 539 A. de Cristo.
LA ESTATUA DE ORO
“El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos, y su anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia” (Daniel 3:1).
En este párrafo podemos observar que el rey Nabucodonosor (Nabonido), si bien había reconocido en el capítulo anterior, en relación al sueño que Daniel le interpretó, la superioridad del Dios de Daniel, en realidad no se humilló ante Él, ni le adoró como Dios de Dioses y Señor de Señores, sino que continuó adorando a sus propios dioses paganos. Aquí vemos que dicho rey hace construir una estatua de oro que levanta, según el relato bíblico en el campo de Dura. No se sabe a ciencia cierta la ubicación exacta del lugar, pero los estudiosos opinan que estaba ubicado en Tell Der, a unos 27 Km. al SO de la actual ciudad de Bagdad.
“Y envió el rey Nabucodonosor a que se reuniesen los sátrapas, los magistrados y capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces y todos los gobernadores de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado” (Daniel 3: 2).
No solo continuó el rey adorando esos dioses paganos sino también quiere obligar a todos los que tenían autoridad sobre el pueblo a hacer lo mismo, llegando al extremo de intimarlos a adorar su estatua de oro. En realidad no se sabe a ciencia cierta si la estatua de oro era la representación de algún dios, o la representación de él mismo, pero es un ejemplo de idolatría extrema. También hoy hay quienes dirigen sus plegarias a estatuas y/o imágenes, en lugar de dirigirse directamente en espíritu al único Dios verdadero. Al final de los tiempos, cuando reine el anticristo, éste también obligará a toda la humanidad a adorarle a él como si fuera Dios. La conducta adoptada por los amigos de Daniel es un digno ejemplo de imitar para todos aquellos que deberán pasar por esa difícil prueba.
“Fueron, pues reunidos los sátrapas, magistrados, capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernadores de las provincias a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado; y estaban en pie delante de la estatua que había levantado el rey Nabucodonosor. Y el pregonero anunciaba en alta voz: mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado; y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiendo. Por lo cual, al oír todos los pueblos el son de la bocina, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado” (Daniel 3: 3-7).
Es interesante este párrafo, ya que nos detalla que prácticamente todos debían adorar dicha estatua. Quienes se oponían y no lo hacían serían echados en un horno de fuego ardiendo, perdiendo así sus vidas. Leemos al final de este párrafo que: “todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado”. Si comparamos este párrafo con el capítulo 13 de Apocalipsis, vemos que al final de los tiempos, inmediatamente antes de la venida de nuestro Señor Jesucristo, vendrá un ser con poder otorgado por el mismo Satanás, quien obligará a toda la humanidad a adorar su persona. Quienes no lo hagan, correrán peligro de perder sus vidas. Será un trato igual o parecido a lo que debieron sufrir los babilonios. La diferencia está en que los habitantes de Babilonia eran paganos y no tenían ningún problema en arrodillarse ante una estatua. En cambio, al final de los tiempos, los que tendrán problemas serán los cristianos verdaderos, que desean ser fieles al Señor Jesús hasta el final de sus días, tal como lo hicieron en aquella oportunidad los amigos de Daniel.
“Por esto en aquel tiempo algunos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos. Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: Rey, para siempre vive. Tú, oh rey, has dado una ley que todo hombre, al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, se postre y adore la estatua de oro; y el que no se postre y adore, sea echado dentro de un horno de fuego ardiendo. Hay unos varones judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac, y Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado, no adoran tus dioses, ni adoran la estatua de oro que has levantado” (Daniel 3: 8-12).
Como vemos aquí, no todos adoraron los dioses paganos de Babilonia, ni la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado. Siempre a través de la historia hubo hombres y/o mujeres que se han opuesto a renegar del Dios verdadero. Serán los menos pero los hubo en el pasado y también en la actualidad tenemos ejemplos de ese tipo que deberíamos imitar. Estos fueron denunciados por aquellos que no tenían problemas de adorar dioses paganos y/o estatuas, ya que ellos creían en dichos dioses falsos y ponían su confianza en ellos. Al final de los tiempos la mayoría de los habitantes del planeta tierra, no tendrán problemas de adorar al anticristo, ya que en cierta manera traerá prosperidad económica a este mundo, que es lo que los hombres anhelan tener. En tiempos de Jesús el pueblo judío rechazó al mesías esperado, porque no les trajo la libertad política que ellos querían. Cuando venga el anticristo (anticristo significa: en lugar de cristo), será aceptado como el mesías esperado porque les dará las cosas que ellos desean tener. No solo eso sino denunciarán a aquellos que no adoran a la bestia (el anticristo), y que se nieguen a llevar la marca correspondiente en la frente o la mano derecha.
“Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Al instante fueron traídos estos varones delante del rey. Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado?” (Daniel 3: 13-14).
Nabucodonosor, al enterarse que tenía súbditos que no obedecían sus órdenes y no adoraban a sus dioses ni tampoco su estatua se llena de ira. En Daniel 2: 47, el rey había dicho: “ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes”, cuando Daniel le reveló el sueño que había tenido y su significado. Eso nos dice que no basta con reconocer que Dios es Poderoso, y que no hay otro como él. Recordemos que también los demonios creen y tiemblan. Por lo tanto es necesario aceptarlo en nuestro corazón y hacer su voluntad. Caso contrario no tiene ningún valor. El rey había reconocido el poder superior de ese Dios, pero no lo aceptó como su único Dios, sino que continuó adorando a los dioses paganos en quienes sí creía. Él dice; “Ciertamente el Dios vuestro es Dios de Dioses, y Señor de los reyes”. Al decir el Dios vuestro, reconoce con esto que es el Dios de Daniel y sus amigos, pero que no es su Dios. También en el día de hoy hay personas que creen en Dios, pero no están dispuestos a hacer su voluntad.
Los datos históricos verídicos que podemos disponer en la actualidad, nos informan que Nabonido era hombre religioso y gran creyente en la tradición. Nombró a su hija En-nigaldi-Nanna, como sacerdotisa de la diosa Sin en Ur. Su madre era sacerdotisa de dicha diosa en Harrán. Al igual que su madre, Nabonido (o Nabucodonosor) era devoto de la diosa Sin, promoviendo su culto y reconstruyendo los templos de esa diosa en Ur y Harrán. También reconstruyó los templos de otros dioses en varias ciudades de su reino, lo que nos dice que para él, el Dios de Daniel era simplemente otro Dios, pero no el suyo.
“Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?” (Daniel 3: 15).
Con esta amenaza tal vez pensó que los tres amigos de Daniel, quienes en ese momento eran los gobernadores de Babilonia, cederían en su actitud y adorarían la estatua de oro como todos los demás. No podía aceptar que algunos de sus súbditos no obedecieran sus órdenes. Al decir: “¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos”?, se hace a si mismo superior a cualquier dios, incluso al Dios de Dioses y Señor de los reyes, igual que la determinación del Ángel de luz mucho tiempo atrás, que se transformó en Satanás, el gran enemigo de Dios y de Jesucristo, y persiguió y persigue a todos aquellos que han depositado su confianza en el Creador y han aceptado a Jesucristo como el salvador de sus vidas.
Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: no es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3: 16-18).
La respuesta que dieron los tres amigos de Daniel es un claro modelo que deberán imitar en el futuro los verdaderos creyentes durante la gran tribulación. Pese a todas las circunstancias que se presenten debemos permanecer fieles a nuestro Señor y Salvador. Ellos estaban seguros que Dios los libraría de esa amenaza. Se pusieron en Manos de Dios y dejaron que Él haga su voluntad en ellos, pero no estaban dispuestos a adorar a otro Dios que no sea el Dios único y verdadero. En los tiempos finales, durante la gran tribulación habrá muchos que pasarán experiencias similares. En Mateo 21: 16 dice: “Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros”. Eso nos dice que el anticristo no eliminará a todos sino como dice aquí matará a algunos. Para aquellos que deberán dar sus vidas por el Señor Jesucristo, la escritura dice lo siguiente: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4). Y el versículo 6 del mismo capítulo dice: Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años”. Por lo tanto no debería ser motivo de preocupación lo que nos pase en el futuro. Estamos en las manos de Dios, quien tiene el control de todo. Aquellos que ofrenden sus vidas por causa del evangelio, que perseveren hasta el fin, tendrán su premio: serán sacerdotes de Dios y de su Hijo Jesucristo durante el milenio. Pensemos también que a través de la historia han ofrendado sus vidas muchos verdaderos creyentes que no cedieron ante la presión ejercida por los gobernantes de turno. En el libro de Hechos capítulo 7 se nos relata el ejemplo de uno de los siete diáconos elegido por los apóstoles, para el servicio de las mesas. Se trata de Esteban, que termina siendo asesinado, convirtiéndose en el primer mártir de la iglesia cristiana. Posteriormente a este hecho, hay muchos que perecieron igualmente por defender su fe. El apóstol Jacobo, hermano del apóstol Juan (Hechos 12:2); luego la persecución de los césares, en el circo de Nerón, donde muchos de los cristianos eran arrojados a las fieras. Durante la edad media, las mismas autoridades religiosas llegaron a prohibir la lectura de la palabra de Dios. Hacerlo podría tener como resultado la muerte en la hoguera.
Esas persecuciones duraron durante los dos mil años de cristianismo, en diversas formas, y continúan hasta el día de hoy. Si bien en la actualidad el asesinato de los cristianos por su fe no es tan común, en un futuro cercano, cuando haga su aparición el anticristo, volverán con todas sus fuerzas las persecuciones de todo tipo, y será muy difícil ser fieles a nuestro Señor Jesús. Pero después Él vendrá como Rey de Reyes y Señor de Señores, y habrá redención y vida eterna para todos aquellos que continuaron fieles al Señor hasta el final.
“Entonces Nabucodonosor se llenó de ira, y se demudó el aspecto de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego, y ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado. Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a Sadrac, Mesac y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo. Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo. Y como la orden del rey era apremiante, y lo habían calentado mucho, la llama del fuego mató a aquellos que habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Y estos tres varones, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo.” (Daniel 3: 19-23).
Como vemos, estos tres siervos de Dios, no se postraron ante el rey Nabucodonosor ni tampoco adoraron la imagen de oro que había hecho. Prefirieron ser arrojados en un horno de fuego, una muerte terrible, antes que ceder y renegar de su Dios. Al final de los tiempos también sucederán esas cosas, según Apocalipsis capítulo 13, pero como se mencionara precedentemente, debemos mantenernos fieles a nuestro Dios y confiar en las promesas hechas por nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Él si es su voluntad, nos librará de esa prueba, oh tal vez con nuestro ejemplo daremos testimonio claro ante el mundo, tal como lo hicieron los cristianos en los primeros siglos.
“Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: es verdad, oh rey. Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses” (Daniel 3: 24-25).
Vemos que los amigos de Daniel fueron liberados en forma milagrosa de una muerte segura. No debemos pensar que al final de los tiempos será igual. Algunos serán librados, otros no, pero lo importante es permanecer fieles y no ceder ante las exigencias del Anticristo. En el circo de Nerón también hubo casos en que algunos fueron librados.
En 2da Timoteo 4: 15-16 podemos leer: “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león”. El Señor libró a Pablo de una muerte segura para que pudiera continuar con la predicación del evangelio a los gentiles. Según la tradición, fue nuevamente presentado ante el Cesar, quien en esa oportunidad le dio muerte por decapitación. El apóstol Pablo fue fiel hasta la muerte, por lo tanto tendrá la corona de la Vida.
Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiendo, y dijo: Sadrac, mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego” (Daniel 3: 26).
El rey Nabucodonosor, al acercarse a la boca del horno de fuego ve que los tres amigos de Daniel estaban vivos y sin sufrir ningún daño, Ordena que salgan de ese lugar, reconociendo que ellos eran siervos del Dios Altísimo, pero nuevamente deja pasar la oportunidad y no entrega su corazón a ese Dios, que demuestra ser muy superior a todos los dioses que Nabucodonosor adoraba.
“Y se juntaron los sátrapas, los gobernadores, los capitanes y los consejeros del rey, para mirar a estos varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían” (Daniel 3: 27).
En este párrafo vemos que todos los demás gobernantes que sí habían adorado esa imagen, se acercaron a ver a estos tres siervos del Dios vivo a quienes el fuego no había infringido ningún daño. También vemos que ninguno de esos gobernantes, cambiaron de actitud, ninguno de ellos aceptó como su Dios, al Dios verdadero.
“Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios. Por tanto, decreto que todo pueblo, nación o lengua que dijese blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste. Entonces el rey engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia” (Daniel 3: 28-30).
En este párrafo vemos que Nabucodonosor reconoce el poder superior del Dios verdadero a quien los tres amigos de Daniel adoraban y obedecían, aunque tal decisión podría costarle la vida. Ellos le dieron toda la gloria y el honor al único Dios verdadero. Esa forma de proceder debe ser la de todos los cristianos del mundo que hayan reconocido a ese Dios como su Dios, y a Jesucristo, su hijo, que ofrendó su vida para que podamos estar por toda la eternidad en ese reino que nos está preparando. También podemos ver que nuevamente Nabucodonosor no lo reconoció como el Dios de dioses, no le entregó su corazón a Él, ni le adoró. Continuó adorando sus dioses paganos, al igual que todos las demás autoridades que gobernaban en todas las provincias de Babilonia.
LA LOCURA DE NABUCODONOSOR
El capítulo cuatro de Daniel comienza diciendo: “Nabucodonosor rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas que moran en toda la tierra: Paz os sea multiplicada. Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo. ¡Cuán grandes son sus señales, y cuán potentes sus maravillas! Su reino, reino sempiterno, y su señorío de generación en generación” (Daniel 4: 1-3).
Aparentemente este capítulo fue escrito por el mismo rey Nabucodonosor, que Daniel incorpora en su libro. El rey relata en este capítulo una experiencia que tuvo en su vida, reconociendo al único y verdadero Dios. Dice que su reino, es un reino sempiterno, y su señorío de generación en generación. En su escrito no menciona que lo recibe en su corazón, como su Dios.
A continuación relata un sueño que lo espantó mucho, por lo que llama a todos los sabios de Babilonia para que le mostraran la interpretación del sueño, sin resultado positivo.
El último en ser llamado fue Daniel, y el rey lo expresa de esta manera: “Y vinieron magos, astrólogos, caldeos y adivinos, y les dije el sueño, pero no me pudieron mostrar su interpretación, hasta que entró delante de mi Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, como el nombre de mi dios, y en quien mora el espíritu de los dioses santos. Conté delante de él el sueño, diciendo: Beltsasar, jefe de los magos, ya que he entendido que hay en ti espíritu de los dioses santos, y que ningún misterio se te esconde, declárame las visiones de mi sueño que he visto, y su interpretación. Estas fueron las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama: Me parecía ver en medio de la tierra un árbol, cuya altura era grande. Crecía este árbol, y se hacía fuerte y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde todos los confines de la tierra. Su follaje era hermoso y su fruto abundante, y había en él alimento para todos. Debajo de él se ponían a la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo, y se mantenía de él toda carne. Vi en las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama, que he aquí un vigilante y santo descendía del cielo. Y clamaba fuertemente y decía así: Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto; váyanse las bestias que están debajo de él y las aves de sus ramas. Mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce entre la hierba del campo; sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias sea su parte entre la hierba de la tierra. Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos. La sentencia es por decreto de los vigilantes, y por dicho de los santos la resolución, para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres. Yo el rey Nabucodonosor he visto este sueño. Tú, pues, Beltsasar, dirás la interpretación de él, porque todos los sabios de mi reino no han podido mostrarme su interpretación; mas tú puedes, porque mora en ti el espíritu de los dioses santos” (Daniel 4; 7-18).
Pese a lo que dice Nabucodonosor al comenzar su discurso reconociendo las señales y milagros que el Dios altísimo ha hecho con él, menciona que ninguno de los magos, astrólogos, caldeos y adivinos pudieron interpretar el sueño. En el versículo 8 de este capítulo Nabucodonosor dice: “Hasta que entró delante de mi Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, como el nombre de mi dios, y en quien mora el espíritu de los dioses santos”, reconociendo que el Dios de Daniel era superior, pero que su dios es Beltsasar.
Daniel queda atónito y sorprendido por el sueño, y por casi una hora no se atrevió a interpretar el sueño a Nabucodonosor. Éste le insiste que le dé la interpretación con éstas palabras: “Beltsasar, no te turben ni el sueño ni su interpretación” (Daniel 4: 19).
“Beltsasar respondió y dijo: Señor mío, el sueño sea para tus enemigos, y su interpretación para los que mal te quieren. El árbol que viste, que crecía y se hacía fuerte, y cuya copa llegaba hasta el cielo, y que se veía desde todos los confines de la tierra, cuyo follaje era hermoso, y su fruto abundante, y en que había alimento para todos, debajo del cual moraban las bestias del campo, y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo, tú mismo eres, oh rey, que creciste y te hiciste fuerte, pues creció tu grandeza y ha llegado hasta el cielo, tu dominio hasta los confines de la tierra. Y en cuanto a lo que vio el rey, un vigilante y santo que descendía del cielo y decía: Cortad el árbol y destruidlo; mas la cepa de sus raíces dejareis en la tierra. Con atadura de hierro y de bronce en la hierba del campo; y sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias del campo sea su parte, hasta que pasen sobre él siete tiempos; esta es la interpretación, oh rey, y la sentencia del Altísimo, que ha venido sobre mi señor el rey. Que te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, y con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere. Y en cuanto a la orden de dejar en la tierra la cepa de las raíces del mismo árbol, significa que tu reino te quedará firme, luego que reconozcas que el cielo gobierna” (Daniel 4: 20-26).
Como puede verse, la interpretación no era favorable para el rey Nabucodonosor, sino todo lo contrario. Se le advierte que será castigado por su soberbia, y que tal castigo duraría hasta que reconociera que el cielo, (o sea el Dios de Daniel) es quien gobierna sobre los hombres en esta tierra.
“Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad” (Daniel 4: 27).
Daniel le aconseja al soberano cambiar su actitud, dejar de hacer lo malo, y tener misericordia para los que se encontraban oprimidos. En una palabra le pide que se arrepienta de sus pecados y que gobierne conforme a la voluntad de Dios, y pueda salvarse del castigo anunciado que recibiría.
“Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice: rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere” (Daniel 4: 30-32).
Evidentemente el Rey no atendió los consejos de Daniel, continuó en su soberbia, tal como lo hacían casi todos los reyes de la antigüedad, y como continúan haciendo casi todos los gobiernos hasta el día de hoy. Él hace alarde de la belleza de la capital de Babilonia, diciendo que todas esas obras, eran hechura suya, para su gloria. Es en ese momento que una voz le repite las palabras que Daniel le dijera en la interpretación del sueño que tuviera un año antes. Pierde en esa oportunidad todo lo que para él era valioso.
“En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves” (Daniel 4: 33).
Como vemos, la profecía sobre las consecuencias que sufriría el rey Nabucodonosor en caso de no cambiar de actitud, y no haber reconocido a Dios como el único que dirige el destino de los hombres, se cumple en su totalidad. Dios no quería destruir al rey sino que comprendiera que sobre su poder (el de Nabucodonosor) estaba el Señor Dios, el Dios de Daniel y sus amigos, y que Él, solamente Él tiene en sus manos todo el poder, y a quien Él quiere lo da. El rey desde ese momento deja de vivir como lo hacen los seres humanos y pasa a vivir como un simple animal.
“Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga ¿Qué haces?” (Daniel 4:34-35).
Al cabo de los siete años que según la profecía duraría su estado de locura, recupera su razón. Bendice y alaba al Dios de los cielos, y lo reconoce como el que tiene el dominio por toda la eternidad.
“En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida. Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia” (Daniel 4; 36-37).
Conforme a esta declaración hecha por Nabucodonosor, junto con la razón, le fueron devueltos su reino, du dignidad, y su grandeza. Él completa su declaración, alabando, engrandeciendo y glorificando al Rey del cielo, porque sus obras son verdaderas y sus caminos justos. Y tiene el poder de humillar a todos los que andan con soberbia. Pero no lo reconoció como su Dios. Continuó adorando a los dioses paganos en quienes creía.
Esta historia relatada por el rey Nabucodonosor fue y es aún muy ridiculizada por los críticos del libro de Daniel. Según datos históricos que disponemos a la fecha, se sabe muy poco de los últimos 30 años de la vida del rey Nabucodonosor, hijo de Nabupolazar, quien gobernó entre los años 605 al 562 Antes de Cristo. Tampoco se tienen noticias de que haya estado ausente del país durante tanto tiempo, ni que sufriera de locura como lo detalla el libro de Daniel.
Por otro lado cabe recordar que el capítulo uno de dicho libro, corresponde al período en que en Babilonia gobernaba Nabucodonosor, hijo de Nabupolazar, pero desde el capítulo dos al capítulo cinco, corresponden al período en que gobernaba Babilonia Nabonido, a quién Daniel también llamaba Nabucodonosor.
Según datos históricos que encontramos en nuestros días, de éste último rey se sabe lo siguiente: “Nabonido (o Nabonid) gobernó Babilonia entre los años 556 y 539 Antes de Cristo. Subió al trono después de varios años de servicio al rey Nabucodonosor, hijo de Nabupolazar”.
“Era un hombre religioso y gran creyente en la tradición. Nombró a su hija En-nigaldi-Nanna sacerdotisa del dios Sin (dios de la Luna en Mesopotamia) en Ur. Tal como lo fue su madre, fue devoto del dios de la luna Sin, promoviendo su culto y reconstruyendo los templos de Sin en Ur y Harrán”.
“A causa de la preferencia de Nabonido por el dios Sin de Harran, los sacerdotes de las ciudades sagradas de todo el reino de Babilonia pusieron objeciones al reinado de Nabonido, y – supuestamente a causa de su traición a los dioses babilónicos – las enfermedades y el hambre azotaron a Babilonia”.
“Como respuesta, el propio Nabonido abandonó Babilonia y fue a Taima, al NO de Arabia. No se conocen las fechas exactas de este exilio. En sus inscripciones Nabonido afirmaba haber estado entre los árabes durante 10 años, a partir del 549 antes de Cristo.
“La propaganda persa posterior sugirió que Nabonido fue un hereje que ignoró el culto al dios Marduk, principal dios de Babilonia”.
En la Plegaria de Nabonido, encontrada con los Manuscritos del Mar Muerto, se le describía como aquejado de furúnculos malignos. Parece igualmente probable que Nabonido, como se sugiere en su propia inscripción y en la de Ciro, y como se recoge en la Biblia, fue a Taima a causa de la interpretación de un sueño o augurio.”. (Datos extraídos de la obra: Atlas Culturales del Mundo – Mesopotamia – Volumen II).
Como puede verse por los datos que nos proporciona la historia, Nabonido, a quien Daniel llamaba Nabucodonosor, estuvo ausente de Babilonia a partir del año 549 Antes de Cristo, por el término de siete años. Luego, al regresar de su exilio, recupera todos los atributos que tenían los soberanos de ese tiempo y que había perdido siete años antes, tal como lo menciona el libro de Daniel.
LA ESCRITURA EN LA PARED
“El rey Belsasar hizo un gran banquete a mil de sus príncipes, y en presencia de los mil bebía vino. Belsasar, con el gusto del vino, mandó que trajesen los vasos de oro y de plata que Nabucodonosor su padre había traído del templo de Jerusalén, para que bebiesen en ellos el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas. Entonces fueron traídos los vasos de oro que habían traído del templo de la casa de Dios que estaba en Jerusalén, y bebieron en ellos el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas. Bebieron vino, y alabaron a los dioses de oro y de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra. En aquella misma hora aparecieron los dedos de una mano de hombre, que escribía delante del candelero sobre lo encalado de la pared del palacio real, y el rey veía la mano que escribía” (Daniel 5: 1-5).
Fueron los babilonios los que destruyeron Jerusalén completamente en el año 586 Antes de Cristo, y trajeron a su capital todos los vasos sagrados que eran utilizados para el uso en el Templo de Salomón, el cual también fue destruido. Dios había permitido esto por la desobediencia del pueblo judío a las leyes y ordenanzas que les había dado en el monte Sinaí, por intermedio de Moisés. Pero no estaba dispuesto a permitir que los objetos sagrados, destinados a la alabanza de su nombre fueran utilizados para alabar a dioses paganos. También hoy debemos tener cuidado de no profanar las cosas sagradas. En esa circunstancia aparece una mano que realiza una escritura en la pared, a la vista de todos los que estaban participando de la fiesta.
Aquí se menciona que “Belsasar, con el gusto del vino, mandó que trajesen los vasos de oro y de plata que Nabucodonosor su padre había traído del templo de Jerusalén”. Sabemos que Belsasar era hijo de Nabonido, pero era llamado Nabucodonosor por Daniel, y según datos históricos participó en la toma de Jerusalén y su destrucción. No existen datos fidedignos sobre quién fue el encargado de transportar esos vasos sagrados desde Jerusalén a Babilonia.
“Entonces el rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra. El rey gritó en alta voz que hiciesen venir magos, caldeos y adivinos; y dijo el rey a los sabios de Babilonia: cualquiera que lea esta escritura y me muestre su interpretación, será vestido de púrpura, y un collar de oro llevará en su cuello, y será el tercer señor en el reino” (Daniel 5: 6-7).
Belsasar no era el rey sino el regente que gobernaba en nombre del rey Nabonido, su padre. Según datos históricos, en ese día se celebraban festividades en homenaje a dioses paganos, que muchas veces terminaban en orgías. Su actitud demuestra una actitud de total desprecio por el Dios verdadero, a quien debía conocer por las experiencias que tuvo su padre Nabonido. En su desesperación por saber que significaba esa escritura llama a todos los sabios, magos, caldeos y adivinos, pero Daniel no es llamado, lo que demuestra que los creyentes no eran tenidos en cuenta en su reino, tal como pasa en la actualidad con la mayoría de los gobiernos del mundo.
Entonces fueron introducidos todos los sabios del rey, pero no pudieron leer la escritura ni mostrar al rey su interpretación” (Daniel 5: 8).
Tal como había acontecido con su padre varios años antes en oportunidad del sueño de Nabonido, historia relatada en el capítulo II de Daniel, los sabios paganos de Babilonia no pudieron interpretar la escritura en la pared. Vemos que el Señor Dios revela en ciertos casos su voluntad solo a los que son fieles hijos suyos, y que lo han aceptado como el Señor de sus vidas.
“Entonces el rey Belsasar se turbó sobremanera, y palideció, y sus príncipes estaban perplejos. La reina, por las palabras del rey y de sus príncipes, entró a la sala del banquete, y dijo: Rey, vive para siempre; no te turben tus pensamientos, ni palidezca tu rostro. En tu reino hay un hombre en el cual mora el espíritu de los dioses santos, y en los días de tu padre se halló en él luz e inteligencia y sabiduría, como sabiduría de los dioses; al que el rey Nabucodonosor tu padre, oh rey constituyó jefe sobre todos los magos, astrólogos, caldeos y adivinos, por cuanto fue hallado en él mayor espíritu y ciencia y entendimiento, para interpretar sueños y descifrar enigmas y resolver dudas; esto es, en Daniel al cual el rey puso por nombre Beltsasar. Llámese, pues, ahora a Daniel, y él te dará la interpretación.” (Daniel 5: 9-12).
Al ver tan desesperado al rey, interviene su madre. Esposa de Nabonido, llamado por Daniel Nabucodonosor, y le recuerda lo acontecido años antes, relacionado con el sueño que tuvo, historia relatada en el capítulo segundo de Daniel. Es indudable que la madre del rey recordaba con detalles dicha experiencia, y le recomienda a su hijo que Daniel, llamado Beltsasar, sea llamado, ya que él podría descifrar la escritura.
“Entonces Daniel fue traído delante del rey. Y dijo el rey a Daniel; ¿Eres tú aquel Daniel de los hijos de los cautivos de Judá, que mi padre trajo de Judea? Yo he oído de ti que el espíritu de los dioses santos está en ti, y que en ti se halló luz, entendimiento y mayor sabiduría. Y ahora fueron traídos delante de mí sabios y astrólogos para que leyesen esta escritura y me diesen su interpretación; pero no han podido mostrarme la interpretación del asunto. Yo, pues, he oído de ti que puedes dar interpretaciones y resolver dificultades. Si ahora puedes leer esta escritura y darme su interpretación, serás vestido de púrpura, y un collar de oro llevarás en tu cuello, y serás el tercer señor en el reino” (Daniel 5: 13-16).
Vemos que Daniel es traído ante el rey, y que éste reconoce que en Daniel existía mayor luz, mayor entendimiento y mayor sabiduría que en los demás sabios. Es común en este mundo que los hombres prefieren pedir consejos a hombres que no son siervos del Dios de los cielos. Estos, en la mayoría de los casos, no tienen una respuesta correcta, o simplemente dan consejos equivocados. En muchos casos hasta los mismos hijos de Dios se sienten inclinados a buscar consejos en otros hombres en lugar de implorar a Dios que les guíe en sus caminos. El rey le promete a Daniel muchas cosas, entre ellas nombrarlo tercer Señor en el reino, que serían: Nabonido (Nabucodonosor), Su hijo Belsasar en calidad de Regente, y en tercer lugar Daniel.
“Entonces Daniel respondió y dijo delante del rey: Tus dones sean para ti, y da tus recompensas a otros. Leeré la escritura al rey, y le daré la interpretación. El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor tu padre el reino y la grandeza, la gloria y la majestad. Y por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban y temían delante de él. A quien quería mataba, y a quien quería daba vida; engrandecía a quien quería, y a quien quería humillaba. Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria. Y fue echado de entre los hijos de los hombres, y su mente se hizo semejante a la de las bestias, y con los asnos monteses fue su morada. Hierba le hicieron comer como a buey, y su cuerpo fue mojado con el rocío del cielo, hasta que reconoció que el Altísimo Dios tiene dominio sobre el reino de los hombres, y que pone sobre él al que le place. Y tú, su hijo Belsasar, no has humillado tu corazón, sabiendo todo ello; sino que contra el Señor del cielo te has ensoberbecido, e hiciste traer delante de ti los vasos de su casa, y tú y tus grandes, tus mujeres y tus concubinas, bebisteis vino en ellos, además diste alabanza a dioses de plata y de oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben; y al Dios en cuya mano está tu vida, y cuyos son todos sus caminos, nunca honraste. Entonces de su presencia fue enviada la mano que trazó esta escritura. Y la escritura que trazó es: MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN. Esta es la interpretación del asunto: MENE: Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin. TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PEREZ: Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas” (Daniel 5: 17-28).
Daniel rechaza en primer lugar los obsequios que recibiría en caso de interpretar la escritura. Luego le aclara al rey los motivos por los cuales el Señor del cielo ha resuelto castigar al rey y dar el reino a los Medos y Persas. Lo que terminó por indignar a Dios fue el mal uso que hizo el rey con los vasos de oro y plata, que estaban destinados para la alabanza de Dios, y no para la alabanza de los dioses paganos. Cuidemos nosotros de alabar solo a Dios, y no ofrecerlos a otros dioses. Daniel le recrimina al rey que, aunque sabía lo acontecido a su padre Nabonido, que es echado del palacio, perdiendo el reino, su dignidad y su gloria, siendo obligado a comer hierba al igual que los animales. Por su soberbia no prestó atención a ese castigo que le fue advertido en varias oportunidades. Él, su hijo, hace cosas peores, como era el de utilizar los vasos sagrados del templo de Dios en Jerusalén para honrar dioses paganos.
“Entonces mandó Belsasar vestir a Daniel de púrpura, y poner en su cuello un collar de oro, y proclamar que él era el tercer señor del reino. La misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos. Y Darío de Media tomó el reino, siendo de sesenta y dos años” (Daniel 5: 30-31).
Las festividades relatadas aquí no las celebraban solo los gobernantes y príncipes, sino todo el pueblo. Este hecho produjo un descuido en el cuidado de los muros y puertas de acceso a Babilonia, permitiendo así que el rey persa Ciro, pudiera entrar y tomar dicha ciudad prácticamente sin luchar. Belsasar, el rey que gobernaba como regente pierde su vida y desde ese día Babilonia es incorporada al imperio medo-persa. En cuanto al rey Nabonido (Nabucodonosor), se creyó durante mucho tiempo que fue hecho prisionero, pero según versiones históricas más recientes, Ciro lo nombró gobernador en la provincia de Carmania, al Sur de Irán.
DANIEL EN EL FOSO DE LOS LEONES
“Pareció bien a Darío constituir sobre el reino ciento veinte sátrapas, que gobernasen en todo el reino. Y sobre ellos tres gobernadores, de los cuales Daniel era uno, a quienes estos sátrapas diesen cuenta, para que el rey no fuese perjudicado. Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y gobernadores, porque había en él un espíritu superior; y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino” (Daniel 6: 1-3).
Darío fue nombrado por Ciro para gobernar Babilonia, divide el reino administrativamente en 120 distritos, constituyendo en cada uno de ellos un gobernador o sátrapa. Sobre ellos tres gobernadores, a quienes debían dar cuenta de sus actos los 120 sátrapas, esto para no perjudicar a quien estaba al frente del reino. Actualmente se utiliza un sistema similar en algunos países, donde el rey o presidente coloca al frente a un primer ministro, quien es responsable de todos los actos de gobierno. En caso de suscitarse algún problema el rey o presidente no es el responsable. Leemos aquí que Daniel era superior a todos los gobernadores y sátrapas, y el rey pensó ponerlo sobre todo el reino, algo parecido a un primer ministro.
Entonces los gobernadores y sátrapas buscaban ocasión para acusar a Daniel en lo relacionado al reino, mas no podían hallar ocasión alguna o falta, porque él era fiel, y ningún vicio ni falta fue hallado en él.” (Daniel 6: 4).
Los gobernadores y los sátrapas se llenaron de envidia contra Daniel y buscaban oportunidad para destruirlo. No pudieron encontrar ni una sola falta en su accionar, porque él era fiel en todo lo que hacía dentro del gobierno civil de ese reino. Es indudable que en nuestros tiempos sería muy difícil para los verdaderos cristianos tener una conducta intachable como la tuvo Daniel, porque serían objeto de persecuciones de todo tipo por parte de aquellos que sí son corruptos.
“Entonces dijeron aquellos hombres: No hallaremos contra este Daniel ocasión alguna para acusarle, si no la hallamos contra él en relación con la ley de su Dios. Entonces estos gobernadores y sátrapas se juntaron delante del rey y le dijeron así: ¡Rey Darío, para siempre vive! Todos los gobernadores del reino, magistrados, sátrapas, príncipes y capitanes han acordado por consejo que promulgues un edicto real y lo confirmes, que cualquiera que en el espacio de treinta días demande petición de cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones. Ahora, oh rey, confirma el edicto y fírmalo, para que no pueda ser revocado, conforme a la ley de Media y de Persia, la cual no puede ser abrogada. Firmó, pues, el rey Darío el edicto y la prohibición” (Daniel 6: 5-9).
Vemos que prácticamente todos los gobernadores y sátrapas del reino de Babilonia se pusieron de acuerdo para destruir a Daniel. No habían entendido que su Dios era superior a cualquiera de los dioses que ellos adoraban. Pensaron que el poder de ese Dios era similar a cualquier dios pagano de ellos. El rey se sintió homenajeado por la oferta recibida de ser objeto de adoración exclusiva de todo el pueblo, sin excepciones, por lo que firma el edicto correspondiente sin problemas. También en la actualidad tenemos gobernantes que pretenden un trato similar de parte de sus súbditos, especialmente si no son creyentes en Cristo, ni creen en la infalibilidad de la Palabra de Dios, que dice que el único que merece toda alabanza y toda adoración es el Cordero de Dios, que dio su vida para nuestra salvación eterna.
Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes” (Daniel 6: 10).
Leyendo este párrafo podría pensarse que Daniel hizo esto para provocar a los otros pares, pero al leer que habría las ventanas para orar y dar gracias, “como lo solía hacer antes”, nos damos cuenta que no hubo ningún cambio en su forma de adoración. Recordemos que los judíos oraban tres veces al día, adorando en dirección al lugar en que se ubicaba la capital de su pueblo: Jerusalén, y en donde se ubicaba el templo, que a esa fecha estaba destruido.
Entonces se juntaron aquellos hombres, y hallaron a Daniel orando y rogando en presencia de su Dios. Fueron luego ante el rey y le hablaron del edicto real: ¿No has confirmado edicto que cualquiera que en el espacio de treinta días pida a cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones? Respondió el rey diciendo: Verdad es, conforme a la ley de Media y de Persia, la cual no puede ser abrogada. Entonces respondieron y dijeron delante del rey: Daniel, que es de los hijos de los cautivos de Judá, no te respeta a ti, oh rey, ni acata el edicto que confirmaste, sino que tres veces al día hace su petición” (Daniel 6: 11-13).
En este párrafo vemos que esos hombres lograron su objetivo, para destruir totalmente a ese Daniel, que se encontraba sobre ellos, y gozaba de mejor aprecio por parte del rey, gracias a su capacidad, y también porque realizaba sus tareas en el reino con total fidelidad.
Recordemos que Daniel a esa fecha ya era un anciano de más de ochenta años. Fue llevado prisionero en el año 605 Antes de Cristo, teniendo a esa fecha entre 15 a 20 años, y este acontecimiento sucede después del año 539 A. de Cristo, fecha en que Darío es nombrado gobernador de la provincia de Babilonia, o sea que Daniel tenía entre 81 y 86 años.
Otro cambio que vemos es el medio de ejecución. Los babilonios ejecutaban a los condenados a muerte por medio de un horno de fuego. Para los persas el fuego era algo sagrado, y por lo tanto los condenados a muerte eran arrojados a un foso con leones hambrientos.
“Cuando el rey oyó el asunto, le pesó en gran manera, y resolvió librar a Daniel; y hasta la puesta del sol trabajó para librarle. Pero aquellos hombres rodearon al rey y le dijeron: Sepas, oh rey, que es ley de Media y de Persia que ningún edicto u ordenanza que el rey confirme puede ser abrogado” (Daniel 6: 14-15).
El rey Darío se dio cuenta de que había caído en una trampa, y trató por todos los medios de librar a Daniel pero no pudo, ya que una ley firmada y sellada con el sello real debía ser cumplida. No había autoridad alguna que pudiera cambiar dicha norma o hacer excepciones. También hoy podemos tomar decisiones que podrían parecernos buenas, pero que al final resultan malas. Como cristianos debemos tener cuidado de que lo que hagamos esté de acuerdo con la voluntad de Dios y sus leyes.
“Entonces el rey mandó, y trajeron a Daniel. Y le echaron en el foso de los leones. Y el rey dijo a Daniel: El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre. Y fue traída una piedra y puesta sobre la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo y con el anillo de sus príncipes, para que el acuerdo acerca de Daniel no se alterase. Luego el rey se fue a su palacio, y se acostó ayuno, ni instrumentos de música fueron traídos delante de él, y se le fue el sueño” (Daniel 6:16-18).
El edicto del rey fue finalmente cumplido, siendo arrojado Daniel al foso de los leones. Vemos que el rey, pese a ser pagano, pone su esperanza en el Dios de Daniel. La frase que dice: “El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre” nos dice que el Rey Darío se había arrepentido de la mala decisión tomada. Las palabras del rey nos dicen también que Daniel no renegaba de Dios, sino que lo servía siempre, dando buen testimonio de su fe ante un mundo corrupto e incrédulo. Pronto llegará el día, cuando el anticristo tenga todo el poder, será un momento difícil de ser fiel a Dios, pero aquellos que tengan que pasar por esa prueba pueden tener la seguridad que el Señor no los abandonará en los momentos de prueba, como tampoco abandonó a Daniel en ese momento.
Es interesante ver que aquellos hombres que querían destruir a Daniel tomaron todos los recaudos para que la pena de muerte se cumpliera en su totalidad, y así se verían librados de ese funcionario que era un ejemplo de honestidad, requisito que ellos no cumplían, al igual que la mayoría de los funcionarios que están al frente de los gobiernos en la actualidad.
“El rey., pues, se levantó muy de mañana, y fue apresuradamente al foso de los leones. Y acercándose al foso llamó a voces a Daniel con voz triste, y le dijo: Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido librar de los leones? (Daniel 6: 20).
Darío no pudo dormir esa noche, pensando en lo acontecido, que en definitiva era su exclusiva responsabilidad. Se levanta muy de mañana para ir al lugar donde se encontraba el foso de los leones y pregunta con voz triste si Daniel había sido librado de esa muerte tan horrenda. Tenía la esperanza remota que el Dios de Daniel tenía el poder de librarlo de los leones hambrientos, cosa que él como rey no pudo hacer. Al decir “Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien continuamente sirves” está reconociendo el poder superior que tenía el Dios del cielo.
“Entonces Daniel respondió al rey: Oh Rey, vive para siempre. Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño, porque ante él fui hallado inocente, y aun delante de ti, oh rey yo no he hecho nada malo” (Daniel 6: 21-22).
Daniel prontamente responde a la pregunta del rey, afirmando que su Dios envió su ángel para salvarle su vida, manifestando además que ante ese Dios fue hallado inocente, y proclama ante el rey que él no había hecho nada malo como para merecer la pena de muerte.
“Entonces se alegró el rey en gran manera a causa de él, y mandó sacar a Daniel del foso; y fue Daniel sacado del foso, y ninguna lesión se halló en él, porque había confiado en su Dios” (Daniel 6: 23).
El rey ordena sacar del foso de los leones a Daniel, constatando que no había sufrido ningún daño, porque había confiado en su Dios. También nosotros debemos confiar en nuestro Dios, como lo hizo Daniel, ya que así daremos un buen testimonio del Dios a quien servimos, y por añadidura tendremos un lugar en el reino de los cielos, lugar que nos está preparando el mismo Señor Jesucristo.
“Y dio orden el rey, y fueron traídos aquellos hombres que habían acusado a Daniel, y fueron echados en el foso de los leones ellos, sus hijos y sus mujeres; y aún no habían llegado al fondo del foso, cuando los leones se apoderaron de ellos y quebraron todos sus huesos” (Daniel 6: 24).
El castigo recibido por aquellos hombres que habían denunciado a Daniel fue la muerte de ellos y sus respectivas familias, la misma muerte que ellos habían planeado dar a Daniel. Si bien parece excesivo el castigo que Dios les dio a esos hombres, no olvidemos que Daniel era un testigo fiel en medio de esa sociedad corrupta. También debemos tener en cuenta que algún día no muy lejano se terminará el tiempo de la gracia, sonará la trompeta de Dios, y vendrá el Señor Jesús, ya no como el siervo sufriente que dio su vida por los pecados del mundo sino como el Juez que juzgará a todas las personas que habitaron alguna vez esta tierra, según sus obras. Será la muerte eterna de todos los que no quisieron recibir a Jesús como Señor. Solo se salvarán aquellos que se arrepintieron de sus pecados y aceptaron el sacrificio de Jesús, y sí lo recibieron como el Señor de sus vidas.
“Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: Paz os sea multiplicada. De parte mía es puesta esta ordenanza: Que en todo el dominio de mi reino todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel, porque él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos, y su reino no será jamás destruido, y su dominio perdurará hasta el fin. El salva y libra, y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra; él ha librado a Daniel del poder de los leones. Y este Daniel prosperó durante el reinado de Darío y durante el reinado de Ciro el persa.
Darío termina reconociendo la superioridad de Dios sobre todos los dioses paganos que él adoraba. Le reconoce como Dios supremo y ordena a todos los habitantes de su reino que teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel., pero no lo recibe como su Dios y su Señor. Tampoco ordena que sea adorado como el único Dios, y que los dioses paganos sean desechados. Recordemos también que la escritura dice: “También los demonios creen, y tiemblan”.
El capítulo termina diciendo: “Y este Daniel prosperó durante el reinado de Darío y durante el reinado de Ciro el persa”. Los acontecimientos de este capítulo tienen lugar al comienzo del reinado de Darío, en una fecha cercana al año 538 o 539 Antes de Cristo. Daniel permanece algún tiempo en ese reino, pero posteriormente fue llevado por Ciro a Persia, donde pasa los últimos años de su vida.
ORACIÓN DE DANIEL POR SU PUEBLO
“En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos, en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años. Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza” (Daniel 9: 1-3).
Este acontecimiento ocurre en el primer año del reinado de Darío de la nación de los medos, que no tenía ningún parentesco con Darío el grande de Persia, quien gobernó entre los años 522 al año 486 Antes de Cristo, luego del fallecimiento de Daniel. Hace alusión a una profecía del profeta Jeremías: “Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar” (Jeremías 29: 10), y también: “Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años” (Jeremías 25: 11).
Si tenemos en cuenta que Daniel fue llevado cautivo a Babilonia en el año 605 Antes de Cristo, los 70 años se cumplirían en el año 535 Antes de Cristo. Hace su petición en el primer año del reinado de Darío, o sea el año 539 A. de C. Si bien no se habían cumplido los 70 años predichos por el profeta Jeremías, Daniel hace su oración de petición por el perdón de los pecados del pueblo judío en todos esos años, e implorando que el Señor de Señores los recuerde y les perdone sus pecados, y que en el tiempo señalado puedan retornar a su país.
Esta oración es contestada por Dios inmediatamente. Leemos en el libro de Esdras lo siguiente: “En el primer año de Ciro rey de Persia, para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, despertó Jehová el espíritu de Ciro rey de Persia, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito por todo su reino diciendo: Así ha dicho Ciro rey de Persia: Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de su pueblo, sea Dios con él, y suba a Jerusalén que está en Judá, y edifique la casa a Jehová Dios de Israel (él es el Dios), la cual está en Jerusalén. Y a todo el que haya quedado, en cualquier lugar donde more, ayúdenle los hombres de su lugar con plata, oro, bienes y ganados, además de ofrendas voluntarias para la casa de Dios, la cual está en Jerusalén” (Esdras 1: 1-4).
Con este decreto se reúne parte del pueblo que se encontraba disperso en Babilonia y partieron hacia la ciudad amada de Jerusalén con el objeto de reedificar el templo de Salomón que había sido destruido por los caldeos en el mes quinto a los siete días del mes, del año diecinueve de Nabucodonosor rey de Babilonia (año 586 Antes de Cristo).
“Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti. Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado, y no obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en sus leyes que él puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas. Todo Israel traspasó tu ley apartándose para no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios, porque contra él pecamos. Y él ha cumplido la palabra que habló contra nosotros y contra nuestros jefes que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros tan grande mal; pues nunca fue hecho debajo del cielo nada semejante a lo que se ha hecho contra Jerusalén. Conforme está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad. Por tanto, Jehová veló sobre el mal y lo trajo sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro Dios en todas sus obras que ha hecho, porque no obedecimos a su voz. Ahora pues Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te hiciste renombre cual lo tienes hoy; hemos pecado, hemos hecho impíamente. Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son oprobio de todos en derredor nuestro. Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, ¨Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo” (Daniel 9:4-19).
Leyendo y estudiando la oración de Daniel, nos damos cuenta que cumple con todos los requisitos para ser escuchado por Dios. Fue hecho con toda humildad, orando por sus propios pecados, luego por los de su familia y su casa, por las autoridades y por los de todo el pueblo. Haciendo un estudio profundo de la historia del pueblo judío (tanto Israel como Judá), vemos que constantemente desobedecían las leyes y ordenanzas que el mismo Señor les había señalado. Daniel reconoce en su oración ese pecado, y que el castigo sufrido por el pueblo era totalmente justo, pero intercede ante el Señor por perdón y misericordia.
En nuestra época también observamos que el mundo entero se está apartando de las leyes y ordenanzas dadas por Dios, cambiando muchas de ellas por otras totalmente contrarias a su voluntad, como ser el matrimonio igualitario, la relajación moral, corrupción en todos los órdenes, etc. Analizando profundamente la situación actual, todo el mundo debería implorar ante nuestro creador por perdón y misericordia, por los castigos que sobrevendrán a nuestro mundo antes de la venida de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Con respecto a la reconstrucción del templo, objetivo principal que tenían aquellos que volvieron de la cautividad, tuvieron un sinnúmero de dificultades. Fue comenzada la obra en el año 538 Antes de Cristo, suspendida por varios años, y comenzada nuevamente al entrar el Rey Darío el grande en el poder en el año 522 Antes de Cristo. Se completa la obra el tercer día del mes de Adar, en el año sexto del rey Darío (516 A. de Cristo), setenta (70) años y unos meses desde su destrucción, tal como lo había predicho el profeta Jeremías.
EL TIEMPO DEL FIN
“En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será liberado tu pueblo, todos los que se hallan escritos en el libro. Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” ( Daniel 12: 1-2).
No se incluyen en este trabajo todas las profecías sino solo algunas. Los dos primero versículos de éste capítulo se refieren a los tiempos del fin. Habla específicamente de la resurrección de todos los hombres que habitaron el planeta tierra desde la creación. Apocalipsis 20: 11- 15 trata este tema en profundidad.
“Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12: 3).
Estos son los que han creído en el plan de salvación diseñado por el mismo Dios para todos los hombres sin distinción. Los entendidos son los que aceptaron en sus corazones dicho plan de salvación.
“Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Daniel 12: 4).
Es posible que Daniel no entendiera dicho mensaje, por lo que el ángel le aclara que no se preocupe, dado que dicha profecía se cumplirá cuando sea el fin de nuestro mundo, cuando Jesús venga tal como lo prometió. Habla de que la ciencia se aumentará: Nunca antes la ciencia ha aumentado en forma tan vertiginosa como en los últimos años, especialmente a partir de mediados del siglo 20.
Y yo Daniel miré, y he aquí otros dos que estaban en pie, el uno a este lado del río, y el otro al otro lado del río. Y dijo uno al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río: ¿cuándo será el fin de estas maravillas? Y oí al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, el cual alzó su diestra y su siniestra al cielo, y juró por el que vive por los siglos, que será por tiempo, tiempos, y la mitad de un tiempo. Y cuando se acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas” (Daniel 12: 5-7).
Daniel ve otra señal, incomprensible para él. También se refiere al tiempo previo al fin. En tiempos de Daniel el pueblo judío pierde su libertad política, que no vuelve a recuperar hasta el año 1948 de nuestra era, o sea más de 2.500 años sin libertad, salvo un período de libertad relativa entre los años 164 al año 63 Antes de Cristo, en tiempos de los Macabeos, y la pierde nuevamente a manos del general romano Pompeyo que capturó Jerusalén y sometió todo el reino al dominio de Roma. Cuando leemos que “cuando acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas”, significa que a partir del año 1948 dará comienzo el tiempo del fin. Ese año se constituye nuevamente en nación el estado de Israel.
“Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas? El respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras está cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. Muchos será limpios, y emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán. Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días. Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días” (Daniel 12: 8-12).
Otra vez la duda de Daniel. Pregunta: “¿cuál será el fin de estas cosas?” Recibe la misma respuesta. No te preocupes, es para el tiempo del fin. Solo hay una cosa importante en esto: debemos estar preparados debidamente para cuando se produzca la venida de nuestro Señor.
“Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días” (Daniel 12: 13)
Un final feliz para una vida consagrada como la que vivió Daniel. La promesa de que se levantará para recibir su heredad al fin de los días es la promesa de vida eterna.
Ya se ha mencionado que Daniel pasó sus últimos años en Susa, capital del imperio persa. Allí falleció, se cree en el año 533 Antes de Cristo. En la obra “Atlas Culturales del Mundo –Mesopotamia – Volumen II, podemos leer la siguiente frase: “Susa siguió siendo una ciudad importante mucho después de la caída del imperio persa y la tumba de Daniel, al O. de la Acrópolis, es todavía un importante lugar de peregrinación”
Dicha información nos dice que Daniel es un personaje real, que vivió realmente en esa parte del mundo, fue en toda su vida un fiel siervo de Dios, es realmente un ejemplo de imitar.
Como podemos apreciar, el libro de Daniel nos relata parte de su vida, su fidelidad a Dios en cualquier circunstancia en que le tocó vivir. Él prefirió ofrendar su vida física, antes que renegar del Dios en quien creía. En este libro podemos ver cómo Daniel y sus amigos enfrentaron las dificultades, que pueden ser útiles para los tiempos que se avecinan donde el anticristo ejercerá su poder satánico en todo el mundo. Daniel pudo enfrentar en ese tiempo ese poder con la fuerza que El Señor le dio. Como resultado recibió la promesa de la Vida Eterna. Jesús nos ha prometido vida eterna a todos los que permanecen fieles hasta el final. Daniel propuso en su corazón ser fiel a Dios. Nosotros debemos proponernos serle fiel a Jesús y serle fiel hasta la muerte. Recibiremos la vida eterna, tal como lo prometió.
Alberto Juan Hillmann.
Esperanza, (Pcia. Sta. Fe) 07/05/2020
Hechos de Apóstoles
- Category: TEMAS BIBLICOS
- Hits: 1796
HECHOS DE LOS APÓSTOLES
TEMA 1) INTRODUCCIÓN
Podríamos decir que el Nuevo Testamento se divide claramente en dos secciones casi iguales. La primera parte se compone de los cuatro evangelios que relatan el nacimiento, la vida, la muerte, la resurrección y la ascensión de nuestro Señor Jesucristo.
La segunda, que comienza con la Epístola a los Romanos, tiene que ver con las iglesias que surgieron después de la ascensión de Jesús. Entre ambas secciones encontramos un libro que se llama: “Hechos de los apóstoles”
Autor: el autor de este libro es Lucas. (También es autor del evangelio que lleva ese nombre). Al principio ambos. vangelio y Hechos, eran una sola obra. Posteriormente al unir los cuatro evangelios, el libro de los Hechos de los Apóstoles quedó separado. Fue escrito aproximadamente entre los años 62 a 64 de nuestra era, teniendo en cuenta que no menciona la ejecución de Pablo.
La mejor manera de valorar este libro dándole su verdadera importancia es imaginarse una Biblia en la que el libro de los Hechos no figurara. Podríamos leer la vida de Jesús, iluminada por cuatro autores diferentes, y luego seguir con el libro de Romanos, y las demás cartas, escritas por varios autores. Es obvio que falta algo. Sin Hechos, el Nuevo Testamento salta, sin previo aviso, de una ordenada historia acerca de un hombre, Jesús, a un conjunto de cartas. El libro de los Hechos de los Apóstoles es una conexión entre la obra de Jesús, y esas cartas.
Su título sugiere que contiene la historia detallada del nacimiento de la iglesia, pero esto no es tan así. No es la historia de todos los apóstoles sino solo de algunos, en especial Pedro en los primeros capítulos y luego Pablo que pasa a ser el personaje principal en la segunda parte del libro. El tema central tiene que ver más con el testimonio que los apóstoles y otros discípulos dan acerca de la vida muerte y resurrección de Jesús. Se origina en Jesús mismo y se convierte en una fuerza irresistible cuando Dios envía su Espíritu a los que creen en él.
Se detalla allí como fueron gestándose las distintas iglesias, los problemas que surgían, y las soluciones que los apóstoles daban a cada uno de esos problemas.
Jesús mismo había trazado el plan maestro cuando pronuncia sus últimas palabras dichas en la tierra, y registrada en Hechos 1:8: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.” Este libro sigue ese plan.
Los primeros siete capítulos tienen como centro de atención a Jerusalén (hasta la muerte de Esteban); los cinco siguientes a Judea y Samaria; y el resto del libro, a partir del capítulo 13, comienza con el primer viaje misionero de Pablo, habla sobre la extensión del evangelio hasta los más remotos lugares de la civilización Romana, llegando en el capítulo 28 a la capital del imperio: Roma. También se visualiza el triunfo de la predicación del evangelio, que pese a las persecuciones de que fueron objeto los primeros cristianos, en tan solo unos 35 años de la ascensión, ese grupo de 12 discípulos, luego 120 (Hechos 1:15), que era el grupo inicial en el día de Pentecostés, pasan a ser una fuerza, incontenible, primero entre los judíos, luego en Asia, después penetra en la cultura griega, y llega a la capital del imperio romano.
Esta fuerza pujante que exhibió la iglesia primitiva, tal como se relata en este libro, puede ser de ejemplo para las iglesias actuales. Ellos siguieron ciertas pautas que bien pueden ser tenidas en cuenta para provocar un despertar en este mundo actual, que cada vez está más alejado de Dios.
El primer punto a tener en cuenta para que la iglesia cumpla adecuadamente con su misión en los tiempos actuales es que debe tener confianza en el cumplimiento de las promesas de Dios, tal como la tuvieron los primeros cristianos.
Promesa. (Del lat. promissa, pl. de promissus). f. Expresión de la voluntad de dar a alguien o hacer por él algo. Persona o cosa que promete por sus especiales cualidades. Augurio, indicio o señal que hace esperar algún bien. Ofrecimiento hecho a Dios o a sus santos de ejecutar una obra piadosa.. Der. Ofrecimiento solemne, sin fórmula religiosa, pero equivalente al juramento, de cumplir bien los deberes de un cargo o función que va a ejercerse
En la Biblia, la palabra Promesa generalmente se considera conectada con Juramento, o pacto.
Dios, en muchas oportunidades ha prometido cosas o hechos que tuvieron cumplimento efectivo. En los libros del Antiguo Testamento podemos trazar un esquema de las promesas divinas y su cumplimiento histórico. En esto se diferencia de los hombres y dioses paganos. Dios conoce y dirige el futuro. El punto de convergencia de las promesas hechas a Abraham, Moisés, David, etc., es Jesucristo. Todas las promesas se confirman en Él y por medio de él a la iglesia.
El Libro de los Hechos comienza con un breve detalle de los últimos momentos que Jesús pasó por este mundo, junto a sus discípulos, y les pide que queden en Jerusalén hasta el cumplimiento de una de sus promesas que se cumpliría en breve tiempo: “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hechos 1:4 - 5).
La promesa del Espíritu Santo la había realizado Jesús con anterioridad, antes de su crucifixión en Juan 14: 15-26. “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él. Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y los recordará todo lo que yo os he dicho”.
Durante el juicio de Jesús, su crucifixión, su muerte y posterior resurrección, los apóstoles prácticamente se olvidaron de sus enseñanzas y de sus promesas. Claro, ellos esperaban que Jesús cumpliría su ministerio sentándose en el trono de David y liberando al pueblo judío de la esclavitud de Roma.
En Lucas leemos el relato de dos discípulos que iban camino a Emaús: “Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? Respondiendo uno de ellos les dijo: ¿Eres tú el único forastero de Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron” (Lucas 24: 13-24).
Analizando esta conversación realizada por dos de los discípulos de Jesús de nos damos cuenta de que hasta ellos mismos esperaban que Jesús iba a proclamarse el Rey de los judíos, e iba a liberar al pueblo judío de la esclavitud en la que vivían hacía más de 600 años. Desde que el rey babilónico Nabucodonosor, tomara el país y destruyera el templo, en el año 586 antes de Cristo, habían perdido su libertad política y no la habían recuperado aún hasta esa fecha. Jesús se encarga de aclararles que él no había venido para ser Rey de Reyes en ese tiempo, sino que había venido para liberar a toda la humanidad de la esclavitud del pecado.
“Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardes de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24: 25-27).
Es evidente que sus discípulos no habían entendido las enseñanzas que Jesús les impartiera mientras duró su ministerio en esta tierra. mas él, en el mismo día de su resurrección, se encarga de recordarles sus enseñanzas, que coincidían plenamente con lo que de él decían las Sagradas Escrituras.
“Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras? Y levantándose en la misma hora volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y como le habían reconocido al partir el pan” (Lucas 24: 30-35).
Fue en ese día cuando los discípulos de Jesús comprendieron el motivo de su venida a este mundo, no como Rey sino como siervo, que terminaría su ministerio ofrendando su vida para la salvación de todos los hombres que creyeran en él. Comprendieron entonces cuán grande era el amor de Dios para con los hombres que estuvo dispuesto a mandar a su Hijo para que todos pudieran llegar a ser salvos y tener derecho a la vida eterna. Era el día de pascua de resurrección. Cincuenta días después de estos acontecimientos, en el día de pentecostés, nace la iglesia, que predica desde entonces al mundo lo que Jesús había hecho a favor de la humanidad, tarea que continúa hasta la fecha, y seguirá hasta que Jesucristo retorne a este mundo
. Después de la ascensión de Jesús, los discípulos continuaron en el aposento alto, donde moraban algunos de los discípulos, esperando la promesa de la venida del Espíritu Santo, prometido por el mismo Jesús, quién les guiaría en la titánica tarea de predicar ese evangelio de salvación a todos los hombres,.
“Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hechos 1:14).
Ellos, antes de iniciar la gran obra de predicación del evangelio de salvación de Jesucristo a todo el mundo, comenzaron con un período de oración, en forma unánime, (o sea sin discrepancias), todos con el mismo sentir, todos sujetos completamente a la voluntad del Señor Jesús.
En éste versículo se nombra a María, la madre de Jesús. Es la última vez que se la menciona en la biblia..
TEMA 2) EL NACIMIENTO DE LA IGLESIA
Cincuenta días después de la pascua judía, se celebraba otra fiesta importantes: Pentecostés, o también llamada Fiesta de las Semanas. Según una tradición rabínica, la Fiesta de las Semanas celebraba el aniversario de la entrega de la Ley en el Sinaí. En la festividad de ese año, fue utilizada por el mismo Dios para hacer oír su voz por todas las naciones de la tierra, que vinieron ese año a conmemorar dicha fiesta (Setenta según el cómputo rabínico).
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se le aparecieron lenguas repartidas como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les deba que hablasen” (Hechos 2:1-4).
Como vemos, estaban todos unánimes juntos, tal como les había solicitado el Divino Maestro, diez días antes, en el día de su ascensión a los cielos para estar con el Padre. Estaban todos esperando el cumplimiento de su promesa, teniendo confianza plena en su efectivo cumplimiento. Así debiéramos tener confianza en el día de hoy, nosotros, los que creemos en él y esperamos su pronta venida.
El versículo cuatro dice que todos “Fueron llenos del Espíritu Santo”. No podemos decir que era la primera vez que interviene el Espíritu Santo. La confesión de Pedro que dijo: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios Viviente”, también surge por el mismo poder, según palabras de Jesús.
En esta oportunidad aparece en forma impactante para la gran cantidad de personas judías de todos los países que se encontraban en ese momento en Jerusalén.
“Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo” (Hechos 2:5).
Por la desobediencia del pueblo judío al Dios verdadero, muchos de ellos fueron transportados muchos siglos antes de estos acontecimientos, primero Israel por el imperio Asirio, y luego Judá por el Babilónico. Con Esdras y Nehemías vuelven solo algunos. La mayoría queda en esos y otros países, adoptando su lengua y su cultura, Por esa razón la mayoría no entendía el idioma hablado en Jerusalén.
Luego de escuchar el estruendo se reúnen para averiguar lo que había acontecido. Se mencionan muchos de los países de donde ellos provenían: “Y hecho este estruendo, se juntó la multitud y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad. ¿No son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, Medos, Elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?” (Hechos 2: 6-12).
¿Qué importancia puede tener este acontecimiento en los tiempos actuales?
Lo importante de esto, para nosotros hoy, es que los apóstoles, y otros creyentes, en número de 120 confiaron en que las promesas de Jesús se cumplirían. Esperaron 10 días para esto. Así nació la primera iglesia. Con el advenimiento del Espíritu Santo en ese día y en forma milagrosa, recordaron las enseñanzas de Jesús en su totalidad. Comenzó así la gran expansión que en poco más de 30 años cubrió gran parte del mundo entonces conocido.
Es importante resaltar que “todos escucharon el mensaje de salvación en su propio idioma, y pudieron comprender perfectamente el mensaje dado por los apóstoles. También es de destacar que hablaban en un idioma que cada uno conocía. Actualmente hay grupos en donde algunos hablan en “lenguas” pero que a los oídos de quienes los escuchan son extrañas, no entendiendo por ende el significado de lo que se dice. Es evidente que al hablar en lenguas, el mensaje dado debe ser entendido por todos los que escuchan el mensaje dado, Caso contrario no tendría ningún sentido. Jesús, durante su ministerio terrenal siempre habló con mensaje simple y claro, de modo que todos los que escuchaban sus palabras las pudieron entender.
Además debemos considerar la importancia de la fecha en que ocurrió. En ese día, como ya fue mencionado, había en Jerusalén prosélitos de muchas naciones, cercanas y lejanas, según hemos mencionado, que al retornar a sus respectivos lugares llevaron consigo la experiencia vivida. Resultó más fácil a los apóstoles, en especial a Pablo, proclamar el mensaje de Salvación en esos lugares.
Nosotros hoy, tal como lo hicieron los apóstoles, debemos confiar asimismo en dichas promesas, pues Dios jamás dejó de cumplir ninguna de ellas.
“…y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat.28:20)
“Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles; sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación” ”El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2da. Pedro 3:1-4; 9; 13).
Mientras los primeros cristianos esperaban la promesa de la nueva venida de Cristo, y los nuevos cielos y la nueva tierra, la iglesia se lanzó a la obra misionera con la seguridad de su presencia, y con las noticias de que la promesa del Padre, el Espíritu Santo fue dado tanto a judíos como a gentiles. Se cumple así la promesa hecha a Abraham, de bendición universal a todos los pueblos de la tierra. La promesa se relaciona con la fe. Y está a disposición de todos los que, al imitar la fe de Abraham, se convierten en “hijos de la promesa”.
Nosotros como seguidores de Cristo debemos tener la misma confianza en el cumplimiento de las promesas de Dios, esperando por un lado su venida, pero continuando mientras tanto con la tarea encomendada por Jesús antes de partir de este mundo para estar junto al Padre Celestial. Hagamos esa tarea, cada uno en su ámbito y por medio de los dones que ha recibido. Si no claudicamos tendremos una iglesia pujante y victoriosa tal como lo fueron las distintas iglesias que nacieron con la predicación realizada por los apóstoles primero y luego sus seguidores.
TEMA 3) LA PRESENTACIÓN DEL MENSAJE
Para que la iglesia cumpla adecuadamente con su misión en los tiempos actuales, debe seguir ciertos parámetros, normas o pautas que siguieron los apóstoles en el primer siglo, quienes cumplieron fielmente con las instrucciones impartidas por el Divino Maestro, y cuyos ejemplos y resultados podemos ver en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Debe ser realizada por personas transformadas como Pedro.
“Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán, y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hechos 2: 14-21).
“Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no será conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; Me llenarás de gozo con tu presencia” (Hechos 2: 25-28).
“Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies” (Hechos 2: 34-35).
El apóstol Pedro había dado muestras de ser un hombre muy impulsivo antes de que ocurrieran estos acontecimiento, Durante el arresto de Jesús, Pedro actuó con violencia cuando vio que el Señor Jesús sería arrestado:: “Simón Pedro tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha” (Juan 18:10), pero frente a la desaprobación del Maestro, huyó del lugar al igual que los demás discípulos Lo sigue de lejos y termina negando por tres veces que lo conocía, tal como lo había anunciado el Señor.
Después de la resurrección, el Apóstol Pedro tiene un encuentro especial con Jesús: “Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez; ¿Me amas? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: apacienta mis ovejas” (Juan 21:15-17). Vemos aquí que el mismo Jesús le restaura en su puesto como Apóstol. Ya no es tan impulsivo como antes. Con el poder conferido por el mismo Señor Jesucristo por medio del Espíritu Santo, les predica en ese día de pentecostés, un mensaje desafiante que sólo podía ser pronunciado por una persona transformada por el poder de Dios.
Debe ser realizada por personas capaces de contradecir las calumnias.
“Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día” (Hechos 2: 14-15).
Ya desde sus comienzos, el pueblo de Dios que deseaba seguir a Cristo fue víctima de las calumnias. Ante la maravillosa obra provocada por el Espíritu Santo, algunos llegaron a decir que los apóstoles estaban “borrachos”. Los dos aspectos relacionados con la contradicción de dicha calumnia son todo un ejemplo para la iglesia contemporánea, la iglesia de hoy:
Las calumnias deben contradecirse partiendo de una sólida comunión. (Hechos. 2.14).
Pedro fue quien llevó la voz cantante, pero los “once” estuvieron al lado de él, dándole todo su respaldo. Una iglesia con un liderazgo unido de forma monolítica como vemos en este caso hace frente a cualquier tipo de conflicto, con una visión victoriosa.
Las calumnias deben contradecirse con argumentos contundentes. (v.15)
Muchas veces, como resultado de una mal entendida espiritualidad, las iglesias cristianas no salen a contradecir contundentemente las calumnias que se levantan en su contra. Aquí vemos a Pedro, valiéndose de la lógica más elemental para contradecir a quienes los calumniaban: ellos no podían estar borrachos pues eran apenas las nueve de la mañana.
Debe ser presentada con una clara fundamentación bíblica.
“Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo” (Hechos 2: 16-21).
Más allá de los argumentos lógicos, lo que más le interesó a Pedro fue explicar cuál era la fundamentación escritural de lo que había sucedido. Con nosotros debe pasar lo mismo. Todo lo que decimos debe ser fundamentado bíblicamente. Las Escrituras se referían a la obra milagrosa de Dios. Para explicar lo que había sucedido, Pedro cita al profeta Joel (2:28-32) según la Septuaginta (versión griega del Antiguo Testamento, llamada así porque fue efectuada por setenta sabios). Hace ver cómo lo acontecido no es más que el cumplimiento de lo profetizado varios siglos atrás. Es evidente que la relación con lo sucedido en Pentecostés se limita a los versículos 17 y 18, pero es posible que Pedro cite todo el texto para enfatizar el llamado a la salvación que figura implícitamente en el versículo 21.
Además Pedro mostró con sus dichos el fiel cumplimento de las profecías mesiánicas
“Porque David dice de él: veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; Me llenarás de gozo con tu presencia” (Hechos 2: 25-28).
“Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies” (Hechos 2: 34-35).
El Apóstol Pedro citó dos salmos atribuidos a David, el 16 y el 110, para hacer ver cómo la muerte, resurrección y exaltación de Cristo formaban parte del plan de Dios, mucho antes de que se produjeran concretamente. Esto es lo que deben hacer los predicadores en el día de hoy: todo lo que se diga tiene que estar fundamentado en la Palabra de Dios, sin agregados de ninguna naturaleza.
Debe hacer énfasis en la resurrección y el señorío de Jesucristo.
Ya en este primer sermón el apóstol Pedro se refiere a los dos temas centrales de la proclamación del evangelio: la resurrección y el señorío de Cristo, que nunca debieron ceder su lugar a otros énfasis dentro de la iglesia cristiana.
La vida de Jesús demostró la aprobación de Dios. “Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis” (Hechos 2: 22).
Pedro destacó que Jesús había demostrado plenamente la aprobación de Dios mediante las obras poderosas que hizo mientras estaba en este mundo. (Una traducción más precisa de la palabra griega Dynamis; “maravillas”, según la versión Reina Valera del 60), los prodigios y las señales (de la palabra griega traducida así, semeion, proviene del término “semiología”: parte de la medicina que estudia los síntomas) que había realizado durante su ministerio terrenal.
La muerte de Jesús formó parte de los planes de Dios: “A este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hechos 2:23).
Jesús no sufrió porque el Padre se haya descuidado y haya dejado que se impusieran los intereses políticos de los herodianos o la confabulación de los fariseos y de los saduceos acompañados por la pasividad del procurador romano. No. El murió porque para eso vino. De allí la expresión tan especial de Juan 19:30: “entregó el espíritu” y no “exhaló el espíritu”, con la que generalmente se señala en griego la muerte de alguien.
La resurrección de Jesús confirmó su naturaleza divina: “Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella” (Hechos 2: 24)
Al levantarse triunfante de la muerte, Jesús demostró que era quien dijo ser, el Hijo de Dios. Y la convicción de que esto era así llevó a Pedro, a los apóstoles y a la iglesia primitiva en general, a una visión de triunfo. Hoy en día debemos volver a tener esta visión de la resurrección de Jesús. La iglesia cristiana contemporánea no debe conformarse con recordar la resurrección de Jesús el domingo de Pascua. Para cumplir con su misión la iglesia debe señalar constantemente la resurrección como fundamento de su fe. Bien expresó el apóstol Pablo escribiéndole a los corintios: “si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (1 Cor. 15:14). Así también nosotros debemos predicar el evangelio de salvación, sobre la base de la resurrección de Jesús en el día de Pascua. Así también resucitaremos en el día postrero, y estaremos siempre con él.
Debe resaltar que la victoria de Jesús sobre la muerte le ha hecho Señor..
Así como Jesús había recibido la máxima humillación al morir en la cruz por nuestros pecados, así también con su resurrección de entre los muertos recibió la máxima exaltación de Dios, el Padre. En su segunda venida vendrá a buscar a los suyos, no como un siervo sufriente, sino como Rey de Reyes y Señor de Señores.
Dios lo exaltó a su diestra: “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís” (Hechos 2: 32-33).
Después de la ascensión de Jesús, fue llevado ante el Padre Eterno, sentándose a su diestra, y desde ese lugar de privilegio intercede por cada uno de nosotros, desde esa fecha hasta ahora, y lo continuará haciendo hasta que suene la trompeta que marcará el momento preciso en que volverá a buscar a los suyos. Desde ese lugar envió ese día al Espíritu Santo prometido, quien se encarga de recordar a los apóstoles todo lo que les había enseñado, y les da el valor de llevar su evangelio hasta lo último de la tierra,
Lo indica como el ungido de Dios: “Sepa pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36)
La victoria de Jesús sobre la muerte fue también una clara demostración de que era el Cristo, el Mesías tantas veces prometido y anunciado en el Antiguo Testamento.
El hecho de distanciarse de ese girar en torno al señorío de Cristo, ha sido fatal para las iglesias que así lo han hecho. Para cumplir con esta misión toda iglesia cristiana debe proclamar el Señorío de Cristo, siguiendo el ejemplo de los ángeles que así lo anunciaron cuando se refirieron a su nacimiento: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO, el Señor” (Lucas 2:11) y del apóstol Pablo que condicionó la salvación a la confesión oral del señorío de Jesús: “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9) reflejando con ello lo que era el centro mismo de la predicación de la iglesia primitiva.
La predicación del mensaje debe conducir al arrepentimiento de los pecados
La iglesia cristiana que quiera cumplir con su misión de acuerdo con la voluntad de Dios debe atender cuidadosamente las lecciones que extraemos de este mensaje de Pedro. La proclamación del evangelio de Jesucristo debe conducir necesariamente al arrepentimiento de los pecados de quienes escuchan la palabra de Dios, por lo que aquí no vemos esas frases ambiguas con la que más de un predicador de campañas trata de convencer a su auditorio hacia la toma de una decisión que sirve más a su ego y a inflar las estadísticas que al crecimiento del reino de Dios.
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? (Hechos 2:37).
El arrepentimiento parte de la conciencia de pecado: Si una persona no ha tomado conciencia de los resultados de su naturaleza pecaminosa no se puede arrepentir. Es por eso que todo predicador debería procurar ser un instrumento del Espíritu Santo para que sus oyentes no renacidos se convenzan “de pecado” y puedan reaccionar como aquellos que escucharon a Pedro: sus corazones habían sido trasladados (este es el sentido original del verbo traducido “compungieron”) de tal manera que les preguntaron a los apóstoles qué debían hacer.
Pedro Les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2: 38).
El arrepentimiento garantiza perdón, y nueva vida. El arrepentimiento, y no el arrepentimiento más el bautismo, es el que garantiza el perdón de nuestros pecados y la posibilidad de una nueva vida al recibir “el don del Espíritu Santo”. El bautismo es mas bien una señal externa o testimonio del arrepentimiento tal y como lo vemos en el v. 41. El pasaje nos habla de un sermón. Cada creyente debería tomar en cuenta este modelo, sobre todo en cuanto a que el centro de la predicación sea Jesús. Es por eso que las iglesias que cumplan bien con su misión, son aquellas en las que sus miembros practiquen un testimonio, una predicación, una proclamación cuyo centro sea única y exclusivamente Jesucristo.
Como resultado de ese primer mensaje en el día de Pentecostés, se agregan a los Apóstoles tres mil personas en un solo día: “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hechos 2: 41).
TEMA 4) LAS PERSECUCIONES
Otro de los temas que encontramos en el Libro de los Hechos, que abarca el capítulo 3 y parte del 4, nos relata la historia de la curación del cojo y sus implicancias posteriores, como ser la primera persecución de que fue objeto la primera iglesia. Encontramos en estos textos cómo enfrentaron los apóstoles dicha persecución, lo que puede servirnos de ejemplo para nosotros en la actualidad.
Cuenta la historia que en una oportunidad, uno de los genios militares más grandes de todos los tiempos, Alejandro Magno, estaba enfermo de fiebre. Su médico personal le preparó una medicina para la ocasión. En el preciso momento en que debía tomar la medicina preparada, Alejandro Magno recibió una carta anónima en la que se acusaba al facultativo de traidor. El Rey leyó la carta y luego se la dio a leer al médico. Mientras éste lo miraba sorprendido sin poder decir palabra ante dicha circunstancia, Alejandro tomó la medicina ofrecida. Poco tiempo después desaparecía la fiebre del rey, gracias a la confianza que había depositado en su médico personal.
Mucho mayor que la confianza que depositó Alejandro Magno en su médico, es la que la iglesia debe depositar en Jesucristo. Por eso, porque ese Jesucristo es nuestro Señor y nuestro Rey, al cumplir con su misión encomendada por ese Señor a quien seguimos, que es el de predicar el evangelio a toda criatura, toda persona convertida, toda iglesia cristiana, debe estar preparada y dispuesta a enfrentar con valentía la persecuciones que puedan surgir.
La persecución es la reacción satánica frente a una iglesia activa
Es una realidad el hecho de que apenas una iglesia comienza a comprometerse en serio con el Señor y a cumplir, por ende, con su misión, inmediatamente empieza a tener dificultades, o las que tiene se ven aumentadas en gran manera. En la actualidad, en algunos países continúan las persecuciones que incluso llevan a la muerte a aquellos que no reniegan de su fe. En otros casos consisten en burlas, desprecio hacia quienes desean seguir las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, tildando a los cristianos de anticuados, etc.
Los cristianos deben ser activos y atender las necesidades físicas de sus miembros
“Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama La Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna” (Hechos 3: 1-3).
Pedro y Juan se dirigían a las tres de la tarde para participar de la oración que se realizaba en el templo cosa que hacían con regularidad. En una oportunidad se encontraron con un hombre con una necesidad física que requería ser satisfecha urgentemente: estaba lisiado de sus pies y por ende nunca había caminado y subsistía gracias a las limosnas que recibía por parte de aquellos que ingresaban en el templo. Aquel hombre vio en Pedro y en Juan a dos personas que le podían ayudar con sus limosnas. En realidad ese hombre inválido no esperaba otra cosa que esa ayuda para su subsistencia. Pero los apóstoles le darían mucho más que esto: serían instrumentos mediante los cuales la gracia divina le permitiría empezar a caminar.
Se debe dar una respuesta adecuada a las necesidades físicas de sus miembros
Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo; míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: no tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido. Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón” (Hechos 3: 4-11)
Pedro y Juan pudieron decir simplemente que ellos no tenían dinero como para darle al cojo la limosna que él esperaba. Como muchos hoy, podrían haber mirado a otro lado, o disculparse por no poder hacer nada por el lisiado. Sin embargo Pedro y Juan se interesaron por el necesitado que Dios había puesto en su camino y en el nombre de Jesucristo le proveyeron de una solución total. En nuestros días encontramos muchas personas con necesidades físicas insatisfechas, como ser falta de alimentos, de ropas para cubrir su cuerpo o protegerse del frío, medicinas, etc. También hoy los que se consideran verdaderos cristianos deben ayudar a esos necesitados, atendiendo sus necesidades físicas para que, de ese modo, puedan conocer al Señor Jesucristo por medio de nuestras acciones y nuestra predicación que podemos dar en ese momento. El Señor Jesús en todas las ocasiones en que ayudaba físicamente a algún necesitado, también atendía sus necesidades espirituales, ya que en la mayoría de las ocasiones las enfermedades o problemas que podemos tener, tienen relación con algún problema espiritual.
Se deben atender las necesidades espirituales,
“Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: varones israelitas, ¿Por qué os maravilláis de esto? ¿O por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a este? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros” (Hechos 3: 12-16).
Pedro y Juan no se atribuyeron un poder personal, sino que apuntaron a quien era el verdadero sanador, al “autor de la vida”: o sea Jesucristo. De igual manera los líderes cristianos y las iglesias actuales deben reconocer que toda satisfacción que puedan lograr, tienen como fuente el amor y el poder de Dios y no una virtud personal o grupal. Debemos reconocer ante el mundo que lo que hacemos en beneficio de otros, atendiendo sus necesidades, tanto físicas como espirituales, es por el amor que tenemos hacia nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien nos da la capacidad de actuar de esa forma. Recordemos que la predicación del evangelio no siempre se realiza con palabras elocuentes, sino con una vida consagrada a nuestro Dios. Aquellos que nos rodean y que no han aceptado a Jesús como Salvador y Señor de sus vidas nos ven y pueden llegar al conocimiento de la verdad con ver la forma en que vivimos, no para nosotros mismos sino que con nuestra vida servimos al Divino Maestro.
Los predicadores deben llamar al arrepentimiento y a la conversión.
“Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo. Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo. Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: en tu simiente serán venditas todas las familias de la tierra. A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad” (Hechos 3: 17-26).
Así como Pedro aprovechó la oportunidad que provocaba la admiración de la gente, para predicar el verdadero mensaje de salvación, y que ese Jesús que era el centro de la predicación de los apóstoles fue anunciado por la mayoría de los profetas del antiguo testamento, las iglesias actuales deberían relacionar todo su quehacer con un constante llamado al arrepentimiento y la conversión, porque aunque podamos gozarnos de contribuir a satisfacer las necesidades físicas, debemos ser conscientes de que mucho más importante es satisfacer las necesidades espirituales. Además debemos tener en cuenta que, según las escrituras el hombre es un ser integral con necesidades a satisfacer., tanto físicas como espirituales. Si leemos los evangelios que nos cuentan la vida y obra de Jesús, veremos que él utilizó este sistema para predicar el evangelio de Salvación. El proveía de bienes materiales a quienes lo necesitaban, pero ponía mucho más énfasis a la parte espiritual del hombre, que lo lleva al arrepentimiento de los pecados cometidos, a aceptar su obra expiatoria en la cruz, e iniciar una nueva vida que nos llevará en el futuro a vivir por la eternidad con él.
Hay una historia que nos cuenta el apóstol Juan, lo que buscaba realmente la gente: “Y hallándose al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Juan 6: 25-29).
En el capítulo 6 del evangelio de Juan, se encuentra descripto la historia de la alimentación de los cinco mil. Luego del milagro realizado, Jesús se retira al monte solo mientras los discípulos entran a una barca para ir al otro lado del mar de Galilea. Jesús se les reúne después, caminando sobre las aguas, y así llegan al lugar adonde iban. La gente que estuvo en ese lugar y fue testigo del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, busca a Jesús hasta encontrarle. Es en esa oportunidad en que se entabla ese diálogo entre la gente y Jesús. El Señor les recalca que lo estaban buscando porque querían aprovecharse de los bienes materiales recibidos. Él les dice que debían buscar primeramente los bienes espirituales. En esa oportunidad les subraya que debían realizar las obras de Dios, que consiste en creer en Jesucristo, en su obra redentora que habría de realizar por todos los hombres del mundo.
Las persecuciones no deben frenar los frutos del Pueblo de Dios
“Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos. Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde. Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil” (Hechos 4: 1-4).
Los dirigentes religiosos judíos se sintieron profundamente molestos por lo efectuado por Pedro y Juan. De allí que procedieron a encarcelarlos de inmediato. Sin embargo “muchos de los que habían oído la palabra, creyeron” También en el día de hoy podemos sufrir persecuciones, tanto físicas como psicológicas, para tratar de frenar la predicación del mensaje de salvación. Satanás sabe que tiene poco tiempo, por lo que hará todo lo posible para entorpecer la obra del pueblo de Dios, para que no puedan entrar en el reino de Dios que nuestro Señor Jesucristo está preparando para todos los que creen en él. Vemos que al final del versículo cuatro menciona que el número de convertidos en ese día eran como cinco mil varones, sin contar las mujeres y los niños. También en el día de hoy este hecho nos debe incentivar para que continuemos hablando de Cristo, de su plan de Salvación, de su obra expiatoria en la cruz, que puede llevar al pie de la cruz a mucha gente. Esto debemos hacer para cumplir con el mandato que el mismo Jesús impartiera a los discípulos antes de su ascensión a los cielos. Hagámoslo así.
La persecución no puede detener los frutos de la iglesia.
“Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, y el sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes, y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre habéis hecho vosotros esto? Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre, de qué manera éste haya sido sanado, sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo” (Hechos 4: 5-11).
En vez de reaccionar con argumentos netamente humanos, Pedro y Juan volvieron a insistir en que solamente habían sido los instrumentos en las manos de Jesucristo: era su poder y no el poder de los apóstoles el que había logrado la sanidad del inválido. También en nuestros días podemos sufrir este tipo de persecuciones, tratando de que el verdadero evangelio de Jesucristo no sea predicado con claridad, que aquellos que se encuentran perdidos y/o con dudas no puedan llegar a la verdad, pero no debemos claudicar aunque nos amenacen. El Señor espera que nosotros, sus verdaderos hijos cumplamos con nuestra tarea de predicar ese mensaje de salvación hasta lo último de la tierra. Recordemos que éste es el requisito que debe cumplirse para que el venga a buscar a su iglesia: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).
La persecución no debe detener los frutos del la predicación hecha por los siervos del Señor.
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
Alguien ha dicho que uno sostiene sus opiniones, pero las convicciones lo sostienen a uno. Pedro y Juan sostuvieron con convicción su pensamiento, destacando que aquel Jesús a quien eran fieles y por quien el cojo había sido sanado era el único con capacidad de dar plena salvación.
Frente a lo que un autor contemporáneo ha llamado “el supermercado de las sectas”, debido a su diversidad y a la posibilidad de que cada hombre encuentre alguna que se ajuste a sus condiciones como un traje a medida, es importante que el pueblo de Dios proclame con convicción que sólo Jesucristo salva. Lejos de dejarse arrastrar por las ideas predominantes en nuestros días, en que se da importancia a otros temas, como lo social, las necesidades físicas, la salud, etc. que también son importantes, las iglesias cristianas deben insistir en que sólo Cristo puede salvar y que más que una religión, lo que el hombre necesita es un encuentro personal con el Hijo de Dios.
La persecución de los saduceos no pudo frenar la conversión de más personas mediante el ministerio de los apóstoles, ni el fervor de Pedro y Juan. El número de convertidos siguió aumentando. En la actualidad, ninguna persecución, sea esta directa o indirecta, puede frenar los frutos de los que hemos recibido la antorcha de quienes nos precedieron en la fe.
Las Persecuciones son derrotadas por la firmeza de sus líderes
“Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús” (Hechos 4:13).
Pedro y Juan eran “hombres sin letras y del vulgo”, o sea que no habían seguido estudios rabínicos y eran, además, hombres comunes, del pueblo. Sin embargo enfrentaron a las autoridades religiosas judías con denuedo, o sea con valentía, con osadía, con entereza, porque “habían estado con Jesús”. Esa comunión con el Señor era palpada por sus adversarios como debe ser palpada por aquellos que se oponen a nuestro ministerio, al ministerio de la iglesia, en la actualidad. Esto demuestra que no es necesario tener estudios universitarios o superiores para predicar el mensaje de salvación. Tanto Pedro como Juan eran en sus orígenes simples pescadores.
“Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían decir nada en contra” (Hechos 4: 14).
El que había sanado estaba allí, con ellos, y por eso no podían decir nada en contra. Los perseguidores se quedaron sin argumentos. Sería bueno que nuestro ministerio, en la actualidad. fuera de tal calidad, con frutos tan evidentes, que dejemos sin argumentos a nuestros adversarios y oponentes.
“Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. Ellos entonces les amenazaron y les soltaron, no hallando ningún modo de castigarles, por causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho, ya que el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad, tenía más de cuarenta años” (Hechos 4: 19-22).
La respuesta de Pedro y de Juan ante las amenazas de sus perseguidores fue categórica: no podían desobedecer a Dios dejando de decir lo que habían visto y oído. Y esta es la base de la firmeza de los líderes cristianos y demás creyentes en todo tiempo y lugar: el disponerse a obedecer al Señor. Cuando asumimos esta disposición no hay ninguna amenaza que nos pueda apartar de nuestro camino.
El Triunfo sobre la Persecución y la Comunión
“Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho” (Hechos: 4:23).
Es emocionante ver con los ojos de nuestra imaginación a Pedro y Juan dirigirse hacia donde estaban los demás cristianos y contarles las amenazas recibidas. ¡Qué lección espiritual encontramos en ese posesivo “suyos” que traduce la palabra griega “idios” que significa también propio, particular, privado. Los líderes cristianos pueden tener mucha fidelidad y firmeza, pero necesitan el respaldo del resto de los hermanos que integran una congregación. Es importante por lo tanto que los integrantes de una congregación oren a Dios suplicando que quienes tengan la responsabilidad de predicar la palabra o estar al frente de esa congregación, sean investidos el Espíritu Santo para realizar su tarea conforme a la voluntad de Dios.
“Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que por boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo. Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera” (Hechos 4: 24-28)
La reacción de los creyentes de Jerusalén fue reconocer que el poder creador de Dios (v.24) y su control sobre la historia (v. 25-28) evidenciaban que él y solamente él es el Señor del universo, el Soberano que rige el destino de la humanidad. Hoy, como ayer, debería poder decirse lo mismo de los hijos de Dios. También hoy los cristianos deben tener la confianza plena en Dios y su Hijo Jesucristo,creer que Él tiene el control de todo lo que sucede en este mundo y no hay nada que escape a su voluntad.
La Petición: más coraje y más milagros.
"Ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús” (Hechos 4: 29-30).
Cuando los creyentes de Jerusalén reconocieron la soberanía de Dios, hicieron una petición: le rogaron al Señor que les diera más coraje para hablar de Jesús y predicar su evangelio. Esto en el marco de la obra milagrosa de Dios. Si bien en la actualidad ya no suceden esos milagros, como lo hicieron Pedro y Juan, pero sí se puede predicar el mensaje de salvación a todos los hombres, porque esto es lo que El Señor requiere de nosotros: predicar el mensaje hasta lo último de la tierra, de manera que todos los habitantes de este mundo puedan escuchar este evangelio de salvación.
La respuesta recibida estuvo acorde con la petición
“Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y hablaban con denuedo la palabra de Dios” (Hechos: 4:31).
Los cristianos perseguidos no le pidieron a Dios que eliminara sus problemas. No. Todo lo contrario, pidieron tres cosas relacionadas con su testimonio y recibieron las respuestas tal y como lo solicitaron: pidieron que Dios considerara las amenazas y él hizo temblar la cosa donde estaban; que Dios extendiera su mano con señales y él los llenó con su Espíritu; y que Dios les diera firmeza y osadía para predicar y eso es lo que hacen después de verse fortalecidos en su fe y en su valor.
De una y otra manera los cristianos, si somos fieles y cumplimos con nuestra misión somos y seremos perseguidos de alguna manera, tal vez en forma muy subjetiva, que casi no nos damos cuenta, que pueden ser burlas, desprecio, etc. Nuestra reacción frente a esas persecuciones debería ser igual o similar a la que tuvieron los cristianos de Jerusalén.
TEMA 5) LOS PROBLEMAS INTERNOS
Las Iglesias deben resolver sus problemas internos
En muchas ocasiones los problemas que enfrenta la iglesia son externos, como puede ser la persecución, las trabas, las críticas de los no creyentes, etc. pero en la mayor parte de los casos los problemas más serios y graves que debe enfrentar una iglesia son los problemas internos.
La iglesia primitiva enfrentó en sus comienzos dos problemas internos muy serios: aquel que proviene de aquellos que atentan contra la pureza, y de los que promueven el espíritu de división
Tener en cuenta esos ejemplos de la iglesia de Jerusalén en estos aspectos nos ayudará a que las iglesias cristianas de la actualidad cumplan mejor con su misión. Si desde los comienzos del cristianismo se hubieran tenido en cuenta los ejemplos dejados por los apóstoles, no tendríamos en la actualidad tantas divisiones o grupos de cristianos.
Las iglesias deben disciplinar a aquellos que atentan contra la pureza:
Disciplina es una palabra que por lo general provoca reacciones negativas en aquellos que la escuchan o que la leen. Sin embargo todo discípulo (nosotros somos discípulos de Cristo) debe atenerse a una disciplina determinada.
En una familia es indispensable tener algún tipo de disciplina. Pensemos por un momento en un hogar donde cada uno hace lo que quiere, sin considerar a los demás que habitan en ese lugar. Lo ideal es que los padres impartan disciplina a sus hijos para encaminarlos por la senda correcta. Los niños deben ser enseñados para que aprendan donde terminan sus derechos y comienzan los derechos de los demás. Podemos observar que en la actualidad la disciplina impartida se ha relajado mucho. En Proverbios 2: 6 leemos: “ Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Si este consejo se cumpliría en nuestros días, los problemas de conducta se verían disminuidos en gran manera.
También es importante ejercer algún tipo de disciplina en las escuelas, a fin de que los niños aprendan a respetar a los maestros y profesores que les imparten la enseñanza necesaria para poder desempeñarse a lo largo de la vida. Luego, cuando sean adultos, tendrán respeto a los mayores, a sus padres, a los ancianos, etc.
En las iglesias también es necesario a veces impartir algún tipo de disciplina, a fin de encaminar a los creyentes por los caminos del Señor, cuando por algún momento tiendan a apartarse de alguna manera de las verdades enseñadas por Jesús. Recordemos que “disciplina” no es sinónimo de “castigo”. El castigo casi siempre es contraproducente, porque puede apartar al caído de los caminos del Señor. La disciplina en cambio, si es administrada correctamente puede restaurar al caído.
El pecado de Ananías y Safira
“Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteníéndola, ¿no te quedaba a ti? Y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios” (Hechos 5:1-4)
Para entender en qué consistió el pecado de Ananías y Safira, debemos tomar en cuenta el contexto inmediato anterior, o sea Hechos 4: 32-37. Según éstos versículos los cristianos de Jerusalén que poseían propiedades las vendían y entregaban el precio de lo vendido a un fondo común, de manera que nadie pasare necesidad entre los creyentes (en esos tiempos no había seguridad social, o jubilación o pensión). En ese entonces las viudas, los huérfanos, los extranjeros, los desposeídos y toda otra persona que no tenía bienes o padecía de alguna enfermedad, pasaban necesidades, si no tenía parientes que se ocuparan de ellos.
Ananías “vendió una propiedad y sustrajo del precio (v. 1b y 2 a).
Evidentemente Ananías tenía una propiedad que podía vender. El problema es que quiso aparentar una piedad que no tenía. Posiblemente, movido por una actitud de envidia hacia Bernabé, quien aparece destacado entre aquellos que donaron el precio de sus bienes. Esta hipocresía de Ananías se nota en el hecho de que él “sustrajo del precio”, es decir, que tomó (o se guardó) parte del precio que le pagaron por su propiedad y entregó el resto a los apóstoles. Es significativo que el verbo griego traducido “sustrajo” (nosfidzo) es el mismo que aparece en Josué 7:1. O sea que se puede trazar un paralelo entre la sustracción que efectuó Acán del anatema y la que realizó Ananías del precio de su propiedad. Podría haber dado una parte y guardarse el resto, no estaba obligado a entregar todo, pero él hizo esto para demostrar piedad, cosa que no tenía.
Safira, su mujer, actuó como cómplice (v.2b).
Por lo que leemos en la escritura, Safira actuó como cómplice de su esposo. Así lo indica claramente el significado del verbo griego traducido “sabiéndolo” (súnoida), ser confidente, cómplice. Fue una desafortunada integración matrimonial, En vez de estar orientada hacia el servicio, lo estuvo en relación con la simulación y la mentira.
Ananías dejó que el diablo llenara su corazón (v. 3 a)
El diablo es presentado en 1ra. Pedro como “león rugiente” que anda alrededor buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8) y según puede observarse encontró en Ananías una presa propicia. Lamentablemente muchos cristianos han caído y continúan cayendo, al igual que Ananías, en las garras del enemigo, por no actuar tal y como aconseja Santiago 4:7: “Someteos a Dios...resistid al diablo y huirá de vosotros”. Es verdad que el diablo ataca, pero el responsable por su propio pecado es el creyente y no Satanás.
Ananías quiso mentirle al Espíritu Santo (v. 3b y 4).
Ananías se propuso engañar a los cristianos de Jerusalén pero no se dio cuenta de que al hacerlo estaba mintiéndole al Espíritu Santo. Quizás lo más importante en relación con esto es el hecho que se muestra claramente el carácter personal del Espíritu Santo. Dicho de otra manera, si una persona le puede mentir al Espíritu Santo es porque él es una persona y no un fluido, como sostienen algunos grupos pseudo cristianos.
El castigo: la muerte de ambos
“Al oír Ananías estas palabras, cayó y Expiró. …” (Hechos 5:5 a)
“Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron” Hechos 5:6).
“Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayo a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido” (Hechos 5: 9-10).
Podríamos pensar que el castigo que recibieron ambos, Ananías y Safira, nada menos que la muerte, es demasiado severo. Pero fue el mismo castigo que recibiera mucho tiempo atrás el otro “sustractor”, Acán, cuya historia se encuentra el libro de Josué 7: 22-25. No se registra en la biblia otro caso en que por un pecado cometido por algún integrante de la iglesia haya sufrido la muerte de esa manera, pero sí es verdad que aquellos que no aceptan la disciplina de sus mayores, o de los que son responsables de la pureza doctrinal de la iglesia, pueden sufrir en el futuro la muerte eterna,
El impacto causado: temor sobre propios y extraños
“Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron” (Hechos 5: 5b).
“Y Vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas” (Hechos 5: 11).
La disciplina ejercida sobre Ananías y Safira tenía un propósito ejemplarizante. A raíz de lo sucedido a Ananías y Safira no sólo los creyentes, sino todos los que se enteraban del hecho eran invadidos por un “gran temor”. La disciplina correctiva a cristianos evidencia que un hijo de Dios no puede vivir de cualquier manera, sino que la iglesia tiene autoridad para ejercer sobre cualquiera de sus miembros medidas punitivas que lo lleven a una purificación espiritual, para restaurar su comunión con el Señor y con su cuerpo, la iglesia.
TEMA 6) LAS DIVISIONES INTERNAS
La iglesia debe resolver los peligros de divisiones internas que puedan surgir. Hemos visto cómo debe enfrentarse el problema de la impureza espiritual, ahora veremos cómo reaccionar ante los peligros de división del cuerpo de Cristo.
La causa en la iglesia de Jerusalén: la desatención de las viudas helenística
“En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquellos eran desatendidas en la distribución diaria” (Hechos 6:1).
Es curioso que el otro gran problema que debió enfrentar la iglesia primitiva tenía que ver también con la decisión de tener un fondo común. En este caso, dado que la iglesia había crecido mucho, las viudas helenistas, o sea de lengua griega, se quejaron de no ser bien atendidas en la “distribución diaria”. En la actualidad las insuficiencias de los necesitados son cubiertas por la seguridad social, como ser una jubilación, o una pensión en caso de las viudas. Los problemas de salud se cubren con la obra social que puedan tener. También existen los hospitales públicos que atienden en forma gratuita a los más necesitados o indigentes. Pero en la cultura del primer siglo no existía ninguna de estas ayudas, por lo que las necesidades debían ser cubiertas por sus familiares. Muchas veces las viudas no tenían familiares y debían recurrir a la mendicidad para cubrir sus necesidades básicas. Esta es la tarea que se impuso la iglesia primitiva al atender a las viudas que no tenían bienes para cubrir su sustento diario.
La solución propuesta por los apóstoles: la división del trabajo
“Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas…Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra” (Hechos 6: 2 y 4).
Lejos de disculparse o buscar alguna excusa, como haríamos muchos de nosotros hoy en día cuando recibimos una queja, los apóstoles reconocieron la dificultad y propusieron una solución. Esta incluía dos aspectos:
El nombramiento de encargados de “servir a las mesas”
“No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo” (Hechos 6: 2 b y 3)
Había una necesidad y los apóstoles pensaron que lo más conveniente era, en vez de recargarse de trabajo, promover que fueran elegidos otros hermanos para cumplir con la tarea práctica de servir las mesas. Sin embargo, hay que destacar que para una tarea como esa, la de servir, los apóstoles establecieron requisitos espirituales: los siete que fueran elegidos debían ser “de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría”. Es una actitud digna de imitarse en las iglesias actuales. Se debe pensar en esos requisitos cuando elegimos a un hermano como responsable en algún ministerio dentro de la congregación, aunque sea el más humilde de todos.
La continuidad de los apóstoles en el ministerio de la palabra
“Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos y dijeron…nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra” (Hechos 6: 2 a y 4).
Los apóstoles, con gran sabiduría no cayeron en la trampa de llenarse de ocupaciones, sino que consideraron “la oración” y “el ministerio de la palabra” como prioridades en el ejercicio de su liderazgo. Una lección muy importante en los tiempos actuales, para los pastores, líderes, ancianos, etc., que en muchos casos descuidan el ministerio de la oración y el ministerio de la palabra para atender aspectos administrativos y para las iglesias que presionan para que así lo hagan. Las iglesias actuales deberían buscar que el pastor o encargado se dedique por entero a la predicación de la palabra y que otros hermanos se ocupen de las tareas administrativas.
La solución ejecutada: nombramiento de seis helenistas y un prosélito.
“Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes orando, les impusieron las manos” (Hechos 6: 5-6).
Todos los elegidos eran de nombre griego y uno de ellos un prosélito, o sea que era de origen gentil. Esto nos habla de la amplitud de criterio que se impuso en la iglesia, con base a la recomendación de los apóstoles Notemos que los elegidos fueron griegos, hombres llenos de fe y del Espíritu Santo. Dos de ellos se destacaron grandemente en su ministerio: Esteban, el primer mártirquien fue lapidado por su fe y testimonio de Jesús, y Felipe, un gran predicador del evangelio en Samaria.
El efecto provocado: multiplicación de los creyentes, liderazgo de Esteban
“Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe. Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo” (Hechos 6: 7-8).
La sabia decisión de la iglesia, que se atuvo a la propuesta de los apóstoles, provocó que continuara el crecimiento de la iglesia, sobre la base de la predicación de la palabra de Dios. Pero además, el reconocimiento de las cualidades espirituales de Esteban por parte de “la multitud” contribuyó a que éste comenzara su ministerio bendecido, demostrando mediante “grandes prodigios y señales” que estaba “lleno de gracia y de poder”. Esteban no se limitó a desarrollar la tarea para la que fue elegido, sino que se dejó guiar por el Espíritu Santo en el cumplimiento de un ministerio mucho más amplio, surgiendo un verdadero líder entre los cristianos. Es así como surgen los verdaderos líderes, los que son siervos de Jesucristo, dejándose guiar totalmente por el Espíritu de Dios.
Para cumplir con su misión, la iglesia en Jerusalén resolvió sus problemas internos, Para cumplir con su misión en la actualidad, las iglesias cristianas también deben superar los problemas internos en sus respectivas iglesias, tanto los problemas de pecado de sus miembros mediante la disciplina, como así también los peligros de división mediante la adecuada distribución del trabajo y no que todas las tareas las realicen pocas personas.
TEMA 7) LA ATENCIÓN SIMULTÁNEA DE INDIVIDUOS Y GRUPOS
Al disponerse a cumplir con su misión, la iglesia debe contestar un interrogante: ¿A quién atender con más énfasis, a los individuos, o a los grupos? El ejemplo dado por los primeros cristianos nos muestra que la iglesia debe y puede atender simultáneamente a grupos e individuos.
Los esparcidos difunden el Evangelio a grupos de personas
“Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres los entregaba en la cárcel. Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio” (Hechos 8: 1-4).
Hemos visto que la iglesia debe enfrentar muchas veces la persecución. Ahora bien, hay ocasiones en que la persecución es el instrumento que utiliza el Señor para empujar a la iglesia al cumplimiento de su misión, y esto fue lo que sucedió con la iglesia primitiva, según el relato del libro de los hechos 8:1-4. La palabra griega traducida “esparcidos” en los versículos 1 y 4 se usa solamente una vez más en el Nuevo Testamento: en Hechos 11:19, versículo que retoma la narración de lo que sucedió con los cristianos perseguidos. La definición etimológica de este término (“sembrar semilla alrededor”) nos muestra lo que debe ser la tarea constante de todo hijo de Dios: la de sembrar continuamente la semilla del evangelio.
La Multitud atendida por Felipe
Felipe había sido uno de los siete elegidos para “servir a las mesas”, pero al igual que Esteban, cuya historia se relata en Hechos 6: 8 – 7: 60), desarrolló un ministerio que trascendió la tarea que le fuera asignada originalmente. Felipe fue el hombre usado por Dios para llevar el evangelio a Samaria, la que, a pesar de estar incluida en el bosquejo de Hechos 1:8, no había sido atendida por los apóstoles como campo misionero hasta ese momento.
La multitud reaccionó positivamente ante las señales de Felipe
“Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad” (Hechos 8: 5-8).
Felipe, desde que llegó a Samaria, les proclamó a Cristo a sus habitantes y éstos reaccionaron de manera altamente positiva, ya que lo escucharon atentamente. El escritor bíblico explica que tal cosa se debía a que Felipe no sólo presentaba la palabra, sino que hacía “señales”. El versículo siete indica que estas señales consistían en la expulsión de espíritus inmundos y también en la sanidad recibida por cojos y paralíticos. El resultado inmediato de todo esto fue que hubo “gran gozo” entre los samaritanos. ¡Qué hermosa experiencia vive el pueblo de Dios cuando, como en el caso que estamos viendo, la proclamación del evangelio de Jesucristo y la atención de las necesidades integrales del hombre provocan el gozo de aquellos que reciben el mensaje y son beneficiarios en la atención de sus necesidades!
La atención superficial de Simón, el mago:
La multitud samaritana escuchaba a Felipe, pero hubo alguien que si bien los escuchó no entendió en qué consistía su mensaje. Este hombre era un mago cuyo nombre era Simón.
Era muy popular por sus hechicerías.
“Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo “(Hechos 8: 9-11)
El caso de Simón es todo un ejemplo del cuidado que debe tenerse con aquellos que ostentan aparente o efectivamente un poder especial. Lamentablemente, así como los samaritanos creían que el poder que actuaba en Simón era el poder de Dios, en la actualidad muchos cristianos creen ver el poder de Dios en toda demostración de poder. Se olvidan de las palabras de Jesús tan rotundas que dicen: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declarará; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7: 21-23).
Creyó intelectualmente y se bautizó:
Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito” (Hechos 8: 12-13).
Las cosas que pasaron después, pusieron en evidencia que Simón no llegó a creer en el evangelio de manera ortodoxa, o sea entregándose al señorío de Cristo y disponiéndose a que el Espíritu de Dios transformara su vida. No, lo que sucedió con Simón fue que ante el impacto que le causó el observar las señales de Felipe quiso pertenecer al grupo de hombres como Felipe. Fue así como este hombre se bautizó y pasó a la historia como uno de esos casos en que el bautismo no es nada más que un simple baño, ya que cuando el bautismo no es precedido de una fe auténtica no tiene sentido.
Simón tiene el gran honor de haber dado nombre a una de las grandes aberraciones que se pueden dar en el terreno religioso: la simonía, Efectivamente, el hecho de que él quisiera comprar la capacidad de transmitir el don del Espíritu Santo, convirtió a Simón en el precursor de aquellos que a lo largo del cristianismo han pretendido comprar el perdón de Dios, o la Salvación. También en el día de hoy hay personas que aparentemente se convierten, pero no entregan sus vidas al señorío de Cristo en forma total. Piensan tal vez que asistiendo asiduamente a los servicios en la iglesia, ayudar con ofrendas, e incluso ejercer algún ministerio ya tienen ganada la entrada al reino de los cielos. Debemos recordar que lo más importante es aceptar a Jesús como salvador, que mediante su sacrificio en la cruz nos abrió las puertas para poder volver al Padre, y también como Señor total de sus vidas.
La intervención de los Apóstoles Pedro y Juan enviados desde Jerusalén
“Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo” (Hechos 8: 14-17).
Con la intervención de Pedro y Juan, apóstoles de Jesucristo, comienza oficialmente la obra en el pueblo de Samaria, lugar al que el Mismo Jesús, antes de su ascensión a los cielos, les ordenó que predicasen (Hechos 1:8). Si bien Felipe había predicado fielmente el evangelio de Jesucristo y su plan de salvación, incluyendo el bautismo, los apóstoles completan la obra con la imposición de manos para que ellos también reciban el Espíritu Santo.
La petición de Simón el mago
“Cuando vio Simón que por la imposición de manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo” (Hechos 8: 18-19).
El pedido de Simón demuestra que él no había entendido el plan de Dios para salvar a la humanidad de la esclavitud del pecado, y que esa salvación se obtiene gratuitamente, y sólo gratuitamente, Muchos a través de los siglos de cristianismo quisieron y quieren hacer lo mismo: comprar por dinero esa salvación. Lo que el mago quería era tener el poder de otorgar el Espíritu Santo a todo aquel que él quisiera dársela. Cuidémonos nosotros de hacer lo mismo o enseñar doctrinas parecidas. Sí debemos enseñar a todos que la salvación se obtiene por gracia y sólo por gracia, sin pagos de ninguna naturaleza. Sólo se requiere un arrepentimiento sincero y una entrega total de nuestra vida al Señorío de Cristo, aceptando su plan de salvación que se encuentra explicado en la Palabra de Dios.
Pedro reaccionó duramente ante el pedido de Simón
“Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. Respondiendo entonces Simón, dijo: rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí.” (Hechos 8: 20-24).
Las palabras empleadas por Pedro nos pueden sonar a excesivamente fuertes. Sin embargo debemos considerar la importancia de mantener la sana doctrina en los inicios del pueblo cristiano. Esa importancia no ha disminuido por más que hayan pasado veinte siglos del acontecimiento que nos ocupa. Quizás si tuviéramos una actitud más enérgica ante los brotes de problemas como éstos, no llegarían al desarrollo que muchos tienen. Claro, muchos pueden preguntarse ¿Quién es el indicado para detectar lo que se aparta de la sana doctrina? Y la respuesta es también simple; pero no por ello menos profunda: el siervo de Dios, que está constantemente en comunión con Dios, como Jesús lo estaba y buscaba su dirección, que se encuentra lleno del Espíritu Santo, que tiene la humildad que tuvo Cristo y los primeros apóstoles, puede espontáneamente corregir y reprender con la autoridad que ha recibido de parte del Señor.
Los apóstoles completan la obra iniciada por Felipe
Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio” (Hechos 8: 25).
Felipe había actuado como el pionero, el precursor, en la evangelización de los samaritanos, y ahora los apóstoles, mientras volvían a Jerusalén, iban anunciando el evangelio. Podríamos preguntarnos si los apóstoles hubieran predicado en Samaria sin el antecedente de Felipe; eso no lo sabemos, pero lo que sí sabemos con seguridad es que la obra es del Señor y él usa a cada uno de sus siervos conforme a su voluntad. La obra misionera no es obra de superestrellas. La predicación del evangelio no debe depender de una persona o de unos cuantos. El ministerio de la evangelización pertenece al pueblo cristiano en su conjunto y en él, cada crecente debe participar según su propio don y su propio llamamiento
TEMA 8: LA ATENCIÓN DE INDIVIDUOS
El individuo al que debió atender Felipe
Felipe estaba participando de todo un avivamiento y seguramente que se sentía muy a gusto predicando el evangelio en Samaria. Sin embargo recibió el mandato de Dios de dejar aquel campo de servicio y dirigirse a un lugar desierto. Allí debía encontrarse con un solo hombre a quien debía anunciarle a Cristo. Puede parecernos raro, fuera de lugar, que un evangelista como Felipe debía dejar un campo tan fructífero para dedicarle tiempo a un solo hombre, uno solo. Pero analizando la experiencia de Felipe nos ayuda a entender que Jesús es el Señor, es él quien debe determinar cuándo y cómo servir a la causa del evangelio, y cómo sujetarnos a su voluntad.
Felipe se atuvo a las instrucciones divinas
“Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías. Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro” (Hechos 8: 26-29).
Obedeció de inmediato (v. 26-27-a) El siervo de Dios no está para discutir con Dios, sino para someterse a sus mandatos y así lo entendió Felipe claramente. No sabemos si tuvo dudas antes de obedecer, pero lo importante es que hizo lo que el ángel le indicó, o sea que obedeció la orden impartida por Dios.
Fue guiado por el Espíritu Santo para saber a quien evangelizar (v. 27b-29) El individuo a quien Felipe debía evangelizar parecía reunir todas las características como para no merecer su atención: era rico (ya que era el ministro de economía de Etiopía), era gentil (y sabemos que para los judíos, los gentiles eran asquerosos “perros”) y para colmo era eunuco (y según Deuteronomio 23:1 los mismos no tenía cabida en la congregación de los israelitas). A veces a nosotros también nos toca evangelizar a aquellos que no parecen ser las personas idóneas, según nuestros criterios humanos, para escuchar el mensaje del evangelio ¡Cómo debemos sujetarnos a la guía del Espíritu Santo y aprender a erradicar de nuestra mente todo tipo de discriminación!
Felipe desarrolló una acción evangelizadora modelo
“Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero: ¿Entiendes lo que lees? El dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y le rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila. Así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿Quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida. Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿De quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús” (Hechos 8: 30-35).
Tenemos mucho para aprender de la labor evangelística de Felipe en relación con el eunuco etíope.
Comenzó aclarando las dudas del evangelizado (vv 30-35a). El eunuco etíope era un gentil que había encontrado en el judaísmo algo superior a lo que ofrecía el pensamiento religioso de su propio pueblo y es por eso que cuando Felipe lo encuentra viene de haber adorado en Jerusalén. Este hombre era lo que se denominaba un “temeroso de Dios” y como tal estaba interesado en conocer el Antiguo Testamento: es por eso que Felipe lo encuentra leyendo un texto del profeta Isaías. Sin embargo, el tesorero de Candace (Nombre que recibían las reinas etíopes, así como Faraón era el título de los soberanos egipcios) no podía entender cabalmente a qué se refería el profeta. Felipe, antes de hablarle al funcionario etíope de Cristo, se refirió al pasaje que leía este. ¡Qué importante es también en nuestro tiempo partir de donde está el evangelizado (comenzar desde lo que sabe) y a partir de su experiencia desarrollar nuestro ministerio evangelístico!
Centró su mensaje en la persona de Jesús (v. 35b) El evangelista comenzó su mensaje a partir de Isaías, pero inmediatamente después le presentó al eunuco a aquel a quien se había referido el profeta: a Jesús. Como Felipe, nosotros también debemos evitar que otros temas o intereses nos distraigan de lo que debe ser nuestro objetivo fundamental: presentar a quien no es creyente al hijo de Dios y su plan de salvación.
La reacción del eunuco ante el mensaje de Felipe
“Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino” (Hechos 8: 36-39).
La reacción del eunuco es una clara evidencia de la efectividad del mensaje de Felipe. Podemos observar sus dos actitudes:
El eunuco pidió el bautismo (v.36) Es posible que el eunuco pensara que durante algún tiempo no iba a poder moverse de su patria y entonces quiso que la predicación de Felipe se completara al bautizarlo. Lo cierto es que la petición del etíope pone de manifiesto su deseo de comprometerse de lleno con la causa del Jesucristo.
Después del bautismo el etíope “siguió gozoso su camino” (vv. 38-39) El gozo es uno de los elementos constitutivos de la vida cristiana, ya que forma parte del fruto del Espíritu. El hecho de que el etíope siguiera su camino gozoso señala claramente la transformación que operó el Espíritu Santo en él. No tenemos noticias de lo que sucedió posteriormente con el eunuco y su pueblo, pero debemos considerar que la palabra de Dios que sembramos no vuelve a Él vacía.
Felipe y la perseverancia de su ministerio
“Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llego a Cesarea” (Hechos 8: 40).
Después de que evangelizara al eunuco, Felipe volvió a los grupos. Predicó el evangelio en Azoto y desde este lugar hasta Cesarea fue haciendo lo mismo en todas las ciudades por donde pasaba. Es justamente en Cesarea donde lo volvemos a encontrar en el relato de Hechos 21: 8-9, teniendo el privilegio de que sus hijas siguieran su ejemplo de servicio y convertidas en “profetisas”. El ejemplo de Felipe nos muestra claramente que la propuesta no es “grupos” o “individuos”, sino “grupos e individuos. Que Dios nos bendiga para que no sólo lo podamos entenderlo así, sino para que vivamos y sirvamos de acuerdo con este principio bíblico.
TEMA 9) LA TAREA DEBE REALIZARSE DE COMÚN ACUERDO ENTRE LÍDERES Y CONGREGACIÓN
Hay ocasiones en que la iglesia cristiana no cumple adecuadamente su misión en este mundo, porque la visión de los miembros de la iglesia no coincide con la del pastor o siervo puesto por Dios, o con el grupo de ancianos o colaboradores, o los responsables de los distintos grupos, o por quien está a cargo de dicha iglesia, para que la guíe en el ejercicio de su ministerio.
En el libro de Los Hechos, encontramos una iglesia, que podría tomarse como ejemplo en cuanto a la relación que existía entre sus líderes, y entre los líderes y los miembros de la misma: la iglesia de Antioquia.
Surgimiento de un líder Cristiano
“Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este camino, los trajese presos a Jerusalén. Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigue? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues, dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿Qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie, así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió” (Hechos 9: 1-9).
En la actualidad estamos viviendo un tiempo de gran crisis en el liderazgo, ya sea por falta de compromiso, o por otras causas, lo que lleva a veces a crear instituciones que se dedican a la formación de líderes, a preparar a personas que puedan liderar una congregación o grupo. En algunos casos las iglesias y organizaciones cristianas también parecieran depositar toda su confianza en institutos de liderazgo que, sin ser malos en sí, no pueden ni deberían reemplazar de ninguna manera el llamamiento y la capacitación que vienen como resultado de la obra del Espíritu Santo. De allí que, las enseñanzas que nos deja el libro de los Hechos de los Apóstoles sobre el surgimiento de un gran líder y misionero como fue Pablo, tengan vigencia en la actualidad.
Comienza con un encuentro con Jesucristo (Hechos 9: 1-9)
Es una realidad, y debería ser tenida en cuenta por todos los cristianos, que de entre ellos no se puede levantar un líder que no haya tenido un encuentro previo con el Señor Jesucristo. Sin embargo hay ocasiones en que el liderazgo en algunas iglesias se le da a una persona que no ha tenido ese encuentro, o que no ha nacido de nuevo. No podemos pretender que todos tengan un encuentro tan espectacular como el que tuvo Pablo, pero sí es imprescindible que exista un verdadero encuentro con el Hijo de Dios. Para ser un verdadero líder cristiano, éste debe estar sujetos en todo a Dios y de su hijo Jesús. Sólo de esa manera su liderazgo será positivo y llevará mucho fruto.
Por más distante que se haya estado de él (v.1-2)
Pablo, como buen fariseo, quería erradicar la fe cristiano de la faz de la tierra, y por eso quiso continuar en Damasco la obra que había iniciado en Jerusalén contra los seguidores de Jesús. Años después, al escribir su primera carta a Timoteo, Pablo se mostraba sorprendido de que el Señor lo hubiera llamado: “habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador, mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad” (1 Timoteo 1:13). Es evidente que Pablo actuó contra la voluntad de Dios al perseguir a los cristianos de esa época, pero Dios en su misericordia lo llama a ser un discípulo de Jesucristo. Pablo llega a ser el misionero más importante de todos los tiempos. Con eso vemos que para Dios no es importante nuestro pasado en pecado, sino que con arrepentimiento genuino y aceptando el señorío de Cristo en nuestras vidas podemos serle útil de alguna manera para la expansión de la fe en nuestro mundo cada vez más alejado de Dios.
En el que se debilita el orgullo (v- 3-9)
Hay una expresión popular que dice: este tiene que bajarse del caballo”. También hay otras para referirse al mismo tema, o sea de que alguien tiene que dejar una actitud prepotente hacia aquellos que piensan distinto. Esto fue lo que le pasó a Saulo de Tarso si bien la Biblia no especifica en qué vehículo viajaba cuando cayó en tierra. Leemos en la escritura que él estaba “dando coces contra el aguijón” al perseguir a los cristianos. Es decir que se había estado lastimando a sí mismo al marchar contra los planes de Dios y aquél que iba con postura arrogante tiene que entrar en Damasco de la mano de otros, ya que no se puede valerse por sí mismo. Todo buen cristiano, debe humillarse delante de Dios antes de ejercer su ministerio y depender del Señor en todo cuanto haga.
Parte de una buena atención después del encuentro con Jesús.
“Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a los santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel, porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento se le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco” (Hechos 9:10-19)
Dios tenía un plan para la vida de Saulo y es por eso que instruyó a Ananías para que atendiera espiritualmente a quien llegaría a ser el apóstol de los gentiles. En esta labor de discipulado podemos ver dos aspectos fundamentales.
Ejercida por un líder maduro.
Cuando Pablo fue arrestado en Jerusalén, después de una amplia labor misionera, describió a Ananías como un “varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que moraban allí, en Damasco. “Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban” (Hechos 22:12). Esa actitud demuestra que el apóstol Pablo estaba muy agradecido de ese encuentro, ya que de perseguidor de la iglesia de Jesucristo pasó a ser el más grande evangelista de todos los tiempos. Es evidente que Dios sabe elegir a sus colaboradores en la tarea de predicar el mensaje, puesto que él conoce el corazón de todos los habitantes del mundo, y sabe quién es útil para cada una de las tareas que son necesarias para dar a conocer su mensaje: que Jesús vino a nuestro planeta para dar su vida por todos sus habitantes sin discriminaciones de ninguna naturaleza.
Ejercida por un líder que prevé que será un discípulo.
La formación más importante que recibe un líder no está basada en principios de las ciencias sociales, aunque éstas puedan tener aplicaciones útiles, sino en la orientación de un siervo de Dios que ve en el discípulo lo que puede llegar a ser bajo la guía del Espíritu Santo. Por lo visto hasta aquí, debemos tener en cuenta que toda iglesia para cumplir adecuadamente con su misión, debe programar un buen ministerio de discipulado. De siervos como Ananías pueden derivar siervos como Pablo. Si bien Ananías tuvo en principio ciertos reparos para ejecutar la misión encomendada por el Señor mediante una visión, luego cumplió con las instrucciones que se le impartieron, recobrando Saulo de Tarso la vista. Desde éste momento pasó a llamarse Pablo, quien además de ser un verdadero misionero, es autor de muchas epístolas del nuevo testamento, en donde se puede ver el profundo cambio que se produjo en su ser, que evidencia un genuino arrepentimiento de las obras de su pasado, sufriendo durante su vida muchas penurias y ofrendando al final su vida por causa del evangelio.
El Ministerio Inicial de un Lider Cristiano
“Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra sino sólo a los judíos. Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén, y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor. Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (Hechos 11:19-26)
Pablo no recibió la aceptación por parte de los cristianos de Jerusalén, y era lógico si pensamos que había sido un perseguidor de la iglesia. Es por eso que el Señor utilizó a los creyentes de otra ciudad, a Antioquia de Siria, para que tuviera el respaldo que lo ubicaría en la posición de mensajero del evangelio entre los gentiles. Ejerció su ministerio por todo un año, enseñando la palabra de Dios. Si bien no tenía el respaldo de los Apóstoles, en la iglesia de Antioquía fue bien recibido y pudo realizar su tarea, que le sirvió luego para iniciar la evangelización del mundo griego, y luego el romano.
Un eslabón de una larga cadena (v. 19-24)
Cuando un siervo de Dios inicia determinado ministerio generalmente edifica sobre la base de otro que ha comenzado algo antes. En el caso de Pablo podemos señalar dos ministerios previos:
a) De parte de cristianos anónimos (19-21)
La obra de Dios no es sólo de los líderes, sino de todos los creyentes que cumplen con el deber de testificar de Jesucristo. Sobre todo de quienes tratan de llegar a todo tipo de personas, como fue el caso de algunos de los cristianos perseguidos que comenzaron a evangelizar a los gentiles fuera de Jerusalén y de quienes no tenemos datos. Lo verdaderamente importante aquí no es que no sabemos los nombres de quienes iniciaron esta tarea, sino que hubo resultados concretos, ya que la palabra de Dios menciona que “gran número creyó y se convirtió al Señor”.
b) De parte de buenos líderes (22-24)
De manera similar a lo que sucede con Ananías, también encontramos una hermosa descripción del carácter cristiano de Bernabé: “era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe” (v. 24). Es comprensible que Dios, quien le había concedido tales cualidades, las utilizara para que muchas personas se convirtieran en Antioquia. Uno de esas personas fue Pablo, quien después se transforma en el más grande evangelista conocido hasta la fecha.
Entrar en un ministerio compartido (25-26).
Bernabé no era un líder egoísta, que deseara para sí mismo la gloria de liderar una iglesia. Cuando vio que la labor a desarrollar era amplia pensó en un hermano que pudiera ayudarle en la iglesia de Antioquia y dicho siervo de Dios era Pablo. Gracias a este ministerio compartido se logró lo siguiente:
a) Se alcanzó “a mucha gente” (26a): debemos tener en cuenta que lo que pueda hacer un equipo ministerial, sean estos el Pastor y Diáconos, o los líderes de los distintos ministerios, lo que hagan es más de lo que puede hacer un solo siervo. Por eso es muy importante realizar la tarea sin egoísmo, sino ayudándose unos a otros para llevar a más personas a los pies del Señor Jesucristo..
b) Surgió el apelativo “Cristiano (26b): Fue tal la profundidad con que se vivió el evangelio en Antioquia, que la gente se refirió a los creyentes de esa ciudad como “cristianos” o sea como seguidores o imitadores de Cristo.
Una Iglesia Misionera
“Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron” (Hechos 13:1-3).
Hemos visto en primer lugar como surge el gran líder que fue Pablo. Luego vimos los frutos de ese liderazgo compartido. Como resultado vemos que esa iglesia luego respalda la iniciación de la obra misionera cristiana más importante de todos los tiempos.
Ejerce los dones espirituales (v-1a: Los dones distribuidos por el Espíritu Santo son distribuidos por gracia, pero tienen como propósito capacitar a los cristianos en el servicio. Así lo entendieron los cristianos de Antioquia, entre quienes hubo una clara diferenciación entre los que habían recibido el don de “profetas” y los que habían recibido el don de “maestros”.
Ejerce el pluralismo (v.1b): Entre los líderes mencionados, uno era de origen fariseo, y nacido en Tarso (Saulo); otro de origen levita y natural de Chipre (Bernabé); uno se había criado con Herodes el Tetrarca (Manaén); otro era un judío con el sobrenombre latino (Simón, llamado “Níger”, Negro en latín), lo que indicaría su buena relación con los romanos y finalmente, alguien que venía de Cirene, al norte de África (Lucio). Como vemos, en Antioquia se dio una amplia variedad en cuanto a la procedencia y nivel socio-cultural-religioso de sus líderes. Eso significa que en la actualidad no se debe hacer discriminaciones por el origen social, raza, etc. ya que el Señor se sirve de cualquiera que esté dispuesto a servirle de todo corazón.
Adora con fervor (v.2-a): La ocasión en que escucharon la voz de Dios fue en un culto en el que estaban ayunando. Así lo indica la palabra griega traducida “ministrando” que era la empleada para referirse a la conducción de un culto. Sería importante que la adoración se diera sobre la base de adorar a Dios en Espíritu y en Verdad, como lo hicieron en Antioquia y no en la base de sensacionalismos o expresiones exteriores. La verdadera adoración es la que nace de lo profundo de nuestro corazón, en humildad, reconociendo al Señor como el ser supremo, y a Jesucristo como el verdadero salvador de nuestras almas, y que por lo tanto es digno de toda alabanza y adoración ahora y por toda la eternidad.
Atiende a la voz del Espíritu Santo (v.2-b): Vemos que la iglesia oyó la voz del Espíritu Santo. Denota que es una decisión de Dios mismo, que por medio del Espíritu Santo dice: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado”.
Es obediente y desprendida (v.3): La iglesia de Antioquia no trató de retener para sí a dos de sus mejores líderes que tenía. Todo lo contrario, los apoyó espiritualmente (oraron por ellos) y se responsabilizó como auspiciadora de la misión encomendada. Así lo vemos en Hechos 14:26-28, cuando Pablo y Bernabé informan a la iglesia de los resultados de su primer viaje misionero. Vemos aquí como Pablo fue usado por Dios para la predicación de su mensaje entre los pueblos gentiles. Vemos asimismo cómo una iglesia como la de Antioquia hizo posible esta obra, y como el Espíritu Santo los puso en relación a uno y a otra, y con eso surgió ese gran movimiento misionero entre los gentiles. Viendo esto debemos pensar que la iglesia actual debería actuar de la misma manera como lo hicieron esos primeros cristianos que produjeron tantos frutos. Recordemos que el mismo Jesús, antes de ascender a los cielos ordenó a sus seguidores predicar el evangelio de Salvación a todos los hombres: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). Recordemos también que al día de hoy hay muchos pueblos que no han escuchado de este mensaje y deben ser alcanzados, antes de que Jesucristo venga a buscar a los suyos. Dice la palabra de Dios: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).
TEMA 10) LOS PREJUICIOS – COMO SUPERARLOS
La palabra “prejuicio”, conforme al diccionario significa: “Juzgar de las cosas antes de tiempo o sin tener un completo conocimiento de ellas”, y se utiliza en muchas ocasiones de manera excesiva y equivocada. Cuando los cristianos son condenados por cualquier pecado cometido de trascendencia social, como la homosexualidad, por ejemplo, nos dicen que tenemos “prejuicios”. Esto no es tan así, ya que como cristianos, debemos amar a nuestros semejantes, sean estos homosexuales, o los que se encuentran en la cárcel por cualquier delito cometido, y también a las madres solteras, etc. Ellos también son seres creados por Dios, con derecho a tener una oportunidad de escuchar el evangelio, y queremos que se arrepientan para que puedan ser liberados de su pecado; pero odiamos el pecado que cometen y por eso lo combatimos abierta y enérgicamente. No obstante muchas veces los hijos de Dios nos vemos frenados en el cumplimiento de nuestra misión por nuestros prejuicios. De allí la importancia de atender a las enseñanzas del texto bíblico y aprender así a superarlos.
Cornelio Recibe un mensaje de Dios
El relato que presenta aquí el Dr. Lucas, autor de este libro es de gran trascendencia desde el punto de vista doctrinal. La presentación también está muy bien lograda. Lo primero que observamos es una descripción del personaje ante quien ha de ministrar el apóstol Pedro y una narración del mensaje que Dios le transmite:
¿Quién era Cornelio?
“Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre” (Hechos 10: 1-2)Cornelio era un centurión. Un centurión romano era jefe de una centuria y tenía bajo su mando a cien soldados. En el Nuevo Testamento encontramos varias referencias positivas en cuanto a los centuriones. En Mateo 5: 8-13 se encuentra descripta la historia de la curación de un siervo de un centurión por parte de Jesús. En Mateo 27:54 se encuentra la confesión que realiza un centurión al pie de la cruz: “El Centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios”. En Hechos 27: l y 27: también hay referencias a un centurión. En primer lugar acompaña a Pablo en su viaje a Roma, y luego fue él quien usó de su influencia para salvarle la vida, pero en ningún caso se habla tan bien de un centurión como en el caso de Cornelio.
Era “Piadoso” y “temeroso de Dios”. Cornelio era un hombre que buscaba agradar a Dios dentro de los límites de su iluminación espiritual, siendo uno de aquellos gentiles que había encontrado en el judaísmo una fe digna de abrazar. Muchos cristianos en el día de hoy, cuando observamos su conducta y la vida privada que llevan, nos muestran que no son piadosos y tampoco temen a Dios, ni le dan el respeto que merece.
Ejercía un liderazgo espiritual en su familia: Cornelio no se había conformado con ser piadoso él solo, sino que había conducido a su familia hacia la misma piedad. Es una verdad que deberían tener en cuenta muchos hombres hoy en día, ya que descuidan el liderazgo espiritual en su propio hogar.
Era un hombre generoso y de oración: Cornelio “daba muchas limosnas” y oraba continuamente. Es decir, que no solamente creía, sino que actuaba conforme a su fe. Cornelio buscaba sinceramente a Dios y no tardó en recibir un mensaje divino. Es también un modelo para imitar en nuestros días: ser generosos con nuestros semejantes que padecen necesidad, y tener una vida de oración, que es la forma de estar en comunión con nuestro creador.
Las oraciones y limosnas de Cornelio habían subido como memorial:
“Este vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le decía: Cornelio. El mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios” (Hechos 10: 3-4) La palabra traducida “memoria” puede traducirse más precisamente como “memorial”, o sea aquello que hace que se tenga memoria de alguien. Deberíamos preguntarnos cuantos hombres hay a nuestro alrededor (incluyéndonos nosotros en ese grupo) cuyas buenas acciones están subiendo como memorial delante de Dios.
Debía mandar a buscar a un “vocero” de Dios
“Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas” (Hechos 10: 5-6) Aunque las palabras finales del vers. 6 no aparecen en los viejos manuscritos, es evidente que Cornelio entendió que debía mandar buscar a alguien que le hablaría de parte de Dios. En ese sentido es un privilegio que tenemos los cristianos en la actualidad de hablar como sus “voceros”.
La cuidadosa evidencia de Cornelio
“Ido el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían; a los cuales envió a Jope, después de haberles contado todo” (Hechos 10: 7-8). Cornelio, apenas se fue el ángel de su presencia, llamó a “dos de sus criados y un devoto soldado” y los mandó a Jope a buscar al hombre designado por Dios para que le hiciera conocer la voluntad divina. Vemos aquí que no dejó pasar la oportunidad, sino que inmediatamente hace lo que el ángel le indicó. Es evidente que estaba muy interesado en saber lo que Dios tenía que decirle. También nosotros, los cristianos actuales debemos actuar con responsabilidad cuando sentimos que Dios nos está hablando y no demorarnos en realizar las tareas que sentimos que debemos hacer a favor de quienes necesitan de nuestra ayuda o consejo.
Pedro Recibe una lección fundamental
“Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta. Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis; y vio el cielo abierto y que descendía algo semejante a un largo lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna común o inmunda he comido jamás. Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo” (Hechos: 10:9-16). Pedro, después de haber sido instrumento en las manos de Dios para la resurrección de Dorcas, se había quedado en casa de “Simón el Curtidor (Historia relatada en Hechos 9:38-43). Allí aprendería algo más sobre su nueva vida en Cristo. Aprendería, por ejemplo que no solo los judíos tenían derecho a la Salvación, sino todos los habitantes de la tierra, sin distinciones de ninguna naturaleza, sean estos ricos o pobres, negros o blancos, hombres o mujeres, judíos o gentiles: Jesús vino a este mundo para ofrecer salvación a todos.
Las Palabras “Señor” y “no” se excluyen mutuamente. A pesar de todo su avance espiritual, Pedro seguía siendo un hombre impulsivo, que creía tener la respuesta justa para todas las ocasiones. Es por eso que Dios tiene que enseñarle que no se puede decir “no” a quien es el Señor. También Pedro debía aprender que Jesús vino a este mundo para salvar a todos los hombres; no solo al pueblo judío. Hasta ese momento los apóstoles se habían abstenido de predicar a aquellos que no eran de esa raza, porque aún creían que los gentiles (o sea todos aquellos que no son judíos) no merecían la salvación.
La limpieza de Dios está por encima de las prescripciones alimenticias. Pedro, como buen judío se atenía a las prescripciones establecidas por la ley sobre los alimentos puros e impuros (Deuteronomio 14:1-20). Pero ahora aprendería que lo que Dios había limpiado no podía seguir siendo considerado impuro. Por extensión debió aprender que no debía seguir considerando impuros a determinados seres humanos, por considerarlas indignos de escuchar el mensaje del evangelio y formar parte del cuerpo de Cristo. El evangelio de la Salvación mediante la fe en Jesucristo está desde ese momento al alcance de todos los hombres que habitan el planeta tierra.
Pedro recibe a los enviados de Cornelio y los acompaña
“Y mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto, he aquí los hombres que habían sido enviados por Cornelio, los cuales, preguntando por la casa de Simón, llegaron a la puerta. Y llamando, preguntaron si moraba allí un Simón que tenía por sobrenombre Pedro. Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado. Entonces Pedro, descendiendo a donde estaban los hombres que fueron enviados por Cornelio, les dijo: He aquí, yo soy el que buscáis; ¿Cuál es la causa por la que habéis venido?= Ellos dijeron: Cornelio, el centurión, varón justo y temeroso de Dios y que tiene buen testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oír tus palabras. Entonces, haciéndoles entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Jope.” Hechos 10:.17-23). Pedro queda sorprendido y perplejo por la visión que se le había mostrado. Pensando en esto, llegan a la puerta de la casa donde se hospedaba el apóstol unos hombres que lo estaban buscando: los siervos enviados por Cornelio. Se da cuenta inmediatamente del significado de la visión, y por lo tanto recibe con amabilidad a los visitantes. Al día siguiente va con ellos, entendiendo que Dios le estaba mostrando que debía predicar el evangelio de Jesucristo también a los que no eran judíos. Es de destacar que Cornelio estaba buscando hacer la voluntad de Dios con todo su corazón, tal vez con un corazón más sincero que muchos judíos. También en nuestros días podemos encontrar cristianos de hace muchos años, que demuestran menos interés en Jesucristo y la salvación de sus almas, que personas no convertidas aún que buscan fervorosamente encontrar la verdad de Dios, y el camino a la salvación.
Cornelio demuestra su interés convocando a familiares y amigos
“Al otro día entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos” (Hechos 10: 24). Las expectativas de Cornelio son claramente demostradas en el hecho de que invitara a sus familiares y amigos más íntimos para que escucharan a aquél que vendría a hablar de parte de Dios. También es importante en nuestros días, cuando nos toca dar un mensaje a alguien que se encuentra receptivo de escuchar la voz de Dios, incluir en el grupo de oyentes a su grupo familiar y/o a sus amigos y parientes. Todos deberían escuchar el mensaje de salvación para que pueda decidir cada uno por si mismos si aceptan el mensaje o lo rechazan.
Cornelio demuestra que su fe es incompleta al querer adorar a Pedro:
“Cuando Pedro entro, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. Mas Pedro le levanto, diciendo: levántate, pues yo mismo también soy hombre” (Hechos 10: 25-26). Este es un caso en el que vemos como la guía del Espíritu Santo lleva a Lucas a destacar detalles significativos: el intento de Cornelio de adorar a Pedro nos hace ver como por más buenas intenciones que alguien tenga, mientras no recibe a Cristo como Señor no puede deshacerse de los errores que impiden una completa comunión con Dios. También en nuestros días debemos tener en cuenta que quien oye el mensaje pueda entenderlo perfectamente, y que no queden dudas sobre su verdadero alcance, eliminando de su mente todas aquellas ideas que puedan ser un estorbo para una conversión completa y una relación íntima con Dios y la aceptación plena del plan de salvación eterna que nos da la fe en Jesucristo y su sacrificio en la cruz para el perdón de nuestros pecados. También hoy debemos entender que los mensajeros que predican la palabra son solo servidores de Dios, y por lo tanto es a Él a quién debemos adorar.
Pedro explica la razón de su presencia e inquiere la necesidad de Cornelio
“Y hablando con él, entró y halló a muchos que se habían reunido. Y les dijo: Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo; por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir? Hechos 10: 27-29). Pedro hace ver lo extraordinario de su presencia y cómo ello se debe al mensaje que Dios le ha transmitido. Al mismo tiempo pregunta sobre cuál es el motivo por el cual ha sido convocado. Es notable como Dios ha puesto a Pedro y a Cornelio frente a frente, dándole a cada uno una información restringida. De esto aprendemos que Dios no hace aquello que puede o debe hacer el hombre. También nosotros en el día de hoy debemos tener presente que somos los voceros de Dios, y que debemos dar el mensaje de salvación tal como lo enseñara Jesucristo cuando estaba en este mundo, y que se encuentra registrado en los evangelios.
Cornelio relata la visión y se dispone a oír el mensaje de Dios por medio de Pedro
“Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente, y dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída y tus limosnas han sido recordadas delante de Dios. Envía, pues a Jope, y haz venir a Simón el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual mora en casa de Simón, un curtidor, junto al mar; y cuando llegue, él te hablará. Así que luego envié por ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado” (Hechos 10: 30-33). Así como Pedro había explicado por qué accedió a venir, ahora es Cornelio quien relata el motivo por el cual lo ha mandado a buscar y enfatiza su disposición a escuchar el mensaje que Pedro tiene que transmitirle. Vemos en este ejemplo que este hombre, sin ser judío, estaba ansioso de escuchar el mensaje de Dios. Al escuchar la voz del ángel de Dios, se apresura a enviar a sus siervos para hacer venir a Pedro, quién le trasmitiría, según las promesas del ángel, las verdades del evangelio de Jesucristo. Es un verdadero ejemplo para nuestros días. Hay muchos que en la actualidad están ansiosos de saber la verdad, de escuchar algún mensaje que sea diferente a lo que el mundo les ofrece. Así como el apóstol Pedro no desoyó el mensaje dado por el ángel de Dios, sino que fue inmediatamente a evangelizar a Cornelio y su familia, también hoy debemos dar el mensaje a todos aquellos que lo pidan.
El Sermón de Pedro y sus Resultados
Por primera vez un cristiano judío le presenta a un grupo de gentiles el mensaje de salvación. La trascendencia de ese hecho es de una gran magnitud.
Mantuvo la misma argumentación del sermón que dio Pedro en Pentecostés
En el sermón de Pedro ante Cornelio pueden verse varias coincidencias con su sermón del día de Pentecostés: “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia. Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos. Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: como Dios ungíó con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos lo que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre” (Hechos 10: 34-43).
El énfasis en el señorío de Cristo
El apóstol Pedro hace énfasis en que Jesucristo es Señor de Todos, y también nos manifiesta que “testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos”. Tanto Pedro como Pablo manifiestan esa verdad y eso lo vemos a través de lo escrito por el Dr. Lucas en el libro de Hechos, como en las cartas escritas por los apóstoles.
El carácter de testigos de los apóstoles
También podemos leer en el sermón que Pedro les predicó a sus oyentes que los apóstoles habían sido constituidos como testigos de la obra hecha por Jesús mientras se encontraba predicando y enseñando a su pueblo, el judío, que compartieron sus enseñanzas, sus milagros, como así también de su muerte en la cruz, su resurrección y ascensión a los cielos, y que habían recibido además el encargo de predicar su mensaje de salvación a todo el mundo.
El énfasis en la resurrección de Cristo
Pedro en su discurso enfatiza el hecho de que Jesucristo fue colgado en un madero, pero que resucitó al tercer día. Podemos decir que todos los apóstoles que se dedicaron a la predicación del evangelio daban la máxima importancia a ese evento, mediante el cual ahora podemos ser salvos y tener plena comunión con el Señor. Su resurrección representa el triunfo de la vida sobre la muerte. Si Cristo resucitó, también nosotros resucitaremos en el día postrero, todos aquellos que creemos en Él y esperamos el cumplimiento de sus promesas.
El perdón de los pecados para quienes creen en Jesucristo
Por último Pedro les comunica a sus oyentes que creyendo en el Señor Jesucristo recibirían el perdón de los pecados, tal como lo dice en Hechos 10: 43: “De éste dan testimonio todos los profetas, que todos lo que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre”
El derramamiento del Espíritu Santo:
“Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios” (Hechos 10: 44-46).
. El Apóstol Pedro y quienes lo acompañaban vieron con sus propios ojos y con mucha sorpresa, como recibían el bautismo del Espíritu Santo tanto Cornelio como sus familiares, amigos y parientes que habían venido a escuchar el mensaje que daría el apóstol. El evento del derramamiento del Espíritu sobre los gentiles, demostró que no debía haber ninguna duda de que los gentiles podían ser tan hijos de Dios como los judíos
El bautismo del primer grupo gentil:
“Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días” (Hechos 10: 47-48).
Por primera vez un grupo de gentiles recibió el bautismo cristiano, incorporándose al pueblo de Dios. Esto constituyó una experiencia nueva para los apóstoles y para aquellos que predicaban el evangelio de Jesucristo. Jesús antes de partir de este mundo para estar a la diestra del Padre les había ordenado a sus seguidores que debían predicar el evangelio de salvación hasta lo último de la tierra, o sea todos los pueblos que a esa fecha no conocían a Dios y por ende no conocían el mensaje de salvación. Pedro queda por algunos días con esos primeros cristianos gentiles de la historia.
La defensa de Pedro ante los legalistas
Era de suponer que la inclusión de los gentiles al pueblo de Dios no sería aceptada por los creyentes judíos, por lo que Lucas termina el tema presentándonos la defensa que hizo Pedro de su acción evangelizadora. Ellos pensaban aún que el único pueblo que vino a salvar nuestro Señor Jesucristo era el judío.
“Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los que eran de la circuncisión, diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?” (Hechos 11: 1-3). Los primeros cristianos que como vimos eran de raza judía seguían cumpliendo rigurosamente con los ritos y ceremonias que se encuentran descriptas en los primeros libros de la biblia, le recriminan a Pedro el hecho de haberse apartado de esos rituales que habían seguido durante siglos. A lo largo de la historia del cristianismo han sido muchos los que han actuado como los judíos, censurando la labor evangelística entre personas que no han sido alcanzadas antes por el evangelio. Es nuestra misión continuar predicando el evangelio a todos los hombres, tal como lo indicara el Divino Maestro.
Relato de la experiencia de Cornelio
“Entonces comenzó Pedro a contarles por orden lo sucedido, diciendo: Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión; algo semejante a un gran lienzo que descendía, que por las cuatro puntas era bajado del cielo y venía hasta mí. Cuando fijé en él los ojos, consideré y vi cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del cielo. Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. Y dije: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda entró jamás en mi boca. Entonces la voz me respondió del cielo por segunda vez. Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. Y esto se hizo tres veces, y volvió todo a ser llevado arriba al cielo. Y he aquí, luego llegaron tres hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí desde Cesarea. Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de un varón, quien nos contó cómo había visto en su casa un ángel, que se puso en pie y le dijo: Envía hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa. Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio” (Hechos 11: 4-15).
Pedro narró cómo se habían dado los acontecimientos en cuanto a su predicación ante Cornelio, y destacó de manera especial que había seis testigos de todo cuanto había dicho (v. 12). En esto podemos observar que la dirección del Espíritu Santo no es incompatible con la prudencia. Les aclara que como resultado de su predicación cayó el Espíritu Santo sobre los que se encontraban en ese lugar, tal como había sucedido en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo cayó sobre los apóstoles.
El argumento Básico: Dios bautizó a los gentiles en el Espíritu
“Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿Quién era yo que pudiese estorbar a Dios? Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida! Hechos 11: 16-18) Los gentiles no tendrían por qué ser considerados creyentes de segundo orden o como un anexo de los judíos.La igualdad de condiciones en que actuó el Espíritu Santo en Cornelio y los suyos permitió a los “no judíos” el ingreso pleno dentro del pueblo de Dios. La importancia de la conversión de Cornelio, de sus familiares y de sus amigos es de tal trascendencia que aparece cuidadosamente detallada en el relato bíblico. De ella aprendemos que como hijos de Dios debemos superar nuestros prejuicios en el cumplimiento de la misión de le iglesia. Si no hubiera sido así, los gentiles (nosotros) no hubiéramos tenido acceso al evangelio. Con esta primera conversión de gentiles a Jesucristo se inicia la gran expansión del pueblo creyente, que siguió a través de los siglos, con altibajos a lo largo del tiempo, pero que continuará hasta que el mensaje de salvación haya llegado hasta lo último de la tierra, y retorne nuestro Señor Jesucristo como el Rey de Reyes y Señor de Señores a buscar a todos aquellos que creyeron en él y le aceptaron como el Señor de sus vidas.
TEMA 11) EL GOBIERNO DE LA IGLESIA DEBE SER TEO-DEMOCRÁTICO
A lo largo de la historia del cristianismo, muchas iglesias adoptaron un gobierno en donde una persona detenta la máxima autoridad, seguida por sus subalternos, hasta llegar a los fieles. Podríamos llamar a ese sistema de verticalísta, o sea que la jerarquía inferior son los fieles que deben aceptar las directivas de sus superiores. Otras adoptaron un sistema más democrático, donde no existen ese tipo de jerarquías. Muchos en la actualidad cuestionan si realmente hay una base bíblica sólida para mantener este principio, en otras iglesias el gobierno democrático es algo del pasado.
Es posible que el descreimiento o rechazo del gobierno democrático tenga que ver con las malas experiencias vividas, producto a su vez de una mala comprensión de lo que debe ser el ejercicio del gobierno democrático de una iglesia. Muchos se obsesionan por defender sus derechos a participar, de opinar o de decidir, pero en ciertos casos se olvidan que todo debe hacerse en una total dependencia de Dios, bajo la guía del Espíritu Santo.
La iglesia primitiva también tuvo que resolver problemas de este tipo, que fue de una trascendencia tal que difícilmente se pueda superar, ya que estaba en juego nada menos que la definición de la fe cristiana y sus relaciones con sus antecedentes Judíos.
La circuncisión como requisito de la salvación
“Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos” (Hechos 15: 1) El texto bíblico no se explaya mucho, pero nos indica que “algunos” provenientes de Judea procuraban convencer a los cristianos gentiles de que si no se circuncidaban no podían obtener la salvación. Estaban convencidos de que los nuevos convertidos a Cristo debían guardar la Ley de Moisés, dictada en el Sinaí, muchos siglos antes al pueblo judío. No entendían aún que la circuncisión no es requisito para obtener la salvación de los pecados y poder estar en la misma presencia de Dios.
La polémica entre Pablo y Bernabé y los Judaizantes.
“Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión. Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos” (Hechos 15: 2-3). Pablo y Bernabé se dieron cuenta que aceptar la posición de aquellos que habían venido de Judea equivalía a desmerecer la fe en Jesucristo como única condición para disfrutar de la salvación. El mantener el requisito de la circuncisión era convertir a los cristianos como pertenecientes a una secta más dentro del judaísmo, sin destacar la novedad de vida que había venido a traer Jesús. Debido a ello Pablo y Bernabé enfrentaron a los “judaizantes” y se dispusieron a aclarar la situación ante los hermanos de Jerusalén.
El testimonio de Pablo y Bernabé enfrentado a la postura de los fariseos.
“Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hechos 15: 4-5). Pablo y Bernabé recurrieron al testimonio de lo que Dios había hecho por ellos; pero los fariseos que se habían incorporado a la iglesia insistieron en la necesidad de que los gentiles fueran circuncidados. ¿Qué hacer ante estas dos posturas? La solución encontrada por los apóstoles y ancianos de la iglesia de Jerusalén nos hace ver el camino que debemos transitar nosotros en la actualidad cuando se suscitan problemas similares.
El Papel de los Líderes:
Las iglesias deberían ejercer un gobierno democrático, conforme a la actitud que tuvieron los líderes de la iglesia Primitiva. En ese sentido conviene recalcar que está alejado de un gobierno democrático, tanto el líder autoritario, como el permisivo. El pasaje leído es en realidad el primer concilio que tuvo la iglesia, y que se llama “el Concilio de Jerusalén”. Vemos aquí cómo los líderes de esa iglesia resolvieron el problema que se había planteado.
Hicieron un análisis previo del asunto.
“Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto” (Hechos 15: 6).Lo primero que hicieron los apóstoles y los ancianos de Jerusalén fue reunirse en privado para analizar la situación y así poder llevar a la asamblea una recomendación bien fundamentada. Este es un aspecto que muchas veces se deja de lado o se pretende desconocer: la posibilidad de que los líderes de la iglesia puedan presentar a la asamblea una propuesta sobre la base de una consideración previa. El gobierno democrático no se lastima si se procede así, siempre y cuando no haya una manipulación de por medio. Toda resolución o propuesta se debe tomar en oración y con la ayuda del Espíritu Santo. Pero una iglesia puede ser lastimada si se procede por improvisación, ya que eso puede llevar en muchos casos a cometer errores.
Expusieron sus puntos de vista con autoridad:
Es muy importante en el ejercicio del gobierno democrático que los líderes demuestren autoridad cuando se dirigen a la asamblea, y así lo hicieron en esa oportunidad Pedro y Jacobo.
La autoridad del testimonio personal:
“Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen, Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros, y ninguna diferencia hizo entro nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. Ahora, pues, ¿Por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos” (Hechos 15: 7-11). Vemos que al exponer su punto de vista, Pedro destacó que por experiencia propia había tenido que reconocer que Dios también deseaba alcanzar a los gentiles para que formaran parte del nuevo pueblo establecido por su Hijo. Aunque el proselitismo de los judaizantes había sido tal que Pedro había tomado distancia de los gentiles de Antioquia, ahora el apóstol estaba dispuesto a rechazar la postura legalista y ponerse de parte de Pablo y Bernabé, ya que él mismo había tenido una experiencia similar con Cornelio, sus familiares y amigos, quienes recibieron el Espíritu Santo sin haberse circuncidado antes. Solo oyeron el mensaje y creyeron a la predicación de Pedro.
La autoridad del mensaje profético:
“Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: varones hermanos, oídme. Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar, para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, dice el Señor que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos” (Hechos 15: 13-18).Cuando le llegó el turno de hablar a Jacobo, el hermano del Señor que se había convertido en uno de los líderes de la iglesia, se refirió a algunos pensamientos expresados por el profeta Amós que ratificaban lo expuesto por Pedro. Por ese es bueno que en la exposición de los líderes ante la asamblea, se pueda ver una combinación equilibrada de testimonio personal por un lado y la fundamentación en base a las escrituras por el otro. Es obvio que las escrituras y las palabras dichas por Jesús deben ser el fundamento de todas nuestras decisiones que tomemos.
Su líder natural presentó una moción concreta:
“Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo. (Hechos 15: 19-21). No sabemos cómo es que Jacobo llegó a ejercer un liderazgo tan destacado. Lo cierto es que Jacobo se animó a presentar una moción concreta en relación con el problema planteado. Les aclara que los requisitos para obtener la salvación es apartarse de los malos caminos y convertirse de corazón a Dios, alejándose de las contaminaciones de los ídolos. Recordemos que en aquellos tiempos los gentiles adoraban a sus dioses. Actualmente hasta muchos que se consideran cristianos, en secreto creen en ídolos de diversa índole como el dinero, el poder, la fama, algún líder humano, y que esos ídolos están por encima de Dios y de nuestro salvador Jesucristo. Además les dice que debían desechar las prácticas inmorales relacionadas con el sexo Dichos pecados se encuentran cada vez más arraigados en nuestro mundo, por lo cual todos los que nos consideramos como seguidores de Jesucristo debemos oponernos a que dichas prácticas proliferen como en la actualidad, especialmente dentro del cuerpo de Cristo.
La Actitud de la Iglesia
En la actitud que tuvo la iglesia en Jerusalén observamos cuatro aspectos que sería interesante que sean tomadas en cuenta por las iglesias de nuestros días.
Guardó silencio ante el argumento de Pedro:
La iglesia aceptó respetuosamente la autoridad del testimonio compartido por uno de sus líderes, nada menos que aquel que había conducido el ministerio entre los judíos. “Entonces toda la multitud calló…” (Hechos 15:12a). También hoy debemos aceptar la autoridades de la iglesia, siempre que sigan rigurosamente con los postulados que el Señor enseñó mientras estaba en este mundo.
Oyó atentamente el testimonio de Bernabé y de Pablo:
“…y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles” (Hechos 15: 12b). La iglesia concedió a Bernabé y a Pablo la oportunidad de relatar sus experiencias vividas en el ministerio de los gentiles. Es bueno que podamos nosotros también referir no solo las ideas que tengamos que deben concordar con las sagradas escrituras, sino también las experiencias vividas en el ministerio.
Aprobó la moción de Jacobo por unanimidad:
“Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los hermanos” (Hechos 15: 22). Puede ser que algunos no estaban totalmente de acuerdo con la propuesta, o que mantenían sus reservas, pero los miembros de la iglesia manifestaron su total acuerdo con la moción de Jacobo. Eso quiere decir que pese a que en un principio tenían una idea preconcebida sobre el tema, cuando fueron aclarados los hechos y motivos expuestos dejaron de disentir. Es muy importante que en las iglesias actuales se tenga en cuenta este hecho, para solucionar problemas cuando hay desacuerdos por algún tema. Este que solucionaron ellos era de primordial importancia.
Dejó constancia de su fe en la dirección del Espíritu Santo.
“Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias” (Hechos 15: 28). Los cristianos reunidos en aquella importante asamblea en Jerusalén tenían la convicción de que el Espíritu Santo había guiado el debate y también la decisión tomada. Esta es la convicción que debería procurar tener siempre toda iglesia cristiana en sus debates sobre temas espinosos, o de controversia, buscando la dirección del Espíritu Santo como la buscaron ellos. Tengamos en cuenta que con esa decisión se resolvió uno de los problemas surgidos en ese entonces, que se relaciona nada menos que con la base de la salvación, de los cuales nosotros, que descendemos de los pueblos gentiles, estamos usufructuando. Aún hoy hay quienes tratan de agregar algo que ellos piensan que es importante para obtener la salvación. Por lo tanto también hoy es importante solucionar los asuntos de controversia basados en las Sagradas Escrituras y con la dirección del Espíritu Santo.
TEMA 12) EL ESPÍRITU SANTO DEBE SER QUIEN GUIA LOS CAMINOS DE LA IGLESIA
Como resultado del primer viaje misionero de Pablo, surge el problema de si los nuevos convertidos gentiles debían cumplir también con el mandato contenido en la ley de Moisés, específicamente, el de la circuncisión. Para solucionar este problema se reúne el primer concilio realizado en Jerusalén que dispone, guiados por el Espíritu Santo, no imponerles dicha carga a los pueblos gentiles, sino que guarden las enseñanzas de Jesús en sus vidas, sin contaminarse. Para informar a los nuevos seguidores de Cristo lo resuelto fueron enviados dos personas, Judas y Silas, a las nuevas iglesias por medio de una carta escrita, que causó gran regocijo a los nuevos convertidos.
Pablo, después de algunos días decide iniciar el segundo viaje misionero. Se produce en esa oportunidad una ruptura del equipo, o sea entre Bernabé y Pablo. Este inicia el viaje acompañado de Silas, visitando en el camino a todas las iglesias que habían formado, entregando en cada una las ordenanzas recibidas de los apóstoles en Jerusalén.
El Espíritu les muestra nuevos Pueblos donde predicar
En el primer viaje Pablo y Bernabé predicaron en varias provincias romanas, ubicadas en Asia Menor, lo que hoy es Turquía asiática. Antioquia estaba ubicada en la actual Siria. Entre las Provincias Romanas de Asia Menor se encuentran Siria, Capadocia, Cicilia, Galacia, Licia, Asia, Bitinia y el Ponto al norte, contra el Mar Negro)
Prohibición de continuar en esa zona:
“Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió” (Hechos 16: 6-7)Llegan a Misia, en la parte norte del país, e intentan dirigirse al este, ya que hacia el norte se encontraba el mar negro. Hacia el este donde ellos intentaron dirigirse se encontraban Armenia, Medo-Persia, India, China, Mongolia, Siberia. El Espíritu Santo no les permite dirigirse a predicar en esos lugares. Podríamos destacar que a la mayoría de dichos pueblos no les fue predicado el evangelio por muchos siglos. Los misioneros comenzaron dicha tarea en forma masiva en el siglo XX en adelante.
Aparece un nuevo campo de acción:
“Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas. Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio” (Hechos 16: 9-10). Por medio de un sueño, el Espíritu Santo les indica el nuevo campo de acción en el cual predicar el evangelio de salvación, que es inmediatamente aceptada por los misioneros, comenzando de esa manera la gran expansión de la predicación del evangelio, comenzando por Grecia, primer país que recibe el mensaje de salvación en Europa.
El Inicio de la predicación en Europa
“Zarpando, pues, de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis; y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días” (Hechos 16: 11-12). Para dar cumplimiento con el mandato recibido, Pablo y Silas parten inmediatamente de Troas, lugar donde se encontraban, para ingresar a Samotracia y Neápolis, localidades ubicadas en la actual Turquía europea, para ingresar a Filipos, primera ciudad del continente Europeo en donde es predicada la palabra y se forma una iglesia, salvo la isla de Chipre, localidad donde Pablo y Bernabé visitaron en su primer viaje misionero. En ese entonces era la provincia de Macedonia (imperio romano), actualmente pertenece a Grecia. Se le dio ese nombre en honor de Filipos, padre de Alejandro Magno..
Los primeros frutos
“Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos hablamos a las mujeres que se habían reunido. Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos” (Hechos 16: 13-15). Como resultado del mensaje dado por Pablo, se producen las primeras conversiones. No eran muchos, pero eran los primeros en aceptar a Jesús como el Señor de sus vidas en continente europeo por la predicación de Pablo, pero la batalla espiritual desatada en Filipos iba favoreciendo a los siervos de Dios, por lo que el diablo no podía quedarse tranquilo. Es así como procede a atacar de una manera sutil, tratando de desprestigiar el evangelio. Sin embargo, una vez más queda claro que ningún ataque demoníaco podía resistir la autoridad de Jesús.
El ataque satánico: un intento por desprestigiar al evangelio
“Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora” (Hechos 16:16-18).
El instrumento escogido por Satanás para atacar la obra de Dios en Filipos fue “una muchacha poseída por un espíritu de adivinación, una esclava que adivinando daba de ganar mucho dinero a sus amos” ¿Qué fue lo que hizo? Siguió a Pablo y a su equipo, diciendo a los gritos: “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian el camino de salvación” ¿Qué era lo malo de esto? Lo que pasa es que, aunque dijera la verdad, cualquier cosa sonaba a falsa en los labios de una chica dedicada a la adivinación. Como puede verse, el ataque diabólico consistió en un intento de desprestigio del evangelio.
La defensa divina: la expulsión del demonio de adivinación
Pablo se dio cuenta de que la reiteración en el dicho de la muchacha “esto lo hacía por muchos días”, constituida un serio ataque contra su ministerio y apelando a la autoridad de Jesús, ordeno al espíritu de adivinación que saliera de la esclava, lo que se dio de manera instantánea. Una vez más el Señor había derrotado a Satanás. Cuando la iglesia cumple con su misión, debe ser consciente de que participa de una lucha espiritual y debe creer que la victoria será suya, no por sus propios méritos, sino porque es un instrumento en las manos de Dios.
El nuevo ataque satánico: un proceso de calumnias, azotes y cárcel
“Y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos alborotan nuestra ciudad, y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos. Y se agolpó el pueblo contra ellos, y los magistrados, rasgándoles las ropas ordenaron azotarles con varas. Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. El cual, recibido mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo” (Hechos 16: 29-24).
Como era de esperar, un nuevo ataque satánico se dirigió contra los misioneros. En esta ocasión partió de los amos de la esclava quienes, al ver que había desaparecido la fuente de sus múltiples ganancias, condujeron violentamente a Pablo y Silas a las autoridades. La acusación presentada contra Pablo y Silas se fundamentaba en la calumnia, ya que los mostraba como agitadores (“alborotan nuestra ciudad”. (v. 20 b) y como corruptores (“enseñan costumbres que no nos es licito recibir ni hacer” ( v. 21 a)- Como resultado de esto los magistrados sin investigar el caso, mandaron que Pablo y Silas fueran azotados y encarcelados (v. 22,23 a). Además, dieron instrucciones al carcelero para que tomara con ellos medidas de seguridad y este, sin ningún tipo de contemplaciones, “los metió en el calabozo de más adentro y les aseguro los pies en el cepo” v.24 b). El calabozo de más adentro es el que se encontraba más alejado de la puerta de ingreso. Además era el más sucio y el más desagradable.
La defensa divina: llevar a los misioneros a una profunda adoración
“Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios, y los presos los oían” (Hechos 16: 25).
Pablo y Silas habían sido calumniados, azotados y encarcelados injustamente, todo por hacer lo correcto en el servicio de la predicación del evangelio. Simplemente predicaron el mensaje de Jesús en esa ciudad, conforme a las instrucciones recibidas directamente de Dios. Ellos podrían haberse resentido con Dios y perder la confianza en la obra divina en sus vidas, cayendo en la depresión y en la desesperación. Sin embargo, se dejaron guiar por el Espíritu Santo y oraron por medio de la alabanza (v.25).
No es posible actuar en ese caso como lo hicieron Pablo y Silas, sin la presencia y guía del Espíritu Santo. Y es por eso que lo que ellos hicieron no debe ser considerado como un hecho aislado, propio de héroes de la fe, sino que puede ser la vivencia de los miembros de la iglesia de todos los tiempos cuando ella cumple su misión con responsabilidad. Puede ser que nunca estemos encarcelados, pero aunque la manera en que nos ataque el enemigo sea otra, si estamos bajo la dirección del Espíritu Santo, podremos adorar con gozo a nuestro Dios y a nuestro Señor Jesucristo aún en medio de las dificultades.
En nuestros días la persecución puede ser psicológica, o por medio de burlas, etc. pero pese a las pruebas que se nos presenten, debemos estar gozosos de haber podido predicar. Siempre habrá alguien que escuche la palabra, la reciba en su corazón y llegará a la salvación eterna. No debemos claudicar, aunque se burlen de nosotros, nos amenacen o traten de hacernos callar para impedir que la Palabra de Dios sea proclamada.
Nos permite convertir a nuestros enemigos
“Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido. Mas Pablo clamó a gran voz diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. El Entonces, pidiendo luz se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores ¿Qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios” (Hechos 16: 26-34).
Los cristianos no deberíamos sentirnos enemigos de nadie, aunque siempre habrá personas que se declaren enemigos nuestros. Este era el caso del carcelero, quien maltrato a Pablo y Silas como si fueran los peores delincuentes. No sabía que esos mismos hombres lo llevarían a obtener el mayor tesoro que puede alcanzar un ser humano: la vida eterna. Por eso no debemos desaprovechar cualquier oportunidad que el Señor nos dé para dar testimonio de nuestra fe, tal como lo hicieron Pablo y Silas en esa oportunidad, aunque tal actitud pueda traer problemas, tanto a nosotros como a nuestros familiares y/o amigos.
Impactados por la demostración del poder de Dios (vv. 26-30)
La oración, sobre todo cuando es parte de la alabanza a Dios, tiene gran poder, Así lo vemos en las consecuencias inmediatas de la oración de Pablo y de Silas. No debemos esperar que siempre se produzcan demostraciones de poder como en esta oportunidad. Muchas veces son apenas perceptibles, pero lo importante es el impacto que produce en las personas que pueden ser afectadas por las muestras del poder de Dios, y que ese impacto les pueda producir el arrepentimiento de sus pecados y la aceptación de Cristo como el Salvador y llegue a ser el Señor de sus vidas.
Un fuerte terremoto destruyo las medidas de seguridad (v. 26)
En breves instantes, como sucede con los movimientos sísmicos, las puertas de la cárcel se habían abierto y las cadenas de los presos se soltaron. Todas las medidas de seguridad de la cárcel estaban destruidas. Esto nos demuestra que Dios está por encima de todo y Él tiene el poder para cambiar cosas o leyes de la naturaleza, que a los ojos humanos es un hecho imposible
Los presos se quedaron paralizados en vez de huir (v. 27-28)
Siendo que el carcelero era el responsable por la seguridad de los presos, en ese caso le cabía la pena de muerte y, pensando que estos habían huido, quiso quitarse la vida antes de morir ajusticiado. (Ver Hechos 12: 19). Sin embargo un nuevo milagro se produjo: ninguno de los presos había huido y así se lo hizo ver Pablo. Este hecho impactó de tal manera al carcelero que se arroja a los pies de Pablo y Silas.
El carcelero “a los pies de Pablo y Silas (vv . 29-30)
Desprovisto de todo orgullo y de toda confianza en si mismo, el carcelero reconoció el poder superior que había detrás de Pablo y de Silas y les hizo la pregunta más importante que puede hacer un no creyente: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”. Aunque no se presente siempre de una manera tan espectacular, el poder divino, cuando se manifiesta en nuestras vidas, puede llevar a la búsqueda de Dios como en este caso.
Enfrentados ante la palabra de Dios (vv. 31-32)
La respuesta inmediata de Pablo y de Silas al carcelero es uno de los textos de oro de la Biblia: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa” (v.31). Observemos que de una vez se le plantea al carcelero la necesidad de creer en Jesucristo como Señor y no como Salvador solamente. El mensaje de Pablo y de Silas es que cuando Jesucristo es nuestro Señor, la salvación viene por añadidura. Esto significa que si queremos cumplir realmente con nuestra misión debemos volver a evangelizar al mundo, declarando el señorío de Cristo por encima de todo.
Por otro lado, es notable que en vez de desperdiciar la oportunidad, le presentaron al carcelero, y a quienes le acompañaba en su casa “la palabra del Señor”. Esta es una gran lección para nosotros, en un tiempo en que muchos predicadores apelan solamente a las emociones. Por más que el carcelero estaba fuertemente impactado por el poder de Dios, necesitaba, para llegar a ser uno de sus hijos, entender el mensaje de la Palabra. Así sigue y seguirá siendo hasta que el Señor Jesucristo regrese. Si queremos cumplir verdaderamente con nuestra misión encomendada por nuestro Señor Jesucristo antes de partir de éste mundo, demos a la Biblia el lugar que le corresponde.
Transformados en su manera de actuar (v. 33-34)
Antes de su conversión, el carcelero no había tenido piedad con Pablo y Silas. Ahora, transformado por el poder de Dios, demuestra un cambio total en tres aspectos:
Lava las heridas de Pablo y de Silas (v.33). Antes, el estado lamentable de los cuerpos azotados de Pablo y de Silas no le interesaban para nada al carcelero, pero ahora, inspirado por su nueva fe, se dedica a lavarles las heridas.
Invita a comer a Pablo y Silas. (v. 34 a). Ya no los considera sus enemigos. Antes bien, con la transformación que había experimentado el carcelero, entendió que eran sus hermanos en Cristo y por eso los invito a comer a su casa.
Se gozó junto con su familia de haber creído en Dios (v.34 b). El carcelero, quien antes no era creyente y por eso su carácter fue tan frío y cruel ahora se transforma en un hombre dominado por el gozo. Debemos pensar que no siempre las personas que nos atacan, y a quienes queremos evangelizar, cambien de actitud de manera tan instantánea. No obstante si somos fieles a nuestra misión, el Señor nos dará el gozo de ver vidas transformadas por el poder como resultado de nuestra labor evangelística. La dirección del Espíritu Santo es imprescindible en el cumplimiento de la misión de la iglesia. Así lo vemos en el caso de la fundación de la iglesia de Filipos y así lo podemos ver a lo largo de toda la historia del cristianismo. Es por eso que toda iglesia que quiera cumplir hoy con su misión debe dejarse guiar por el Espíritu de Dios en todo lo que planee y realice. Si así lo hacemos veremos maravillas similares a las que hemos tratado.
TEMA 13: PROBLEMAS SURGIDOS EN GRECIA Y ASIA
Luego de la experiencia que tuvo el Apóstol Pablo con el carcelero de Filipos, son soltados de la prisión. Al enterarse que Pablo era ciudadano romano las autoridades tuvieron miedo de lo sucedido, por lo que le rogaron que se fueran de la ciudad: “Y vinieron, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad. Entonces, saliendo de la cárcel entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron” (Hechos 16: 39-40).
Si bien deben retirarse de la ciudad de Filipos, habían dejado en ella un buen testimonio y algunos creyentes que formaron una pequeña iglesia. Años después Pablo les escribe la carta a los Filipenses, desde Roma, prueba que la iglesia de Filipos estaba funcionando.
Luego de salir de Filipos, Pablo recorre varias localidades pequeñas, llegando finalmente a la ciudad de Tesalónica.
La predicación de Pablo en Tesalónica y sus resultados:
Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él es el Cristo” (Hechos 17:1-3)
Como vemos, Pablo no se quedó de brazos cruzados, sino que buscó otros lugares en donde predicar el evangelio de salvación, tal como se lo había encomendado el mismo Señor Jesús. Comenzó exponiendo el evangelio de salvación a los judíos del lugar, tal como acostumbraba. Como vemos, en cada lugar en donde iba comenzaba dicha tarea entre los judíos. Destacaba el hecho de que Jesús había venido a este mundo para salvar a todos los pecadores por su muerte en la cruz; también que no había quedado en la tumba sino que resucitó al tercer día, que todas estas cosas estaban predichas en las escrituras y que los judíos que asistían a la sinagoga conocían perfectamente.
Por lo tanto en la actualidad la predicación del evangelio debe centrarse en la obra que hizo el Señor Jesús mientras estaba en este mundo, especialmente todo lo relacionado con su sacrificio en la cruz, que permitió y permite aún el perdón de los pecados de todos los hombres que habitan este mundo y que la entrada a la nueva vida en la eternidad es posible por esa causa, En su resurrección de entre los muertos, su posterior ascensión a los cielos junto al Padre en donde intercede por cada uno de nosotros, los que creemos en él y le aceptamos como Señor y Salvador podemos tener la seguridad que dicha promesa hecha por el mismo Jesús tendrá pleno cumplimiento.
“Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas” (Hechos 17: 4).
Con lo dicho en el versículo 4 vemos que no solo creyeron algunos de los judíos sino también algunos griegos, que eran gentiles o paganos, y también mujeres nobles que eran de la clase alta de esa sociedad, lo que demuestra que la salvación está al alcance de ricos y pobres, sin distinciones de ninguna naturaleza. Solo es necesario tener el corazón abierto para escuchar con atención al mensaje que nos prediquen, y aceptar ese plan de salvación que el mismo Dios diseñó, y que está disponible para toda la raza humana.
Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá; a los cuales Jasón ha recibido, y todos estos contravienen los decretos de Cesar, diciendo que hay otro rey, Jesús. Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, oyendo estas cosas. Pero obtenida fianza de Jasón y de los demás, los soltaron” (Hechos 17: 5-8).
Otra vez fueron perseguidos, como sucedía en casi todos los lugares donde era predicado el evangelio. Había muchos que no querían aceptar dicho mensaje, sino que se oponían abiertamente, hasta con violencia hacia los predicadores y hacia los nuevos creyentes que sí habían aceptado el mensaje aceptando la obra de Cristo en la cruz, obteniendo de esa manera el perdón de los pecados y tener sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero, y por lo tanto estarían por la eternidad junco al Salvador, junto a todos los demás que habían creído en él, y con todos los que desde esa fecha en adelante han aceptado asimismo el plan de salvación.
“Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea” Hechos 17: 10a).
La situación de los misioneros se presentaba difícil y peligrosa en Tesalónica, por lo que los creyentes los envían a Berea. Pablo de esa manera no pudo completar su tarea de predicación en tan breve tiempo en ese lugar, pero al enterarse de ciertas dudas que habían quedado, les envía las dos cartas para aclararlas. Es de destacar que dichas cartas fueron escritas, la primera a mediados del año 51 de nuestra era, y la segunda unos seis meses después, que tuvo por finalidad dejar en claro ciertos aspectos de la primera carta que no había sino comprendida, o más bien mal entendidas. También conviene aclarar que en ese tiempo ejercía el poder el Emperador Claudio, gran perseguidor de la iglesia. Esas cartas fueron escritas desde la ciudad de Corinto, en donde se encontró con Aquila y Priscila, dos siervos del Señor, que habían sido expulsados de Roma. También conviene destacar que, si bien el Apóstol Pablo no pudo seguir predicando en Tesalónica, si lo continuaron haciendo algunos de sus colaboradores.
El ejemplo de Berea:
“Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres” (Hechos 17: 10b-12).
Es muy importante lo que hicieron los de Berea, ya que, en vez de oponerse a las enseñanzas de Pablo, comparaban sus dichos con las sagradas escrituras de la época, verificando de esa manera que el evangelio predicado por los apóstoles se ajustaba totalmente a ellas.
Como resultado de esa predicación vemos que muchos de los ciudadanos de Berea creyeron en el Señor Jesucristo. También mujeres griegas de distinción, o sea de la clase alta de esa sociedad, y también hombres, que normalmente son más reacios a aceptar un cambio tan radical en sus vidas, dejando totalmente sus costumbres paganas, para seguir una vida totalmente transformada, tal como el Señor lo requiere.
Nuestra misión debería ser, en los tiempos actuales, lograr que los creyentes ante nuestra predicación, tanto quienes escuchan por primera vez el mensaje como también los que ya conocen la palabra de Dios y la sana doctrina, comparen también los mensajes que escuchan con las Sagradas Escrituras, para verificar que el mensaje predicado es verídico. Es muy importante en nuestros días seguir fielmente dicha práctica, ya que existen muchos maestros que en sus predicaciones hablan de la palabra con agregados que no son bíblicos, o bien omitiendo enseñanzas fundamentales que hacen a la comprensión del plan de salvación diseñado por Dios. Es una realidad que la única forma de poder discernir correctamente las verdades bíblicas es conocer la Biblia en su totalidad, pues en ella encontramos la respuesta a cada uno de los interrogantes que podemos tener, o estar preparados para darnos cuenta de las falsas enseñanzas que quieran inculcarnos.
En ese aspecto podemos recordar que ni siquiera nuestro Señor Jesucristo estuvo exento de esa experiencia. En Mateo 4: versículos uno al once, se nos relata la tentación del diablo a Jesús. Vemos que a cada una de las ideas de Satanás basadas en las escrituras, pero tergiversadas, el Señor le contestaba con: “Escrito está”.Es innegable que para contestar con tanta seguridad debemos conocer la Biblia en su totalidad. En el versículo 11 podemos ver el resultado final: “El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían”.
La misión de los cristianos y/o predicadores en los tiempos que corren debería ser entonces, lograr que todos los creyentes procedan al estudio de la palabra de Dios para tener armas para defenderse de las tentaciones que el diablo nos pone delante y permanecer fieles al Señor hasta que partamos de este mundo, o que el mismo Señor Jesús venga a buscarnos
La experiencia de Pablo en Atenas:
“Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría” (Hechos 17: 16).
Los gentiles en esa época eran generalmente paganos, adorando diversos dioses, incluso aquellos pueblos que rodeaban al pueblo judío. Al salir Pablo a predicar el evangelio a dichos pueblos encontró en todos ellos costumbres de ese tipo, que consistía en adoración de imágenes, o de monumentos, y también una moralidad, que se encontraba muy lejos de la voluntad de Dios. El hecho que en Atenas su espíritu se enardecía viendo esa ciudad entregada a la idolatría nos hace pensar lo bajo que había caído ese pueblo en ese aspecto. Aún hoy podemos ver en dicha ciudad la gran cantidad de restos de monumentos que nos muestran el grado de idolatría que tenían.
“Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían” (Hechos 17: 17).
Vemos que el apóstol Pablo no perdió su tiempo y comenzó la predicación; en la sinagoga a los judíos, y en la plaza a los gentiles. Era el deseo de Pablo que ellos también llegasen a comprender y aceptar el plan de salvación para sus vidas.
Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección. Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo ¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas? Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto” (Hechos 17: 18-20).
Es evidente que estos filósofos y el pueblo gentil en general no se opusieron en principio a las enseñanzas de Pablo, sino que estaban ansiosos de escuchar lo que tenía que decir, y saber más profundamente acerca del evangelio de Jesucristo. Pablo les predica para que puedan tener mayor conocimiento de esa verdad y que puedan comparar el evangelio de Jesucristo con sus creencias en esos dioses paganos en quienes ellos creían hasta esa fecha. Podemos leer lo siguiente sobre este tema:
“Entonces Pablo, puesto de pie en medio del Areópago dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO: Al que vosotros adoráis, pues sin conocerle, es a quien yo os anuncio” (Hechos 17: 22-23).
Vemos que Pablo no habla mal de los dioses de ellos, sino que les explica la diferencia que hay entre los dioses en quienes ellos habían depositado su confianza con las verdades del evangelio, explicando que el Dios de los creyentes en Cristo es un ser espiritual. El resumen de su predicación se encuentra descripta en Hechos 17: 24-31.
Cuando el Apóstol Pablo comienza a exponer el tema de la resurrección, lo más importante para el pueblo cristiano que representa el triunfo de la vida sobre la muerte, sus oyentes comienzan a burlarse de él y otros le hacen saber que no desean escuchar de “resurrección”. La palabra de Dios dice al respecto: “Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: ya te oiremos acerca de esto otra vez. Y así Pablo salió de en medio de ellos” (Hechos 17: 32-33).
Es evidente que en el fondo no deseaban cambiar su fe que tenían en sus dioses paganos, por la fe que Pablo les predicaba. Pero no todo fue en vano. La biblia nos relata lo siguiente: “Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos” Hechos 17:34). Pero la tarea impuesta por el Señor antes de irse de este mundo para reunirse con el Padre, de predicar el evangelio a todos los hombres se había cumplido. Es responsabilidad de los oyentes aceptar o rechazar dicho mensaje. Los cristianos, tanto los de aquella época como en la actualidad no estamos para juzgar a los que no creen sino dar el mensaje a todos. En el juicio ante el gran trono blanco (Apoc. 20: 11-15). el mismo Señor dictará su sentencia conforme a los hechos de cada uno.
Los atenienses en esa oportunidad escucharon el mensaje pero no lo aceptaron sino solo unos pocos. Si comparamos la conducta de la población mundial en nuestros días con los atenienses de esa época, podemos llegar a la conclusión de que en la actualidad la actitud de los hombres en general son iguales o peores que la de los atenienses. La escritura dice: “(Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo” (Hechos 17:21). La población de nuestro mundo actual habla y discute sobre muchos temas, por ejemplo la política, la economía, el matrimonio igualitario, el divorcio, el aborto, el amor libre, etc. pero no piensan ni consideran lo que el Señor Dios tiene que decir al respecto, o dicen que tales ideas son anticuadas. Tal como hizo Pablo en Atenas, nosotros los cristianos regenerados por Cristo debemos predicarles a todos los hombres en toda oportunidad que se nos presente a fin de darles el mensaje de salvación. Es responsabilidad de los oyentes aceptar o no dicho mensaje.
El caso de Apolos
Luego de su paso por Atenas, Pablo se dirige a Corinto, que fue en ese entonces un gran centro político y comercial de Grecia, superando incluso a Atenas en importancia. Era famosa por su maldad e inmoralidad. Había allí un templo dedicado a afrodita, diosa del amor y de la guerra. La gente adoraba a la divinidad dando dinero al templo y participando en actos sexuales con hombres y mujeres, que se prostituían en el templo. Pablo vio en Corinto un desafío y una gran oportunidad para su ministerio. Más tarde escribió las cartas a los corintios, ocupándose sobre todo de los problemas de inmoralidad. El Señor le pide que permanezca más tiempo, ya que allí tenía mucho pueblo. Pablo por lo tanto permanece un año y seis meses predicando en dicha ciudad. Allí también se encuentra con Aquila y Priscila, judíos cristianos que habían sido expulsados por el emperador Claudio de Roma. También allí tuvo problemas con los judíos que no aceptaban el mensaje del evangelio predicado por el apóstol Pablo, pero tuvo la protección del Altísimo y pudo continuar con su obra evangelística.
Luego del año y medio que permaneció en Corinto, Pablo inicia su viaje de regreso a Jerusalén en razón de haber hecho un voto. Pasa por Éfeso donde deja a sus amigos Aquila y Priscila, quienes permanecen en Éfeso continuando Pablo su viaje a Palestina, terminando así su segundo viaje misionero.
“Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído, porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo” (Hechos 18: 24-28).
En este párrafo podemos conocer un ejemplo digno de imitar en la actualidad. Vemos que Apolos predicaba con vehemencia el mensaje de salvación en Éfeso, pero en forma incompleta, por desconocer el sacrificio de Jesús en la cruz para la salvación de todos los hombres. Pero Aquila y Priscila no lo corrigieron delante de la gente que le escuchaba, sino que lo llamaron aparte, sin testigos, para enseñarle todo lo referente al tema de la salvación, y la obra que Jesús había realizado. De Éfeso, pasa a Corinto donde, según la última frase del párrafo, predicaba con gran vehemencia, demostrando por medio de las Escrituras que Jesús era el Cristo. También hoy es bueno corregir a los jóvenes que se inician en la predicación en forma privada para no avergonzarlos, sino mas bien darles ánimo para le tarea que comenzaron, pero vigilándolos para que no se aparten de la sana doctrina.
TEMA 14: LA MISIÓN DE LA IGLESIA EN LOS
TIEMPOS ACTUALES
Luego de un pequeño período de descanso Pablo inicia su tercer viaje misionero, recorriendo la región de Galacia y de Frigia, confirmando a todos los hermanos. Luego de recorrer las regiones superiores llega a Éfeso, en donde permanece por espacio de dos años. También allí tiene los mismos problemas que tuvo en otras ciudades donde predicó con anterioridad. En ese tiempo en Éfeso algunos plateros hacían templecillos de plata de la diosa Diana, obteniendo grandes ganancias. Al ver peligrar su negocio arman un alboroto, en el cual los adoradores de esa diosa gritan por casi dos horas: “¡Grande es Diana de los efesios!”. Tal actitud demuestra que no tenían interés en aceptar el evangelio predicado por Pablo, sino que prefirieron anteponer sus intereses económicos y personales antes que convertirse de sus ídolos para adorar al Dios verdadero. Pero el evangelio les había sido predicado y tuvieron la oportunidad de creer en el plan de salvación que el mismo Dios les ofrecía, y por lo tanto, en el juicio ante el gran trono blanco, detallado en Apocalípsis 20: 11-15 recibirán la sentencia que les dictará el Rey de Reyes y Señor de Señores, que será en esa oportunidad el juez que juzgará los hechos de cada uno de los hombres que habitaron esta tierra desde la fundación del mundo.
También hoy podemos ver que ante la predicación del evangelio, muchos prefieren seguir sus propios caminos, apartados de los mandamientos del Señor. Es nuestra obligación como Hijos de Dios, salvados por el sacrificio de Jesucristo, dar a conocer el mensaje a todos los hombres sin distinciones de ninguna naturaleza, para que ellos tengan la oportunidad de convertirse. Vemos en el libro de Hechos de los Apóstoles que ante la predicación de Pablo y otros apóstoles, la mayoría los rechazaba de distintas maneras, pero algunos creían arrepintiéndose de sus pecados y por lo tanto llegaban a ser salvos. Hoy debemos hacer lo mismo. Es el mandato del mismo Jesús.
“Pasadas estas cosas. Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma” (Hechos 19: 21) Su propósito era ir a la capital del imperio, Roma, para iniciar desde dicha ciudad, la evangelización de la parte occidental del imperio romano.
Casi al final de su tercer viaje escribe la carta a los Romanos, alrededor del año 57 de nuestra era desde la ciudad de Corinto. En dicha carta podemos leer: “Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma” (Romanos 1: 14). “Por esta causa me he visto impedido muchas veces de ir a vosotros. Pero ahora, no teniendo más campo en estas regiones, y deseando desde hace muchos años ir a vosotros, cuando vaya a España, iré a vosotros; porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros una vez que haya gozado con vosotros” (Hechos 15: 22-24).
Como vemos, su proyecto era viajar a esa parte del imperio, porque entendía que en la zona de Asia y Grecia, ya no le quedaba campo para predicar. Recordemos que España era el extremo occidental del imperio romano, y el final del mundo entonces conocido. Es evidente que Pablo tenía muy presente el mandato del Señor de ir a predicar hasta lo último de la tierra.
Luego Pablo regresa a Jerusalén, visitando en el trayecto muchas de las iglesias fundadas por él y sus colaboradores, y despidiéndose de los creyentes de esas iglesias. Pero sus planes sufren un traspié, dado que es tomado prisionero por los judíos en el templo. Se le presentó entonces una oportunidad única para la predicación del evangelio de Jesucristo ante las máximas autoridades religiosas de los judíos, quienes rechazaron su mensaje. En dicha oportunidad recibe un mensaje del Señor mismo: “A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma” (hechos 23:11).
La situación iba empeorando. Pablo se entera que tenían un plan para matarlo, y para salvarle la vida las autoridades romanas lo llevan ante el gobernador Felix quien lo mantiene prisionero. Su sucesor, Festo, queriendo solucionar el problema escucha las acusaciones que hacen los sacerdotes y personas influyentes contra Pablo, quien se defiende de las mismas. La Palabra de Dios menciona el desenlace de esta situación de esta manera:
“Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, respondiendo a Pablo dijo: ¿Quieres subir a Jerusalén, y allá ser juzgado de estas cosas delante de mí? Pablo dijo: Ante el tribunal de Cesar estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien. Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A Cesar apelo” (Hechos 25: 9-11).
Pablo se ve obligado a defenderse de las artimañas de sus enemigos apelando a la autoridad del Cesar, para no ser llevado a Jerusalén donde con seguridad sería asesinado. De esa manera es remitido a Roma, pero no como ciudadano libre sino como prisionero. Luego de un viaje muy difícil con muchos problemas llega finalmente a la capital del imperio, Roma, pudiendo testificar de esa manera de su fe en dicha ciudad.
“Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase” (Hechos 28:16). Vemos que a Pablo se le permitió ciertas libertades que le permitieron predicar el mensaje de salvación a los habitantes de Roma.
“Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo abiertamente y sin impedimento” (Hechos 28: 30-31).
Con éste versículo termina el libro de Hechos de los apóstoles. Vemos que se le permite predicar el evangelio sin impedimentos. La tradición dice que después de los dos años que se mencionan, en las que Pablo estaba en Roma con prisión domiciliaria, es juzgado y libertado, permitiéndole realizar nuevos viajes. Después del incendio de Roma provocado por Nerón, se culpa del hecho a los cristianos, y Pablo es nuevamente encarcelado.
En la segunda carta de Pablo a Timoteo, capítulo cuatro versículos 16-18 nos da idea de su final: “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon: no les sea tenido en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león”. La tradición nos dice que fue condenado a muerte por decapitación. Pero el libro de Hechos de los Apóstoles no registra dichos detalles. En realidad el libro de Hechos no fue escrito como biografía de los principales líderes de ese tiempo, sino nos relata el nacimiento de la iglesia y los principales problemas que tuvieron que enfrentar en sus comienzos. Dichos problemas continúan en la actualidad, provocando todas las divisiones que se produjeron a lo largo de la historia. Pero se puede reconocer en Pablo a un verdadero siervo de Jesucristo, que cumplió el mandato del Señor de predicar el evangelio hasta lo último de la tierra.
A través de los casi dos mil años de esos acontecimientos, los predicadores que nos hablan de los acontecimientos del fin, hacen énfasis en relatarnos como podrían interpretarse dichos hechos. En muchas ocasiones fijan fechas en que podría venir nuestro Señor por segunda vez, pero hasta el día de hoy todas esas profecías han sido equivocadas, y aún seguimos esperando a nuestro Señor. A menudo dichos profetas mencionan interpretaciones sin sustento bíblico.
En el libro de Hechos de los Apóstoles, capítulo 1, versículos seis a nueve nos dice: “Entonces los que se habían reunido le preguntaron diciendo: Señor, ¿Restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos”.
Vemos que los apóstoles querían saber sobre el futuro, que el Señor no les había aclarado cuando les habló sobre los acontecimientos previos de su segunda venida. Pero el Señor Jesucristo les aclara que tales datos no son de incumbencia de los seres humanos. Solo el Padre puso en su sola potestad cómo se irían produciendo los distintos hechos y las fechas en que se producirían. Nosotros los creyentes debemos confiar en que la promesa de Jesús de estar con nosotros hasta su venida se cumplirá. No debemos preocuparnos por el cuándo se producirán. Pero sí debemos cumplir con el último mandato que nos diera el Señor que es el de predicar el evangelio hasta lo último de la tierra.
Los apóstoles, especialmente Pablo tenía muy presente esa orden impartida por el Señor Jesús. Esa tarea continuó durante los veinte siglos que transcurrieron desde la ascensión de Jesús, pero no se ha completado aún. Hay en el día de hoy millones de personas que no conocen el plan de salvación y no escucharon nunca la obra del Señor en la cruz.
En el capítulo 24 del evangelio según San Mateo, nuestro Salvador nos relata los acontecimientos antes del fin. A cada una de las calamidades que sobrevendrán a nuestro mundo las termina con un mensaje: “pero aún no es el fin”; “y todo esto será principio de dolores”; etc. Pero no todo es malo, “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24: 13). Esta advertencia de Jesús nos está diciendo que para irnos con Jesús cuando él venga a buscarnos, debemos perseverar hasta el fin de nuestros días, o hasta la fecha del regreso de Jesús.
“Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mateo 24: 14).
Ésta profecía dicha por Jesús mismo, unos días antes de su calvario y su muerte en la cruz, nos está diciendo que el Rey de Reyes y Señores vendrá a este mundo a llevar con él a los creyentes que se mantuvieron fieles hasta el fin. O sea, que la condición que debe cumplirse antes de su venida, es llevar el evangelio de salvación a todos los hombres. Entonces, y solo entonces el Señor vendrá a buscar a los suyos. Es necesario entonces que todos los creyentes que aman su venida, aúnen sus esfuerzos para que esto se haga realidad. No sabremos jamás cuando se haya completado dicha tarea. No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; dijo Jesús. Los apóstoles iniciaron la obra; muchos otros los siguieron a través de los siglos. Nos toca a nosotros hoy completarla. Con la tecnología disponible en este tiempo es posible. Hagamos esa tarea para que pueda finalmente producirse ese evento tan esperado desde hace veinte siglos por todos los que tienen a Jesús como el Señor de sus vidas. La responsabilidad de cumplir el último mandamiento dado por el Señor antes de su ascensión es nuestra. Hagámosla.
Alberto Juan HILLMANN
LA SEGUNDA VENIDA
- Category: TEMAS BIBLICOS
- Hits: 2098
LA SEGUNDA VENIDA
El Regreso de Jesús al Final de la Historia
A) Términos de la Segunda Venida
Los verdaderos creyentes de todas las épocas, desde los tiempos de Jesús en adelante, esperaron y aguardan aún el cumplimiento de esa promesa.
Hubo épocas en que la Segunda Venida del Señor era esperada con mucho más interés que en otras. Ya en tiempos de los apóstoles los creyentes aguardaban que se cumpliera ese gran evento. También esa venida era esperada con mucho entusiasmo en tiempos de la Reforma y épocas posteriores, hasta nuestros días. Actualmente, a principios del siglo XXI se percibe mucho desinterés por dicho acontecimiento, el cual sucederá muy pronto.
Entre las muchas señales que se están cumpliendo en los últimos años, podemos mencionar por ejemplo:
El pueblo judío, conforme a lo profetizado por Daniel: “…Y cuando se acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas.”(Daniel 12:7).
Sabemos que esta profecía se ha cumplido hace menos de un siglo. Israel ya es nuevamente una nación independiente y soberana, y pese a que sus más acérrimos enemigos quieren destruirla a cualquier precio, no lo han logrado. Conforme a esa profecía desde la constitución del estado de Israel, comenzaron a cumplirse todas las profecías que se relacionan con los últimos tiempos, inmediatamente antes de la venida de nuestro Señor Jesucristo.
La corrupción que existe actualmente en el mundo se asemeja a los tiempos de Noé: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el Arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24: 37-39).
Si analizamos detenidamente esta profecía predicha por el mismo Señor, nos damos cuenta de que estamos actualmente en ese momento de la Historia. Ya casi nadie espera su venida, la gente está ocupada en sus propios asuntos. La gente de aquella época no le creyó a Noé su predicación relacionada con el advenimiento del diluvio, que luego sí ocurrió, perdiendo su vida todos los habitantes de la tierra, salvo ocho personas que entraron en el arca construido por el patriarca Noe, por orden de Dios. Jesús dijo que cuando el venga a buscar a los suyos el mundo estará en una situación similar, y todos aquellos que no lo esperan se perderán por toda la eternidad, sin ninguna esperanza de salvación. Es importante por lo tanto no cometer el mismo error de aquellos, sino por el contrario estar con el corazón preparado para recibirlo como él lo merece.
Los habitantes del mundo practican pecados tan aberrantes como lo hacían en Sodoma y Gomorra: “Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste. (Lucas 17: 28-30).
Tales prácticas aberrantes también existían en casi todos los imperios del mundo, como por ejemplo Babilonia, cuya moralidad dejaba mucho que desear, al igual que en Grecia y en Roma. Si bien tales prácticas fueron abandonadas (por lo menos en forma pública), resurgen en la actualidad con una fuerza que asombra, y a escala mundial.
Estos acontecimientos que ocurren en nuestros días, debe llamar nuestra atención, y debe ser motivo para, no solo no tomar parte en prácticas tan aberrantes, sino con corazón humillado y sincero ponernos en las manos de Dios para salir airosos de estas pruebas a las que nos tentará nuestro enemigo el Diablo, sabiendo que el día de nuestra redención está cerca.
En la actualidad casi nadie espera la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo. Pero pese a eso, él vendrá, porque así lo ha prometido cuando estuvo en este mundo. “…Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿Hallará fe en la tierra? (Lucas 18:8).
En las Sagradas Escrituras, se designa a ese evento como el más importante para todos aquellos que creen en el Señor Jesús y lo aceptaron como su salvador.
El apóstol Pablo en 1ra. Corintios 1: 7-8 dice: “de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo”. (1ra. Corintios 1: 7-8)
En este texto vemos que Pablo recomienda a los cristianos esperar ese día, trabajando para él en la predicación del evangelio, en forma pura y sin contaminación de enseñanzas del mundo, y que sean irreprensibles, o sea que no se les pueda objetar nada que pueda separarlos del amor de Cristo.
En Filipenses 1: 6, Pablo dice: “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”, lo que quiere decir que los creyentes no serán abandonados, sino serán fortalecidos por el Espíritu Santo, y serán perfeccionados cada vez más, hasta ese día.
En Filipenses 1: 10 leemos: “para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo”. Vuelve a mencionar el término irreprensibles, o sea que nuestra conducta no debe merecer ningún reproche. Además debemos ser sinceros en nuestros pensamientos y acciones, actuar con franqueza, ser sencillos en nuestra manera de ser, veraces en nuestro hablar, o sea ser verdaderos discípulos de Cristo.
Nos dice también Pablo en 1ra Tesalonicenses 5: 2-3: “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán”. Es indudable que la segunda venida del Señor se producirá en un momento dado de la historia, cuando casi nadie lo espera, no será anunciado con bombos y platillos para que estemos de pié para recibirlo como él se merece. Todo lo contrario, vendrá como viene un ladrón a robar. Cuando nos demos cuenta ya será demasiado tarde. Estemos por lo tanto alertas en todo momento, no dejándonos llevar por las tentaciones que el mundo ofrece a cada momento, sino debemos ser fieles en todo momento, hasta que nos toque partir de este mundo, o hasta que suene la trompeta final y Él aparecerá a llevar a los suyos, tal como lo prometió
El Apóstol Pedro, en su segunda carta Capítulo 3, versos 3 al 12 dice: “sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación. Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo tanto el mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y la perdición de los hombres impíos. Mas, oh amados, no ignoréis esto; que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡Cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos y los elementos, siendo quemados, se fundirán!”
Pedro nos está diciendo aquí que los burladores de los últimos días dirán que Jesús nunca volverá, pero él refutó sus argumentos explicando el plan maestro de Dios en el tiempo. Los postreros días es el tiempo intermedio entre la primera y la segunda venida de Cristo. En ese sentido nosotros, como Pedro, estamos viviendo en los postreros días. Debemos cumplir por lo tanto con la tarea a la que Dios nos ha llamado y creer que volverá tal como lo prometió. En el versículo 6 manifiesta que el mundo antiguo fue anegado en agua. Se refiere al tiempo de Noé, en el cual el mundo corrupto de ese entonces fue juzgado mediante el diluvio. En la segunda venida de Cristo, el mundo y sus habitantes serán juzgados por el fuego.
En los versículos 8 y 9 Pedro menciona que algunos creyentes pensaban que Dios estaba actuando en forma muy lenta. Esto sucedía porque los primeros creyentes debían afrontar la persecución cada día y anhelaban ser librados de ella. Pero Dios no es lento y no actúa de acuerdo con nuestra medición del tiempo. En Salmo 90:4 leemos: “Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer que pasó, y como una de las vigilias de la noche”. En realidad, Jesucristo está esperando que más pecadores se arrepientan y se vuelvan a él. No debemos sentarnos a esperar el regreso de Cristo, sino vivir con la consigna de que el tiempo es corto y tenemos una tarea importante para realizar. Debemos estar listos para encontrarnos con Cristo en cualquier momento; sin embargo, debemos planificar nuestros pasos y ponernos a su servicio, como si él demorara un tiempo más en volver. Nuestra principal tarea en este último tiempo es el de continuar predicando al mensaje de salvación en cualquier circunstancia que se nos presente, no desperdiciando ninguna oportunidad para hacerlo. No necesitamos ser grandes predicadores para realizar esa tarea. En ocasiones unas simples palabras pueden convertir a un incrédulo y de ese modo él pasará de muerte a vida.
La segunda venida de Cristo, tal como la hemos leído, será sorpresiva y terrible para aquellos que no creen en él. Pero si estamos limpios en lo moral y vigilantes en lo espiritual, no nos tomará por sorpresa.
Años atrás, el pasaje que dice “…en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán”, eran objeto de burlas de aquellos que no creían en las verdades de la Biblia. Claro, ¿Cómo se podría fundir por ejemplo una piedra? Pero hoy sabemos que con las nuevas armas fabricadas por el hombre, tal cosa es posible. Solo hace falta que alguien la arroje y la haga detonar.
El apóstol Juan llama ese día como “día postrero” El pasaje mencionado se encuentra en el evangelio de Juan 12:48, que dice: “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue, la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero”. Estas son palabras de Jesús. Hace referencia al resultado final de aquellos que escuchan la palabra de predicación del evangelio, pero la rechazan. El propósito de la primera misión de Jesús sobre la tierra no fue juzgar a las personas, sino mostrarles cómo encontrar la salvación y la vida eterna. Cuando vuelva otra vez, uno de sus principales propósitos será juzgar a las personas según la vida que llevaron en la tierra. Las palabras de Cristo que no quisieron aceptar y obedecer serán las que los condenarán. En el día del juicio quienes aceptaron a Jesús y vivieron según su voluntad serán levantados para vivir eternamente con él. Quienes lo rechazaron y vivieron según su antojo deberán enfrentarse al castigo eterno.
El autor de la carta a los Hebreos a su vez dice en el capítulo 10 versículo 25: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. El no asistir a las reuniones cristianas es perder el estímulo y la ayuda de otros cristianos. Nos reunimos para anunciar nuestra fe y fortalecernos los unos a los otros en el Señor. Al acercarnos al fin de los tiempos y al estar próximo el día en que Cristo volverá, afrontaremos, según la palabra de Dios, problemas espirituales, tribulaciones e incluso persecución. No serán siempre violentas como en el primer siglo, o en tiempos de la edad media o el comienzo del tiempo de la reforma, en donde muchos cristianos pagaban con su vida la osadía de confesar que eran siervos de Dios y habían aceptado a Jesucristo como el Salvador y Señor de sus vidas. En la actualidad fuerzas anticristianas crecen en intensidad. A veces son persecuciones psicológicas, o consisten en burlas, desprecios, otras veces los que profesan ser cristianos deben pagar con su vida tal confesión, como en los países del medio oriente. En ciertos países de religión mahometana, el solo hecho de poseer una biblia o hablar a otras personas de su contenido, puede ser causa de condena a muerte. El verdadero cristiano deberá renunciar a muchas cosas que ofrece el mundo, y que no están de acuerdo a la voluntad de Dios. Pero las dificultades nunca debieran ser excusas para no congregarnos. En cambio, a medida que surgen las dificultades, deberíamos hacer un mayor esfuerzo para ser fieles en la asistencia, y en reunirnos con aquellos que también creen en el mismo Señor y que también aceptaron a Jesús como salvador de sus vidas.
B) Profecías de la Segunda Venida
Este evento fue profetizado por muchas personas, especialmente en la época del Nuevo Testamento.
1) Fue profetizado por Jesús, antes de su crucifixión.
En el evangelio de Mateo, 24.27 leemos: “Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre”. Este dato lo proporciona Jesús en el momento en que enseña a sus discípulos los acontecimientos que sucederán antes del fin, o sea antes de su venida. Cuando nos digan que él ya vino, sabremos que no es verdad, ya que cuando ese evento ocurra, todos le veremos, tal como vemos un relámpago que cruza el cielo desde un extremo al otro, y será tan rápida su venida que no tendremos ninguna oportunidad de hacer nada. En el momento que esté frente nuestro ya no podremos cambiar nuestra situación: nuestra suerte ya estará echada, ya estará definido nuestro destino eterno, ya sea para vida si estábamos preparados para recibirle, o para muerte si ignoramos las advertencias que nos habían hecho.
También leemos en Mateo 24:29-31 lo siguiente:”E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”.
Vemos que Jesús detalla en estos versículos la forma en que vendrá. En primer lugar aclara que ese evento sucederá luego de la gran tribulación que tendrá lugar en la tierra, y cuyos primeros acontecimientos ya podemos vislumbrar conforme a los acontecimientos que están sucediendo en el mundo. Nos dice que el sol y la luna ya no darán luz a la tierra. Esto es porque Jesús ya estará aquí, y su luz opacará la luz del sol y la luna. Todo sucederá en forma casi simultánea. Los incrédulos se lamentarán al descubrir inesperadamente que estaban equivocados, pero ya será demasiado tarde para arrepentirse, para cambiar de vida, para aceptar a Jesús como Salvador y Señor de sus vidas. Todo lo que fue objeto de su burla sucederá, tal como fue predicho, y será demasiado tarde para recapacitar. Él asimismo enviará a sus ángeles a reunir y traer junto a sí, a todos los que han creído en él, que sí lo aceptaron como el Señor de sus vidas, y que vivieron en este mundo como auténticos hijos de Dios.
Cuando Jesús estaba a punto de ser crucificado, estando frente a Caifás el sumo sacerdote judío de aquel entonces, tuvo el siguiente diálogo con Él: “Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo”. (Mateo 26: 62-64)
Vemos que el sumo sacerdote deseaba sacarle a Jesús alguna declaración que lo incriminara, y así tendría motivos para acusarle y condenarle. Ante la pregunta de si él era el Cristo, el Hijo de Dios, no tuvo ningún temor en dar a conocer su realeza abiertamente. Al decir que era el Hijo del Hombre, estaba afirmando que era el Mesías esperado por ellos. Todos los presentes se dieron cuenta de ese detalle. Jesús sabía que su declaración sería motivo de muchos conflictos, que lo llevarían a la muerte en la cruz, pero no se atemorizó, estaba tranquilo, decidido y firme. El había venido precisamente para dar su vida en expiación por los pecados de toda la humanidad, pero agrega que resucitará para sentarse a la diestra de Dios, su Padre, para venir al fin de los tiempos, no como un siervo sufriente que da su vida por la humanidad, sino como el Rey de Reyes y Señor de Señores. Allí está ahora intercediendo por cada uno de los que creen y esperan en él, que confían en sus promesas, y que desean fervientemente servirle ahora en éste mundo, y luego alabarle y adorarle por la eternidad.
2) Fue profetizado por Jesús, después de su resurrección.
En el evangelio de Juan, 21:22, antes de su ascensión Jesús le dice a Pedro: “Si quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿Qué a ti? Sígueme tú”. Este mensaje es también para nosotros en la actualidad. Pedro le había preguntado como moriría, pero Jesús le contesta simplemente que no se preocupara por dicho problema. Simplemente le recomienda seguirle y hacer su voluntad. Así también nosotros no debemos preocuparnos por el día de mañana, o por nuestro futuro, sino que nuestra preocupación debe ser seguir a Jesús, hacer su voluntad y dar a conocer a todos los que nos rodean que él es el Salvador del Mundo- Él es el único que puede solucionar los problemas que aquejan a los hombres. Por eso debemos poner en sus manos todo nuestro ser, y especialmente, asegurarnos que nuestros nombres estén escritos en el Libro de la Vida.
3) Fue anunciado por dos ángeles en la ascensión de Jesús
“Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿Por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1: 9-11).
Luego de su resurrección, Jesús estuvo cuarenta días con sus discípulos, enseñándoles todas las cosas que debían saber respecto a la futura tarea que les esperaba, que era la difusión del evangelio a todo el mundo. Cuando Jesús ascendió al cielo los discípulos estaban observando ese acontecimiento tan maravilloso. En ese momento se aparecen dos ángeles que les dicen que un día Jesús volvería de la misma forma en que se fue: en forma corporal y visible. La historia no es casual, está en movimiento hacia un punto específico: la venida de Jesús para juzgar al mundo y para ejercer su autoridad sobre la tierra. Nosotros debemos estar listos para esta venida sorpresiva que ocurrirá muy pronto. No parados contemplando los cielos, sino trabajando con ardor en difundir el evangelio de manera que otros sean capaces de recibirle también como Salvador y Señor de sus vidas, y ser partícipes de las grandes bendiciones de Dios.
4) Fue profetizado por los apóstoles en su predicación
En el libro Los Hechos de los Apóstoles, Pedro dice, en Hechos 3:19-20: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado”. Les está diciendo a los oyentes que debían arrepentirse de su antigua manera de vivir, que debían convertirse de corazón a Jesús, y seguirle para recibir las bendiciones del Señor, y que puedan tener parte en el nuevo reino cuando Jesucristo venga por segunda vez.
Pablo, mientras estaba en Atenas, les predica a quienes le estaban escuchando las verdades del evangelio, y entre sus declaraciones dice: “por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quién designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos…” (Hechos 17:31).
Les habla de la resurrección de los muertos y de que volverá a juzgar al mundo con justicia. Como vemos, Pablo no dejó su mensaje inconcluso. Confrontó a sus oyentes con la resurrección de Jesús y su significado para la gente: bendición o castigo. Los griegos no tenían idea de lo que era el juicio. La mayoría prefería adorar muchos dioses antes que a uno solo, y la idea de la resurrección era increíble y hasta ofensiva para ellos, como podemos leer en los versículos siguientes. Pero Pablo no escondió la verdad, no le importó lo que pensaran los griegos al respecto. Cambió la forma de exposición a fin de que sus oyentes pudieran entender lo que les quería decir, pero nunca cambió su mensaje básico. Debemos pensar que en la actualidad hay muchos que no quieren escuchar sobre la resurrección de los muertos o el futuro juicio de Dios. Ellos continúan viviendo sus vidas como desean, pensando que tal vez el Señor tendrá misericordia de ellos en el futuro, pero Jesús dijo muchas veces que él vendría a juzgar al mundo. El destino de unos, de aquellos que no creyeron o no aceptaron el mensaje de Salvación será el tormento eterno. Los que sí creyeron en el plan de Salvación tendrán parte en ese reino que está preparando para todos nosotros.
5) Fue profetizado por los apóstoles en sus escritos
En Filipenses 3:20 podemos leer: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.
La ciudad de Filipos era una colonia romana, o sea que los Filipenses eran considerados ciudadanos romanos. Por lo tanto tenían los mismos derechos y privilegios que gozaban los ciudadanos de Roma. Los cristianos experimentaremos un día de todos los privilegios especiales de nuestra ciudadanía celestial, porque pertenecemos a Cristo. El apóstol Pablo en una oportunidad hizo uso de esos derechos para salvar su vida. Leemos en Hechos 25:8-11: “alegando Pablo en su defensa: Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada. Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, respondiendo a Pablo dijo: ¿quieres subir a Jerusalén, y allá ser juzgado de estas cosas delante de mí? Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien. Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir, pero si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo”.
En esa oportunidad Pablo apeló a su ciudadanía romana para salvar su vida. Por ser ciudadano romano tenía derechos que otros no tenían. Así también nosotros, si nuestros nombres están escritos en el Libro de la Vida seremos considerados ciudadanos del cielo y tendremos privilegios que aquellos que no creyeron en el sacrificio de Cristo y por lo tanto no tienen sus nombres escritos en ese Libro, no tendrán. O sea que quienes tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida serán ciudadanos del cielo, y no tendrán parte en la muerte segunda. En cambio quienes no tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida, si tendrán parte en la muerte segunda: serán arrojados en el Lago de Fuego junto a Satanás y sus Ángeles.
En primera Tesalonisenses 4: 13-18: dice el apóstol Pablo: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por lo tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”.
Saber exactamente cuándo resucitarán los muertos en relación con los otros hechos de la Segunda Venida, no es tan importante como el propósito por el cual Pablo escribió estas palabras: desafiar a los creyentes a consolarse y animarse mutuamente cuando un ser amado muere. Este pasaje puede ser de gran consuelo cuando un creyente muere. El mismo amor que tuvo el Señor Jesús cuando estuvo en este mundo, y que debiera unir a los creyentes en esta vida, unirá a los creyentes cuando Cristo regrese, y lleve consigo a todos los que creyeron en él, durante el milenio, y reine por la eternidad, luego del milenio, cuando Satanás sea vencido definitivamente.
En 1ra. Timoteo 6:14 podemos leer: “…que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo” Pablo concluye su carta a Timoteo diciéndole que “Guarde el mandamiento”, refiriéndose a los mandamientos que Cristo ha dado a su iglesia. Así también nosotros debemos guardar y cumplir con todos los consejos y enseñanzas que nos dejara Jesús mientras estaba en este mundo, mandamientos que según sus palabras “no son gravosos” y se encuentran detallados en los evangelios y escritos de los apóstoles.
En Tito 2:13, dice: “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”
El poder para vivir la vida cristiana viene del Espíritu Santo. Por el hecho de que Cristo murió y nos rescató del pecado, hemos sido liberados del control del pecado. El nos da el poder y la comprensión para vivir de acuerdo a su voluntad y hacer el bien. Entonces miraremos hacia adelante esperando el regreso maravilloso de Cristo con ansiosa expectativa y esperanza.
C) El Hecho de su segunda Venida
1) El Tiempo del Regreso:
a) No es conocido:
“Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre” (Marcos 13: 32).
Cuando Jesús dijo que ni siquiera él conocía el tiempo del fin, afirmaba su humanidad. Dios el padre conoce los tiempos y Jesús y el Padre son uno, pero cuando Jesús tomó forma de hombre, voluntariamente desistió del uso ilimitado de sus atributos divinos. Además a los hombres les fue vedado conocer ese día, porque el Señor quiere que siempre estemos preparados para recibirlo, a cualquier hora y en cualquier circunstancia. Si conociéramos la fecha de su venida, es posible que no le demos la importancia que se merece este evento, pero Dios quiere que en todo momento, hasta el fin de nuestros días estemos a la espera de ese acontecimiento.
b) Será Súbito:
“Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24: 27)
La venida del Mesías, tal como lo expresa este versículo, será tan rápida que no nos dará tiempo a nada, ya será tarde para arrepentirnos de nuestros pecados. Sabemos que los relámpagos corren a la velocidad de la luz, o sea unos 300.000 Km. por segundo. Eso significa que cuando percibamos su venida, ya estará frente nuestro, y por lo tanto ya estará sellado nuestro destino eterno. Si ya estábamos preparados para ese evento, lo recibiremos como Rey de Reyes y Señor de Señores y le rendiremos nuestra adoración como solo él se merece por ser nuestro Salvador y Señor de nuestras vidas. Si no estábamos preparados, si siempre desechamos su llamado al arrepentimiento, si continuamos pese a todo con nuestra vida pecaminosa, solo nos queda, esto en el juicio final o el Juicio ante el gran Trono Blanco, escuchar el veredicto final, que no será otro que la condenación eterna, junto a Satanás y sus ángeles.
c) Será inesperado:
“Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá” (Lucas 12: 40).
La venida de Cristo en un tiempo inesperado no es una trampa ni truco mediante el cual Dios espera sorprendernos. Es más, Dios retarda su venida para que tengamos una mejor oportunidad para seguirle. Durante este tiempo antes de su regreso tendremos la oportunidad de vivir mostrando nuestras creencias y reflejando el amor de Jesús en nuestras vidas a medida que nos relacionamos con otros. Las personas preparadas para la venida de su señor no son hipócritas sino sinceras, no son temerosas sino dispuestas a testificar; no viven ansiosas sino confían en las promesas del Señor; no son ambiciosas sino generosas; no son haraganas sino diligentes en las tareas que se les encomienda. Eso significa que aquellos que cumplieron con la voluntad del Señor, serán arrebatados de este mundo por los ángeles que acompañarán a Jesús, quienes nos llevarán ante el Rey de Reyes y Señor de Señores, a quién podremos alabar y adorar por la eternidad.
“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2da. Pedro 3: 10).
El día del Señor es el día del juicio de Dios en la tierra. Aquí se menciona como referencia al regreso de Cristo. La segunda venida de Jesús será sorpresiva y terrible para los que no creen en él. Pero si estamos limpios en lo moral y vigilantes en lo espiritual no nos tomará por sorpresa. Al tomar conciencia de que la tierra será envuelta en llamas y toda la obra de los hombres será destruida, debiéramos poner nuestra confianza en lo que es permanente y eterno y no atarnos a lo terrenal y sus tesoros, ni a nuestra profesión secular, ya que eso también terminará algún día, ni a ninguna otra cosa que sea temporal. Debemos vivir y transitar por este mundo mientras dure nuestra vida, pero como peregrinos, sabiendo que nuestra estadía en esta tierra corrupta será solo por un tiempo. Debemos fijar nuestra mirada en el verdadero hogar que Jesús nos está preparando, tal como lo prometió.
d) Será después de la gran tribulación:
“E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24: 29-31).
En este pasaje el mismo Jesús deja aclarado que su segunda venida será inmediatamente después de la gran tribulación que pronto vendrá. Será un tiempo muy difícil para los verdaderos cristianos. Éstos sufrirán muchas penurias si quieren permanecer fieles al Señor, y solo con mucha oración, manteniéndonos en comunión con Él, ayudándonos unos a otros podremos llegar fieles hasta ese gran día, o sea hasta el día en que suene la trompeta final. Nos menciona en este pasaje ciertas señales que acompañarán su venida, señales que sucederán en el cielo y en la tierra, donde las potencias de los cielos serán conmovidos. En el momento de su venida, los incrédulos se lamentarán al descubrir inesperadamente que estaban equivocados, Todo lo que fue objeto de su burla sucederá, pero ya será demasiado tarde para recapacitar y cambiar de actitud. Después de ese evento estará sellado el destino de todos los habitantes de este mundo. No habrá nueva oportunidad de obtener la salvación. La única oportunidad es ahora. También debemos tener en cuenta que Jesús nos dice en este pasaje que enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro. No menciona que asentará sus pies en el Monte de los Olivos, ni que gobernará este mundo durante el milenio, hecho que sucederá inmediatamente después de éste acontecimiento. Lo dicho por Jesús es sinónimo del arrebatamiento mencionado por el apóstol Pablo en 1ra. Tesalonisenses 4: 13-18.
“Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición” (2da. Tesalonisenses 2: 1-3).
La segunda carta del apóstol Pablo a los Tesalonisenses fue escrita unos seis meses después de la primera, a principios del año 52 de nuestra era, y tuvo por finalidad aclarar algunos conceptos no comprendidos de su primera carta, escrita a mediados del año 51. Nos menciona en este pasaje ciertos detalles del fin del mundo y la Segunda venida de Jesucristo. Expresa que están por venir grandes sufrimientos y problemas, nos dice que Jesús no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, personaje que no es otro que el Anticristo. Pero también nos dice que el malvado no prevalecerá porque Cristo volverá para juzgar a todos, tanto a los salvos como a los que no lo aceptaron como el Señor de sus vidas. Aunque Pablo presenta algunos detalles del final de los tiempos su énfasis, como el que da Jesús y se encuentran detallados en los evangelios, está en la necesidad de que cada persona viva correctamente el día a día. Si estamos preparados no tendremos que preocuparnos acerca de los acontecimientos previos al tiempo en que volverá el Señor. Dios está en el control de todo lo que pasa.
En la Biblia, el Día del Señor es usado de dos formas: puede significar el fin de los tiempos (comenzando con el nacimiento de Cristo y continuando hasta hoy) y puede significar el día del juicio final (que está por venir). Debido a que algunos falsos maestros de Tesalónica manifestaban que el día del juicio ya había llegado, muchos creyentes estaban esperando con expectación su vindicación y alivio de sus sufrimientos. Pero el día del juicio no había llegado aún, ni ha llegado hasta ahora, puesto que otros hechos tendrían que ocurrir primero, antes de ese evento. A través de la historia hubo individuos (llamados a veces anticristos) que se han inclinado por hacer lo malo y han sido hostiles a todo lo que Cristo representa. Estas personas han existido en cada generación y continuarán su obra de maldad. Justo antes de la Segunda Venida de Cristo, se levantará el hombre de pecado, el hijo de perdición, quien será la herramienta de Satanás para consumar sus maldades, al cual Satanás investirá de su poder. Este hombre sin ley será el anticristo.
Sin embargo es peligroso etiquetar a cualquier persona como el anticristo y tratar de predecir la venida de Cristo basados en esas suposiciones. Pablo menciona el anticristo, no para que podamos reconocerlo específicamente, sino para que podamos estar preparados para hacer frente a todo lo que amenace nuestra fe. Si nuestra fe es fuerte, no tenemos por qué temer lo que esté por delante, porque sabemos que este hombre sin ley ha sido vencido por Dios, no importa cuán poderoso llegue a ser o cuán terrible parezca nuestra situación. Dios está en el control de todo y triunfará sobre el anticristo. Nuestra tarea entonces es estar preparados para el momento que ocurra ese evento que es el regreso de Cristo y extender el evangelio para que más personas estén preparadas para recibirle. Cuando Pablo escribió la primera carta a los Tesalonicenses, éstos estaban en peligro de perder su esperanza en la Segunda Venida de Cristo. Después de esa primera carta se fueron al otro extremo, al punto de que algunos de ellos pensaban que Jesús vendría en cualquier momento. Pablo trató de restablecer el balance, describiendo ciertos hechos que tendrán lugar antes de su regreso.
2) Características del Regreso
a) Será en las nubes
“Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mateo 24: 30).
En este pasaje Jesús está describiendo que él aparecerá en las nubes del cielo, con toda su gloria y esplendor, y con todo el poder otorgado por el Padre. Será el momento en que aquellos que se prepararon previamente, verán al Señor, al Rey de Reyes, a quien sirvieron en esta tierra, y desde ese instante podrán alabarle y rendirle la adoración que él, y sólo Él se merece. Aquellos que no se prepararon previamente, verán a ese mismo Señor, pero como no lo recibieron como el Señor de sus vidas, lo verán como juez y recibirán eterna condenación.
“Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo”. (Marcos 14: 62)
El sumo sacerdote le hace muchas preguntas a Jesús, pero confusas, y por ende era más sabio no responder a las mismas. Al final, el sumo sacerdote le pregunta: “¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? En esta oportunidad no era prudente negarse a responder pues habría negado su misión. Su respuesta predijo un gran cambio de papeles. Sentarse a la diestra del poder de Dios, significa que él vendría a ser el juez y ellos tendrán que responder a sus preguntas, en el juicio final. Reitera su profecía de que vendrá en las nubes del cielo.
“Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1ra Tesalonisenses 4: 17).
Esta profecía es una de las esperanzas que más animan a todos los cristianos de todas las épocas: que en un día no muy lejano podremos estar con el Señor. Ya en ese tiempo era la esperanza de Pablo y muchos otros, que Jesús volvería en sus días. A través de la historia todos los cristianos tuvieron la misma esperanza de encontrarse con Jesús. Pero esto no debe preocuparnos, ya que en versículos anteriores Pablo profetisa que los que estén en la tumba resucitarán en primer lugar, y luego los que en el momento de su venida se encuentren con vida física también estarán en el mismo lugar. La promesa es que partiremos con una nueva apariencia, y lo recibiremos en el aire.
b) Será Visible
“He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.” (Apocalípsis 1: 7)-
Jesucristo se describe como Rey todopoderoso, victorioso en batalla, glorioso en la Paz. No solo es un maestro terrenal, humilde, sino el glorioso Dios. Juan anuncia la venida de Jesucristo a la tierra, la cual será visible, todos lo verán llegar y sabrán que es Jesucristo. Cuando Él venga vencerá al maligno y juzgará a todos conforme a sus obras. Los que le traspasaron puede referirse a los soldados que le traspasaron, Juan quien escribe este libro fue testigo de ese horror, y nunca olvidó esa experiencia.
c) Será un Regreso Corporal
“Los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿Por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”. (Hechos 1: 11).
Los ángeles, luego de su ascensión anunciaron a los discípulos que un día volvería de la misma forma en que se fue: corporal y visible. Nosotros debemos estar listos para esa venida que será sorpresiva, pero debe encontrarnos en la tarea de difundir el evangelio de manera que otros sean capaces de recibir las grandes bendiciones de Dios. Para que el Señor nos encuentre en sus caminos y que no nos desviemos de ellos, nada mejor que la lectura de su Palabra para afianzar nuestros conocimientos de su obra y de su plan de Salvación, y una vida de oración.
d) Será con sus Ángeles
“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras”. (Mateo 16: 27).
Jesús tiene poder para juzgar toda la tierra. Pero no vendrá solo sino será acompañado por sus ángeles, quienes se encargarán de reunir a todos los creyentes de todas las épocas. En la primera resurrección los ángeles reunirán junto a Jesucristo a todos los salvos por él. Luego del milenio, resucitarán los otros, quienes participarán en la última batalla entre Dios y las huestes de Satanás, donde éste último será vencido y arrojado al Lago de Fuego. Después vendrá el juicio final o el Juicio ante el trono blanco, donde se dictará el veredicto de cada uno de los hombres que hayan habitado la tierra, desde Adán hasta el último ser que nacerá en este mundo.
“…y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder” (2da.Tes 1:7).
También el apóstol Pablo dice que Jesús vendrá con sus ángeles. Manifiesta en este pasaje que los que sufren por causa del evangelio recibirán el eterno reposo en su presencia, no así quienes no creyeron en él.
e) Será con Gran Gloria
“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras”. (Mateo 16: 27.
El mismo Señor aclara en este pasaje que él vendrá en la gloria del Padre. Ya no será un humilde siervo que dará su vida, ya que ese sacrificio ya fue realizado, sino cono salvador para aquellos que lo recibieron en su corazón y como juez para aquellos que renegaron de él y no lo recibieron.
“Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida” (2da.Tesal. 2: 8 ).
Aquí la palabra de Dios nos dice que al venir el Señor con todos los ángeles con él, su poder destruirá al inicuo, el Anticristo, quien estuvo gobernando este mundo durante la gran tribulación, el cual será arrojado al lago de fuego. Los que creyeron en el plan de Salvación diseñado por Dios mismo, tendrán parte en la primera resurrección. Los demás, los que se mantuvieron alejados de Él, los que no quisieron cambiar de vida, permaneciendo por lo tanto en sus pecados, permanecerán en sus tumbas y resucitarán luego del milenio.
f) Será con poder
“Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”. (Mateo 24: 30).
El Señor vendrá con todo el poder del Padre para ejercer su autoridad sobre la tierra. Tomará en sus manos el destino de este mundo, que hasta ese momento estaba en manos de Satanás. Será el instante en que todos los hombres que se mantuvieron en una vida de pecado se lamentarán de no haber aceptado las exhortaciones que escucharon a través de su vida para cambiar de actitud.
“Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria” (Marcos 13: 26).
Esta declaración es inmediatamente posterior a las señales antes del fin. O sea que concuerda con otros pasajes en el sentido de que su venida será posterior a la gran tribulación. La biblia en su totalidad nos da este mismo mensaje: que su venida se producirá después de la gran tribulación, y que será con gran poder. No será ya el siervo sufriente que vino a dar su vida por la salvación del mundo, sino como el Rey de Reyes y Señor de Señores.
g) Será con un gran sonido
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”. (1ra.Corintios15: 51-52).
Esto significa que al momento de venir Jesús por segunda vez, los que estén vivos en ese momento serán transformados en forma inmediata. El toque de trompeta será el medio de anuncio de que está por comenzar un nuevo cielo y una nueva tierra. Los judíos a quienes les fue dado este mensaje en primer lugar, sabían del significado de esto porque las trompetas siempre sonaban como señal de inicio de una gran fiesta o de un acontecimiento extraordinario.
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero”. (1ra. Tesalonisenses 4: 16)
También en este pasaje el apóstol Pablo nos menciona que la venida del Señor se anunciará con trompeta de Dios. Un arcángel, según algunos intérpretes, es un ángel de mayor categoría, asignado a una tarea especial. El único arcángel mencionado con nombre en el nuevo testamento es Miguel (Judas 9).
D) El Propósito de la Segunda Venida
1) Para que Jesús sea Glorificado en su Pueblo
“Cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros”. (2da.. Tesalonisenses 1: 10).
Cuando se produzca ese evento tan importante, nuestro Señor Jesucristo se presentará ante sus hijos que esperan su venida con toda su gloria. Los que creyeron en su mensaje tendrán oportunidad de admirar al Salvador ya glorificado, cuya apariencia no puede ser descripta con palabras humanas. Es la esperanza de todos los que aceptaron su sacrificio, se arrepintieron de sus pecados, y le sirvieron en esta tierra, puesto que pasó a ser el Señor de sus vidas. Lo admirarán todos los creyentes de todas las épocas.
2) Para que entrege el reino a Dios
“Luego el fin, cuando entregue el reino a Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia” (Primera Corintios 15: 24)
Esto sucederá al final de juicio ante el trono blanco. La muerte y el Hades serán lanzados también en el Lago de fuego, o sea que desde ese momento en adelante la muerte para la raza humana ya no existirá más, será cosa del pasado. También su enemigo, Satanás, será lanzado en el Lago de Fuego; ya no tendrá poder para incitar a nadie al mal. Jesucristo vino a este mundo a derrotar su poder mediante su muerte expiatoria en la cruz. Una vez concluido el juicio, el Hijo entregará a su Padre el reino de este mundo, en el mismo estado en que se encontraba en la creación, antes de que entrara el pecado.
3) Para que reine sobre todo
“El, séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalípsis 11: 15).
El toque de la trompeta anuncia la llegada del Rey de Reyes y Señor de Señores. Cuando esa trompeta suene ya no habrá oportunidad para arrepentirse. Después llegará el día del Juicio Final, donde todos los hombres de todas las épocas darán cuenta al Rey de lo que han hecho mientras vivían. Aquellos que no lo aceptaron como Salvador de sus vidas recibirán eterna condenación. Dios es quien controla toda situación y dará rienda suelta a toda su ira sobre el mundo maligno que se ha negado a volverse a ´El. No habrá manera de escapar de su presencia. Una vez concluido ese juicio, el Cordero inmolado, Jesucristo, reinará por los siglos con los salvos, con los que creyeron en él y lo aceptaron como el Señor de sus vidas.
4) Para que exponga los secretos de los corazones humanos
“Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1ra. Corintios 4: 5).
La palabra de Dios nos recomienda no juzgar a nadie en éste mundo, hasta que él venga. Es una tentación juzgar a los demás cristianos, evaluándolos si son o no buenos seguidores de Cristo. Muchas veces nos sentimos con deseos de juzgar a aquellos que no aceptan su plan de salvación. Pero debemos reconocer que sólo Dios conoce el corazón de todas las personas, y sólo Él tiene el derecho de juzgarlos. Esta advertencia de Pablo a los corintios también es importante en la actualidad y por ende debiera ser tenida en cuenta en todo tiempo y circunstancia. Debemos confrontar a aquellos que pecan, pero no debemos juzgar a quien podría ser un mejor siervo de Cristo que nosotros. Cuando alguien juzga a otra persona, se considera automáticamente mejor que esa persona, y eso es arrogancia. Tratemos de evitarlo.
5) Para que juzgue la raza humana
“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones, y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: venid, benditos de mi padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y de disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y vinisteis a mi. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o enfermo, y te dimos de beber? ¿Y cuando te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá; de cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mi lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mi, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis: Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: de cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de éstos más pequeños, tampoco a mi lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25: 31-46).
Esta parábola relata la separación que hará el Señor entre todos los seres humanos, poniendo en un grupo (las ovejas) a todos los que creyeron en él y por ende sus nombres están escritos en el Libro de la Vida, y en el otro grupo (los cabritos) a todos los que, a través de la historia, le han negado, han vivido sus vidas sin tener en cuenta la voluntad de Dios, y que por lo tanto no tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida. Esto sucederá después de la gran tribulación, luego de su venida en gloria para buscar a los suyos, acontecimiento que conocemos como el arrebatamiento, a posteriori del milenio, y después de su venida triunfal donde el Señor derrotará a Satanás en la última batalla que se librará entre el bien y el mal, y luego de que el maligno sea arrojado al lago de fuego. El siguiente evento será el juicio ante el gran trono blanco, relatado en Apocalípsis 20:11-15, donde se describe el Juicio Final de toda la humanidad, desde Adán hasta el último ser humano que haya nacido en el mundo actual, donde se abrirán los libros que relatan todos los hechos y pensamientos de todos los hombres, y también el Libro de la Vida, el más importante libro que existe. Según esta profecía, todos los que tienen sus nombres inscriptos en ese libro tendrán parte en la Tierra renovada, y los que no tienen sus nombres inscriptos en ese Libro serán condenados a la muerte segunda, en el Lago de Fuego, donde ya se encuentran el Anticristo, el falso profeta y Satanás. O sea que las ovejas representan a los salvos y los cabritos a los condenados.
“Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos” (Hechos 10: 42).
En este pasaje de las escrituras, el apóstol Pedro le está predicando a Cornelio, un centurión romano, uno de los primeros gentiles a quién se le predica el evangelio de Salvación, Pedro no omite en su mensaje enseñar que ese salvador que ahora le ofrece la salvación en forma gratuita, en el futuro será el Juez designado por Dios para juzgar a vivos y muertos.
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino” (2da. Timoteo 4:1)
En este caso es el apóstol Pablo que le encarga a su discípulo Timoteo que no omita enseñar esa misma verdad a todos, dado que todos los que no creen a su mensaje serán juzgados por lo que se encuentra escrito en los Libros, donde se relatan todas las cosas que hemos hecho, hasta los pensamientos más profundos y ya no tendrán oportunidad de contarlo como abogado defensor. Recordemos que nadie podrá ser salvo por las obras que haya hecho.
“pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos” (1ra. Pedro 4:5).
En este pasaje, el apóstol Pedro nos está diciendo que aquellos que no aceptan el mensaje de salvación, tendrán que dar cuenta de su decisión negativa ante el Juez Jesucristo.
6) Para que cumpla la salvación para los creyentes
“Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9: 28)
En su muerte en la cruz, el Señor Jesucristo llevó todos nuestros pecados, y no solo los nuestros sino los de toda la humanidad, sin distinción de época, clase social, o sexo. De esa manera él clavó nuestros pecados pasados en la cruz, y nos manda su Espíritu para que podamos afrontar las tentaciones presentes. Si caemos nos seguirá perdonando si arrepentidos le pedimos perdón. Cuando regrese, todos los que esperaron en él, y que confiaron en sus promesas, irán con él por la eternidad, ya sin relación con el pecado, puesto que el tentador será condenado y lanzado en el lago de fuego.
7) Para que lleve a su pueblo para estar con él
“Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3)
Esta es una de las promesas más esperadas por todos los cristianos de todos los tiempos. Antes de ascender a los cielos para estar junto al Padre prometió preparar un lugar para cada uno de los que lo aceptan como el Salvador de sus vidas, y que se rinden ante él. Pero también prometió que un día vendría a este mundo a llevarse consigo a todos los que esperan su venida. Así estaremos siempre junto a su presencia, y podremos alabarle y adorarle como sólo él se merece, por toda la eternidad.
8) Para que junte a los elegidos
“Y entonces enviará a sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo” (Marcos 13:27)
Cuando el Señor Regrese, lo que llamamos la Segunda venida, no vendrá solo sino acompañado de sus ángeles que tiene a su servicio. Ellos tendrán como misión reunir a todos los creyentes de todas las épocas, resucitando en primer lugar a los muertos en Cristo, y luego transformará a los que en el momento de su venida se encuentran con vida física, llevando a todos a su nuevo reino.
E) LOS CREYENTES Y LA SEGUNDA VENIDA
1) La actitud de los creyentes hacia ese evento
a) Deben vivir vidas santas hasta aquel día
“Puesto que todas estas cosas han de ser desechas, ¿Cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!” (2da Pedro 3: 11-12).
Las escrituras nos recomiendan vivir una vida santa, esto es alejados del pecado, y de todo lo que nos pueda llevar al pecado, debemos tener una vida piadosa, también debemos comportarnos de tal manera que quienes nos rodean se den cuenta de que somos diferentes, que nuestro Dios está en los cielos, que le obedecemos a él, que Jesucristo es nuestro Salvador que pronto vendrá a buscarnos. Con esas palabras de Pedro podríamos decir: ¿Para qué esmerarnos en juntar riquezas que no necesitamos, si de todos modos algún día todo será destruido? No dice que no debemos tener bienes, sino que debemos poner al Señor en el primer lugar de nuestras vidas, el Señor nos dará lo necesario para cubrir nuestras necesidades y las de nuestras familias. Debemos trabajar para nuestro sustento, pero sin descuidar nuestra fidelidad a Dios.
b) Deben anhelarla
“Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2da. Timoteo 4:8).
En los juegos olímpicos que se desarrollaban en la antigua Grecia y en la Antigua Roma, el triunfador en esos juegos ganaba una corona de guirnaldas, un bien muy preciado en esos tiempos. Este comentario hecho por el apóstol Pablo, fue realizado cuando él ya veía venir el fin de sus días en esta tierra. Esta carta es la despedida que le hace a Timoteo y le pide que continúe con su ministerio. Haciendo referencia a esa corona que servía por pocos días, Pablo dice a Timoteo, que él será acreedor de una corona, pero no de guirnaldas sino de Justicia. En los juegos olímpicos solo el ganador era galardonado con la corona. Aquí Pablo nos dice que esa corona la tendrán todos los que creen en el Señor Jesús y que aman su venida.
“Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2da Pedro 3: 13).
El propósito de Dios no es destruir la humanidad, ni tampoco los cielos y la tierra. Precisamente envió a su hijo unigénito, Jesús, para dar a todos los hombres una oportunidad para salvarse de la destrucción eterna. Cuando el Señor venga con sus ángeles para llevar consigo a los salvos, destruirá todo lo malo que exista en el mundo, para luego recrear cielos nuevos y tierra nueva, donde ya no existirá la maldad, el pecado y la muerte. Nuestro mundo volverá a ser como era en la creación, allá en el Génesis, antes de que el pecado entrara en el mundo,
c) Deben vigilar
“Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: velad” (Marcos 13: 35-37).
Las sagradas escrituras nos dicen en este pasaje cómo debemos vivir mientras esperamos la venida de Cristo. No debemos dejarnos confundir por opiniones que no estén de acuerdo con la palabra de Dios, ni debemos seguir interpretaciones que no estén de acuerdo a ellas. Lo que debemos hacer es hablar a otros de Cristo y el plan de salvación que Dios nos ofrece, sin tener miedo de lo que nos puedan decir o hacer. Debemos tener fe y no sorprendernos de las persecuciones de cualquier tipo que puedan ocurrir. También debemos estar alertas moralmente, obedientes a sus mandamientos para vivir fundados en la Palabra de Dios y solo en ella. Jesús no dijo estas palabras para promover discusiones, sino para estimularnos a vivir de una manera recta para Dios, en un mundo donde casi no lo tiene en cuenta. Este pasaje fue dicho no solo para sus apóstoles sino para todos los que creen en él. Termina diciendo: “y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: velad”. O sea que más importante que discutir con otros sobre este tema es velar, o sea estar preparados en todo momento, esperando su venida que se producirá en cualquier momento.
“Estén ceñidos nuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas; y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida. Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles. Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos. Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa. Vosotros, pues, también estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá” (Lucas 12: 35-40).
En este pasaje de las escrituras, Lucas nos recomienda lo mismo que había aconsejado Marcos en el párrafo anterior, lo que revela que sus apóstoles escucharon bien lo que el Señor les enseñaba, que luego transmitieron con fidelidad cuando salieron a predicar el evangelio de Salvación. También él nos habla de la importancia de velar en todo tiempo, sin importar cuánto tiempo demora nuestro Señor en venir a buscarnos. También resalta que nadie sabe ni sabrá el momento de su regreso. Vemos con esto que lo más importante de su segunda venida es estar preparados “en todo momento”, y asegurarnos que nuestros nombres estén inscriptos en el “Libro de la Vida”. De esa manera no necesitaremos preocuparnos por el futuro pues Jesús nos prometió un lugar en su reino, que nadie podrá arrebatarnos si vivimos conforme a su voluntad, y si seguimos con fidelidad sus consejos que nos diera antes de partir de este mundo.
d) Deben esperarla
“de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo;” (1ra. Corintios 1:7).
El apóstol Pablo les dice a los creyentes de Corinto que ellos habían sido bendecidos con muchos dones, pero les recomienda usarlos debidamente, mientras que permanezcan en este mundo, a la espera de la venida de Jesús. Ya hace casi dos mil años que este pasaje fue escrito y continúa vigente, puesto que también nosotros, en el presente siglo debemos servir al Señor con los dones que nos fueron dados, esperando que nuestro Señor Jesucristo se manifieste y venga a buscar a quienes creyeron en él.
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;” (Filipenses 3:20).
Los ciudadanos de Filipos, eran considerados ciudadanos romanos. Sabían por lo tanto la importancia de ser ciudadanos de una nación o imperio. Tener nuestra ciudadanía en los cielos significa ser parte de ese reino que el Señor Jesucristo está preparando para los suyos, y esa promesa es válida para cada uno de los que aceptaron su sacrificio expiatorio realizado para nuestra salvación.
“aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2: 13).
El poder para vivir una vida cristiana viene del Espíritu Santo. Cristo murió y resucitó, y con eso nos rescató del pecado. También nos da poder para vivir de acuerdo a su voluntad. De esa manera podremos mirar hacia adelante esperando el regreso maravilloso de Cristo con esperanza. Pero también debemos tener en cuenta que no basta con renunciar al pecado, sino que debemos tener una vida activa para Dios. Debemos decir “no” a la tentación de Satanás que nos incita a pecar y decir “si” al servicio activo para Cristo.
e) Deben tener paciencia hasta que llegue
“Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.” (Santiago 5: 7-8).
Santiago nos da un ejemplo muy práctico que sería comprendido por todos, ya que en ese tiempo la agricultura era una de las principales actividades que se realizaban. Por lo tanto todos entenderían que una semilla debería en primer lugar ser sembrada. Luego seguiría su ciclo de crecimiento hasta la maduración del grano. Nadie, de ninguna manera podría apresurar o retardar ese período de tiempo necesario para que el fruto esté en condiciones de ser cosechado. Nos recomienda que nosotros tengamos esa misma paciencia que tiene el agricultor, ya que el Señor siempre ha cumplido con sus promesas. Cuando llegue el momento, que solo Dios conoce, Jesús vendrá.
f) Deben perseverar hasta que llegue
“No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”. (Apocalípsis 2: 10-11).
El dolor es parte de la vida y no es agradable sufrir. Jesús elogia a la iglesia de Esmirna por su fe en medio del sufrimiento. El mensaje dado a la iglesia de Esmirna es que debe permanecer fiel a pesar de los sufrimientos que está padeciendo, porque Dios está en el control de todo. Así también nosotros no debemos temer el sufrimiento, o las persecuciones, o las burlas que nos puedan hacer por nuestra fe. Jesús nunca prometió que nuestra vida con él sería fácil, y que los creyentes serían libres de problemas. Al contrario, nos recomienda ser fieles a Él en nuestros sufrimientos, Solo entonces nuestra fe será genuina. La ciudad de Esmirna era famosa por las competencias deportivas. El ganador recibía como premio una corona. Cristo nos promete que si somos fieles hasta la muerte, aún en la tribulación, recibiremos el premio de la corona de la vida eterna.
“He aquí yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo”. (Apocalípsis 3: 11-12).
Todos los que aceptan a Cristo como salvador tienen algún don para poder servirle. No todos tenemos los mismos dones, no somos iguales, pero Él espera que le sirvamos que los dones que nos ha dado, sean éstos pocos o muchos. A la iglesia de Filadelfia se la elogia por su esfuerzo por obedecer y se la anima a retener lo que tiene para que no le quiten su corona. Muchos pueden pensar que sus dones son demasiado pequeños y que no tienen importancia, pero eso poco que tenemos debemos usarlos para vivir por Cristo. Él lo reconocerá.
g) Deben orar para que se cumpla
“El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.” ( Apocalípsis 22: 20).
Si bien no sabemos ni el día ni la hora en que Jesucristo vendrá, debemos estar preparados para ese momento. El apóstol Juan al final del libro de Apocalípsis, y de la promesa de “Ciertamente vengo en breve”,Hace una muy corta oración: Amén; sí, ven, Señor Jesúslo que revela el ardiente deseo que tenía de que ese gran evento suceda pronto. También nosotros hoy podemos orar para que ese momento llegue pronto.
2) promesas para los creyentes cuando ocurra
a) Seremos preservados por Cristo
“ estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1: 6).
Pablo nos está diciendo en este pasaje que si Dios comenzó su buena obra en nosotros, nos ayudará por medio del Espíritu Santo a capacitarnos para que cada día seamos más semejantes a Cristo. Este proceso de crecimiento comienza desde el día de nuestra conversión, en que aceptamos a Jesús como el Salvador de nuestras vidas, y continuará hasta que él venga y le veamos cara a cara, y en ese momento alcancemos la perfección.
“Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría” (Judas 24).
Aquí se nos dice que Dios, nos cuidará en nuestro andar por este mundo y nos capacitará para no ser presa de falsos maestros, quienes tratarán de llevarnos por el camino del error. No debemos tener miedo a esos falsos maestros si confiamos plenamente en Dios y estamos arraigados en Él. Si nos mantenemos firmes en esa fe, podremos presentarnos sin temor ante el Señor Jesucristo, tendremos un nuevo cuerpo que Él nos dará, y veremos que estar en su presencia será mucho más maravillo de lo que aquí podamos imaginar.
b) Nos encontraremos puros
“El cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo” (1ra. Corintios 1: 8).
En este pasaje encontramos la promesa de que El Señor nos guardará en pureza y santidad hasta el día que Jesús venga, o hasta el día en que Él nos llame a su presencia. De esa manera podremos presentarnos ante Él con corazón irreprensible, o sea sin ningún pecado que se interponga entre nosotros y Dios.
“para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.” (1ra. Tesalonisenses 3: 13).
Los santos de este pasaje son los ángeles que acompañarán a Jesucristo en su segunda venida. También nos recuerda la promesa de que nuestros corazones se encontrarán irreprensibles y en santidad, cuando nos presentemos ante Él
c) Seremos vestidos nuevamente por Dios
“Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del espíritu”. (2da. Corintios 5: 4-5).
Pablo contrasta en este pasaje la diferencia entre nuestros cuerpos terrenales con la resurrección futura del cuerpo. La dirige a una iglesia que se encontraba en el corazón de la cultura griega. Los griegos no creían en la resurrección corporal, sino que con la muerte el alma se separa del cuerpo, pues este último era malo. El alma estaba presa en el cuerpo físico. Si bien no sabemos cómo será nuestro cuerpo, tenemos la prueba que Cristo después de la resurrección tenía un cuerpo, pues leemos en los evangelios que sus apóstoles lo pudieron palpar (caso de Tomás). En 1ra Corintios 15:52 leemos: “…en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”.
Pablo nos está revelando que aquellos que se encuentren vivos en el momento de la venida del Rey de Reyes, y estén esperando su venida, serán transformados a una nueva apariencia, con un nuevo cuerpo incorruptible. No nos encontraremos desnudos, sino con nuevas vestiduras. Las escrituras no dan detalles de cómo serán nuestros cuerpos renovados y las vestiduras que tendremos, pero sabemos que las enfermedades, las penas, los dolores ya no existirán más. Podremos alabar y adorar eternamente a nuestro Salvador.
d) Seremos como Cristo
“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial” (1ra. Corintios 15: 49).
La escritura nos enseña que así como en este mundo estábamos en un cuerpo pecaminoso, a consecuencia de la caída de Adán y Eva, así en la eternidad tendremos una apariencia similar a la que ahora tiene nuestro Salvador y Señor, quien se encuentra a la diestra de Dios.
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3: 20-21).
Cuando habla de la humillación nuestra, no significa que debemos despreciar nuestro cuerpo físico, pero con la resurrección nuestro cuerpo será similar al cuerpo resucitado de Cristo. Los que tienen que luchar con el dolor, las limitaciones físicas o la incapacidad, pueden tener una maravillosa esperanza en la resurrección, cuando sus cuerpos sean perfectos. Si el Señor nos ha prometido que prepararía un lugar para nosotros allá en la eternidad, y tiene el poder del Padre para hacerlo, también tendrá el poder para transformar nuestro cuerpo corruptible, en uno incorruptible.
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1ra. Juan 3. 2).
Al convertirnos a Cristo y al aceptar el plan de salvación que Él nos ofrece, comenzamos a andar en un nuevo camino, que consiste en ser cada vez más semejantes a Él. Este proceso no será completo hasta que le veamos cara a cara, pero saber que ese andar en Cristo es nuestra meta, debe motivarnos a purificarnos, lo que significa guardarnos en lo moral, libres de la corrupción del pecado. Saber que somos salvos por el sacrificio que Cristo hizo por nosotros, debe motivarnos a vivir como Él vivió.
e) Recibiremos una corona
“Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, peso nosotros, una incorruptible” (1ra. Corintios 9: 25).
Es una referencia a los juegos deportivos que se realizaban en Grecia. Para competir debían estar físicamente en condiciones óptimas para obtener el primer lugar y así obtener el premio que consistía en una corona de guirnaldas. Solo uno de los competidores obtenía el premio, que era corruptible, dado que duraba solo unos días antes de secarse. Pero nosotros, los creyentes en Cristo, tenemos la promesa de tener una corona que durará para siempre, y que la pueden obtener todos los que creen en Él y aceptan su plan de salvación.
“Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, Juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2da. Timoteo 4: 8).
Es otra referencia a que tendremos una corona. Esa corona la dará el mismo Señor Jesucristo cuando estemos ante su presencia y será el premio que obtendrán todos aquellos que son fieles al Señor y esperan su venida.
“Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” (1ra. Pedro 5:4).
El hecho de que aparezca en varios pasajes la promesa de que los creyentes recibirán la corona incorruptible de gloria, demuestra que este hecho es de suma importancia, tanto para Cristo que la otorga, como para los que la recibirán. En todos estos pasajes hay una coincidencia total de que el otorgante de la corona es Jesucristo, y los creyentes en su totalidad los que la recibirán.
“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Santiago 1: 12).
La corona de la vida es como las coronas de guirnaldas que se otorgaban a los ganadores de las competencias deportivas que se realizaban en la antigüedad, y que continuaban en el primer siglo de nuestra era, pero eran de un valor momentáneo. Pero la corona de la vida no es para gloria y honor en la tierra, sino la recompensa de la vida eterna, el vivir siempre con Dios y con Jesucristo, nuestro salvador. El camino que debemos seguir para ser ganadores de esa corona, desde el punto de vista de Dios, es mediante el amor y permanecer fieles a Él hasta la muerte.
f) Reinaremos con Cristo
“Si sufrimos, también reinaremos con él;” (2da. Timoteo 2: 12ª)
La palabra de Dios nos recuerda que si en este mundo tenemos sufrimientos por ser fieles al Señor, que no claudicamos en el verdadero camino al señor, pese a las tentaciones y pruebas que nos vienen del maligno, en la eternidad correinaremos con Cristo.
“No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos” (Apocalípsis 22:5).
Es una de las más hermosas promesas para nuestro futuro, ya que gozaremos de la comunión con Dios por la eternidad, una relación similar a la que tuvieron al comienzo de la creación Adán y Eva, antes de caer en pecado.
g) Nos gozaremos con gran alegría
“sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1ra. Pedro 4: 13).
Las escrituras nos enseñan que no debemos preocuparnos por los padecimientos que debemos soportar mientras estemos en este mundo. Desde la caída del hombre en el pecado, hubo muchos sufrimientos, especialmente aquellos que deseaban seguir por el buen camino. También nuestro Señor Jesucristo tuvo que padecer mucho, siendo que Él era sin pecado. Aquí dice que debemos mas bien gozarnos si padecemos por seguir a Cristo y serle fieles en toda circunstancia hasta el fin, puesto que de esa manera nos gozaremos por la eternidad en la presencia de nuestro Salvador y Señor de nuestra vidas. Que así sea.
Alberto Juan Hillmann
Para realizar comentarios sobre el presente estudio, dirigirse a:
This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
La Trompeta Final
- Hits: 9349
LA TROMPETA FINAL
Introducción
Desde que nuestro Señor Jesucristo estuvo en este mundo hace como dos mil años, se ha hablado y escrito mucho sobre la segunda venida del Señor Jesucristo, y se ha especulado numerosas veces sobre el significado de las profecías relacionadas con ese evento. En muchas oportunidades se han dado interpretaciones no concordantes con las Sagradas Escrituras, y se han fijado fechas precisas de esa segunda venida, que por supuesto no fueron correctas, y el Señor no ha regresado a este mundo a buscar a los suyos hasta la fecha.
Este trabajo tiene como única finalidad mencionar lo que la biblia dice sobre este tema, o sea La Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo. Se citarán las opiniones de varios de los autores del Nuevo Testamento, que por ser palabra inspirada por Dios, deben ser considerados como inapelables sin ninguna discusión, debiéndose destacar además que no existe ningún tipo de controversia entre los distintos escritores que se mencionarán.
En el Nuevo Testamento encontramos muchas referencias sobre ese evento. Lo primero que debemos mencionar es que la fecha exacta de la venida del Señor Jesucristo es conocida solo por el Padre, o sea Dios mismo: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aún los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre” (Mateo 24: 36).
Nosotros podemos saber el momento aproximado de la fecha en que se producirá el regreso de nuestro Señor, si estudiamos con atención las Sagradas Escrituras, ya que en sus páginas se describen ciertas características de lo que será nuestro mundo en los últimos días: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” (2da Timoteo 3: 1-5).
Si bien, desde que el pecado entró en el mundo, historia que se menciona en el libro de Génesis, el mal siempre estuvo presente, y nunca antes tuvo el alcance que tiene en nuestros días. Las maldades descriptas precedentemente son una realidad palpable en nuestro mundo actual, lo que evidencia que la venida de nuestro Señor está cerca. En ese sentido, el apóstol Pablo nos pinta un panorama de las características que tendrá el hombre que no conoce a Dios o que decide no tomarlo en cuenta, al acercarse el gran día del regreso de Cristo. Vemos, por ejemplo, que la familia tal como la diseñó Dios en los comienzos de este mundo, va camino a su desintegración, lo que produce como resultado muchos de los males descriptos por Pablo.
Los acontecimientos previos
El mismo Jesús antes de su muerte en la cruz, les enseña personalmente a sus discípulos los principales acontecimientos que sobrevendrán sobre la tierra, en el tiempo previo a su Segunda Venida, y que conocemos como “La Gran Tribulación”. Dichas enseñanzas se encuentran en los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas.
El comentario previo que hace Jesús, antes de hablar sobre dichos acontecimientos, hace referencia a la descripción de la destrucción del Templo de Jerusalén: El evangelista Mateo lo dice así: “Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada” (Mateo 24: 1-2).
Marcos también describe esos dichos de Jesús: “Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos; Maestro, mira que piedras y qué edificios. Jesús respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada” (Marcos 13: 1-2).
A su vez el evangelista Lucas también menciona esto: “Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida” (Lucas 21: 5-6).
Como vemos, los tres evangelistas comentan estos dichos de Jesús con distintas palabras, pero que tienen en el fondo un mismo mensaje: el templo de Jerusalén, orgullo del pueblo judío, sería destruido, no existiendo discrepancias entre los dichos de uno u otro.
Después Jesús va con sus discípulos al Monte de los Olivos. En esa oportunidad los discípulos se le acercan y le preguntan: “Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿Cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del Siglo?” (Mateo 24: 3).
Marcos relata también esto de la siguiente manera: “Y se sentó en el monte de los Olivos, frente al templo. Y Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte: dinos, ¿Cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse? (Marcos 13: 3-4).
También Lucas habla de este tema: “Y le preguntaron, diciendo, Maestro, ¿Cuándo será esto? ¿Y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder? (Lucas 21:7).
Podemos notar que los discípulos le hacen dos preguntas. La primera se refiere a la destrucción del templo, hecho ocurrido en el año 70 de nuestra era, y la segunda se relaciona con la segunda venida y el final de este mundo tal como lo conocemos actualmente.
Si bien notamos que las palabras difieren entre los tres autores, nos dicen exactamente lo mismo, Estas preguntas evidencian el interés que tenían sus discípulos en saber los acontecimientos futuros. Querían que el mismo Señor les aclarara las dudas que ellos tenían sobre dicho asunto. Cabría preguntarnos: si los discípulos estaban tan interesados en saber todo lo relacionado con este tema, cuanto más deberíamos preocuparnos nosotros que estamos mucho más cerca de que se produzca ese gran evento.
A la primera pregunta, o sea la destrucción del templo de Jerusalén, Jesús nos da detalles de lo que sucederá; Mateo la describe así: “Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas hay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24: 15-21).
Marcos, a su vez, lo cuenta de esta manera: “Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda a la casa, ni entre para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huída no sea en invierno; porque aquellos días serán de tribulación, cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá” (Marcos 13: 14-19).
Lucas lo dice como sigue: “Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén serán hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (Lucas 21: 20-24).
Es útil leer lo que cuentan los tres autores para entender mejor lo que Jesús les quería enseñar. Al analizar los comentarios de Cristo sobre la “abominación desoladora”, descriptas por Mateo o Marcos, podríamos dudar sobre su significado, pero al considerar lo que dice el evangelista Lucas, nos damos cuenta que se trata de la destrucción de Jerusalén y su templo en el año 70 de nuestra era, por los ejércitos romanos al mando de Tito, el hijo del emperador Vespasiano quien gobernaba en esa fecha. Quienes no habían prestado atención a las profecías de Jesús, sufrieron las consecuencias predichas. En esa oportunidad se produce la diáspora del pueblo judío por todo el mundo. Muchos de ellos fueron llevados a Roma como esclavos. Muchos de esos esclavos fueron obligados a trabajar en la construcción del Coliseo Romano, que se realizó entre los años 70 y 80 de nuestra era. Muchos de esos esclavos murieron durante esa construcción.
La dispersión por el mundo del pueblo judío, duró casi dos mil años, desde la fecha en que Jerusalén y su templo fueron destruidos, hasta el año 1948 en que se constituye nuevamente el Estado de Israel, y el pueblo judío pudo volver nuevamente a su patria. Terminó de esa manera la posesión del territorio judío por parte de los pueblos gentiles. La profecía de Jesús que dice: “hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan”, se efectivizó en su totalidad. También el profeta Daniel predice lo mismo. En Daniel 12: 7, segunda parte podemos leer: “Y cuando se acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas”- El hecho de que la profecía enseñada por Jesús mismo, en relación a la destrucción del templo de Jerusalén quedó cumplida, nos da la seguridad de que las demás profecías dichas por nuestro Señor Jesucristo son verídicas y de cumplimiento cierto.
La Gran Tribulación
Las profecías enseñadas por nuestro Señor Jesucristo, en relación a su próxima venida a este mundo, se encuentran en los tres primeros evangelios.
Mateo la describe de esta manera: “Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerra; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24: 4-14).
El evangelista Marcos lo narra así: “Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que nadie os engañe; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo; yo soy el Cristo; y engañarán a muchos. Mas cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que suceda así, pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores son estos. Pero mirad por vosotros mismos; porque os entregarán a los concilios, y en las sinagogas os azotarán; y delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí, para testimonio a ellos. Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones. Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo. Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Marcos 13: 5-13).
Lucas a su vez lo expresa de esta manera: “El entonces dijo; Mirad que no seáis engañados, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y: El tiempo está cerca. Mas no vayáis en pos de ellos. Y cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente. Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo. Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto os será ocasión para dar testimonio. Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa; porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan. Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos, y matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas” (Lucas 21: 8-19).
Puede parecer un poco repetitivo y tedioso mencionar lo que los tres evangelistas escriben, pero consideremos que son palabras del mismo Señor Jesucristo, y es Él mismo el que está hablando. Estas palabras son suficientemente claras para que cualquiera que lo lea o lo escuche pueda entender fácilmente su mensaje sin agregar ningún comentario de ninguna naturaleza. No se justifica agregar o quitar algo de lo que el mismo Señor profetizó. O sea que si Jesús dio este sermón a sus discípulos, y consideró que era suficiente, entonces lo que Él dijo es suficiente. No agreguemos ni quitemos nada a estas palabras.
Sería muy importante estudiar los pasajes de los tres evangelistas, y si es posible, también en otras versiones o traducciones para entenderlos mejor. Deberíamos leer dichas profecías con regularidad, especialmente cuando escuchemos alguna opinión sobre este tema, para compararlo con lo que el mismo Señor Jesucristo dijo. De esa manera sabremos si lo que escuchamos o leemos es verídico o no. Recordemos que solamente con la lectura de la Palabra de Dios podremos mantenernos fieles a nuestro Señor, y sabremos discernir entre los falsos profetas y los que predican la Palabra de Dios con fidelidad.
Recordemos también que para tener un lugar en el nuevo reino que nuestro Señor Jesús está preparándonos, debemos estar listos para recibir a nuestro Señor en todo momento, sin claudicar jamás. También tenemos que asegurarnos de que nuestros nombres están escritos en el Libro de la Vida. Dios mismo está en el control de todas las cosas y no permitirá que sus hijos, que creen en Él y que esperan su venida, se pierdan. No nos preocupemos entonces por lo que nos pudiera ocurrir. Si somos llevados ante autoridades o ante tribunales, recordemos la promesa de Cristo. El mismo Espíritu Santo nos enseñará a dar testimonio de Él, palabras que no podrán ser refutadas por quienes nos acusen.
En el libro de Daniel encontramos dos ejemplos de fe que podremos imitar: “Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado? Ahora, pues ¿Estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿Y qué Dios será aquel que os libre de mis manos? Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano; oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3: 14-18).
Esa historia ocurrió en Babilonia, uno de los imperios más corruptos que existieron en la antigüedad. Los que dieron ese testimonio de fe fueron amigos de Daniel, quienes servían a Nabucodonosor, rey de Babilonia. Por su obediencia a Dios, fueron condenados a muerte en un horno de fuego, pero Dios mismo les salvó la vida.
Esto ocurrió en un imperio que ocupaba solo una pequeña parte del mundo. Al final de los tiempos, cuando esté gobernando el anticristo en esta tierra, será un poder de alcance mundial, quien tendrá el poder dado por el mismo Satanás, según el Apocalipsis. En ese momento los que son fieles a Dios y a nuestro Señor Jesucristo, podrán tener oportunidad de demostrar ante ese poder demoníaco el alcance de la fe que tienen de su Salvador, quién no los abandonará, según sus promesas.
También el mismo Daniel tuvo una prueba similar: “Pareció bien a Darío constituir sobre el reino ciento veinte sátrapas, que gobernasen todo el reino. Y sobre ellos tres gobernadores, de los cuales Daniel era uno, a quienes estos sátrapas diesen cuenta, para que el rey no fuese perjudicado. Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y gobernadores, porque había en él un espíritu superior, y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino. Entonces los gobernadores y sátrapas buscaban ocasión para acusar a Daniel en lo relacionado al reino; mas no podían hallar ocasión alguna o falta, porque él era fiel, y ningún vicio ni falta fue hallado en él” (Daniel 6: 1-4).
Aquellos hombres entonces idearon un plan para destruir a Daniel. Convencieron al rey para que promulgase un edicto que prohibiera a todos a hacer peticiones de cualquier clase a otra persona o dios sino solo a él por el término de 30 días. O sea que Daniel no podría orar a su Dios, durante ese tiempo.
“Firmó, pues, el Rey Darío el edicto y la prohibición. Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes” (Daniel 6: 9-10).
Como consecuencia de su obediencia a Dios, Daniel fue condenado a muerte y arrojado al foso de los leones. También en esa oportunidad Dios mismo envió a su ángel para salvarle la vida.
Ellos eran fieles servidores de las autoridades constituidas y cumplían su oficio con responsabilidad. Leemos de Daniel que no pudieron encontrar falta alguna porque él era fiel. Esa conducta es la que deben tener los hijos de Dios en sus trabajos seculares, con todos los que les rodean, cumpliendo fielmente todas las obligaciones que les pidan, incluyendo también el pago de los impuestos.
En los dos ejemplos citados, la diferencia era que ellos tenían una autoridad superior a las leyes humanas. Esa autoridad superior era Dios. Cuando debieron elegir, lo supieron hacer. Fueron fieles en sus obligaciones con las autoridades seculares, pero en el plano espiritual adoraban solo a Dios.
Antes de la venida del Rey de Reyes y Señor de Señores habrá un ser, el anticristo o la bestia según el Apocalipsis, que obligará a todos los habitantes del mundo que no tienen escrito sus nombres en el Libro de la Vida del Cordero, que lo adoren: “Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?”...”Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13, 3-4 y 8).
Daniel y sus amigos tuvieron una experiencia en sus vidas que los marcó para siempre. En ella pudieron dar testimonio de su fe en el único que podría salvarles la vida, en el Dios único y verdadero. Al final de los tiempos, cuando el anticristo tenga el poder absoluto hará lo mismo que el rey de Babilonia y de Persia en aquella oportunidad, pero en toda la tierra. En ese momento los verdaderos hijos de Dios tendrán que demostrar su fe de la misma manera. Aquellos que pasen esa prueba pueden tener la seguridad que el Dios en quien creyeron y el Salvador que rescató sus vidas del pecado no los abandonarán. Jesús terminó su mensaje sobre su venida, con un consejo, que los evangelistas escribieron de la siguiente manera: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24: 13). “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Marcos 13; 13). “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia, ganaréis vuestras almas” (Lucas 21: 17-19).
No debemos temer por nuestro futuro: El Señor ya ha triunfado sobre Satanás y sus huestes. Cuando estas cosas sucedan, nuestra redención estará cerca, a las puertas. Si no claudicamos, estaremos por la eternidad junto a nuestro amado Salvador, Jesús.
Las Exhortaciones Finales del Maestro
Nuestro Señor, después de profetizar a sus discípulos lo concerniente a su Segunda Venida, los exhorta a vivir conforme a su voluntad, es decir, una vida de santidad y pureza, y así estar preparados para recibirle como el Rey de Reyes y Señor de Señores.
En el evangelio de Mateo Jesús dice: “Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo, mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24: 21)
Marcos también hace referencia a esta promesa:.”Y si el señor no hubiese acortado aquellos días, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos que él escogió, acortó aquellos días” (Marcos 13: 20).
Nuestro Señor nos da la certeza de que no todos los creyentes perderían su vida, no todos apostatarían de su fe, y que muchos permanecerían fieles hasta su venida. Estarán esperando fielmente a su Señor y por ende serán llevados por los mismos ángeles ante Él, tal como está escrito en Primera Tesalonicenses 4:17 donde dice: “Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”.
Jesús también dice que debemos tener especial cuidado con lo que nos digan o enseñen: “Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aún a los escogidos. Ya os lo he dicho antes. Así que, si os dijeren, Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis. Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24: 23-27).
Marcos lo dice de ésta manera: “Entonces si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo; o mirad, allí está, no le creáis. Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos. Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo antes” (Marcos 13:21-23).
Jesús nos está diciendo aquí que al final de los tiempos habrá muchos que enseñarán o intentarán enseñar doctrinas que no están de acuerdo las Sagradas Escrituras. Debemos estar atentos a lo que nos digan o pretendan enseñarnos. Todo lo que escuchemos debemos compararlo con la Palabra de Dios, y tales enseñanzas deben estar completamente de acuerdo con ella. La palabra de Jesús descripta precedentemente es suficientemente clara por lo que no requiere mayores comentarios. Lo realmente importante es estar preparados en todo momento para ese día, debemos esperarlo todos los días, en todo momento, viviendo una vida completamente consagrada a Dios y a su Hijo Jesucristo. Sabemos que se presentará ante nosotros en un abrir y cerrar de ojos. El mismo Señor dijo: “Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre”. Cuando nos demos cuenta estará frente nuestro, y si no estábamos preparados con anterioridad, nuestra suerte estará echada, ya no tendremos oportunidad de arrepentirnos, y por lo tanto nuestro destino final será la muerte eterna.
La venida del Señor
Nuestro Señor, luego de dar esas advertencias relata cómo sería su venida:
“E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo: y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y entonces enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24: 29-31).
“Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre que vendrá en las nubes con gran poder y gloria. Y entonces enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo” (Marcos 13: 24-27).
“Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21: 25-28).
Esta porción de las Sagradas Escrituras relata el momento tan esperado. Se escuchará la voz de la trompeta, y todo el mundo será testigo de la venida del Rey de Reyes y Señor de Señores, o sea nuestro Señor Jesucristo, quien se designa a sí mismo como “El Hijo del Hombre”. Unos se alegrarán de su venida, y otros se lamentarán, porque no creyeron en sus promesas, ya que habrá finalizado el tiempo de la gracia y será demasiado tarde para el arrepentimiento. En este párrafo nos dice que los ángeles juntarán a todos sus escogidos de todo el mundo.
Notemos que no se hace ninguna mención que Jesús posará sus pies en el Monte de los Olivos, sino que sus ángeles juntarán sus escogidos. Tampoco será un acontecimiento que pasará desapercibido por los no creyentes en Cristo, ya que la Palabra de Dios dice expresamente que “entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” También dice este párrafo que los que sí creyeron en sus promesas y se prepararon debidamente, o sea los escogidos, serán juntados por los ángeles enviados por nuestro Señor, para ser llevados ante su presencia.
Estad Preparados
“De la higuera aprended la parábola; cuando ya su rama esta tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca” (Mateo 24:32).
“De la higuera aprended la parábola; cuando ya su rama está tierna, y brotan sus hojas, sabéis que el verano está cerca” (Marcos 13: 28).
“También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios” (Lucas 21: 29-31)
Cuando los árboles comienzan a dar sus brotes nuevos, sabemos que se está acercando la primavera. Con este sencillo ejemplo Jesús nos enseña que cuando todas las profecías dichas por Él comiencen a cumplirse, se está acercando el momento de su venida, y por ende debemos redoblar nuestros esfuerzos para predicar su mensaje a toda criatura, tal como él lo pidió, Esa es nuestra principal tarea mientras estemos en este mundo.
“Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas” (Mateo 24:33).
“Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas” (Marcos 13: 29).
“Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios” (Lucas 21: 31).
Estos versículos son una advertencia para nosotros en el sentido de que debemos observar lo que está pasando en el mundo. O sea que, cuando los sucesos profetizados se hagan realidad, debemos mantenernos con más firmeza en los caminos señalados por nuestro Señor, y no claudicar aunque nos toque sufrir las pruebas.
“De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán”. (Mateo 24: 34-35).
“De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Marcos 13: 30-31).
“De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Lucas 21: 32-33).
Esta amonestación de Jesús nos dice que todas las profecías contenidas en la Palabra de Dios tendrán su cumplimiento efectivo “antes” de su venida. Además ratifica que todo este mundo tal cual lo conocemos terminará, pero las palabras predichas por Jesús contenidas en la Santa Biblia no pasarán, o sea que tendrán cumplimiento seguro. Es de destacar que esta advertencia la hacen los tres evangelistas que tocan el tema, y que son palabras del mismo Jesús.
“Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre” Mateo 24: 36).
“Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre” (Marcos 13: 32).
Esta afirmación nos dice que solo Dios es el que decide el momento exacto de la venida a este mundo por segunda vez de su Hijo para juntar a todos aquellos que creyeron en su sacrificio expiatorio en la cruz y que esperaron o esperan su venida. Todo intento de mencionar fechas probables de ese evento no debe ser creído ni aceptado por su pueblo.
“Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entro en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24: 37-39).
Nuestro Señor nos presenta un ejemplo sucedido hace ya mucho tiempo, en días de Noé. Éste predicó durante ciento veinte años para que los habitantes de la tierra cambiaran de actitud y se arrepintieran de sus pecados, mientras construía el arca. Nadie creyó a su predicación; Noé solo cosechó burlas. Mas un día, por orden de Dios entró en el arca con su esposa, sus hijos y sus nueras y todos los animales seleccionados. Y comenzó a llover tal como lo había profetizado. Todos perecieron, salvo esas ocho personas que obedecieron a Dios y entraron al arca. Al fin de los tiempos será igual. Jesús profetizó que vendría otra vez para llevarse a los suyos y destruir a todos aquellos que no lo aceptaron. Muchos se burlan de esa profecía, o no la aceptan, o simplemente la ignoran. Pero un día el Señor vendrá y entonces será demasiado tarde, y perecerán igual que todos aquellos que no aceptaron la predicación de Noé.
“Entonces estarán dos en el campo, el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada” (Mateo 24: 40-41).
El Señor nos da otro ejemplo de lo que sucederá en ese momento. Dos hombres trabajando en el campo, y dos mujeres trabajando en un molino. Esto no quiere decir que la mitad se salvará y la mitad no, sino que algunos serán llevados por los ángeles, y otros no. Notemos que todos estaban ocupados en sus tareas habituales. Lo que los diferencia es que unos estaban preparados para recibir al Señor, y los otros no se habían preparado debidamente.
Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque del Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (Mateo 24: 42-44).
“Mirad. Velad y orad; porque no sabéis cuando será el tiempo” (Marcos 13: 33).
“Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21: 34-36).
Es llamativo la cantidad de veces que Jesús dice la frase: “estad preparados”. O sea que es mucho más importante estar preparados para el momento en que venga nuestro Salvador, que conocer a la perfección todos los detalles inherentes a esa venida. Tampoco es necesario hacer comentarios anexos sobre este tema, puesto que la Palabra de Dios es suficientemente clara para entender perfectamente lo que nuestro Señor y Salvador nos enseñó.
Podríamos preguntarnos entonces: ¿Cómo debemos actuar para estar preparados? Él nos relata una parábola para indicarnos cómo hacer esto.
¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a su tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aún a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 24: 45-51).
“Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase. Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad” (Marcos 13: 34-37)
En la sociedad de aquellos tiempos, cuando el Señor de la casa debía ausentarse por algún tiempo, encargaba a uno de sus siervos para que se preocupara de que todas las tareas se realizaran debidamente, que los obreros, sirvientes, esclavos, y la familia del señor de la casa tuvieran lo necesario para vivir, sin que se notara su ausencia. El siervo fiel y prudente realizará su tarea día a día, sin claudicar en ningún momento, aún cuando no supiera el momento del regreso de su señor, hecho que podría ocurrir en cualquier momento. Vemos que Jesús menciona que tal siervo sería recompensado.
Eso es lo que debemos hacer nosotros en lo relacionado a nuestra tarea encomendada por el Señor. Debemos hacer buen uso de los dones que tenemos para ponerlos a su servicio, para cumplir con el mandato de Jesús de hacer discípulos a todas las naciones, aunque no sepamos la fecha exacta en que nuestro Señor vendrá a buscarnos. Tenemos una esperanza cierta: algún día sonará la trompeta final. Algún día será la hora y nuestro Señor Jesucristo volverá a buscar a los suyos. Pero no debemos hacer lo que hizo el siervo malo, que por su negligencia, por no haber hecho con fidelidad su tarea, fue castigado duramente. También debemos tener en cuenta que estos últimos versículos detallados son palabras de Jesús, a las cuales no se debe añadir ni quitar nada.
Lo que dice Pablo sobre la Segunda Venida
También Pablo nos habla de este evento en sus cartas a los Tesalonicenses. Esta iglesia fue fundada por él en su segundo viaje misionero. En dicho viaje, cuando le fue prohibido por el Espíritu Santo continuar su predicación en Asia Menor, pasa a Europa, comenzando así su gran obra de evangelista en dicho continente.
Comienza en Filipos, donde es puesto en la cárcel. La Segunda ciudad donde predica es Tesalónica, donde no solo sufre la cárcel, sino que debe huir a Berea, ya que peligraba su vida. Viaja luego a Atenas, y de allí a Corinto, donde conoce a Aquila y Priscila, quienes venían de Roma, la capital del Imperio. El emperador Claudio, quien era el césar en ese entonces, había expulsado de Roma a los judíos, y también a los cristianos.
No era fácil la vida de los creyentes en Cristo en ese momento, puesto que el emperador los estaba persiguiendo. La iglesia de Tesalónica también sufría de desánimo. Ellos estaban esperando la venida de Jesús, pero estaban perdiendo su fe. Algunos de los creyentes habían fallecido y sus familiares pensaban que los fallecidos no podrían tener parte en el nuevo reino. La noticia del desánimo de los tesalonicenses, hace que Pablo les escriba la Primera carta a los Tesalonicenses a mediados del año 51 de nuestra era, desde Corinto.
En el capítulo 4: 13 a 18, les dice cómo sería la venida del Señor: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”.
En este pasaje leemos que su venida será anunciada con el sonido de trompeta, tal como lo dice también el evangelista Mateo. Menciona además que los creyentes o escogidos serán reunidos por los ángeles de Dios, quienes llevarán a los salvos ante Jesús, tal como lo dijo el mismo Jesús antes de su muerte, palabras relatadas por los evangelistas Mateo y Marcos. En esta carta no menciona si su venida sería antes o después de la gran tribulación. En cuanto al nombre utilizado, en los evangelios Jesús se designa a sí mismo como “El Hijo del Hombre”, y en el pasaje que estamos tratando el apóstol Pablo lo llama “Señor”. La explicación es sencilla: mientras duró su ministerio nuestro Señor siempre se designó a sí mismo como “El Hijo del Hombre”. Los apóstoles y escritores bíblicos lo llamaron Señor, o también Señor de Señores, o bien Jesucristo, o Salvador, o Fiel y Verdadero, o El Verbo de Dios, o el Rey de Reyes y Señor de Señores, etc. Sabemos que en todos los casos se refiere solo a nuestro Señor Jesucristo y nunca, en ningún caso, a otra persona o ser.
Lo importante es que en ninguno de los evangelios, ni en el pasaje tratado se menciona que pisará con sus pies el Monte de los Olivos, en Jerusalén, pero habla del toque de la trompeta, y nos menciona que los ángeles tomarán a los creyentes o escogidos y los llevarán ante nuestro Salvador. Esto quiere decir que lo que escribieron los tres evangelistas (Mateo, Marcos y Lucas) y lo que escribió Pablo a los Tesalonicenses, se refiere al mismo evento que es: La segunda venida de nuestro Señor Jesucristo.
Esta carta, una vez leída en Tesalónica, transforma los ánimos de los fieles, cambiando el desánimo en euforia. Esperaban la venida del Señor en cualquier momento, y algunos incluso habían dejado de trabajar. Ante esto Pablo les escribe la segunda carta a los Tesalonicenses, unos seis meses después de la primera, a fines del año 51 o principios del año 52 de nuestra era. El principal motivo para escribir esta segunda carta era clarificar la confusión que tenían los tesalonicenses acerca de la segunda venida de Cristo.
En el capítulo 3: 11-12, podemos leer: “Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan”.
Muchos integrantes de esa iglesia persistieron en la ociosidad y en el desorden, con la excusa de estar esperando el regreso de Cristo Con esta exhortación Pablo les insta a que debían trabajar para ganarse el sustento diario. Este consejo es también válido para nuestros días, para los que ahora estamos esperando a nuestro Señor, y esto lo debemos hacer hasta que Jesucristo venga a buscar a los suyos.
En lo relacionado con su venida, Pablo les escribe lo siguiente: “Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2da. Tesalonicenses 2: 1-4).
Este pasaje nos aclara que el Señor “no vendrá sin que antes venga la apostasía” o sea que Jesús vendrá después de los acontecimientos profetizados en los tres evangelios comentados. Esta declaración está en completa concordancia con lo que dicen los tres evangelistas, en el sentido que nuestro Señor vendrá después de la gran tribulación. Tampoco en este caso es necesario hacer aclaraciones, ya que la palabra de Dios puede ser entendida por todos. Jesús siempre enseñó a sus oyentes con palabras simples a fin de que éstos pudieran entender sus dichos sin tener estudios superiores.
Pablo amplía sus comentarios con los siguientes conceptos: “¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad, sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida: inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2da. Tesalonicenses 2: 5-11).
De esta porción de la Palabra de Dios hay partes no del todo claras. El versículo siete nos dice: “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio”. Hay quienes opinan que el significado de “Sea quitado de en medio” se refiere al arrebatamiento de la iglesia, pero aquí no dice que eso que es quitado de en medio sea “la iglesia”. También debemos tener en cuenta que el versículo tres nos aclara específicamente que nuestro Señor Jesucristo buscará a su iglesia “después” de la apostasía, de la manifestación del hombre de pecado, el hijo de perdición, o sea el anticristo, o también la bestia detallada en el Apocalipsis.
Sigue diciendo el apóstol Pablo: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra. Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra” (2da.Tesalonisenses 2: 13-17).
En esta porción de las Sagradas Escrituras, Pablo nos dice que aquellos que son verdaderos hijos de Dios, no deben temer por los acontecimientos futuros, sino que recomienda mantenernos firmes, reteniendo la doctrina aprendida. También debemos dar gracias a Dios porque nos escogió para salvación. También en este caso no se requiere comentarios complementarios, ya que la Biblia es suficiente clara para ser entendida por cualquier persona que la lee o estudie. También debemos tener en cuenta que esta carta fue escrita por Pablo, y debe ser considerado como un auténtico sermón o estudio bíblico, imposible de igualar.
Otros Comentarios
Hay otros pasajes que mencionan el gran evento que ocurrirá en breve: Que nuestro Señor vendrá a buscarnos para que podamos estar por la eternidad con Él.
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mi. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14: 1-3).
Esta es una promesa de que nos está preparando un lugar donde podremos estar para siempre con nuestro Señor y Salvador.
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada de la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2: 11-14).
Si bien Jesús nos está preparando un lugar en su nuevo reino, debemos tener cuidado de cumplir ciertos requisitos, como ser: renunciar a la impiedad y deseos mundanos, y que debemos vivir sobria justa y piadosamente. Solo así podremos tener acceso a ese nuevo reino.
“He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, nosotros seremos transformados” (1ra Corintios 15: 51-52).
Este pasaje es una reiteración de lo que Pablo escribió en la primera carta a los tesalonicenses, en el sentido de que los que han muerto resucitarán a nueva vida, y los que al momento de su venida se encuentran con vida serán transformados y tendremos una nueva apariencia.
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3: 20-21).
Es una promesa de que nuestros cuerpos incorruptibles serán transformados a una apariencia similar a la de nuestro Señor.
Lo que nos dice el Apóstol Juan
Introducción
El apóstol Juan escribe en total cinco libros: el Evangelio según Juan, sus tres epístolas y el Apocalipsis. El propósito para escribir este último libro, el Apocalipsis, es en primera instancia para revelar la identidad plena de Cristo y también el de alentar y dar esperanza a los creyentes en los momentos de pruebas. Los destinatarios de la carta fueron en primer lugar las siete iglesias de Asia, y por extensión a todos los cristianos de todas las épocas. Fue escrito alrededor del año 95 de nuestra era, en la isla de Patmos. En esa época gobernaba en el imperio romano Domiciano, y los cristianos sufrían en ese entonces persecuciones por su fe.
Apocalipsis es un libro de esperanza para todos aquellos que creen en el Señor Jesucristo y que aceptaron su plan de salvación. Juan, el apóstol amado y testigo ocular de lo que hizo Jesús, afirma que el victorioso Señor volverá para vindicar a los rectos y juzgar a los impíos. Pero también es un libro de advertencia. La vida de los nuevos creyentes no concordaba siempre con las enseñanzas dadas por los apóstoles en sus predicaciones. Cristo llama a los creyentes a comprometerse a llevar una vida pura y en santidad.
Esta advertencia también es válida para la época actual, puesto que muchas iglesias se están apartando lentamente de las verdades predicadas por Jesús y sus apóstoles, enseñanzas que encontramos en los evangelios y cartas del Nuevo Testamento. Aunque Jesucristo le dio esta revelación de sí mismo a Juan hace como dos mil años, ella sigue siendo consuelo y exhortación para todos los creyentes de nuestro tiempo. Podemos animar nuestro corazón a medida que entendemos la visión esperanzadora de Juan: Cristo volverá para rescatar a su pueblo y arreglará cuentas con todos los que le resistieron a través de la historia o le resisten en la actualidad.
Si no entendemos parte de lo que se encuentra escrito en este libro, no debe ser motivo de preocupación: Dios está en el control de todo, y al final del libro nos muestra el triunfo de Cristo sobre las huestes de Satanás, y nos describe la nueva ciudad de Jerusalén que será la morada de los creyentes por toda la eternidad.
Comienza este libro diciendo: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca” (Apocalipsis 1: 1-3).
Como podemos apreciar, el mensaje de este libro viene del mismo Dios, creador de cielo y tierra, dado a su Hijo Jesucristo, quién la envió mediante su ángel al apóstol Juan, quien escribe con fidelidad todo lo que le fue indicado. Por ser palabra de Dios mismo, los conceptos que se describen en él deben ser considerados como inapelables y no deben ser cambiados bajo ninguna circunstancia.
Con respecto a esto, podemos leer en Apocalipsis capítulo 22, versículos 18 y 19, al final de la Biblia lo siguiente: “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro. Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro”.
Debemos tener sumo cuidado entonces de dar opiniones que no estén de acuerdo a lo que leamos en este libro. Consideremos que lo más importante no es entender todo lo escrito, sino estar preparados para cuando el Señor venga. Pero sí debemos leer asiduamente el Apocalipsis tal como lo escribiera Juan, porque es la Palabra del mismo Dios, si es posible en varias traducciones, porque esto nos ayudará a entender mejor lo dicho por el apóstol Juan. Si leemos algún comentario, lo más prudente sería compararlo con la Biblia para comprobar que lo que leemos o escuchemos se encuentre en completa sintonía con ella.
Luego de las salutaciones e introducción al libro, que encontramos en los versículos 4 al 8 del capítulo primero, presenta, entre los versículos 9 al 20, la visión del Hijo del Hombre en toda su gloria. Ya no es el siervo sufriente que vino hace dos mil años a salvarnos de la condenación eterna, sino ya es el Rey de Reyes y Señor de Señores, y está esperando el momento en que suene la trompeta para venir a buscar a todos los que creyeron en Él. Es así como lo verán todos los que esperaron o esperan su venida.
El Mensaje a las siete iglesias
Los capítulos dos y tres de Apocalipsis transcriben los mensajes a las siete Iglesias de Asia, cuyas recomendaciones son válidas para todas las épocas hasta que él venga. Deberían ser leídas con más frecuencia por las iglesias, a fin de mantenerse firmes en la fe, y sujetos a nuestro Señor. Con su lectura podemos darnos cuenta si con nuestras actitudes, conductas, y nuestra vida en general, estamos en el buen camino, o nos estamos desviando.
A la iglesia de Éfeso le dice: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de donde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Apocalipsis 2: 4-5).
Cuidemos por tanto, de mantenernos firmes en el primer amor, sin claudicar jamás. Debemos continuar hasta el fin de nuestros días, o hasta que el Señor Jesús venga a buscarnos, con el corazón dispuesto a seguir al Divino Maestro en cualquier circunstancia que se nos presente, aunque tal decisión pueda ser motivo de sufrimientos. Estemos en todo momento preparados para recibir a nuestro Salvador cuando él venga.
A la iglesia de Esmirna le escribe: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2: 10 última parte).
Nos insta a mantenernos fieles hasta la muerte, hasta que Él nos llame a su presencia, o que venga a buscarnos. Si nos mantenemos así tendremos la seguridad de que estaremos para siempre con nuestro Señor, ocupando el lugar que Él nos está preparando para nosotros.
A la iglesia de Pérgamo le señala: “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca” (Apocalipsis 2: 14-16).
Debemos tener cuidado de ciertas enseñanzas que pueden apartarnos de la verdad. Recordemos que debemos comparar con la Palabra de Dios, la Biblia, cada enseñanza que nos quieran inculcar. Si esas enseñanzas no coinciden plenamente con ella no las tomemos en cuenta. Esto lo podremos hacer sin dificultad si la leemos asiduamente y buscamos en ella las respuestas a las preguntas o dudas que puedan surgir. Si descubrimos que estamos desviándonos de los caminos del Señor, no dudemos de arrepentirnos de nuestras faltas y retomar el camino correcto.
A su vez, a la iglesia de Tiatira les manifiesta: “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos” (Apocalipsis 2: 19-20).
Vemos que en dicha iglesia había una mujer, que decía ser profetiza, pero no enseñaba las verdades del evangelio con pureza, sino que por el contrario incitaba a los fieles a cometer pecados que a los ojos de Dios son vergonzosos y no podían ser admitidos. Tengamos cuidado en nuestros días con algunas enseñanzas que nos quieren inculcar, y que nos pueden apartar de la pureza que el Señor requiere de sus seguidores. Recordemos que la Palabra de Dios no cambiará y seguirá igual hasta que Él venga.
A la iglesia de Sardis les manifiesta: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir, porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (Apocalipsis 3: 1-3).
Evidentemente los miembros de dicha iglesia no cumplían todos los requisitos como para ser considerados verdaderos discípulos de Jesús. Por lo tanto es bueno repasar nuestras conductas, actitudes y pensamientos que tengamos y los comparemos con lo que el Señor requiere de los creyentes en Cristo, para que podamos ser considerados dignos de estar en su presencia.
A la iglesia de Filadelfia les dice: “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apocalipsis 3: 11).
Esta iglesia no tuvo críticas de parte del Señor, pero les recomienda a permanecer fieles a su palabra, cuidando con esmero mantener sus conductas para que nadie les arrebate la corona que Jesús les había prometido. Nosotros en la actualidad debemos hacer lo mismo, para que nuestro Señor Jesucristo nos coloque la corona que nos está preparando.
A la iglesia de Laodicea les expresa: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mi compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; se, pues, celoso, y arrepiéntete” (Apocalipsis 3: 15-19).
De todos los mensajes dados a las distintas iglesias, ésta es la que recibe las admoniciones más graves. También les da la solución a su problema. Nosotros debemos considerar seriamente nuestras actitudes en la iglesia en que estamos sirviendo al Señor, para no caer en esas serias desviaciones. Oremos con corazón sincero a nuestro Dios para tener la seguridad de que no nos hemos apartado de la verdad pura del evangelio.
Como vemos, los mensajes a las siete iglesias son útiles para todas las iglesias en la actualidad, y todas sin excepción deberían releer asiduamente esa parte de la Palabra de Dios, para mantenerse en la senda correcta.
La Adoración Celestial
Luego del mensaje a las siete iglesias que están en Asia, el libro del Apocalipsis continúa con los detalles de la adoración de las huestes que habitan los cielos, cuyos comentarios podemos leer en el capítulo cuatro. Las figuras que presenta Juan, son de tal majestuosidad que son difíciles de comprender en toda su magnitud con nuestra mente finita. Las entenderemos cuando estemos en ese mismo lugar, adorando también a nuestro Dios, creador de cielos y tierra, y a su hijo Jesús, tal como lo hicieron esos seres celestiales.
El rollo y el cordero
El capítulo cinco nos relata que Dios, quien se encuentra sentado en su trono, tiene un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. Nadie, ni en el cielo ni en la tierra podía abrir ese libro, ni aun mirarlo. Pero un ser, que es presentado como un cordero como inmolado (el mismo Jesús), fue considerado digno de abrirlo.
“Y uno de los ancianos me dijo: no llores. He aquí el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus sellos. Y miré, y vi en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono” (Apocalipsis 5: 5-7).
A continuación podemos leer la opinión que tenían las huestes celestiales de nuestro Señor Jesucristo: “Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. Y miré y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y todo lo creado que está en el cielo y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 5: 8-13).
Este comentario nos muestra cómo será la alabanza que tributaremos a nuestro Dios, y a su hijo Jesucristo, el Cordero inmolado, por toda la eternidad. Esa es la esperanza que tenemos para nuestro futuro, y donde podremos participar, si nos mantenemos fieles a nuestro Dios y a su Hijo y nos preparemos debidamente para recibirle cuando Él venga a buscarnos.
Los sellos
Luego de la adoración celestial, el Cordero comienza a abrir los sellos que nos informan del contenido del Libro que estaba en las manos de Dios. Los cuatro primeros sellos nos muestran cuatro caballos, de distintos colores que tienen un significado especial.
Para los que creyeron y creen en Jesucristo, en su plan de salvación, que tomaron la determinación de seguirle y serle fieles hasta el fin de sus días, o hasta que Él mismo venga a buscarnos, llevándonos a su presencia por medio de sus ángeles, la apertura del quinto sello nos muestra donde se encuentran los que han muerto y esperan que suene la trompeta final que señalará el momento en que el Señor venga en las nubes a buscar a los suyos.
“Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos” (Apocalipsis:6: 9-11).
Nos muestra que quienes han muerto están esperando el fin, descansando bajo el altar de Dios en el cielo. Pablo ya había hablado sobre este tema, ante la duda de los tesalonicenses diciéndoles: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dio, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero…” (1ra. Tesalonisenses 4: 16)-
Esta profecía de Pablo nos aclara que los que ya no se encuentran entre nosotros, están descansando en el cielo, y resucitarán cuando suene la trompeta y el Señor Jesucristo, como Rey de Reyes y Señor de Señores, los recibirá en su seno.
“Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿Y quién podrá sostenerse en pie? (Apocalipsis 6: 12-17).
El sexto sello que abre nuestro Señor, nos aclara también como será la venida de Jesús. En su contenido podemos ver figuras que nos recuerdan lo que manifestaron los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas en relación a la venida de nuestro Señor Jesús, como ser las señales del sol, la luna y las estrellas. Pero el comentario de Apocalipsis agrega ciertos detalles sobre el destino de aquellos que no han creído en Él, que lo ignoraron deliberadamente, y que vivieron una vida lejos de Dios. Vemos que deseaban huir y esconderse de aquel que venía a juzgarlos, ya que no tenían oportunidad de arrepentirse, y deberían enfrentarse, no con el Salvador, sino con el Juez, que los condenaría por la eternidad.
Los sellados
“Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios” (Apocalipsis 7: 2-3).
En este párrafo del capítulo siete se nos dice que son los ángeles de Dios y no un ser humano quienes señalarán a los que son fieles a Dios y sus enseñanzas. A continuación nos dice el número de señalados que son ciento cuarenta y cuatro mil, doce mil de cada tribu de Israel. Hay muchas opiniones sobre el significado de éste párrafo, pero si el mismo Dios fue quien dictó mediante su ángel lo que el Apóstol Juan debía escribir, y si no queda demasiado claro este tema, no debemos preocuparnos demasiado si no lo entendemos. Lo que el Señor quiere es que estemos preparados en el momento en que suene la trompeta que anuncia la Segunda Venida de Cristo. Por lo tanto tomemos las medidas necesarias para ser dignos de estar en su presencia y que los ángeles de Dios nos sellen en nuestras frentes.
La multutid vestida de ropas blancas
“Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero” Apocalipsis 7: 9-10).
Leyendo este párrafo podemos ver que los salvos serán una multitud tan grande que nadie podrá contar. Nos indica que quienes estarán ante Dios y ante el Cordero que dio su vida por nosotros serán muchísimo más que los ciento cuarenta y cuatro mil mencionados con anterioridad.
“Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome; Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿Quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apocalipsis 7: 13-17).
Este párrafo nos aclara que quienes integran la multitud que está delante del Cordero de Dios, alabándolo por la eternidad son los que en esta vida se han mantenido fieles al Rey de Reyes durante la gran tribulación, y por lo tanto se han hecho merecedores de estar ante el mismo Dios y de Jesucristo quien es presentado como el Cordero.
LA GRAN TRIBULACIÓN
Lo capítulos ocho al dieciocho nos relatan algunas características de ese momento difícil que les tocará vivir a quienes se encuentren en este mundo. También será la oportunidad de dar testimonio de nuestro Dios y nuestro Salvador Jesucristo ante ese mundo incrédulo que seguirá y adorará al Dragón (Satanás) y su representante en la tierra, el anticristo que se lo presenta como la bestia. No siguen un orden cronológico, sino que son como pinceladas de un mismo cuadro. Cada una de las pinceladas culmina con un desastre, que representa la venida de nuestro Salvador. También los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas, como así también el apóstol Pablo en su segunda carta a los Tesalonicenses, capítulo dos, nos da algunos detalles de ese período de tiempo, previo a su venida, que se complementan entre sí, y que ya fueron detallados.
El séptimo sello
El capítulo ocho nos describe la apertura del séptimo sello donde aparecen siete ángeles, cada uno con una trompeta. A medida que van tocando las cuatro primeras, suceden distintos desastres que harán aún más difícil la vida en nuestro planeta. Tendrán como objetivo castigar a los hombres incrédulos y llamarlos al arrepentimiento de sus actos pecaminosos.
Al toque de la quinta y sexta trompeta descripta en el capítulo nueve, suceden desastres aún más graves que los ocurridos en los toques anteriores. Al final de dicho capítulo nos relata el resultado de ese llamado al arrepentimiento: “Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos” (Apocalipsis 9: 20-21).
Este párrafo nos dice que aquellos hombres no se arrepintieron ni se arrepentirán de sus pecados, pese a los castigos que Dios mandará sobre este mundo y las señales que verán, continuarán con sus obras malas y permanecerán en sus propios caminos, lejos de Dios.
El ángel con el librito
Después de estas señales, en el capítulo diez el ángel de Dios le entrega al apóstol Juan un librito y le ordena que continúe predicando el evangelio. “Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes” (Apocalipsis 10: 11),
El ángel le dice a Juan que, luego de ver y escribir todo lo que le fue mostrado en la isla de Patmos, debía seguir profetizando (predicando) la palabra de Dios a todos. Este mandato tiene validez hasta la segunda venida de Jesús y deberían acatarla todos los que aman la venida de nuestro Señor.
Los dos testigos
En ese tiempo de la gran tribulación harán su aparición dos testigos que profetizarán durante un período de mil doscientos sesenta días. Menciona que ”estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra” (Apocalipsis 11: 4). Además serán provistos de poderes especiales para poder conseguir su cometido.
Luego, la palabra de Dios dice: “Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado. Y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados. Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra”. (Apocalipsis 11: 7-10).
Es evidente que los habitantes de la tierra, que siguen a la bestia, que tienen su marca en la frente y/o en la mano derecha, toman como un tormento el mensaje de Salvación que nos trae la palabra de Dios, hasta tal punto de alegrarse y darse regalos unos a otros porque no necesitarán oír más ese mensaje. Debemos estar atentos a esto porque si hacemos los mismo que ellos, tendremos asegurada la perdición eterna.
Luego viene la respuesta de Dios a las burlas que hacen los incrédulos: “Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron” (Apocalipsis 11: 11-12).
Si bien puede resultar difícil entender el significado real de esta porción de las escrituras, lo más importante es aceptar el plan de Salvación que Cristo nos dio, y seguirle fielmente hasta el fin de nuestros días, o hasta que Él venga a buscarnos. Nunca debemos burlarnos del mensaje verdadero, ni tomarlo como un tormento para nuestras vidas, sino por el contrario, escuchar lo que dicen estos dos testigos, ya que nos darán El mensaje de Dios para esa época.
La Séptima Trompeta
Ha llegado el fin. El mensaje dice lo siguiente: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios, diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado. Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra. Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo” (Apocalipsis 11: 15-19).
Esta es la gran esperanza que han tenido y tendrán los verdaderos siervos de Dios y de nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, permanezcamos siempre fieles a nuestro Salvador, porque Él nos dará el galardón que nos ha prometido cuando estaba en este mundo. También el evangelista Mateo como Pablo en la primera carta a los tesalonicenses nos dicen que el Señor vendrá cuando suene la trompeta.
La Mujer y el Dragón
Esta es otra pincelada del mismo cuadro, la lucha entre esta mujer y el dragón (Satanás): “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto en la angustia de su alumbramiento” (Apocalipsis 12:1-2).
Si bien no queda claro quién es esta mujer, es indudable que tiene toda la protección de Dios. Hay quienes interpretan que la mujer es la iglesia de Cristo.
La siguiente figura es un dragón (Satanás) quien luchará contra la mujer y su descendencia: “También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el Dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese” (Apocalipsis 12: 3-4).
Es una realidad que el dragón (Satanás) ha perseguido y perseguirá hasta el fin a la iglesia de Jesús, y a todos sus seguidores. En éste capítulo vemos que constantemente trata de destruir a la mujer, pero es resguardada por el mismo Dios para que Satanás no pueda hacerlo. El último versículo de este capítulo dice lo siguiente:
“Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12: 17).
Esta es una advertencia para todos los que creen en el mensaje de salvación dado por Jesús y que desean fervientemente seguir sus enseñanzas con fidelidad. Pero no debemos temer de las amenazas del enemigo de nuestras almas, porque el mismo Dios cuidará a todos los que han lavado sus ropas en la sangre derramada por el cordero, y según sus promesas tienen reservado un lugar en su nuevo reino. Por lo tanto mantengámonos fieles hasta el fin de nuestros días o hasta el día en que suene la trompeta que anunciará la venida de nuestro Salvador.
Las dos Bestias
El capítulo 13 de Apocalipsis es la porción de dicho libro que más comentarios o interpretaciones ha tenido a través de la historia. Todos quieren saber quién es ese personaje que tendrá el número seiscientos sesenta y seis. Será un período muy difícil para los creyentes, para los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.
“Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella? (Apocalipsis 13: 3-4).
Los versículos uno y dos nos hablan de donde viene ese personaje tan temible y sus características. Los versículos tres y cuatro nos hablan de un milagro de tal magnitud que toda la tierra se maravillará y adorará a este ser y al dragón o Satanás quien le dará su poder. Los versículos cinco y seis nos informan que este ser hablará grandes cosas y blasfemias, especialmente contra Dios, su nombre, y de todos los moran en los cielos.
El versículo 8 dice: “y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13: 8).
Este versículo es muy importante, porque nos aclara que quienes adoran a ese ser diabólico son los que no tienen sus nombres escritos en el libro de la vida del Cordero, y por lo tanto no tendrán parte en el nuevo reino que Jesucristo está preparando para los que sí creen en él y que no tienen la marca de la bestia en la frente o en la mano derecha.
“Si alguno tiene oído, oiga. Si alguno lleva en cautividad va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos” (Apocalipsis 13: 9-10).
La frase: aquí está la paciencia y la fe de los santos será muy importante para los que creyeron y creen en las promesas de Jesús. Por lo tanto, cuando pasemos por las pruebas descriptas en éste capítulo, debemos descansar en los brazos de nuestro Señor, y confiar en Él. El Cordero de Dios que dio su vida por nosotros, no nos abandonará en las pruebas que puedan sobrevenirnos.
Los versículos 11 al 17 nos hablan de una segunda bestia, tan terrible como la primera, que tiene el poder de obligar a todos los habitantes de la tierra a adorarla, haciendo señales que engañarán a todos aquellos que no han puesto su confianza en Jesús.
La palabra de Dios nos describe ciertas actividades que hará esta segunda bestia o ser diabólico: “También hace grandes señales, de manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió. Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase. Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” (Apocalipsis 13: 13-17),
Leyendo este párrafo puede parecernos muy difícil soportar esas pruebas, pero no debemos tener miedo a ellas, puesto que Satanás, quien le dará su poder a esos seres diabólicos, ya fue vencido por nuestro Señor Jesucristo, con su muerte expiatoria en la cruz. Solo es cuestión de tiempo, para que ese poder llegue a su fin. Al toque de la trompeta que anuncia la venida de Jesús esos dos seres serán arrojados al lago de fuego, y Satanás, luego del milenio, será vencido definitivamente y terminará en el mismo lugar donde ya se encuentran las dos bestias.
La Biblia nos da ejemplos de cómo debemos actuar en esas pruebas. El capítulo 3 de Daniel nos relata la historia de tres siervos de Dios, llamados Sadrac, Mesac y Abed-Nego. El rey Nabucodonosor mandó hacer una estatua de oro y exigió que todos se postren y adoren dicha estatua. Estos tres siervos de Dios no acataron esa orden, por lo que fueron denunciados ante el rey por esa conducta. Ante la orden directa que el rey Nabucodonosor les dirigiera le contestaron: “Sadrac, Mesac y Abed-Nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3: 16-18).
Sabemos que estos tres amigos de Daniel, eran muy fieles en el cumplimiento de sus obligaciones para con el reino de Babilonia, y servían con fidelidad a Nabucodonosor. Sin embargo en lo espiritual no claudicaron en su fe, y pusieron en primer lugar a Dios, creador de cielos y tierra. Eso es lo que debemos hacer nosotros si nos obligan a adorar a ese ser.
Sobre este asunto el mismo Jesús enseñó: “Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto os será ocasión para dar testimonio. Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa; porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan. Mas seréis entregados aún por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas” (Lucas 21: 12-18).
Como vemos, el mismo Jesús nos dijo que vendrán persecuciones para sus verdaderos discípulos. Pero también nos dice que esa será una oportunidad de dar testimonio de Él, de su obra y de su plan de salvación. Nos recomienda que no pensemos en contestar con nuestras palabras, puesto que recibiremos el poder y la sabiduría de lo alto para hacerlo.
Muchos piensan que las persecuciones y los asesinatos se producirán durante el período en que gobierne en ese mundo la Bestia (el anticristo), pero desde que nuestro Señor Jesucristo dejó nuestro mundo para ir al Padre, siempre hubo persecuciones. La Biblia menciona algunos de ellos.
En el capítulo tres de Hechos nos relata la historia de la curación de un cojo. Pedro y Juan terminan en la cárcel por el testimonio que dieron de Jesucristo y al soltarlos les intiman a que no vuelvan a hablar de Jesús.
En el capítulo cinco, luego de hacer muchas señales y maravillas, Pedro y Juan son perseguidos y echados en la cárcel por ese motivo.
El capítulo siete de Hechos relata el ejemplo de Esteban y su predicación, pero éste termina siendo asesinado mediante el método de lapidación. Esteban pasa a ser el primer mártir cristiano de la historia.
El capítulo 12 del mismo libro nos relata el asesinato a espada de Jacobo, hermano de Juan, un apóstol de Jesús, y el encarcelamiento de Pedro.
En 2da.Corintios capítulo once Pablo relata los sufrimientos que padeció por causa del evangelio.
El Apóstol Pablo sufrió muchísimo cuando servía al Señor como misionero, pero no claudicó, sino por el contrario continuó con la tarea encomendada por el Señor de predicar el evangelio de salvación. Había sido llevado a Roma, donde continuó con su misión de evangelista. Debió presentarse ante Nerón, por haber apelado a él estando en Jerusalén. Él le escribe a Timoteo en su segunda carta lo siguiente: “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león” (2da. Timoteo 4: 16-17).
Con estas palabras sabemos que Pablo fue arrojado al foso de los leones en el circo de Nerón, que estaba ubicado en las afueras de Roma, y que fue creado para diversión del pueblo. Se dice que luego de la segunda presentación ante el Cesar, Pablo fue decapitado.
Desde esa fecha hasta la actualidad la persecución a los cristianos siguió. Miles fueron arrojados a los leones en el circo romano. Algunos fueron asesinados, otros sufrieron toda clase de penurias. Durante la edad media no podían leer directamente las Sagradas Escrituras. Más adelante algunos fueron quemados vivos en la hoguera por defender su fe. Y estos son sólo algunos ejemplos de lo que sufrieron y sufren los cristianos. En la actualidad, en ciertos países mahometanos son decapitados, si no se convierten al islamismo. Pero no todos serán asesinados. En Lucas 21: 16 segunda parte dice: “y matarán a algunos de vosotros”.
En ese período de dos mil años las persecuciones sucedieron en ciertos lugares específicos, pero no en todo el mundo al mismo tiempo. En el tiempo de la gran tribulación, relatada en el capítulo trece de Apocalipsis, también habrá persecuciones de todo tipo, pero a nivel mundial. No todos serán muertos, pero sí será una oportunidad para dar testimonio de nuestra fe en nuestro Salvador Jesucristo.
Muchos tal vez cedan ante las amenazas que recibirán para que adoren a la bestia o anticristo, pensando salvar así sus vidas, pero esto no será una solución. El libro de Apocalipsis nos relata lo que les pasará a aquellos que cedan y terminen adorando a la bestia y/o su imagen: “Por estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres; por el fuego, el humo y el azufre que salían de su boca” (Apocalipsis 9: 18).
Como podemos apreciar, la decisión de adorar a la bestia no será un seguro para salvar la vida. Un tercio de la población del mundo morirá por las últimas plagas que enviará Dios a esta tierra para que los hombres se arrepientan de sus pecados. Quienes adoraron o adoran a la bestia y terminen muertos por las últimas plagas tienen asegurado su destino eterno, Ellos serán arrojados al lago de fuego, sin ninguna posibilidad de salvación. En cambio quienes sean decapitados por dar un fiel testimonio de Jesucristo, serán resucitados al comienzo del milenio y serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años. (Apocalipsis 20: 4 y 6).
En cuanto al tema de saber quién es el ser que llevará el número seiscientos sesenta y seis, es muy sencillo: si alguna persona, o poder, o ser se hace adorar en lugar de Dios como si fuera Dios, ése ser será el anticristo, la bestia que dominará el mundo justo antes de que nuestro Señor Jesucristo venga. A través de la historia hubo gobernantes que se hicieron adorar a sí mismos (por ejemplo Nabucodonosor, los emperadores romanos, etc.) Cuando venga el anticristo no debemos adorarlo de ninguna manera, aunque nos cueste la vida. De esa manera tendremos la seguridad de que por la eternidad estaremos en el nuevo reino donde gobernará el Rey de Reyes y Señor de Señores.
EL CÁNTICO DE LOS CIENTO CUARENTA Y CUATRO MIL
El capítulo catorce de Apocalipsis nos habla del cántico de los ciento cuarenta y cuatro mil señalados por el mismo Dios, con el nombre del Padre escrito en sus frentes. Cantan un cántico nuevo delante del trono de Dios. La palabra de Dios señala que éstos fueron redimidos como primicias de entre los de la tierra para Dios y el Cordero.
Luego detalla el mensaje de los tres ángeles que hablan de parte de Dios. Podemos leer por ejemplo: “Temed a Dios y Dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de aguas” (Apocalipsis 14: 7). Un nuevo llamado para que los habitantes de este mundo adoren al único Dios, ya que se acerca el día del juicio para este mundo.
Finaliza este párrafo con una promesa para aquellos que se han mantenido fieles al Señor, pese a las dificultades:
“Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Oí una voz que desde el cielo me decía; Escribe; Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14: 12-13).
Dios nos está diciendo aquí que no debemos temer si sufrimos persecuciones, burlas, difamaciones, etc. por seguir a Jesús. Y también aclara que quienes deben ofrendar su vida por causa del evangelio, serán bienaventurados. Por lo tanto no tengamos temor de lo que pueda acontecernos, ya que nuestro Salvador estará acompañándonos en esa instancia, si nos toca dar ese testimonio de nuestra fe en su obra salvadora. Pongámonos por lo tanto en las manos de nuestro Dios, y de su Hijo Jesucristo, quienes nos acompañarán y nos darán fuerzas para dar nuestro testimonio a favor de Jesús, y por añadidura estaremos para siempre en la presencia de nuestro Señor.
La Tierra es Segada
En esta porción de la Biblia tenemos otra figura de la venida de nuestro Señor y Salvador: “Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda” (Apocalipsis 14; 14). La hoz es una herramienta cortante que se utilizaba en esa época para cortar las plantas llenas de frutos ya maduros, por ejemplo trigo, cebada, etc. En esta oportunidad es utilizada para cosechar los racimos de uvas de la tierra. Jesús en una de sus parábolas comparó a la raza humana con pámpanos que tienen una uva cada pámpano, y que Él es la vid que les da la savia para crecer y formarse.
La escritura dice: “Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras. Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios” (Apocalipsis 14: 18-20).
Esta figura relacionada con la cosecha era bien entendida por todos los que vivían en ésa época. Quiere decir que la tierra está madura y sus habitantes son cosechados. Al leer que son echados en el gran lagar de la ira de Dios, sabemos que esta figura representa a todos aquellos que en su vida no aceptaron el plan de salvación de Dios para sus vidas de pecado, y no reconocieron a Jesús como Señor de sus vidas.
Los Ángeles con las Siete Postreras Plagas
“Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios. Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? Pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado” (Apocalipsis 15: 2-4).
El capítulo quince de Apocalipsis, es como una introducción al último castigo que sufrirá la humanidad, con las siete copas de la ira de Dios. Nos muestra el destino de aquellos que no cedieron a las presiones y alcanzaron la victoria sobre la bestia y su imagen, no adorándola. Tampoco se dejaron colocar su marca y el número de su nombre en su frente y/o mano derecha. Estaban sobre un lugar que se ve como un mar de vidrio, alabando al Cordero que dio su vida por toda la humanidad. Si queremos participar de este maravilloso evento, debemos mantenernos fieles a nuestro Dios, y hacer su voluntad en todo momento, hasta que el Eterno nos llame a su presencia, o hasta que suene la trompeta que indicará el momento en que Jesús venga en las nubes del cielo a buscarnos.
Las Copas de la Ira
“Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios” (Apocalipsis 16:1).
El capítulo 16 de Apocalipsis nos relata los últimos castigos que sobrevendrán a este mundo antes de que suene la trompeta que anuncie la segunda venida de Jesús. Son siete ángeles que derramarán cada uno una plaga para castigar a todos aquellos que no aceptaron ni aceptan el plan de salvación de Dios. Es interesante lo que dice la quinta copa de ira: “El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras” (Apocalipsis 16: 10-11).
Este párrafo de las Escrituras nos indica que al final del reinado de la bestia, su reino se cubrirá de tinieblas. Ya no tendrá el mismo poder que tenía y con esto los que continúan fieles al Señor podrán resistir las persecuciones hasta el final, hasta que nuestro Salvador venga a buscar a los suyos. También nos dice que los hombres incrédulos no se arrepintieron de sus obras malas que realizan en contra de la voluntad de Dios.
En cuanto a la sexta copa de la ira podemos leer: “El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente”…“Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” (Apocalipsis 16: 12 y 16).
Este es un detalle de la reunión de los enemigos del Rey de Reyes que ya viene a buscar a todos aquellos que creyeron en Él y esperan su venida. Están allí para librar la batalla final en un lugar que se denomina Armagedón. Pero el versículo siguiente dice:
“El séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo; Hecho está” (Apocalipsis 16: 17).
La frase “Hecho está”, nos dice que se han cumplido todas las profecías relacionadas con la venida del Cordero que fue inmolado (Jesús). Es el momento en que suena la trompeta que anuncia la venida de Cristo. El destino de cada ser humano que vive en ese momento en el planeta tierra ya estará definitivamente determinado, sin posibilidades de cambio. Debemos estar preparados para recibirle como solo Él se merece. Caso contrario no tendremos entrada en el nuevo reino preparado para todos nosotros.
Condenación de la gran ramera
El capítulo diecisiete de Apocalipsis nos habla de la condenación de un ser llamado la gran ramera. Relata su historia y las maldades que hará al fin de los tiempos, y que recibe su poder directamente de Satanás.
Podemos leer por ejemplo: “Vi la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús…” (Apocalipsis 17:6) Este versículo demuestra que esa mujer llamada la gran ramera, es un poder demoníaco, que ha perseguido desde el comienzo a los creyentes en Jesús y su plan de salvación.
“Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de Señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles” Apocalipsis 17: 14).Este versículo nos enseña que, pese a lo difícil que pueda parecernos la situación, el Cordero de Dios terminará venciendo a esos poderes demoníacos, y quienes se mantuvieron fieles al Señor Jesús, serán llamados y elegidos y fieles.
“Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” (Apocalipsis 17: 15). Es evidente que al decir pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas, se refiere al mundo entero que estará gobernado en ese tiempo por la bestia descripta en el capítulo trece de Apocalipsis.
“Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra” (Apocalipsis 17:18). Este versículo nos aclara que la mujer que describe este capítulo es la ciudad desde donde está gobernando la bestia. Será la capital del imperio mundial futuro, y sus maldades serán iguales o mayores a las que caracterizaron a Babilonia, capital del imperio babilónico, o de Roma, capital del imperio romano.
La caída de Babilonia
El libro de Apocalipsis está escrito en forma “apocalíptica”, un tipo de literatura judía que emplea imágenes simbólicas para comunicar esperanza a quienes se encuentran en medio de las persecuciones. Los acontecimientos están ordenados conforme a la literatura, en lugar de seguir patrones estrictamente cronológicos.
El capítulo 18 nos habla de la caída de Babilonia, un imperio que existió desde el siglo sexto hasta el año 539 Antes de Cristo, cuando fue vencido por el emperador Ciro de Persia. Leyendo esta parte del libro de Apocalipsis nos hace ver muchas de las cosas que existían en ese imperio, y que los hombres influyentes de ese tiempo perdieron para siempre. Pero en realidad el Apóstol Juan nos está hablando del imperio romano con su capital, Roma. La clave para entender esto se encuentra en el capítulo 17, vers. 9 donde dice: “Esto, para mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes sobre los cuales se sienta la mujer”. Roma es una ciudad asentada sobre siete colinas.
Hay muchas similitudes entre ambos imperios. Fueron corruptos hasta el extremo y su moral dejaba mucho que desear. Babilonia persiguió al pueblo de Dios, o sea el pueblo judío, matando a muchos de ellos y llevando a miles a la esclavitud. Su rey se hacía adorar como dios. Recordemos la estatua de oro que hizo de su persona el rey Nabucodonosor. El imperio romano persiguió a los cristianos matando a muchos de ellos de diversas formas. Los emperadores también se hacían adorar como si fueran dioses. Juan no podía escribir sus profecías directamente, porque sería perseguido por dicho imperio. Por eso usa la figura del imperio babilónico, lenguaje que los romanos no entenderían, ya que esos hechos habían sucedido muchos siglos antes, pero los cristianos sí entenderían que el mensaje de Juan se refería al imperio romano.
Esta profecía tiene además valor profético. Al final de los tiempos, aparecerá un poder, de alcance mundial, que realizará grandes proezas, y además se hará adorar como los reyes babilónicos, o los emperadores romanos. Ese poder es la bestia del capítulo 13 de Apocalipsis. Muchas veces en los últimos dos mil años de historia hubo reyes o poderes que quisieron tener el poder absoluto, pero no lo consiguieron. Un ejemplo reciente fue el del Nacional Socialismo en Alemania, que apareció hace unos ochenta años cuyo líder, Hitler, se hacía adorar como dios, pero no subsistió o sea no consiguió su objetivo, ya que aun no había llegado la hora en que sonaría la trompeta final.
El último versículo de este capítulo 18 dice: “Y en ella se halló la sangre de los profetas y santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra”. Evidentemente a este último poder demoníaco se le hará responsable de todos los que tuvieron que sufrir la muerte por causa del evangelio.
La venida de Cristo
Después de las profecías que relatan los acontecimientos finales que sobrevendrán sobre la tierra y sus habitantes en los últimos tiempos, el centro de la escena vuelve al cielo, el lugar donde el Eterno Dios, tiene su trono.
“Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella” (Apocalipsis 19: 1-2).
Es el reconocimiento que hacen los que se encuentran junto al Padre, adorándolo como sólo él se merece, tal cual lo haremos nosotros los salvos, cuando estemos con Él. Vemos que existe gran alegría en la multitud celestial, porque el gran poder demoníaco que se encuentra gobernando en este mundo ha sido juzgado.
“Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes. Y oí la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía; ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente, porque el lino fino es las acciones justas de los santos Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios” (Apocalipsis 19: 5-9).
Es una invitación para que todos, pequeños y grandes, alaben a Dios, porque ha llegado la hora en que se producirán las bodas del cordero con su esposa, la iglesia, La Palabra de Dios dice que son bienaventurados los que son llamados a dicha boda. Los llamados serán todos aquellos que han creído en Jesucristo como único Salvador y Señor de sus vidas, que se arrepintieron de sus pecados, y que llevaron hasta el fin una vida santa y en plena comunión con el creador de cielo y tierra, y también se mantuvieron fieles hasta el último día de sus vidas o hasta que suene la trompeta, acontecimiento que en ese momento está a punto de producirse.
“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre, y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino de furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apocalipsis 19: 11-16).
Vemos en estas figuras al mismo Jesucristo aprestándose a venir a buscarnos. Recordemos que su venida será “como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente”. Cuanto suene la última trompeta, la trompeta final, ya no habrá tiempo de arrepentirnos y convertirnos a él, y cada uno de los seres humanos no podrá cambiar su destino eterno. Los que creyeron en Jesús y vivieron según sus mandatos, estarán por la eternidad con Él. Los que siguieron sus propios caminos y no se preocuparon por su salvación eterna cuando aún era tiempo, serán arrojados al “lagar del vino de furor y de la ira del Dios Todopoderoso”.
Leemos también que estará acompañado por los ejércitos celestiales. Los evangelios de Mateo y Marcos también nos hablan de que los ángeles de Dios acompañarán a Jesús en su venida y que éstos juntarán a todos los creyentes que en ese momento estarán con vida y se mantuvieron fieles al Señor hasta ese momento.
“Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre” (Apocalipsis 19: 19-20).
Vemos que la bestia, y los reyes y sus ejércitos que adoraron a la bestia y tenían la marca de ella en sus frentes y/o mano derecha, preparados para pelear contra el Rey de Reyes que viene. Son derrotados completamente y las dos bestias que recibieron el poder del mismo Satanás, son arrojados a un lago de fuego, donde permanecerán por la eternidad. Viendo su final, es indudable que la mejor elección que podemos hacer en esta vida presente es ser fieles a nuestro Salvador Jesucristo y defender sus postulados. De esa manera nuestro destino por la eternidad será junto al Rey de Reyes y Señor de Señores. Si en lugar de seguir a Jesús, optamos por adorar a esas dos bestias, nuestro destino final será la muerte eterna junto a ellos por la eternidad.
“Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos” (Apocalipsis 19: 21).
El final de todos aquellos que creyeron las promesas de la bestia, será la muerte física en ese instante, y luego del milenio, serán resucitados junto a la liberación de Satanás. También el apóstol Pablo nos dice en su segunda carta a los tesalonicenses que el inicuo será muerto con el resplandor de la venida de Cristo.
“Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20: 1-3).
Inmediatamente de producirse dicha batalla con el triunfo del Rey de Reyes, un ángel, procede a encadenar a Satanás, por el término de mil años. Para nuestra mente finita es difícil entender cómo se puede atar un espíritu por ese período de tiempo, pero el ángel lo hará con el poder del mismo Dios.
“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4).
Como podemos leer, éste es el primer juicio que se realizará en el cielo. El jurado estará compuesto por seres que recibieron facultades para juzgar. En dicho juicio estarán todos aquellos que perdieron su vida decapitados por dar testimonio de Jesús y por la palabra de Dios (por ejemplo el Apóstol Pablo), y también los que no adoraron a la bestia, ni su imagen, ni recibieron la marca de ella en sus frentes ni en sus manos. No serán condenados, sino premiados con la resurrección, y más aún, reinarán con Cristo por mil años. Pablo también dice en su primera carta a los tesalonicenses que los muertos en Cristo resucitarán primero,
Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20: 6).
Este versículo seis clarifica aún más lo que está escrito en el versículo cuatro de este capítulo 20. Los resucitados en esa primera resurrección no solo reinarán con él durante mil años, sino que serán sacerdotes de Dios y de Jesús por ese período de tiempo.
“Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (Apocalipsis 20: 5).
Este versículo nos aclara que aquellos que fueron muertos por el Rey de Reyes y Señor de Señores y no aceptaron el plan de salvación que el mismo Dios diseñó para los seres humanos resucitarán luego del milenio, cuando Satanás es soltado nuevamente por un poco de tiempo.
“Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, o Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; y el número de los cuales es como la arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20: 7-10).
Este pasaje de las sagradas escrituras nos detalla el final de Satanás y sus seguidores. Un final terrible para todos aquellos que se niegan a aceptar a Jesús como el Señor de sus vidas. Pero hoy todavía hay tiempo para el arrepentimiento, confesión de los pecados e iniciar una nueva vida con Cristo. Es imprescindible tomar esa decisión en forma urgente para tener parte en el nuevo reino que el Hijo del Hombre está preparando para cada uno de nosotros. No nos demoremos y aceptemos ya a Jesús como salvador de nuestras vidas.
Luego de ese final, terrible para los incrédulos, viene el Juicio ante el gran trono blanco, donde serán llamados todos los que han habitado la tierra, desde Adán hasta el último ser humano que nazca en este mundo.
“Y el que no se halló inscripto en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20: 15).
Lo más importante entonces para todos los habitantes del planeta tierra es tener cada uno su nombre inscripto en el Libro de la Vida. Para esto debemos aceptar a nuestro Señor Jesucristo como nuestro Salvador y Señor de nuestras vidas, y serle fieles hasta el fin. Con solo eso será posible nuestra salvación eterna. Entonces podremos presentarnos ante nuestro Creador y ante nuestro Redentor, y adorarle por la eternidad, y tendremos parte del nuevo mundo que nos está preparando para nosotros nuestro Señor Jesús.
“Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro. Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro” (Apocalipsis 22: 18-19).
Tengamos en cuenta esta advertencia, y no agreguemos ni quitemos nada de lo escrito en su Santa Palabra sobre este tema, si no queremos que caiga sobre nosotros el castigo por tergiversar lo escrito en la Biblia. Si en el presente trabajo alguien encuentra algún comentario que no esté de acuerdo a las Sagradas Escrituras, le solicito no tomar en cuenta dicho comentario y tener por válido únicamente lo que la Biblia expresa.
Cuando suene la trompeta, la trompeta final, será el momento que marcará el final de un mundo de pecado, y el inicio de un nuevo período que durará por toda la eternidad, luego de un proceso de juicio. Si bien hay diferencias de matices y detalles, todos los escritores bíblicos están de acuerdo que ese final para este mundo corrupto llegará algún día, cuando el Eterno Dios lo disponga.
Para resumir, podemos decir que el tema principal que se ha desarrollado en este estudio es el de la adoración. Adorar, ¿A quién?- Tenemos dos opciones: o adoramos al Creador de cielos y tierra, a Dios, y a su hijo, Jesucristo, el Rey de Reyes y Señor de Señores que vendrá cuando suene la trompeta final, o su enemigo, llamado Satanás, o el diablo, o la bestia, en el Apocalipsis. La decisión es personal. Cada uno decidirá en qué lugar pasará la eternidad.
Según el diccionario, una de las definiciones de la palabra “adorar” es: “Reverenciar a un ser con el mayor honor o respeto, considerándolo como cosa divina”.
En la Biblia tenemos ejemplos de adoración y la respuesta que recibieron los adoradores: “Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre” (Hechos 10: 25-26).
“Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19: 9-10).
“Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y Después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios”. (Apocalipsis 22: 8-9).
Estos son solo tres ejemplos de los muchos que se encuentran en las Sagradas Escrituras. El ángel que le llevó el mensaje de Dios a Juan no permitió que éste lo adore. Satanás es un ángel caído, pero es un ángel y por lo tanto no debe ser adorado. Cornelio quiso adorar al apóstol Pedro pero éste tampoco se lo permitió. Las dos bestias serán dos hombres, y por lo tanto tampoco deben ser adorados.
Estemos preparados entonces para recibir al Rey de Reyes, para adorarle por lo que hizo por nosotros, y a Dios, creador de todas las cosas. Será la mejor decisión que podremos tomar. Esa decisión la deberá tomar cada uno de los seres humanos en forma personal. Decídase ya.
Alberto Juan Hillmann
This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
El Juicio Final
- Details
- Hits: 1754
Uno de los significados del término “juicio” es: conocimiento de un pleito o de una causa en los cuales el juez ha de pronunciar la sentencia.
Si bien esta descripción es muy simple, da idea de lo que es un juicio, o sea se estudian todos los aspectos de un delito o causa, para finalmente emitir una sentencia de inocencia o culpabilidad para el transgresor, a veces con atenuantes.
Si tomamos en cuenta los juicios que se sustancian en todos los juzgados del mundo, llegamos a la conclusión que tienen características casi similares en casi todos los países del planeta tierra, por ejemplo:
Muchos de los culpables tratan de salvarse del castigo que merecen por cualquier método o de cualquier manera: mintiendo, presentando pruebas falsas, soborno a jueces, etc.
Muchos culpables jamás son juzgados, sea por el poder que ostentan, el dinero que poseen, compran conciencias, o acusan a otra persona que es inocente.
Muchos inocentes son condenados por delitos que no cometieron. En algunos casos son o han sido condenados a muerte, probándose su inocencia mucho tiempo después de haberse cumplido la sentencia.
Como podemos apreciar y es del conocimiento de todos, la justicia en este mundo no se aplica de manera justa. Pero esta justicia es la que aplican los hombres, los que por naturaleza son pecadores.
En el futuro habrá un juicio que será diferente de todo lo que sucede aquí, en la tierra, el cual se encuentra descripto en las Sagradas Escrituras:
EL JUICIO ANTE EL GRAN TRONO BLANCO
“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron sus muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscripto en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”. (Apocalipsis 20:11-15)
Es evidente que quien estaba sentado en el gran trono blanco era Dios mismo. En el libro de Daniel encontramos un pasaje paralelo a este. En el mismo podemos leer:
“Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó y los libros fueron abiertos”. (Daniel 7: 9-10)
También habla de un Juez, y de libros que se abren, lo cual nos indica que se trata del mismo momento en la historia del hombre.
Los libros que se mencionan en este pasaje contienen las memorias de todas las obras de cada uno de los seres humanos que pasaron por este mundo, sean estas buenas o malas. Esto no significa que seamos salvos por obras, sino que las obras de cada uno descriptas en los libros, se ven como una clara evidencia de una relación de esa persona con Dios. Los libros contienen todo lo que han hecho los hombres, sin faltar nada.
En este pasaje se describen ciertas figuras o términos que tienen su significado particular: por ejemplo los libros.
También habla de un libro especial denominado El libro de la Vida. Este libro contiene los nombres de todos aquellos que han puesto su confianza en Jesucristo para ser salvos.
El mar está indicado como un receptáculo de los muertos. Los antiguos tenían horror de ser sepultados en el mar.
El Hades (Del griego Haides) es un término usado en la Mitología. Era una divinidad griega, descendiente de Cronos y Rea, dios de los muertos, señor de las regiones subterráneas, dios de los infiernos. También significa lugar donde habitaban los seres humanos, buenos o malos, que habían traspasado el umbral de la muerte. En la mitología romana, este dios se llamaba Plutón. Es decir, era un mensaje claro y que entenderían perfectamente los hombres y mujeres de la cultura griega y romana, a quienes iba dirigido en principio este libro.
En este pasaje se describe que la muerte y el Hades son lanzados al lago de fuego. Significa que desde ese momento ya no existirá la muerte, como tampoco el lugar donde permanecerán los muertos hasta el momento del juicio final. Cuando termine ese juicio, cada uno ya tendrá determinado el lugar donde permanecerá por la eternidad: unos estarán junto al Cordero inmolado, o sea Jesucristo, en la nueva Jerusalén, descripta en el Capítulo 21 de Apocalipsis, y los otros serán lanzados al lago de fuego, que será el destino final de todo lo que es impío.
Satanás, la bestia y el falso profeta que se mencionan en el capítulo 13 de Apocalipsis, los demonios, la muerte, el Hades y todos aquellos cuyos nombres no han sido inscriptos en el Libro de la Vida, porque nunca pusieron su fe en Jesucristo, también serán lanzados dentro del lago de fuego. Este hecho representa el último capítulo de la historia de la tierra y sus habitantes, tal como lo conocemos actualmente.
En el capítulo 21, versículo 1 en adelante se detalla que un nuevo cielo y una nueva tierra hacen su aparición, y es allí donde estarán los salvados.
La visión de Juan pone de manifiesto que no se podrá pensar en ninguna transigencia en el Juicio de Dios. Si por la fe no nos hemos identificado con Jesucristo, aceptándolo como nuestro salvador y nuestro abogado defensor, confesándolo como Señor de nuestras vidas, no habrá esperanza alguna, no habrá ninguna segunda oportunidad, aunque algunos puedan opinar lo contrario. El pasaje es claro, el que no tiene su nombre inscripto en el Libro de la Vida, será arrojado al Lago de Fuego. No habrá ninguna apelación que permita rever o modificar el Juicio de Dios, ya que los libros que serán abiertos no contienen errores de ninguna naturaleza y por lo tanto no será posible presentar algún tipo de apelación o pedir clemencia o misericordia.
O sea, que para tener derecho a entrar con el Señor Jesucristo en la Nueva Jerusalén, la única oportunidad será que nuestros nombres estén escritos en el Libro de la Vida.
Encontramos muchas referencias en la Biblia que mencionan la existencia de ese libro:
“Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”. (Lucas 10:20)
En los versículos anteriores a este texto se relata el regreso de los setenta mensajeros enviados por Jesús, gozosos por el poder que habían recibido de parte de Él, que les permitía hacer muchos milagros. Si bien el Señor se gozó con ellos, les recuerda que mucho más importante que la victoria obtenida sobre los demonios, era el hecho de que sus nombres estaban escritos en el Libro de la Vida.
“Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida”. (Filipenses 4: 3).
Aquí nuevamente se menciona al Libro de la Vida, y se refiere a todos los que han sido sellados para salvación por medio de su fe en Jesucristo.
“El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida… (Apocalipsis 3:5).
Aquí, vestido de “vestiduras blancas”, significa: puesto aparte para Dios y hecho puro. Cristo promete honor, futuro y vida eterna a quienes se mantienen firmes en su fe. Los nombres de todos los creyentes están registrados en el Libro de la Vida, tal como se ha señalado anteriormente. Esto significa que Dios conoce a quienes le pertenecen. A los tales se les garantiza la inscripción en ese libro de la vida que se presentará ante las huestes de los cielos como pertenencia de Cristo. También hay una promesa de parte de Jesús de que los que se mantengan fieles a él hasta el final no se les borrará su nombre de ese libro.
“Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios, mas el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios”. (Lucas 12: 8-9).
Es terrible esta afirmación. ¿Cuándo negamos a Jesús? 1) cuando deseamos que nadie piense que somos cristianos. 2) cuando decidimos por propia voluntad no defender lo bueno. 3) cuando callamos ante los demás en lo relacionado con nuestra relación con Dios. 4) cuando nos diluimos en la sociedad que vive lejos y apartados de Dios. 5) cuando aceptamos como buenos los valores no cristianos de nuestra cultura.
Por contraste le conocemos y confesamos: 1) cuando llevamos vidas morales, que honran a Cristo. 2) cuando buscamos oportunidades para testificar de nuestra fe a otros sin temor a las burlas que nos puedan hacer. 3) cuando ayudamos a los necesitados, no para ser alabados de los hombres, sino por amor a Cristo, que dio su vida por nosotros. 4) cuando salimos en defensa de la justicia, aunque por tal causa podamos salir perjudicados. 5) cuando amamos a otros, tal como Cristo nos amó a nosotros. 6) cuando ante cualquier circunstancia le somos leales a él. 7) cuando usamos nuestra vida y recursos para llevar a cabo sus deseos antes que los nuestros, o sea que siempre el Señor Jesucristo está en primer lugar en nuestras vidas.
“Y le adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida…” (Apocalipsis 13: 8).
En este pasaje se nos aclara que todos los que no tienen su nombre escrito en el Libro de la Vida, adorarán al anticristo, que aquí recibe el nombre de “La Bestia”. Será la prueba más importante que deberán sufrir los verdaderos adoradores del Salvador y Señor Jesucristo. Solo con la ayuda del Señor, con mucha oración y lectura de su palabra podremos sortear esa prueba y mantenernos fieles a Jesús.
“La bestia que has visto, era, y no es, y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será”. (Apocalipsis 17:8).
En el capítulo 12 de este libro de Apocalipsis encontramos al dragón (Satanás). En el capítulo 13 hace su aparición la bestia que salió del mar, y recibe todo su poder de parte de Satanás. El tiempo en que aparecerá dicho ser se conoce con el nombre de “La gran tribulación”. En los capítulos 14 al 16 se relata el gran juicio de Dios a los moradores de la tierra que aceptaron grabar el nombre de la bestia en la frente o mano derecha. Son los que no aceptaron a Cristo como el Salvador de sus vidas. En el capítulo 17, la bestia escarlata aparece como un aliado de la gran ramera. La frase “era, y no es, y está para subir”, significa que la bestia estuvo viva, murió y luego resucitó. La resurrección de la bestia simboliza la persistencia del mal. Este resurgir del poder maligno, que será el período más difícil dentro del período de la Gran Tribulación, convencerá a muchos para que unan sus fuerzas a favor de la bestia; pero todos aquellos que escogen seguir el camino del mal se condenarán a sí mismos al mismo destino que Dios tiene reservado para el maligno, o sea el tormento eterno.
“No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscriptos en el libro de la vida del Cordero”. (Apocalipsis 21: 27)
En el capítulo 21 se detallan las características de la Nueva Jerusalén, el lugar en donde habitarán los salvos, todos aquellos que se reconocieron pecadores e incapaces de llegar a la gloria eterna por sus propios medios, y por lo tanto aceptaron el sacrificio de Jesucristo en la cruz, quien derramó su sangre para remisión de los pecados de todos los habitantes de la tierra. Pero no todos, como leemos en el presente versículo, serán admitidos en la nueva Jerusalén, donde Jesús prometió preparar un lugar para nosotros. Solamente serán admitidos aquellos que tienen su nombre escrito en el Libro de la Vida del Cordero. No entraremos allí por nuestro origen, nuestra personalidad, nuestra condición social o nuestra conducta. Nada de esto tendrá valor para tener acceso a ese lugar. La vida eterna está a disposición solo para aquellos que han aceptado a Jesucristo, el Cordero inmolado de Dios, como el Señor y salvador de sus vidas.
“Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro. Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro”. (Apocalipsis 22: 19).
Esta grave advertencia es para quienes con intencionalidad tergiversan el mensaje de este libro. Nosotros por lo tanto debemos tener cuidado y gran respeto por lo que decimos o enseñamos, de modo que no tergiversemos su mensaje, ni siquiera sin intención. Debemos por tal motivo estar dispuestos a poner en práctica sus principios en nuestra vida. Ninguna explicación humana de la Palabra de Dios debe estar por encima de la autoridad del texto mismo.
Como podemos apreciar, existen numerosas alusiones relacionadas con la existencia de dicho libro. También podemos afirmar que lo importante no es lo que hicimos en esta vida, sino que nuestros nombres se encuentren escritos en ese libro de la vida.
Se ha hablado y escrito mucho sobre ese gran evento que será el Juicio Final, o el Juicio ante el gran trono blanco. La biblia afirma que este hecho será una realidad como todas las demás profecías escritas. Jesús mismo habló muchas veces sobre este tema.
En este aspecto las Sagradas Escrituras nos dicen que Cristo mismo será Juez.
“…y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación”. (Juan 5: 27-29).
Este pasaje nos revela que habrá dos destinos posibles para cada uno de los seres humanos que han vivido en esta tierra. Los que hicieron lo bueno, o sea que aceptaron a Jesús como señor y salvador de sus vidas saldrán a resurrección de vida. Quienes se han rebelado contra Cristo también resucitarán, pero para escuchar el veredicto de Dios en su contra y para recibir la sentencia de una eternidad separados de Él. Hay quienes desean vivir bien sobre la tierra, olvidarse de Dios y luego alcanzar con la muerte el descanso final. Las palabras de Jesús no dan lugar a que se perciba la muerte como el fin de todo. Hay un juicio que los incrédulos deberán enfrentar.
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día postrero” (Juan 6: 39-40).
Jesús nos está diciendo en este pasaje que él no perderá ni siquiera una persona de las que el Padre le ha dado. Así que por esta palabra sabemos que cualquiera que se comprometa sinceramente a creer en Jesucristo como Salvador está seguro en la promesa de vida eterna que Dios da. Cristo no permitirá que Satanás venza a su pueblo y este pierda la salvación. O sea que aquellos que ponen su fe en Cristo resucitarán de la muerte física a la vida eterna con Dios, cuando él vuelva como el Rey de Reyes y Señor de Señores.
“Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor. Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios”. (1ª Corintios 4: 4-5).
Es una tentación y/o pecado juzgar a los demás cristianos, evaluándolos si son o no buenos seguidores de Cristo. Esto es así porque sólo Dios conoce el corazón de las personas, y solo él tiene el derecho de juzgar a cada una de ellas. La advertencia de Pablo a los corintios es también válida para nosotros en el día de hoy. Debemos confrontar a todos aquellos que pecan, pero debemos abstenernos de juzgar quién es un mejor siervo de Cristo. Cuando nosotros juzgamos a alguien, nos consideramos automáticamente mejores que él, y eso es arrogancia.
También nos dice la Biblia que todos los hombres serán juzgados. No faltará nadie.
“Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”. (2ª Timoteo 4: 8).
En éste versículo, Pablo habla de que recibirá una corona de justicia, en referencia a la corona de laureles que recibían los ganadores en los juegos olímpicos. Dice también que esa corona la recibirán todos los que como él aman la segunda venida de Cristo.
“Pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos”. (1ra. Pedro 4:5).
El fundamento de la salvación es que hemos creído en Jesucristo como único y suficiente Salvador, pero el fundamento para el juicio es cómo hemos vivido. Los que no hayan creído en el mensaje de Salvación serán condenados al castigo eterno cuando estén delante de Dios. Sin embargo, nosotros, los que sí hemos creído no tenemos nada que temer, porque Jesucristo será el Juez de todos. Para los que han creído y confiado en Él, además de ser el Juez que los juzgue, también será el abogado defensor de ellos, y con ese atributo justificará nuestras faltas, porque los que han creído han confesado primeramente sus pecados y los han lavado con la sangre que él derramara en la cruz.
Todos los aspectos de la vida serán revisados, incluidos los secretos de los hombres,
“En el día que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio” (Romanos 2:16)
Los secretos de los hombres incluyen toda palabra ociosa, todas las intenciones del corazón, todo pensamiento pecaminoso pese a que no lo hemos expresado con palabras.
“Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz” (Marcos 4:22).
Esto significa que todo lo que hayamos hecho en secreto se conocerá, todos los pensamientos que hayamos tenido saldrán a la luz, porque todo esto está escrito en los libros que se abrirán, conforme a lo profetizado en Apocalipsis 20: 12.
“Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse” (Lucas 12:2).
“Porque yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio” ((Mateo 12:36).
Estos dos últimos textos reafirman los comentarios realizados precedentemente.
Los creyentes también enfrentarán un juicio:
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. (Mateo 7: 21-23).
Para mencionar un ejemplo más comprensible para la mayoría de la gente, podemos decir que algunos aficionados a los deportes pueden hablar bien de lo que es un buen juego, pero eso no significa que pueden jugar bien. Así también podemos decir que no todos los que hablan del reino de los cielos pertenecen al Reino de Dios. Jesús tomará más en cuenta nuestro andar que en nuestro hablar. El quiere que hagamos lo correcto, no que sólo expresemos lo que es correcto. Con estos versículos Jesús desenmascara a las personas que aparentan ser religiosas pero no tienen una relación personal con él. O sea que en el Día del Juicio Final sólo una relación personal con Jesucristo, nuestra aceptación de Él como Señor y Salvador y nuestra obediencia a Él será tomada en cuenta. Muchas personas piensan que si son buenas y aparentan religiosidad serán premiadas con la vida eterna, pero eso no servirá de nada, no será así. Solo la fe en Cristo es lo que se tendrá en cuenta en el juicio para tener nuestro nombre escrito en el Libro de la Vida y tener acceso a la vida eterna.
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o malo.” (2da. Corintios 5:10).
Este pasaje nos dice que si bien la vida eterna es un don gratuito basado en la gracia de Dios, cada uno de los creyentes será juzgado por Cristo. Este juicio nos recompensará por la forma en que hayamos vivido. El don de la gracia de Dios en la Salvación no nos libra de la fiel obediencia. Todos los creyentes en Cristo deberán rendir cuentas por la forma en que vivieron en este mundo.
“Pues conocemos al que dijo: mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: el Señor juzgará a su pueblo.” (Hebreos 10:30).
Cuando rechazamos deliberadamente la oferta de la salvación de Cristo, rechazamos el don más precioso de Dios. Pasamos por alto la dirección del Espíritu Santo que nos comunica el amor salvador de Dios. Esta advertencia se hizo a los cristianos judíos que se sentían tentados a rechazar a Cristo por el judaísmo, pero también es válido para cualquiera que rechaza a Cristo por cualquier causa o religión, o que habiendo entendido la obra expiatoria de Cristo, con toda intención le da la espalda. El tema es que no hay otro sacrificio aceptable por el pecado, aparte de la muerte de Cristo en la Cruz. Entonces, si alguien rechaza el sacrificio de Cristo deliberadamente luego de haber entendido con claridad la enseñanza del evangelio, no tiene esperanza alguna de salvación, porque Dios no ha provisto otro nombre bajo el cielo por el cual podamos ser salvos. Entonces tendrá significado real la palabra de Dios que dice: mía es la venganza, yo daré el pago. Y también cuando dice: el Señor juzgará a su pueblo.
“Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación.” (lra. Pedro 1:17).
El temor es este caso no es sinónimo de miedo sino es respeto que tiene un creyente a su Dios todopoderoso. Entonces, si Dios es el juez de toda la tierra, no debemos pasarlo por alto ni tratarlo con indiferencia. Tampoco pensar que por nuestra posición privilegiada como hijos de Dios nos da la libertad de hacer lo que queremos. No debemos ser hijos mimados sino debemos comportarnos como hijos agradecidos y respetuosos a nuestro Padre celestial.
“Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros; ¿Cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” (1ra. Pedro 4: 17).
Esto nos aclara que los que pertenecen al Pueblo de Dios también serán juzgados. Pero debemos tener en cuenta que el Juez, Jesucristo, es a su vez el abogado defensor de los creyentes, y el salvador de ellos, ya que precisamente el vino a este mundo para ofrendar su vida en la cruz, derramando su sangre, para que seamos justificados ante él.
No habrá forma de eludir el juicio:
“Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después el juicio…” (Hebreos 9: 27)
Es evidente, y así ha sucedido desde la creación del hombre, todas las personas mueren físicamente, pero la buena noticia es que Cristo, como ya se ha dicho, murió para que nosotros no tuviéramos que morir espiritualmente, nos da por ese medio una esperanza de vida, una vida de verdad eternamente en los cielos. Pero tendremos que pasar primero por el juicio final, en donde se aclararán todas las cosas. Podemos tener la plena confianza en su obra de salvación a nuestro favor, quitando nuestros pecados del pasado, presente y futuro. Él perdonó nuestros pecados del pasado, cuando murió en la cruz. El dio su vida una vez y para siempre. Él nos envió el Espíritu Santo para ayudarnos a enfrentar el pecado presente. Él se presentó por nosotros en el cielo como nuestro Sumo Sacerdote, y ha prometido regresar y resucitarnos a una vida eterna en un mundo en que no se permitirá el pecado. Por eso los creyentes no deben tener miedo de enfrentar el juicio final, pues Jesús ya ha solucionado nuestro problema del pecado ante los ojos de Dios.
“¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?” (Romanos 2:3).
Cuando sintamos enojo por el pecado de alguien, deberíamos tener cuidado y hablar contra el pecado, pero con espíritu de humildad. Muchas veces los pecados que vemos en otros son los que tienen raíces en nosotros. Si nos miramos interiormente con cuidado, descubriremos que tenemos tendencia a cometer los mismos pecados que ellos, en las más diversas formas, generalmente aceptables para la sociedad. Pablo afirma aquí que nadie es suficientemente bueno para salvarse a sí mismo. Si deseamos evitar el castigo y vivir con Cristo para siempre, todos sin excepción deberán depender por completo de la gracia Dios.
Ahora bien, como hemos visto, el juicio final será para todos los hombres y mujeres que han habitado este mundo, desde la creación del primer hombre, Adán, hasta el último ser humano que nazca en esta tierra, sin excepciones de ninguna naturaleza. Solo se podrán salvar de ser arrojados al lago de fuego, que es la muerte segunda, los que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida.
La pregunta que debe hacerse cada uno de los habitantes de esta tierra es: ¿Qué debo hacer para que mi nombre esté escrito en ese libro?
Ya sabemos que no será posible obtener la salvación haciendo buenas obras, o por ser bueno. Yo hago las obras porque ya soy salvo, no para ser salvo.
Las Sagradas Escrituras nos indican claramente el camino a seguir para que el nombre de todos se encuentre inscripto en ese libro maravilloso, el más importante de todos los libros, y obtener de esa manera la salvación y estar por la eternidad con el Señor Jesucristo, quien dio su vida para abrir el camino a ese lugar a todos los habitantes de este mundo desde el principio de la creación hasta que suene la trompeta final.
Entre las innumerables citas que se encuentran en la biblia, para indicarnos ese camino, podemos enumerar las siguientes.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3: 16)
“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito hijo de Dios.” (Juan 3: 18)
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” (Juan 3:36)
“De cierto, de cierto os digo: el que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” (Juan 5: 24)
“Jesús le dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre, y el que en mi cree, no tendrá sed jamás.” (Juan 6: 35)
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al hijo y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” (Juan 6: 40)
“De cierto, de cierto os digo: el que cree en mi, tiene vida eterna.” (Juan 6: 47)
“Ellos dijeron: cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” (Hechos 16: 31)
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.” (Romanos 1: 16)
“mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.” (Romanos 4: 5)
“Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él.” (1ra. Juan 5: 1)
“El que tiene al Hijo, tiene la vida, el que no tiene al hijo de Dios no tiene la vida.” (1ra. Juan 5: 12)
Estos últimos versículos nos informan claramente qué debemos hacer para que nuestros nombres estén escritos en el Libro de la Vida, y por lo tanto habitar en la nueva Jerusalén por la eternidad.
Debemos pensar que esa entrada la ha preparado el Señor Jesucristo, tal como lo prometió. No seremos inocentes pero nuestros pecados estarán justificados ante la Justicia de Dios. La palabra “justificar” es un término jurídico que significa que alguien pagó o se hizo cargo de nuestras culpas. En los libros estará escrito todo lo que hemos hecho o pensado, pero, al aceptarlo como nuestro Salvador, y por ende como nuestro abogado defensor, nos encontraremos en ese Juicio Final justificados ante Dios.
Un caso que podríamos mencionar es el de los ladrones que estaban crucificados con él en la cruz. Uno lo rechazó. El otro, arrepentido de sus faltas las confesó, y le rogó que lo tuviera en cuenta cuando se produciría el juicio final. Recibió la promesa de la vida eterna.
Otro caso que podríamos mencionar es de las diez vírgenes. Todos esperaban la venida del Señor. Cinco estaban preparadas para el evento, las otras cinco no. El resultado final fue que las que estaban preparadas entraron con el Señor a la Nueva Jerusalén. Las otras cinco que no se prepararon debidamente quedaron afuera.
Ahora, una pregunta final a todos los que leyeron este mensaje, ¿Qué harás tú? La decisión a tomar será tú responsabilidad. ¿Lo harás ahora, o esperarás alguna nueva oportunidad en el futuro? Recuerda, nadie tiene la vida comprada. Mañana puede ser demasiado tarde. Confiesa tus pecados ahora, acepta a Jesús como tu salvador y Señor de tu vida en este momento. Ya…
Alberto Juan Hillmann
Para realizar comentarios sobre el presente estudio, dirigirse a:
This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------